viernes, 2 de noviembre de 2012

¿Y a mí qué?: cómo afecta a las empresas y a su bolsillo la rebaja en la calificación de deuda de la Argentina

Por Fernando Gutierrez (Producción: Federico Kucher) - iProfesional.com


Al país le bajaron la nota. La primera reacción es la de pensar que no influye en lo cotidiano. En definitiva, está alejado de los mercados de crédito y tiene a mano al Banco Central. Pero las compañías no cuentan con esa ventaja para financiarse. Su impacto en consumo e inversión. Lo que viene Hay que remontarse a los agitados días del año 2001 para recordar un momento en el que la expresión "riesgo país" estuviera presente todos los días como uno de los principales títulos de los medios de comunicación y que, desde allí, saltara a las charlas de oficina.

A primera vista puede parecer extraño, porque hace una década el país se encontraba en una larga recesión de cuatro años, mientras que hoy la Argentina viene en una senda de crecimiento y disfrutando de un contexto internacional favorable.

Sin embargo, hay una peligrosa similitud cuando se observa el castigo que el mercado financiero internacional le impone a la nación, que debería pagar algo más de 1.000 puntos básicos por encima del interés que tiene el bono del tesoro estadounidense, considerado libre de riesgo (es decir, cerca de un 10%, habida cuenta de que es un punto porcentual por cada 100 pb).

No sólo es uno de los índices más altos del mundo (superando al de países con serios problemas de deuda, como España y Grecia) sino que, además, las principales agencias calificadoras de riesgo (Moody's, Fitch Ratings, Standard & Poor's) rebajaron la nota y la pusieron en "perspectiva negativa".

En buen romance, consideran que a futuro serán cada vez mayores las dudas respecto de si la Argentina podrá o querrá honrar sus deudas. Y, como hace una década, la pregunta que surge ante esta convulsión del mundo financiero es si sólo deben preocuparse aquellos que tienen en sus manos títulos de deuda soberana, o si un empeoramiento del "riesgo país" puede llegar a convertirse en un mayor "riesgo empresa" y, por ende, en un mayor "riesgo consumidor".

Ahí es donde llegan las verdaderas malas noticias. Porque lo que creen los analistas es que, lejos de tratarse de un problema acotado al mercado de capitales, lo que se abre es un panorama de mayores dificultades para los planes de inversión de las compañías y en el costo del crédito dirigido a los particulares.

"Tanto para los gobiernos provinciales como para las empresas privadas, una rebaja en la nota de la deuda soberana argentina implica un incremento en los costos para tomar crédito. No siempre ocurre en forma inmediata, pero la consecuencia inevitablemente es esa", señala Daniel Marx, consultor financiero y ex negociador de la deuda pública argentina.

Para este experto, un escenario de mayor costo del capital deriva, en última instancia, en el encarecimiento de la financiación al consumo, aunque ésta sea en pesos y no en dólares. "Siempre termina manifestándose la conexión entre el sector financiero y la economía real", afirma Marx.

El peligro de tener un alto riesgo país, entonces, va mucho más allá de no ser considerada una nación "market friendly", sino de poner en riesgo la velocidad de crecimiento de la economía, dado que un encarecimiento del capital termina por hacer más ineficientes los mecanismos de inversión y de consumo.

Como recuerda Miguel Kiguel, titular de la consultora Econviews, "la Argentina nunca creció cuando este indicador fue elevado". En esta línea, el economista Gabriel Caamaño, de la consultora Ledesma, señala que para una empresa privada el riesgo soberano pasa a ser el "piso" del costo de financiamiento. "En este contexto de control del mercado cambiario nadie tiene, como el Gobierno, la posibilidad de financiarse con el Banco Central para sus obligaciones en dólares. De manera que no puede pensarse en que una empresa privada tenga acceso al crédito en mejores condiciones", argumenta.

Y los analistas ven, además, otro inconveniente adicional: cuando el Estado cuenta con dificultades para obtener fondos en el mercado de capitales, termina compitiendo por los mismos recursos que, en otras circunstancias, estarían a disposición de los privados. "Cuando sube el riesgo país, lo que sube es el ´costo país´, porque a todos les cuesta todo más caro. Al profundizarse la dependencia hacia el ahorro doméstico -donde tanto el Gobierno como las provincias, las empresas privadas y los grandes proyectos de inversión, como el de YPF, buscan dinero en el mismo lugar- el resultado sólo puede ser un encarecimiento real de los préstamos", observa Mariano Lamothe, economista jefe de la consultora Abeceb.

¿Un consuelo de tontos?

La prueba de que estos temores de los analistas son fundados es el hecho de que el mercado de deuda de empresas se parece cada vez más a un freezer. "Hasta el año pasado vimos compañías que salieron a pedir financiamiento en el mercado internacional, aunque es cierto que ya venían pagando una tasa más alta que las firmas del resto de la región. Pero ahora directamente no se están produciendo colocaciones", indica Cecilia Minguillón, analista de deuda corporativa de la calificadora Fitch Ratings. "Es difícil estimar cuál sería el interés de un crédito para una empresa argentina, pero seguro que se trataría de un costo financiero muy importante. El riesgo soberano termina encareciendo la prima de prestarle a un privado", agrega.

Dada esta situación, podría argumentarse que una suba adicional del riesgo país no empeora las cosas -dado que si tanto el Estado como los privados estaban marginados del mercado de créditos- ya no puede haber un deterioro más pronunciado. Es decir, que una vez que se está por encima de los 800 puntos, llegar hasta un récord de 1.057 no es más que agregarle unas pocas "manchas" al tigre.

