Por Orlando J. Ferreres | Para LA NACION
En la última década el mundo gozó de la tasa de interés más baja de los últimos 5000 años, de acuerdo con un estudio publicado por el Bank of América. En efecto, nunca la tasa de corto o largo plazo había sido tan baja, considerando 3000 años AC hasta 2015 DC. La tasa de corto plazo está ahora en 0,10 % anual, y esto desde hace varios años. Prácticamente se regala el dinero.
Esta situación de la tasa de interés es consecuencia, entre otros factores, de la crisis muy profunda del 2007/8 de las hipotecas subprime o también llamada de Lheman Brothers por la quiebra de esta banco internacional que había sido fundado en 1850, y que terminó mal como consecuencia de esa crisis en 2008. Lo mismo pasa en Europa con muchos países con gran gasto público, que entraron en crisis a partir de 2010 por lo cual también bajó a casi cero la tasa de interés del euro para tratar de reactivar de alguna manera sus economías.
Hoy no se puede hablar de usura en materia de tasas de interés de los préstamos internacionales. Muy por el contario, el costo del dinero, tanto de corto como de largo plazo, es el más bajo de la historia.
En este contexto de tasas de interés súper baratas, las autoridades de nuestro país decidieron "desendeudarse" y pagaron por adelantado incluso lo que no había vencido aún, como pasó con el organismo financiero de las Naciones Unidas, el Fondo Monetario Internacional. Posteriormente, como la Argentina estaba en default desde 2002 y necesitaba divisas, hizo colocaciones de bonos (Boden 2012 y 2015) pagando rendimientos de hasta el 15 % anual en dólares, como ocurrió con Venezuela, hasta que ese costo se consideró prohibitivo.
Es difícil explicar este error de la política financiera externa de la Argentina. A pesar de las reestruraciones parciales y quitas de la deuda con bonos en default desde 2002 (que era de 100.000 millones de dólares), la Argentina nunca pudo ni puede aún hoy volver a los mercados financieros internacionales, pues sigue aún sin completar su proceso de reestructuración de la deuda.
El país pudo ir manejando de alguna manera la evolución de sus reservas internacionales por el excelente precio de las materias primas que exporta (soja y maíz principalmente) que brindaron divisas adicionales por u$s 190.000 millones de dólares en 10 años, solo considerando el efecto precio, pero no computando el aumento de volumen que impulsa ese nivel de precios de las materias primas tan alto. Este excedente no se destinó a incrementar la infraestructura ni a modernizar el país ni a la exploración de petróleo o gas, sino que se dilapidó. Se destinó principalmente al consumo, con el objetivo no explicitado de formar un movimiento político que borrará al peronismo de la imagen popular. Dicho movimiento había hecho lo mismo en 1945-51, aunque en una situación y con un liderazgo distintos.
En este momento el Gobierno, para llegar a la entrega del poder el 10 de diciembre de 2015 sin una crisis fuerte antes de esa fecha, mendiga préstamos en dólares de cortísimo plazo en diversos países, principalmente no occidentales como son los casos de China o Rusia y otros. Sin embargo, podríamos acceder a créditos para modernizar la infraestructura del país a largo plazo a tasas muy baratas, como lo han hecho Uruguay, Bolivia, Brasil y otros pero nos damos el gusto de no hacerlo, posiblemente por razones ideológicas.
Las autoridades no definen la situación financiera externa pero persiste en el país una pobreza de 29 % de la población y los recursos para solucionar ese problema han estado disponibles. Solo se dan subsidios a las personas para que puedan llegar a comprar lo más elemental o a las empresas para que éstas vendan más barato que el costo muchos de sus productos o servicios, pero eso no cambia la situación de pobreza de la población.
Esperemos que el pueblo sepa juzgar estos errores de política económica que persisten en el tiempo y que no se corrigen: desendeudarse justo cuando el mundo casi regala el dinero
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