Lleva 22 años consecutivos como gobernador, en los que ha avasallado todas las instituciones; es una de las provincias más pobres y vive bajo el flagelo de la corrupción y el narcotráfico.
Ingeniero Juárez: en el extremo oeste, una ciudad de 15.000 habitantes con alarmantes índices de marginalidad. Foto: LA NACION / Fernándo Gutiérrez y Alberto Brítez
FORMOSA.- Recorrer ciudades, pueblos y rutas de esta provincia, una de las más pobres del país y comarca del narcotráfico, es toparse con enormes carteles en los que el gobernador Gildo Insfrán proclama en una frase que acompaña su foto, también enorme: "Todavía queda mucho por hacer". Una invitación a que lo sigan votando. El problema de Insfrán, peronista y ultrakirchnerista, es que le queda mucho por hacer cuando ya lleva 22 años en el cargo, y otros ocho como vicegobernador de Vicente Joga. El mandato más largo en la Argentina desde el retorno a la democracia.
Insfrán no sólo acumula cinco períodos consecutivos. Con mano dura, persecución a la oposición y a la prensa, y avasallamiento de todas las instituciones, es el gobernador con más poder. Y, según innumerables fuentes, uno de los más ricos. Muchos lo comparan con un señor feudal. También es llamado patrón y dictador. Para otros, sencillamente Formosa es una provincia con dueño.
Proselitismo: los sábados, el programa ''Por nuestra gente, todo'' en ciudades y pueblos (en la foto, Villa Escolar) le permite a Insfrán montar actos en los que se promueve el culto a su personalidad. Foto: LA NACION / Fernándo Gutiérrez y Alberto Brítez
A veces, el calificativo de patrón es literal. "Este campo es de Insfrán, aunque figura a nombre de un testaferro. Tiene 25.000 hectáreas", dice un productor rural de la zona frente a la tranquera de una estancia sobre la ruta nacional 11. Testimonios similares se oyen en toda la provincia, con decenas de propiedades atribuidas al gobernador y a su familia. Imposible saber si es cierto, entre otras cosas, porque los funcionarios formoseños no están obligados a presentar declaración de bienes.
Insfrán, que no respondió los pedidos de entrevista de LA NACION, ganó sus primera elección para gobernador en 1995, cuando era ferviente menemista. Logró un fallo amañado para poder aspirar a un nuevo mandato, y en el segundo período fue por más, fue por todo, al conseguir una reforma constitucional que consagró la reelección ilimitada. Desde entonces siempre gana con más del 70% de los votos.
Páramo. El Parque Industrial, en la capital formoseña, refleja la realidad de una provincia que casi no tiene actividades productivas: muy pocas plantas, en su mayoría de firmas contratistas del Estado. Foto: LA NACION / Fernándo Gutiérrez y Alberto Brítez
Voces de los más diversos sectores van por el mismo lado cuando exponen las razones de este verdadero fenómeno de hegemonía política. Inteligente y trabajador incansable, el gobernador, apuntan, tiene a la provincia en un puño no sólo por haber reunido la suma del poder público, sino porque, reducida a su mínima expresión la actividad privada, acá todo el mundo vive del Estado. "Fue una política deliberada.
Hasta hace 30 años Formosa era productivamente importante, generadora de recursos y empleos, especialmente en las zonas rurales. Era una provincia sustentable. De eso queda poco o nada. En un porcentaje absolutamente mayoritario se vive de un empleo público o de planes sociales", dice el radical Ricardo Buryaile, ministro de Agroindustria de la Nación, el primer formoseño en integrar un gabinete presidencial. "El campo se despobló y la gente emigró a la capital, a la región este, donde hoy está concentrado el 80% de la población."
Sin recursos propios
Miseria: la ciudad de Ingeniero Juárez (15.000 habitantes), al noroesta, tiene sólo dos calles asfaltadas y alarmantes niveles de pobreza y marginalidad; además sufre el flagelo del narcotráfico. Foto: LA NACION / Fernándo Gutiérrez y Alberto Brítez
De la escasa productividad hablan las cifras: el 95,5% del presupuesto es cubierto por fondos del gobierno nacional. Prácticamente no cuenta con recursos propios. Según datos recientes del Ministerio de Trabajo, es la provincia con menos empleados registrados en el sector privado: 27.444 (le sigue La Rioja, con 29.750, pese a tener prácticamente la mitad de población). También es la que menos exporta: en 2016, apenas alcanzó los 21,8 millones de dólares (la penúltima es Neuquén, con 90 millones).
