domingo, 7 de abril de 2013

Las desidias políticas se pagan con vidas


Por Pablo Sirvén - LA NACION (Twitter: @psirven - Mail: psirven@lanacion.com.ar )

Las feroces tormentas y sus consecuentes inundaciones, que azotaron primero a la Capital Federal y al conurbano, con un saldo de seis muertos, y luego a la ciudad de La Plata, con un terrorífico balance de 51 víctimas mortales, fueron el tema excluyente en estos días.

Lo que parecía, al principio, una desaprensiva "fiesta" de las usinas K contra la "desidia" de Mauricio Macri, cuando el meteoro se concentró sobre la Capital Federal, trocó en un día en tragedia más austera al extenderse el temporal al primer estado argentino, donde se concentra el mayor caudal electoral del kirchnerismo.

Los acontecimientos extremos sirven para mostrar sin anestesia lo que la cotidianidad diluye y lleva a un terreno más solapado. Caen las caretas y se distinguen con más precisión las buenas acciones de las malas. Los que actúan con sinceridad, buena fe y sin tratar de sacar provecho y los que lo hacen con oportunismo y echando barro al contrario, mientras disimulan sus propias falencias.

Resultó paradójico que desde la TV Pública un valiente Juan Miceli dejara en evidencia el grosero partidismo del diputado Andrés "Cuervo" Larroque al frente de rescatistas con la pechera de La Cámpora. Su prepotencia al responder desnudó su sentimiento de culpa mal elaborado.

Anteayer, a primera hora de la tarde, Alfredo Leuco, por Radio Continental, llamaba la atención sobre la ausencia de una cadena nacional en circunstancias tan dramáticas, cuando se la ha usado para los anuncios más superfluos. A última hora de la tarde, ya sobre el filo del fin de semana, varios días después de la tragedia, la Presidenta anunció paliativos para los damnificados a través de ese sistema. Llegó cuando ya venía actuando una mucho más expeditiva cadena de solidaridad de la sociedad civil, cuyo conmovedor protagonismo sobrepasó en mucho las caras de circunstancia, los justificativos y la inoperancia de funcionarios nacionales, provinciales y municipales abucheados. Ahora quedó más claro que la mala asignación de recursos se paga con vidas.

Los intentos de demolición permanentes contra el gobierno porteño, que encuentran su mayor grado de virulencia en las redes sociales y en los medios adictos al kirchnerismo, que lo critican desde todos los ángulos posibles -C5N y América se destacaron por su militancia-, volvieron a pegar con mayor fuerza el martes. El "efecto marabunta" quedó más al descubierto que nunca. Se vio en crudo para qué sirve en verdad la ley de medios y por qué se colonizan con tanta devoción emisoras de radio y TV.

Los operadores -desde ministros a tuiteros anónimos- no repararon en que la gravedad de la desgracia climática exigía esta vez un grado superior de decoro y necesitaba unir esfuerzos en la emergencia, antes que buscar la roña habitual que hemos visto en episodios anteriores (basura, subte, Metrobus, etcetera).

Atroz contraste: arriaron rápidamente esas banderas y se volvieron comprensivos cuando la catástrofe cambió de jurisdicción y se desató más dantesca. La tragedia platense calmó un poco a esas fieras. Sólo entonces las coberturas se volvieron más lineales y respetuosas, aunque ayer ya estaban escandalizados de vuelta porque Macri jugó al fútbol.

La factura que, además, le pasaron al jefe del gobierno porteño por estar de vacaciones fuera del país también les llegó a otros funcionarios que revistan en la misma vereda del gobierno central (el intendente de la capital bonaerense, Pablo Bruera; el vicegobernador Gabriel Mariotto y la ministra de Acción Social Alicia Kirchner) y que estaban muy lejos de las zonas de desastre.

Como en un toma y daca, el "presentismo" que se le exigía a Macri terminó siendo aplicado también a figuras nacionales. Ante la ausencia de protocolos eficaces para emergencias de este tipo y dada la casi nula tarea en obras de infraestructura para evitarlas o, al menos, acotar sus daños, se apeló, una vez más, a la aspirina y no a la medicina de fondo, de procurar aliviar a los afectados y al público conmovido, con la mera presencia casi exclusivamente testimonial y mediática de funcionarios emblemáticos. Suerte de espejitos de colores vivientes que saben más prometer que hacer, apenas un acompañamiento que enseguida se disipa, más virtual y psicológico que concreto.

Sea porque a la Presidenta la conmueven especialmente las inundaciones -hay que recordar que también se calzó las botas cuando sucedió el desastre de Tartagal, en 2009-, porque en Tolosa vive su madre (y el agua llegó hasta la puerta de su casa) o porque su instinto de política avezada le dictó que tenía que hacer acto de presencia, aun cuando no lo hizo en las tragedias de Cromagnon y de Once, el hecho fugaz y pintoresco sirvió para la foto y el video de ocasión que incluyó, con esfuerzo, a Daniel Scioli, en una tregua a la guerra fría que los separa.

Hubiese sido más tranquilizador y útil que Cristina Kirchner hubiese convocado a un comité de emergencia, integrado por los mandatarios con influencia en las zonas afectadas y con sus ministros para, más allá de los socorros inmediatos, fijar fechas y objetivos de las obras cruciales postergadas que se deben hacer cuanto antes. No sucedió. Ergo, el futuro vendrá con más nubarrones...

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