El cultivo, asociado con la ganadería, tiene un notable potencial de expansión en el Norte
En las últimas décadas fuimos testigos de cambios sustanciales en la producción agrícola-ganadera de la Argentina. El avance de la producción sobre territorios antes impensados obligó a encontrar formas de sortear nuevos desafíos. Por un lado, fue necesario lograr razas que soporten condiciones adversas, como las altas temperaturas, agua de distintas calidades y forrajes naturales o pasturas con producciones estacionales y baches en la cadena forrajera. Por otra parte, resultó indispensable mejorar la calidad y cantidad de los forrajes y de la agricultura asociada a esa nueva ganadería.
Desde 2005, la Asociación Maíz y Sorgo Argentino (Maizar) trabaja en el proyecto "Bases ecofisiológicas para el manejo del cultivo de maíz en el norte argentino", y desde 2009 en el programa "Eficientización en el uso de los recursos forrajeros para la producción de carne en el NOA".
El primer programa tiene por objetivo evaluar la mejor manera de producir más maíz en el Norte, así como la difusión de sus resultados para que los productores cuenten con información que les permita aumentar sus rindes y lograr, de esta forma, un mejor desarrollo de la cadena de valor del cereal de la zona.
El trabajo se focaliza hoy en reducir la brecha entre los rindes potenciales de maíz y los efectivamente logrados. Integramos una red de ensayos en 17 localidades con 2088 unidades experimentales en Catamarca, Salta, Santiago del Estero y Tucumán. Allí se obtuvieron resultados que demuestran la enorme capacidad que tenemos de aumentar los rindes zonales. En Los Altos, Catamarca, se obtuvieron rindes de 15.000 kilos por hectárea, en parcelas con riego; en Leales y Monte Redondo, Tucumán, se obtuvieron rindes de 15.000 kilos por hectárea en parcelas en secano, y en Las Lajitas, Salta, 13.000 kilos por hectárea en secano.
El factor que más influye sobre el rendimiento es la fecha de siembra: la siembra hasta principios de enero se asocia con rendimientos cercanos a 10.000 kilos por hectárea, en ensayos experimentales. A partir de esas fechas, el rendimiento disminuyó en promedio un 22%. Esa merma se debe a que fechas de siembra muy tardías exponen al cultivo a condiciones declinantes de radiación solar que impactan sobre la calidad ambiental durante etapas críticas o de llenado de granos.Por otro lado, se encontró una respuesta positiva al aumentar la densidad de plantas, pasando de 50.000 plantas por hectárea a 65.000 e incluso 80.000 en aquellos ambientes de mayor productividad. Esto gracias al avance genético que lograron las empresas semilleras, con híbridos modernos que toleran mayores densidades sin comprometer su rendimiento individual. Continuar con los ensayos y con la investigación resulta crucial para lograr mayores rindes en el Norte.
El segundo programa, desarrollado junto con la UCA, el Ipcva y la Asociación Brangus, busca combinar una ganadería moderna con la suplementación de maíz en grano, silo o pastoreo directo. Como parte del proyecto, se montaron minilaboratorios en cada uno de los establecimientos que participan de los estudios para obtener allí muestras de la bosta de los animales. Estas muestras se remiten luego al laboratorio de la UCA en Buenos Aires, donde se analizan mediante el programa NIRS/Nutbal de esa universidad, clonado de la Texas A&M University, y se indican cuáles deben ser las correcciones en la dieta del ganado de cada productor para lograr la mayor eficiencia en el aporte forrajero.
Aprovechando el aumento de la demanda internacional de carnes vacunas, podemos generar polos de desarrollo en distintas zonas del país. Sin dudas, el NEA y NOA serán protagonistas importantes en esta tendencia proveyendo carne de alta calidad al mundo. La fórmula ganadora para el norte argentino existe, y es Maíz y Sorgo + Carne+ Mercados internacionales. Sólo hay que aplicarla como lo están haciendo nuestros vecinos.
(*) El autor es presidente de la Asociación del Maíz y el Sorgo argentinos
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