"Acá no hay trabajo ni futuro. La principal industria es la terminal de ómnibus: rajarse. Revisen las nóminas de Gendarmería, Prefectura y otras fuerzas: están llenas de formoseños. Los jóvenes se van porque no consiguen empleo y escapan de la inseguridad, la corrupción y el narcotráfico", dice el ex gobernador Joga, distanciado hace años de Insfrán.
Asentamiento. En el barrio San Antonio, vivienda precaria de una familia que llegó del interior y espera que el gobierno le entregue un "módulo habitacional": un ambiente de 3 por 3 y un baño. Foto: LA NACION / Fernándo Gutiérrez y Alberto Brítez
En distintas ciudades y pueblos, decenas de personas, incluso en las postergadas comunidades aborígenes (una población aproximada de 90.000, en sus cuatro etnias), dijeron a LA NACION que su único ingreso es un plan social, son empleados públicos o trabajan como monotributistas en cooperativas contratadas por el gobierno o municipios. La tasa de actividad, que mide la gente que tiene trabajo o lo busca activamente, es de 31,8%, la más baja del país. La media nacional es 45,5%.
Con una pobreza superior al 50% según estimaciones privadas (el gobierno habla de 20,3%), Formosa se ha convertido en el reino del asistencialismo. Después de Buenos Aires y Córdoba es la que recibe el mayor número de AUH (asignación universal por hijo). Roberto Recalde, gerente de la Anses en Estanislao del Campo (11.000 habitantes entre urbanos y rurales), aporta un dato elocuente: "En esta ciudad, de cada diez personas, siete cobran un plan social. Se ha perdido totalmente la cultura del trabajo. Si buscás alguien para arreglar una canilla, cortar el pasto o pintar, no lo encontrás".
Según la Anses, se distribuyen en la provincia unas 42.000 pensiones por invalidez, el 24% de la población económicamente activa. "Clientelismo político", explican en el organismo.
El periodista gráfico y radial Diego Madoeri, uno de los más reconocidos de la provincia, afirma que la fórmula de Insfrán es haber conseguido que todos dependan de él. "De hecho, desalienta públicamente las inversiones, la llegada de empresas, porque eso generaría empleos fuera de su alcance, gente que no le debería nada. Los que viven del Estado son, para él, voto cautivo."
En línea con la política de no atraer "capitales foráneos", Formosa puede vanagloriarse de una rareza: no tiene un solo shopping ni locales de McDonald's.
Otra rareza es que no pasa día sin que Insfrán critique al presidente Macri, mientras su provincia es una de las tres que reciben más fondos del gobierno nacional.
Dominio absoluto
Área protegida: en la nueva costanera de la capital está prohibido tomar bebidas alcohólicas, la venta ambulante, remontar barriletes, tocar guitarra y cualquier manifestación política. Foto: LA NACION / Fernándo Gutiérrez y Alberto Brítez
Ubicada en una región tropical del extremo norte y con estatus de provincia por decisión del presidente Perón en 1955, Formosa comparte más de 750 kilómetros de frontera con Paraguay, país cuya impronta política, económica y cultural ha terminado impregnándola. "Esto es un feudo. Un feudo stroessnerista [por Alfredo Stroessner, 35 años dictador del Paraguay]. Detrás de un disfraz de democracia hay una dictadura", dice el sacerdote Francisco Nazar, un porteño que lleva 46 viviendo acá y que en 2011 fue candidato a gobernador (ver entrevista en la próxima página).
Buryaile tiene una visión similar. "Es una provincia joven que ha tenido y tiene una enorme corriente inmigratoria de Paraguay, con toda la influencia que eso supone. Los paraguayos son gente dócil y con un componente machista muy marcado. Conozco a Insfrán hace años, tenemos una relación cordial, pero él ha explotado a fondo esas características hasta convertirse en amo y señor de todo."
