Hace 60 años Arturo Frondizi ponía en marcha una gestión reconocida hoy como el disparador inicial para encarar una enorme transformación orientada a movilizar los recursos productivos, convocar fuertes corrientes de inversión y sentar las bases de un proceso integrador como nunca antes se había concebido.
El sueño desarrollista no logró avanzar, como se sabe, porque los intereses concretos que afectaba desataron un clima de intolerancia e incomprensión que dejaron inconcluso el proyecto. Paradojas de la historia: actualmente hay un extendido consenso que reivindica a Frondizi y a sus propuestas como una alternativa idónea para remover una estructura subdesarrollada que sólo prometía atraso y postergación.
¿Por qué tienen vigencia hoy el mensaje y la concepción de desarrollo que idearon hace más de 60 años Frondizi y Rogelio Frigerio? Mencionemos dos razones esenciales: una, su visión estratégica sobre las condiciones internas y externas en las que debía desenvolverse la Argentina eran absolutamente innovadoras y estaban adelantadas a su tiempo. Veían lo que otros no podían ver.
La otra razón la hemos padecido. En los últimos 50 años se acentuaron las debilidades estructurales de un país que no dio respuestas a las principales demandas de la sociedad y que perdió aceleradamente terreno en el plano internacional. Un ejemplo basta para mensurar el daño que provocaron las políticas que se llevaron adelante en las últimas décadas. La desigualdad y la exclusión social son hoy más notorias que a principios de los años ‘60, cuando aun con naturales imperfecciones había movilidad social y posibilidades ciertas de superación personal. Sobre esta realidad tenemos que actuar.
¿Qué nos diría Frondizi hoy? El método de análisis que trazó junto con Frigerio sigue resultando una guía indispensable para avanzar en una acción transformadora. Evaluar los procesos históricos sin preconceptos, separar lo accesorio de lo esencial y procurar la superación de viejas antinomias son herramientas para el diagnóstico pero también para el diseño de políticas que alimenten un camino de desarrollo sostenible y con equidad social. Frondizi y Frigerio se hacían una pregunta madre, que nunca pierde rigor: ¿Qué nos hace más Nación? Y procuraban avanzar mediante formulaciones sencillas, que llevaban implícita la respuesta.
¿Nos hace más Nación dejar el petróleo bajo tierra o agotar los mecanismos adecuados para extraerlo? ¿Resignarnos a exportar materias primas o trabajar para agregar valor a nuestras ventas externas, ampliando mercados? Muchas de aquellas discusiones no se han saldado hoy, aunque hayan modernizado su presentación.
Pensemos que se sigue confrontando por el papel del Estado, cuando hace seis décadas Frondizi planteó, con sentido común, que éste no debe intervenir en el ámbito privado al punto de ahogar su iniciativa, como tampoco debe dejar librado el proceso económico al exclusivo devenir del mercado. Y Frigerio remarcaba: no se trata sólo de crear condiciones propicias para la inversión; hay que dar un paso adelante y garantizar que los capitales que lleguen provoquen las modificaciones estructurales requeridas para el desarrollo. De eso se trata la gestión.
Y en esa dirección, el esfuerzo de integración territorial, productiva y social es claramente un elemento central. Para afianzar el federalismo, garantizar la cohesión social y reducir el costo argentino es necesario un completo esfuerzo integrador, que se traduzca en autopistas, puertos, rutas, puentes, aeropuertos, energía, la extensión de la innovación tecnológica, una amplia red de transportes y naturalmente, viviendas, colegios y hospitales. Llevar adelante ese desafío requiere una firme vocación transformadora pero también una dirigencia política dispuesta a buscar consensos sobre cuestiones estratégicas, que miren al largo plazo.
Humberto Schiavoni es senador nacional y presidente del PRO
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