Habitualmente, escuchamos nombrar estas palabras, dediquemosles unos segundos para entenderlas mejor.
Es el tipo de agricultura caracterizado por su inocuidad medioambiental y la preservación de los recursos naturales, la utilización de recursos renovables locales y tecnologías apropiadas y baratas, una mínima compra de insumos externos y, consiguientemente, un alto grado de autosficiencia local.
La agricultura sostenible viene siendo objeto de estudio académico desde los años 70, como respuesta a los problemas socioeconómicos y medioambientales generados por la agricultura intensiva en capital promovida por la revolución verde. La importancia que ha cobrado a nivel internacional es consecuencia en buena medida del llamado Informe Brundtland, publicado en 1986 por la Comisión Mundial sobre Medio Ambiente y Desarrollo, que popularizó el concepto de desarrollo sostenible, en cuyo marco se inscribe este enfoque agrícola.Posteriormente, la Conferencia de Naciones Unidas sobre Medio Ambiente y Desarrollo, celebrada en Río de Janeiro en 1992 con la asistencia de la mayoría de los Estados, enfatizó la importancia de la agricultura sostenible de cara a incrementar la producción de forma sostenible, preservar los recursos medioambientales, generar ingresos que alivien la pobreza y mejorar la seguridad alimentaria. Algunas herramientas contempladas como necesarias para su promoción son el desarrollo de tecnologías apropiadas y nuevas; la reforma agraria, que facilite el acceso a los recursos productivos a los vulnerables; la educación y participación de la población rural; la mejora de la gestión de los recursos, y la cooperación internacional.
Estas conclusiones de los Estados fueron consideradas insuficientes por parte de los movimientos sociales y algunos círculos académicos. Por ello, las ONG aprobaron paralelamente a la Conferencia un Tradado sobre la Agricultura Sostenible, en el que se nos ofrece una definición más precisa de la misma:
– Es ecológicamente adecuada, económicamente viable, socialmente justa, culturalmente apropiada y basada en un enfoque científico holístico.
– Produce una amplia gama de alimentos de alta calidad, así como fibras y medicinas, preservando la biodiversidad.
– Utiliza métodos que mantienen la fertilidad y calidad del suelo, preserva la pureza del agua, recicla los recursos naturales y ahorra energía.
– Emplea recursos renovables, localmente disponibles, así como tecnologías apropiadas, de bajo coste y sufragables por la población. De esta forma, se minimiza la compra de insumos externos producidos por la industria (fertilizantes, semillas, pesticidas, maquinaria, etc.), con lo que se consigue un alto grado de autosuficiencia local.
– Es intensiva en mano de obra, por lo que proporciona más empleo que la agricultura mecanizada intensiva en capital, permitiendo que más personas puedan permanecer trabajando la tierra.
– Se orienta al objetivo de asegurarles a los campesinos unos ingresos estables en el tiempo, unos sistemas de sustento sostenibles, con capacidad de ajustarse a los cambios que puedan producirse, más que a la meta de optimizar la productividad y beneficios a corto plazo.
– Respeta y toma como punto de partida el conocimiento de la población rural, su sabiduría y técnicas tradicionales, de modo que se pretende que la ciencia moderna sirva para reforzarlas más que para sustituirlas (Eade y Williams, 1995:519).
Este tipo de agricultura choca con el modelo agrícola técnicamente avanzado impulsado por la modernización desde los años 50, por la revolución verde en los 60 y 70, y por las prácticas recientes basadas en la biotecnología y los cultivos transgénicos. Estas formas de agricultura utilizan técnicas e insumos diseñados en laboratorios sin tener en cuenta los conocimientos de la población rural y las condiciones específicas de cada lugar, requieren un alto consumo de insumos comprados fuera de la comunidad que son caros y lesivos para el medio ambiente, buscan incrementar los rendimientos más que la sostenibilidad medioambiental, se orientan a la venta en el mercado en vez de al autoconsumo familiar, y habitualmente se realizan en monocultivos a gran escala, que plantean problemas ecológicos (erosión, pérdida de fertilidad de la tierra, propensión a plagas, etc.).
Por el contrario, la agricultura sostenible se basa en el refuerzo y mejora de la agricultura tradicional que han practicado durante siglos los pequeños campesinos. Esta agricultura tradicional, aunque históricamente menospreciada como atrasada e ineficiente, ha sido revalorizada desde los años 70 mediante estudios que han demostrado sus cualidades: se trata de sistemas de sustento complejos que combinan diferentes actividades complementarias a escala familiar, con sistemas y técnicas baratos muy adaptados a las condiciones ecológicas locales, y que se orientan a la sostenibilidad medioambiental y social a largo plazo.
Frecuentemente a este enfoque se le denomina Agricultura Sostenible Baja en Recursos Externos, LEISA (Low-External-Input and Sustainable Agriculture). En lugar de en los monocultivos, se basa en la combinación de diferentes cultivos y variedades adaptados a los microclimas específicos. Se trata, en concreto, de la rotación de cultivos con diferentes necesidades nutricionales y exigencias de trabajo estacional que se plantan de forma rotativa en una parcela, y del intercalado de cultivos, dos o más, que se plantan en una misma parcela en surcos alternos o mezclando las semillas.
Estas prácticas permiten maximizar el uso de la tierra, al disponer de cultivos de crecimiento rápido junto a otros que requieren más tiempo, y al aprovechar las necesidades complementarias de nutrientes de las diversas plantas (algunas, por ejemplo, contribuyen a fijar en la tierra el nitrógeno que otras precisan). Estas prácticas también contribuyen a repartir a lo largo del año la producción de alimentos y los ingresos, así como el trabajo. Del mismo modo, contribuye a reducir el riesgo de plagas (mayor en los monocultivos) y el crecimiento de malas hierbas (que merman la productividad de los cultivos). Por último, permiten un mejor uso de la luz, al plantar cultivos que hacen sombra a otros que requieren menor luminosidad.
