Por Silvia Mercado - Infobae.com - smercado@infobae.com
Boris Johnson arriba al país para la reunión de cancilleres del G20, pero también tiene agenda propia, antes de partir a Chile y Perú. En el 2009 conoció a Macri
Mauricio Macri junto a Boris Johnson, en el 2009. Ambos eran alcaldes
Como suelen recordar los académicos de historia económica argentina, la expansión de la economía hasta la crisis de 1930 fue gracias a las inversiones británicas, que se fueron ampliando desde mediados del siglo XIX hasta llegar, en 1934, a 453.1 millones de libras, muy por encima de cualquier otro país entonces. El Reino Unido y la Argentina tenían economías complementarias y, en general, los saldos comerciales eran favorables para nuestro país, al contrario de lo que sucedía con los Estados Unidos.
En lo político, las relaciones fueron siempre intensas y polémicas, desde las invasiones inglesas que llegaron al Río de la Plata en el 1806 y 1807 como represalia a España durante las guerras napeoleónicas por haberse aliado con Francia, hasta la ocupación de las Islas Malvinas en 1833 y la Guerra en 1982, pasando por el famoso gol con la mano de Diego Maradona a Inglaterra en el Mundial de 1986 en México, los vínculos siempre estuvieron tejidos bajo la impronta del nacionalismo y la fascinación.
Por eso la presencia en la Argentina del rebelde y políticamente incorrecto Boris Johnson, hoy canciller británico, un periodista que fue alcalde de Londres entre 2008 y 2016 no va a pasar desapercibida. Y no solo porque el hoy ministro y Mauricio Macri se conocieron en el 2009, cuando ambos eran autoridades de las ciudades capitales de sus países, donde trabaron un buen vínculo personal, al punto que lo va a recibir el martes, algo poco habitual entre un ministro y un presidente. "Es un personaje", dice Macri de él.
Es que este político conservador, que mientras fue corresponsal del The Daily Telegraph en Bruselas se había transformado en el periodista preferido de Margaret Tatchcher por su euro-escepticismo, siempre llama la atención por su curiosidad y su impulso por recorrer caminos inexplorados.
Ayer mismo él lo transmitió en una nota que publicó en La Nación. "Tenemos una larga historia común, en todas partes vemos ejemplos de ello, desde el fútbol y el desarrollo de los ferrocarriles hasta las influencias de Borges y los galeses que viven en la Patagonia. Caracterizar a nuestros países como hermanos puede ser un poco exagerado, pero podemos decir que somos al menos primos", escribió Johnson.
Viene a participar de la reunión de Cancilleres del G-20 que hoy y el lunes sesionará en el Palacio San Martín pero, además, antes de partir a Chile y Perú, tiene agenda propia. Por razones de seguridad no quieren informarla, temen que grupos ultranacionalistas dificulten sus movimientos o directamente impidan actos reparadores de la historia más reciente de desencuentros entre ambas naciones. Sin embargo, hay algo todavía más curioso.
El canciller británico propuso que sea nada menos que la renovada Estación Retiro del Ferrocarril Mitre el símbolo del relanzamiento de la relación entre Argentina y Reino Unido para exhibir la nueva ola de inversiones británicas en esa área especialmente simbólica, los ferrocarriles.
La estación fue declarada Monumento Histórico en 1997 y a principios del 2000 había caído en un absoluto estado de abandono, al punto que estuvieron por desactivarla. A partir de 2014 se inició un trabajo de iluminación en el hall central, pero desde la llegada de Cambiemos sufrió una restauración general, protegiendo la gran cantidad de elementos artísticos, techos internos y externos y volviendo a poner en funcionamiento los amplios sótanos, desde donde hoy se monitorea la operación de esa red.
La vieja Estación Central fue inaugurada el 2 de agosto de 1915 por el presidente Victoriano de la Plaza y fue un proyecto de los arquitectos Eustace Conder, Roger Conder y Sydney Follet, y el ingeniero Reginald Reynolds, todos británicos establecidos en la Argentina, inspirado en las estaciones londinenses que se construyeron bajo los conceptos de la llamada Arquitectura Eduardiana, neobarroca, habitual en grandes edificios de Gran Bretaña y distintos países del Commonwealth. Se trata de la estación de tren de mayor valor arquitectónico en nuestro país y, en ese momento, fue una de las más grandes del mundo.
Fue en esa estación donde Juan Domingo Perón (en realidad, una grabación de su voz, porque estaba internado por una apendicitis) anunció, el 1º de marzo de 1948, la nacionalización de los ferrocarriles, que eran propiedad de una empresa británica según la denominada Ley Mitre, de 1907, cuya franquicia -por la que pagaban impuestos a la renta, contribuciones territoriales y municipales, también derechos de aduana y portuarios- había vencido en 1947. O, por lo menos, es lo que se dijo entonces.
Un influyente intelectual de ese tiempo de nacionalismo enfervorizado, Raúl Scalabrini Ortiz, había realizado una detallada investigación (la mítica Historia de los Ferrocarriles Argentinos) donde llegó a la conclusión de que "telaraña metálica" que habían diseñado los ingleses era contraria a los intereses nacionales, ya que se habían trazado para exportar materias primas desde el interior hasta Gran Bretaña, preservando sus necesidades de alimentos y no la industria nacional.
La compra de de los ferrocarriles se hizo imprescindible, según esa visión de época, para recuperar el control de las altas tarifas y abaratar el transporte para promocionar los desarrollos industriales regionales, devolviéndoselos al pueblo. "Ahora son nuestros los ferrocarriles" anunciaban los afiches del gobierno en las calles de Buenos Aires, iniciando el proceso de nacionalización que continuó con el comercio exterior, los depósitos bancarios y otras empresas que estaban en manos de extranjeros.
Lo dramático es que en el momento de la nacionalización el tren tenía 47.059 kilómetros de vías, siendo durante la expansión del modelo agro exportador una de las más grandes del mundo, pero no cambió demasiado en la gestión de Perón, salvo la incorporación del trayecto a Mar del Plata, Bariloche y Mendoza, tres tramos que dejaron exhausta a la empresa estatal, al punto que a partir de finales de la década del 60, empezó a decaer de modo consistente, hasta su privatización en 1991 por otro gobierno peronista, el de Carlos Menem. La red ferroviaria llegó a estar reducida a 4.638 kilómetros para el servicio de pasajeros. Hoy se está recuperando, y alcanza 20.000 kilómetros entre pasajeros y carga (10.000 en cada rubro), que están en ampliación sostenida con inversión estatal, privada y PPP.
Lo concreto es que desde Cancillería le dijeron a la embajada británica que no era conveniente que visitara la Estación Retiro del FFCC Mitre y hablara muy alto de inversiones en el área. "El horno no está para bollos", explicaron. Y Johnson no podrá visitar la estación que viajó en barco desde el puerto de Liverpool, en partes, y fue reconstruida en Buenos Aires como si fuera un juego de encastre.
De todos modos, el Ministro de Asuntos Exteriores británico está entusiasmado con el viaje. Tanto que aseguró en su columna que "estamos listos con el fuelle -como nuestros antepasados ferroviarios- para reavivar el fuego (de las doradas relaciones entre Argentina y Gran Bretaña) en aras de la prosperidad de ambos países". ¿Habrá enojo del ultranacionalismo local?