jueves, 31 de diciembre de 2009

Editorial I: El futuro somos todos

Excelente Editorial del Diario La Nación:
Sobre el filo de un nuevo año, tengamos presente que la Argentina será lo que nosotros
seamos capaces de construir
Estamos a punto de iniciar un nuevo año. Como es habitual, alentamos la esperanza de que sea un año de cambios y de progresos significativos para el pueblo argentino. Lo que tal vez no veamos con igual claridad es que el espacio de vida al que nos estamos aproximando y la realidad social y moral en la que nos vamos a ver envueltos a partir de esta noche serán, en buena medida, el resultado o el producto de lo que nosotros mismos seamos capaces de construir o de hacer.
¿Será la Argentina, por fin, en el año de su Bicentenario, la sociedad solidaria, transparente y armoniosa con la que venimos soñando inútilmente desde hace largo tiempo? ¿O nos seguirán dividiendo el encono, el espíritu faccioso y nuestra comprobada incapacidad para ingresar en ese universo de valores éticos y espirituales que tantas veces hemos proclamado pero que, en los hechos, hemos sido hasta ahora incapaces de construir?

Si no tenemos la suficiente firmeza y capacidad para garantizarnos a nosotros mismos, por ejemplo, un sistema de vida y de organización en el que la seguridad individual esté suficientemente garantizada en toda la extensión del país, ¿qué otra cosa podrá depararnos el tiempo que viene si no la estremecedora continuidad del libre accionar de las bandas criminales que hoy azotan, con asombrosa impunidad, a tantos vecindarios urbanos y suburbanos del país?

Es cierto que el tema de la inseguridad está básicamente interrelacionado con el desarrollo de las estrategias políticas nacionales, pero aquí no nos estamos refiriendo a ese aspecto de la cuestión -cuya importancia no negamos, desde luego-, sino que estamos preguntándonos si la sociedad argentina, por sí misma, está haciendo algo para evitar que las nuevas generaciones de jóvenes se sigan viendo arrastradas a ese submundo atroz de la violencia, la droga y el crimen.

¿Cuánto esfuerzo despliega diariamente cada uno de nosotros para asegurar la vigencia objetiva de un sistema de valores morales y sociales que contribuya a mantener a los jóvenes alejados de esos destinos maléficos y perversos? ¿Cuánto hacemos, día tras día, como sociedad, para evitar que el aluvión destructivo del relativismo moral y del abandono educativo y cultural continúe haciendo estragos en los sectores más sensibles de nuestro entramado social?

Por supuesto, podríamos seguir enumerando la lista de nuestras omisiones y de nuestras negligencias en otros aspectos penosos de la realidad nacional, pero siempre concentrando la atención en lo que hacemos y en lo que no hacemos nosotros mismos, como ciudadanos, para defender la identidad moral de nuestra juventud y su apego a los valores que pueden y deben definir el sentido de su dignidad moral.

El debilitamiento catastrófico de nuestras instituciones, la falta de ejemplaridad de algunos de los comportamientos que exhibe la dirigencia pública, la ausencia de un sistema educativo como el que la Argentina había logrado construir en sus mejores tiempos son otras tantas llagas abiertas en la piel de una nación que se debate sin éxito desde hace tiempo en la lucha contra el avance del relativismo moral y de la decadencia espiritual y cívica. La sociedad debe analizar con rigor sus propias responsabilidades frente a toda esa realidad dolorosa, sin perjuicio de lo que pueda y deba hacerse, en cada caso, en el plano de las realidades políticas e institucionales.

La familia, el espíritu de solidaridad social y, sobre todo, la defensa de los principios morales basados sobre certezas y no sobre inaceptables relativismos, ¿qué papel están desempeñando hoy en la construcción de la Argentina futura? La respuesta a ese interrogante deja espacio para un inagotable repertorio de dudas e inseguridades. Si la sociedad no encuentra el camino para salir de ese laberinto y recuperar su capacidad para construirse a sí misma, si cree que todo podrá esperarlo de las estructuras del Estado y de las estrategias de naturaleza política, poco lugar habrá en el país para la esperanza en las horas que habrán de seguir a los brindis de Año Nuevo de esta noche.

No hay en la vida de los pueblos una historia "política" u "oficial" y una historia "particular". Hay una única historia, y a ella tenemos que hacer honor quienes formamos parte, hoy, de la sociedad que vive y padece día tras día la realidad nacional. Los argentinos -y no la siempre abstracta estructura del Estado- tenemos la palabra: el país será, en definitiva, lo que nosotros mismos seamos capaces de construir.

Fuente: Diario La Nación

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