Otras prácticas que mejoran la productividad y contribuyen a preservar la fertilidad del suelo son, por ejemplo, el barbecho, o períodos de descanso de los campos cada varios años, y la utilización de fertilizantes orgánicos como los excrementos de la ganadería, el compost o los desechos vegetales. También se encuadran en este enfoque la agroforestería, que combina la explotación agrícola con la de los recursos del bosque, así como la integración entre agricultura y ganadería, preferentemente con especies animales y de plantas locales.
Dentro del enfoque de la agricultura sostenible se ha desarrollado el denominado Manejo Integral de Plagas, consistente en la combinación de una serie de recursos biológicos baratos para controlar y espantar las especies perjudiciales (insectos, roedores, hongos, etc.) sin perjudicar a las que resultan beneficiosas (algunos pájaros o insectos) ni contaminar, como sí hacen sin embargo los pesticidas químicos. Este sistema se basa, por ejemplo, en la mencionada diversificación de cultivos, la utilización de semillas tradicionales (generalmente más resistentes a las enfermedades que las semillas mejoradas) y los pesticidas hechos con plantas locales.
La agricultura sostenible es defendida hoy por multiples instancias tanto en el Norte como en el Sur, por ejemplo: ONG como Oxfam, ActionAid y otras muchas que la han integrado en sus proyectos de desarrollo; organizaciones como La Vía Campesina, una red de organizaciones de campesinos tanto de países desarrollados como en vías de desarrollo, y centros de investigación e información, como el International Institute for Environment and Development (IIED) de Londres, que cuenta con un Programa de Agricultura Sostenible y Sistemas de Sustento Rurales, o el Centre for Information on Low-External-Input and Sustainable Agriculture (ILEIA), de los Países Bajos, con publicaciones especializadas como el ILEIA Newsletter. N. Z. y K. P.
Fuente: http://dicc.hegoa.efaber.net/listar/mostrar/7

El mandatario recordó hoy, durante un acto en la ciudad andina de Oruro por el aniversario de las Fuerzas Armadas, que su Gobierno cuenta con un presupuesto para la compra de seis aviones checos del tipo L-159 ALCA (sigla en inglés de avión ligero de combate). "Hemos esperado seis, siete meses sin resultados, y los que nos tenían que vender los aviones nos dicen ahora que tenían que consultar a EE.UU. y EE.UU. dice no", reveló Morales. Acusó a Washington de no apoyar la lucha antidrogas y aseguró que las acciones contra el narcotráfico en Bolivia serían más efectivas si el país contara con esas aeronaves, que tienen un costo de 57,8 millones de dólares.

El nuevo radar será instalado en las versiones biplaza del combate TA-50 y monoplaza FA-50 del “Golden Eagle”, un jet supersónico de entrenamiento avanzado conjuntamente desarrollado y construido por KAI y LOCKHEED MARTIN de los Estados Unidos. La Fuerza Aérea de Corea del Sur (ROCAF) ha encargado 60 ejemplares del T-50 y 22 ejemplares del TA-50, a las que sumarán 60 ejemplares del FA-50 encargados en Diciembre pasado. El FA-50 es una variante táctica monoplaza, destinada a reemplazar a los cazabombarderos F-5 y los aviones de apoyo estrecho A-37B actualmente en servicio en ese país de Asia.
Estos aparatos fueron adquiridos por Chile a fines de los años setenta, siendo repotenciados al estándar Mirage 50 mediante la incorporación del motor Atar 50K. Posteriormente fueron modernizados con asistencia israelí al estándar 50M – integrando nueva electrónica y armas guiadas de precisión- entre la segunda mitad de los años ochenta y la primera mitad de los años noventa.
La situación tiene lugar precisamente en momentos en que las relaciones entre Venezuela y Colombia han experimentado un nuevo deterioro, originado primeramente en la oficialización de los planes de Bogotá de ampliar el arriendo de bases a Estados Unidos. A ello se han añadido las complicaciones derivadas del descubrimiento, en manos de las FARC, de armas anti-tanque que supuestamente provendrían de los arsenales militares venezolanos. El gobierno de Venezuela acusa a Bogotá de ser cómplice de los planes de invasión de su territorio por parte de Estados Unidos. Lo anterior es la justificación de los planes de compra de material mecanizado por parte de Venezuela, dentro de un programa llamado “Escudo Occidental”, que apunta a reforzar las fuerzas que serían desplegadas en la frontera común con Colombia, principalmente en la región del llano.
Consciente de que un país como Brasil, que quiere desempeñar un papel importante en el nuevo ajedrez mundial, tiene que tener también una consistente fuerza de defensa, Lula ha adquirido de Israel ocho aviones no tripulados, el primero de los cuales acaba de ser presentado, que serán usados para vigilar las fronteras. Utilizados hasta ahora sólo por los ejércitos, por primera vez estos aviones no tripulados serán usados por una fuerza policial para combatir crímenes, concretamente el crimen organizado.
Foto: Módulo Orión
Foto: PKM 2000
"Yo, que mañana he de morir, escribo estas letras a la luz de una antorcha esperando que amanezca. Contemplo el resplandor de las estrellas, y su brillo es muy diferente de la lobreguez que envuelve a los cadáveres que se extienden frente a mí, los mismos que tiñen de rojo el barro que piso y cuyo olor acre me repugna tanto como saber que mañana yo seré uno más entre ellos.