El dominio político de Insfrán resulta abrumador. Sin dejar resquicio alguno para el disenso, maneja el Poder Ejecutivo, el Legislativo y el Judicial, los órganos de control (a la Defensoría del Pueblo la llaman la "Defensoría del Gobierno"), los principales medios, colegios profesionales y hasta ONG, entidades deportivas y comparsas de carnaval. El Poder Judicial está totalmente subordinado al Ejecutivo. Cualquier posibilidad de autonomía terminó en marzo de 1999, cuando, bajo el cargo de "retardo de justicia" en una causa por un conflicto interno del PJ, el entonces presidente del Superior Tribunal (Corte Suprema), Carlos Gerardo González, fue llevado detenido y esposado por orden de un juez que respondía al gobernador. "Fue un escándalo, un hecho bochornoso, sin precedente en todo el país", dice Joga.
En 22 años no ha prosperado una sola denuncia por corrupción. La excepción, gracias a un resquicio procesal que dejó por error una jueza, es el caso que involucra a Amado Boudou por el millonario contrato de la firma The Old Fund para renegociar la deuda de la provincia.
En la Legislatura, el gobierno tiene la mayoría absoluta: de los 30 diputados, 21 son del PJ y 9 del Frente Amplio, opositor. Más allá de las diferencias, algo iguala a los bloques. Los dos cumplen una función meramente decorativa en un órgano que funciona como extensión del Poder Ejecutivo. La realidad de la Legislatura parece responder a una ficción guionada para ridiculizar la existencia de uno de las instituciones fundamentales del Estado. Con un presupuesto anual de 800 millones de pesos y plagada de asesores, se reúne una sola vez por semana, los jueves, en sesiones que duran no más de una hora y casi siempre para aprobar proyectos de resolución del oficialismo sobre temas menores, como declarar de interés una procesión religiosa.
La diputada Antonella Maglietti, del Frente Amplio, dice que muchas veces siente vergüenza de formar parte del cuerpo. "Desde diciembre de 2015 se sancionaron sólo 22 leyes: 16 del gobierno y 6 del bloque del PJ. Nuestra presencia es meramente testimonial, porque todos nuestros proyectos son rechazados casi sin debate y nunca pasan el filtro de las comisiones. Los diputados ni siquiera tenemos despachos."
El otro correlato físico de la insignificancia de la Legislatura es que las obras del edificio donde debería funcionar, frente a la plaza principal, se paralizaron hace unos 15 años.
Dos advertencias
Al llegar a la provincia, LA NACION recibió dos advertencias: tomar preferentemente agua mineral y cuidarse del aparato de inteligencia del gobierno. "Seguro que los van a estar siguiendo", previnieron no menos de cinco personas. Un sábado, durante una reunión de caciques wichis y dirigentes políticos con el cronista en un local de la ciudad de Ingeniero Juárez, móviles policiales pasaban por la puerta, aminoraban o detenían la marcha y después se alejaban. Uno de los dirigentes salió a la vereda y volvió con la novedad: "Nos están filmando".
"Insfrán sabe todo lo que pasa, no se le escapa nada", dice Adrián Malgarini, precandidato a diputado provincial por el Frente Amplio. "Es muy difícil ser oposición en una provincia en la que no hay estamentos del Estado ni de la actividad privada que escapen al control del gobierno. Igual, no nos damos por vencidos: hay que superar el miedo y apostar al cambio."
Miedo es una palabra que se repite una y otra vez: miedo a hablar, a perder el trabajo, a reprimendas. En una localidad del interior, un dirigente socialista hizo ante LA NACION una descarnada radiografía de la realidad provincial. Habló de niveles alarmantes de pobreza y de la falta de remedios, agua potable, cloacas, red de gas (sólo hay garrafas), pavimento. Cuando la entrevista había terminado, volvió sobre sus pasos. "Por favor, no pongan nada, o no pongan mi nombre. Ya una vez me fajaron. Casi me matan."
