Gobierno, culposo, avanza lento en productiva asociación pública-privada. Existen dudas por la ecuación financiera.
Mauricio Macri salió ayer a defender la carta de intención entre la argentina ARSAT y la estadounidense Hughes, por la que se comenzó a organizar un plan de negocios para que una nueva empresa comercialice los servicios del satélite ARSAT 3 que construye el INVAP. El macrismo pareció hacer gala de un estatismo dogmático al justificar en tono casi culposo un acuerdo de cooperación internacional entre empresas en un área como el de las comunicaciones satelitales, donde lo normal en el mundo es precisamente eso, la asociación entre público y privado. Mantener en estos términos un discurso privatización-antiprivatización aleja al país de toda lógica actual internacional. Cambiemos pareció caer ayer en ese mismo dilema al dudar, casi temerosamente, sobre el tema.
Con el acuerdo el gobierno establece un convenio tanto técnico como geopolítico, al incluir no solo a Hughes de los Estados Unidos sino también a la francesa Thales Alenia Space. Precisamente, esa empresa, es un ejemplo de asociación público-privado. Es hoy propiedad del estado francés en un 25,8%, otro 24,8% le pertenece a Dassault Aviation (fabricante del Mirage que tanta historia tiene en el equipamiento de la Fuerza Aérea Argentina) y otro 49,4% flota en el mercado.
En ese acuerdo tripartito se crea una nueva empresa en la que ARSAT tendrá 49% y Hughes 51%. Los servicios de payload (carga) en telecomunicaciones para el ARSAT 3 le serán contratados a Thales Alenia Space.
Hablando el términos simples: en esa nueva empresa, Newcom, el INVAP tendrá el rol de proveer el satélite y los americanos de Hughes los enlaces. ARSAT, al mismo tiempo, va a liderar los procesos para coordinar las frecuencias y los espacios orbitales y a controlar toda la operación desde tierra.
Hughes, además, será la proveedora a ARSAT de todo el soporte para la frecuencia Ka en el Hemisferio Norte si fuera requerido. Es decir, se pone en órbita un satélite que tiene el haz sobre Argentina pero que se puede comercializar también para el Hemisferio Norte. Algo imposible sin Hughes y Thales.
Podría argumentarse, con cierta certeza política, que el gobierno de Cambiemos no logra evitarse estos sofocones políticos ni siquiera en medio de una campaña electoral clave como esta. Será cuestión de análisis futuro el saber por qué se repiten este tipo de dudas contratiempo de los intereses políticos del presidente. Pero fuera de esos razonamientos, existe un planteo que el propio discurso presidencial trata de anestesiar y que, salidos de una era donde todo (hasta los negocios) se explicaba en clave populista, debería darse por obsoleta: por qué negar la posibilidad de una privatización parcial de negocios si eso abre los ingresos en un área que tiene serios problemas de comercialización y una dura puja interna por monopolizarla. Que mejor, entonces, que el ingreso de un operador internacional.
La operación está lejos de ser una privatización, sino que se trata de la construcción por parte de un local (INVAP) y la cooperación con dos operadores fuertes internacionales (de EE.UU. y Francia) a través de la creación de una nueva empresa para la comercialización de servicios satelitales.
Macri ayer se justificó por el convenio entre ARSAT, Hughes y Thales Alenia, aclarando que se trata de "un acuerdo estrictamente sobre un satélite y que tiene un carácter más comercial, que tecnológico".
Nadie, en ningún partido, niega la visión que tuvo el gobierno de Cristina de Kirchner en apoyar e impulsar la actividad del INVAP para que la Argentina ingresara en el selecto club de los países que pueden fabricar sus propios satélites y operarlos para su beneficio o la venta a terceros. Pero ese avance tuvo una pata desequilibrada: la comercialización de los servicios satelitales, un punto en el que Argentina hizo agua. De hecho en el 2015 ARSAT terminó con un déficit de $250 millones y el 2016 con un superavit de $80 millones, pero con ajustes importantes. Si el acuerdo que cerró el gobierno no implica complicar el desarrollo de la tecnología local en INVAP, ¿por qué tanto ruido entonces por la cooperación con empresas extranjeras?. Es una duda que ayer comenzó a despertar suspicacias.
No es la única. Especialistas en el sector le reconocieron a Ámbito Financiero que el satélite ARSAT 3 no tiene viabilidad económica comprobada. La construcción de ese satélite insume un costo de u$s6 millones por Gbps de capacidad espacial (gigabit por segundo, la unidad de transferencia de datos), contra u$s1 millón por Gbps de un satélite HTS de alto rendimiento (High Throughput Satellite). Es decir, A Hughes el ARSAT 3 le resulta operativamente seis veces mas caro.
La explicación al ingreso de la estadounidense en este acuerdo puede estar, quizás, en la intención de hacerse del control de los cielos locales bloqueando así el ingreso de otros satélites mas competitivos para prestar servicios en Argentina con una visión de negocios hacia el futuro.
Si esto es así, se estaría construyendo un monopolio caro que puede perjudicar a los usuarios. Sería, además, una consecuencia más de la política de cielos cerrados que se ejecutó en la década anterior cuando se evitó la competencia con proveedores internacionales más baratos. Ninguna de esas dudas justifica, de todas formas, subirse a una discusión de tribuna sobre la conveniencia de abrir la puerta privados.
En colaboración con Carlos Burgueño
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