"Es la cruda realidad. Si países con economías muy abiertas, como Uruguay o Perú, de golpe tuvieran un empeoramiento de su riesgo país que los radiara de los mercados, tendrían un drama. Pero para la Argentina, a esta altura, este tipo de noticias le significa algo marginal", apunta Leonardo Chialva, analista de la administradora de capitales Delphos Investments. Pero inmediatamente aclara que eso no significa que se trate de un motivo de relajo: "Esta situación es lo que hace que la economía argentina aumente su dependencia hacia los precios de la soja, lo que ocurra con el clima y las compras de Brasil".

Lo que los analistas consideran es que el peor costo de una rebaja en la nota de la deuda soberana es el que no está visible. Porque consiste en los recursos con los que el país podría contar en otra situación (lo que en la jerga de los economistas se conoce como "costo de oportunidad"). "Lo preocupante es, paradójicamente, que después de tanto tiempo de estar fuera del mercado, se llegue a considerar que la situación no es preocupante. Porque estamos en un contexto donde el capital está barato, y todos nuestros vecinos se benefician con este escenario", argumenta Caamaño, de la consultora Ledesma.

La postura de los analistas expresa un punto de vista radicalmente diferente que el del Gobierno. Una reciente frase de Cristina Kirchner es bien expresiva al respecto: "A Dios gracias que no tenemos acceso al mercado financiero. Porque si no fuera así, nuestro sistema estaría lleno de activos tóxicos".

Su discurso le ha valido una andanada de críticas, ya que mientras ella pronunciaba esas palabras, los demás gobiernos de la región aprovechan para tomar crédito a tasas históricamente bajas. Y ello no aplica solamente a los buenos alumnos de los mercados, como Chile, que consiguió deuda al 2,4% anual, sino que también incluye a países del club "rebelde", como Bolivia, que pidió u$s500 millones, tuvo oferta por u$s5.000 millones y paga apenas 4,8%.

"La Presidenta nos expone a un falso dilema. La opción a dirimir no pasa por si debemos tomar deuda a más del 10% o usar las reservas del Banco Central, sino qué correcciones se deben realizar en la gestión económica para conseguir crédito a las tasas inusualmente bajas que pagan nuestros vecinos", observa el analista Federico Muñoz.

¿Lo peor es lo que viene?

Hay otra mala noticia: tener uno de los índices de riesgo país más elevados -con todo lo negativo que ello supone- no es lo peor que puede pasar. Más bien, existe en el mercado la casi certeza de que las cosas pueden empeorar.

Ello se refleja en los pesimistas reportes de las agencias calificadoras de riesgo, que además de la baja en la nota, le dieron al país una "tendencia negativa", lo cual supone que hay un 33% de probabilidades de una nueva rebaja en la calificación durante el próximo año.

En su fundamentación, Standard & Poor's advierte que la nota de la deuda local podría bajar por diversos motivos, tales como:
• "Los crecientes riesgos sobre los pagos, derivados de acciones legales contra Argentina en tribunales internacionales".
• "Un empeoramiento de su posición externa, muy probablemente derivado de la salida de capitales".
• "Acciones adicionales del Gobierno que exacerben la polarización política y disminuyan más las perspectivas de crecimiento".

Es por eso que la atención de los analistas está puesta, en estos días, en lo que ocurra en los tribunales de Nueva York, donde la Argentina obtuvo un fallo contrario que la obliga a atender los reclamos de los "fondos buitre".

"Lo más preocupante a futuro es la posibilidad de que el país vuelva a entrar en default, no porque no tenga voluntad de pagar, sino porque parte de las cancelaciones de la deuda reestructurada sean embargadas por la justicia norteamericana", detalla Pablo Rojo, consultor financiero y ex titular del Banco Hipotecario.

Para este experto, la eventualidad de un default de hecho, aun cuando fuera involuntario, determinaría un drástico empeoramiento en el humor de los mercados, con una inevitable consecuencia en la economía real.
Más allá de esa batalla judicial, otros economistas explican otros fundamentos para el pesimismo, que refieren exclusivamente a problemas de política económica. "El nivel de déficit fiscal actual es un buen escenario comparado con lo que se viene. En adelante, todo va a empeorar", advierte Caamaño.

"Primero, porque las restricciones cambiarias son un mensaje al mercado en el sentido de que no se van a hacer los ajustes necesarios, sino que se hará lo posible por evitarlos. Además hay otros motivos, como el hecho de que se está usando el dinero del sistema jubilatorio para gastos corrientes y, en algún momento, este recurso ya no va a estar disponible", agrega.

Los malos de la película

En tanto, el Gobierno sigue blandiendo el argumento de que está sufriendo un castigo político por parte de las agencias calificadoras de riesgo, que le pasan factura por su negativa a acercarse al FMI y por su heterodoxia económica. Es, por cierto, un argumento que quedó algo "rengo" desde que Bolivia accediera al endeudamiento a una baja tasa.

Pero, incluso, la acusación de mayor peso en el "relato" oficial, que es la de que los mercados no castigan con la misma dureza a naciones europeas -cuya situación financiera es mucho más comprometida- empieza a ser relativizada. "Es verdad que la capacidad de pago argentina es mayor que la que hoy tiene España, pero su comportamiento institucional es peor que el español, y eso también juega a la hora de las calificaciones", indica Lamothe, de Abeceb.

En todo caso, lo que muchos señalan es que, a pesar de haber sido elegidas como las "malas de la película" en el relato kirchnerista, las calificadoras de riesgo tienen un rol menos protagónico de lo que el propio Gobierno quiere admitir.

Como apunta Marx: "Son una referencia, pero no hay que darle más poder que el que realmente tienen. La verdad es que cuando una agencia baja una nota, no hace más que ir detrás de lo que antes el mercado había hecho por su cuenta que se traduce en una caída de los precios"

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