El senador nacional Luis Naidenoff (UCR) dice que impera un sistema de dominación, un Estado policíaco. "Pero el mayor triunfo de Insfrán es cultural: la autocensura. Porque ante la menor crítica te acusan de antiformoseño. Al lado de Insfrán, los Kirchner son chicos de pañales."
En la sede local de la Fundación Pensar, think tank de Cambiemos, cuentan que "pese a no ser un espacio de militancia, sino estrictamente técnico", deben hacer las reuniones en forma reservada, y que muchos se niegan a participar por temor a tener problemas con el gobierno.
La hegemonía del gobernador va de la mano del culto a su personalidad. En rutas y centros urbanos, los únicos carteles políticos que se distinguen son los de Insfrán. Casi todos los medios importantes, en prensa gráfica, radio y televisión, responden al mandatario y se dedican a amplificar sus mensajes, decisiones y actos. "Insfrán inauguró obras que reafirman la reconstrucción de Güemes", tituló a todo lo ancho de su primera página, días atrás, el diario oficialista La Mañana, el de mayor circulación. El gobernador había aprovechado su presencia en la localidad de General Güemes, que en 2014 fue azotada por un tornado, para montar uno de sus habituales actos proselitistas.
Los sábados, como parte del programa Por nuestra gente, todo, Insfrán se traslada a alguna ciudad o pueblo con medio gobierno y encabeza largas ceremonias a las que, bajo presión, concurren las autoridades locales, empleados públicos, entidades intermedias, colegios, clubes. Los momentos centrales son el discurso del gobernador y la sucesión de agradecimientos que recibe, en los que se ensalzan sus cualidades de "líder", "benefactor", "gran conductor". Según diversos testimonios, esas intervenciones deben pasar por el filtro de funcionarios del gobierno. En forma excepcional puede ocurrir que algo se salga de su sitio. Hace 10 días, durante el acto por el aniversario de una localidad, un sacerdote se despachó con un mensaje muy crítico. "Se inauguran hospitales, pero no hay médicos ni medicamentos. Y con la cultura de la dádiva se ha perdido la cultura del trabajo", dijo. A unos metros, Insfrán no ocultaba su contrariedad y hasta se negó a rezar el Padre Nuestro que siguió a las palabras del cura, que horas después fue descalificado por las principales espadas del gobernador.
El atrevimiento de Tevez
El precio de criticar la realidad formoseña lo tuvo que pagar incluso una figura tan popular como Carlos Tevez, que hace dos años, al llegar con Boca para jugar un partido, habló de la pobreza que había visto en las calles. Le cayó un aluvión encima, encabezado por Insfrán: "Son mentiras que forman parte de campañas sucias con guión armado", le contestó. Un funcionario de la Jefatura de Gabinete lo trató de "villerito europeizado".
Tevez había descripto lo que está a la vista de cualquiera. Y no vio lo peor. La capital, donde vive algo menos de la mitad de los cerca de 600.000 formoseños (528.000, según el censo de 2010), es zona de contrastes entre barrios medios y bajos o muy bajos, que concentran los mayores núcleos poblacionales. Un turista preguntó en su hotel cuál era la zona residencial más acomodada para visitarla. "No hay", le respondieron. El interior es más homogéneo: reina la pobreza. Ingeniero Juárez, en el extremo oeste, que con sus aproximadamente 15.000 habitantes es la quinta ciudad de la provincia, tiene sólo dos calles asfaltadas, y alejarse tres cuadras del centro es sumergirse en un mundo de marginalidad extrema. "Más que pobreza, acá hay miseria. En las barriadas, los chicos pasan hambre y la mortalidad infantil es altísima. Fíjense cómo viven", dice una trabajadora social que pide no ser identificada, mientras muestra fotos de chozas que parecen de animales.
En el Este, Clorinda (100.000 habitantes, la mayor después de la capital), destaca por su actividad comercial gracias a la vecindad con Asunción, con la que mantiene un fluido y despenalizado, de hecho, contrabando de ida y vuelta. Pero tampoco escapa a la constante de centros urbanos apenas desarrollados y villas en las periferias. Su intendente es Manuel Celauro, un peronista que, pese a estar totalmente alineado con Insfrán, recibe a la nacion en su despacho, gesto de autonomía infrecuente. "¿Que hay pobres en Formosa? ¿Y dónde no hay pobres?", dice.
Esqueleto. Edificio sin concluir de la Legislatura, en la que el oficialismo tiene mayoría absoluta y funciona como extensión del Poder Ejecutivo; las obras están paralizadas desde hace 15 años. Foto: LA NACION / Fernándo Gutiérrez y Alberto Brítez
En la capital, el gobierno ha construido, con fondos de la Nación, enormes barrios de viviendas populares. El último, que se va inaugurando por etapas, es Nueva Formosa, cercano al aeropuerto. Tiene un problema estructural: está en una zona que habitualmente se inunda. Muchas de las viviendas de barrios como El Porvenir, Urbanización España y Lote 11 son de un solo ambiente, de 3 x 3, y, afuera, un baño. La idea es que quienes reciben esos "módulos habitacionales", como se los llama, los vayan ampliando, algo que muchas veces no ocurre. Se ve, así, a familias enteras hacinadas en 9 metros cuadrados o debajo de chapas.
"Nosotros tenemos suerte: somos tres", sonríe Elva Zárate (38 años) en un módulo del barrio Urbanización España. La pequeña ampliación que hicieron con el marido es muy precaria: superposición de maderas, cartones y chapas. En el único ambiente de material duermen con su hijo, de 8 años. "Se está poniendo grande. Vamos a tener que sacarle la cama del cuarto." Ya los asaltaron tres veces. "Se llevaron todo. Son chicos que roban para poder comprar droga."
En una casa algo más amplia del barrio El Porvenir vive Elsa Ramírez (53 años) con sus siete hijos. Recibe un plan social y junta hilos de cobre, básicamente de electrodomésticos en desuso, para venderlos por kilo. Tarda de una a dos semanas en juntar un kilo, por el que le pagan 35 pesos.
La costanera, sin pobres
Como muchos, el senador Naidenoff sostiene que la pobreza no es aquí estructural ni definitiva. "Hay un millón de hectáreas potencialmente aptas para producir, en las que no se está haciendo nada. Podríamos tener algodón, sorgo, maíz, girasol, soja, acerraderos. Sólo hay ganadería, y poco desarrollada. Pero trabajando no es difícil revertir la situación."
El caso del algodón es paradigmático. Principal cultivo durante años, al punto de ganarse un lugar en el escudo de Formosa, en las últimas décadas se ha reducido dramáticamente.
Un rasgo llamativo de la capital es su nueva costanera, que de tan vistosa e inmaculada se ha convertido en atracción turística. Pero tiene su contracara: está prohibido -por orden de Insfrán, dicen- tomar bebidas alcohólicas, tocar guitarra, cualquier actividad política, la venta ambulante y remontar barriletes. Dos vecinos que la recorren a diario cuentan que eso no es lo peor. "¿Vieron algún pobre? Si aparece uno, enseguida viene la policía y lo saca."
El narcotráfico es otra realidad que atraviesa la provincia, cuya extensa frontera con Paraguay es absolutamente permeable. En kilómetros enteros, los ríos que marcan el límite -el Pilcomayo al Norte y el Paraguay al Este-, se pueden cruzar caminando. No hay centro urbano ni zonas rurales en los que no haya penetrado la droga, y al gobierno se lo acusa de inacción o, incluso, de complicidad. Con el cambio de autoridades nacionales, fuerzas federales detuvieron a bandas de narcos vinculadas a la administración provincial. Uno de los casos más resonantes fue, en octubre pasado, el del camión con zapallitos que ocultaba dos toneladas y media de marihuana. El camión era de una sobrina del gobernador.
Pobre, atrasada, corrompida, Formosa no deja de ser un reino. El reino, desde hace 22 años, de Gildo Insfrán.
95% Del presupuesto de la provincia es cubierto con fondos de la coparticipación federal; prácticamente no genera recursos propios.
80% de la población vive en la región este, básicamente en las dos mayores ciudades de la provincia: la capital y Clorinda.
22 leyes aprobó la Legislatura en un año y medio, todas del oficialismo, que tiene mayoría absoluta: 21 diputados sobre 30; es una extensión del Ejecutivo.
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