martes, 17 de mayo de 2011

Un Estado inteligente regula al capital privado pero no lo persigue

Redacción de El Crónista Comercial
A menos de seis meses de las elecciones, es necesario plantear los lineamientos del país que quremos en términos no sólo políticos sino también sociales, económicos, financieros y de negocios. Aunque preocupan algunos indicadores de la economía, la Argentina tiene una oportunidad extraordinaria por los valores favorables en el intercambio comercial global y las pormisorias perspectivas de mediano plazo que tienen los bienes en los que está basado nuestro perfil productivo. Pero algunas señales recientes indican que esta chance corre en serio riesgo de perderse para volver a sufrir una nueva frustración nacional, materia en la que ya somos verdaderos expertos.

En los últimos días, trascendieron declaraciones públicas del actual viceministro de Economía, Roberto Feletti, señalando la intención del Gobierno de plantear cambios en la "matriz de negocios del sector empresario" y radicalizar el rol del "populismo", al que observa apropiándose de la renta. "Ganada la batalla cultural contra los medios de comunicación- describe el funcionario- y no tenés límites".

Además, plantea la inconveniencia de que un grupo empresario de origen argentino como Techint se consolide como empresa multinacional y revela la supuesta complicidad entre los técnicos despedidos del Indec a partir de 2007 y la "patria financiera", fenómeno que a juzgar por las fechas habría dejado crecer y prosperar el fallecido Néstor Kirchner, presidente entre 2003 y 2007. Nunca ensaya explicación alguna sobre el nivel real de la inflación en la Argentina y sobre el efecto devastador que el fenómeno tiene sobre las variables macroeconómicas y el poder de compra de los asalariados.

Es importante señalar que, cuando el kirchnerismo habla de "una nueva matriz de negocios", se refiere básicamente a sus enfrentamientos con los empresarios y pequeños productores agropecuarios en 2008; con grandes grupos empresarios desde 2009; y también señala la posibilidad de tensiones con el sector financiero en el futuro cercano, a partir del avance de la ley de renta financiera en el Parlamento. Nada dice el Gobierno del perjuicio que implicaba para los sectores del campo la ley de Retenciones Agropecuarias, luego rechazada por el Congreso. Tampoco dice que, detrás del conflicto con algunos medios de comunicación, se oculta la intención de limitar las libertades del periodismo todo.

Del mismo modo, es ilustrativa la discusión con las grandes empresas en torno a las designaciones de los directores estatales por el porcentaje accionario que el Estado heredó al estatizar obligatoriamente el sistema de jubilación privada. En esta polémica es necesario observar el ejemplo de los aliados regionales, como Brasil y Chile, que alientan el crecimiento de multinacionales con raíz nacional y conducción ejecutiva de brasileños y chilenos.

Para avanzar en ese camino hace falta un Estado inteligente que controle y castigue cualquier irregularidad que puedan cometer los empresarios argentinos pero que también sea un socio confiable para crecer. El diálogo y no la confrontación es sin dudas el primer paso en esa dirección. Medidas como la utilización de la Unidad de Información Financiera (UIF) para hostigar a adversarios políticos o a empresarios tampoco contribuyen a recrear el clima de atracción de las inversiones que necesita la Argentina. No ayuda la existencia de un Gobierno que avance sobre los otros poderes del Estado y que, vulnerando preceptos básicos de la Constitución, persiga al capital privado. Mientras esto sucede, la sociedad en general y los más necesitados en particular, asisten con gran preocupación a la incapacidad oficial para resolver los reclamos básicos referidos a la seguridad, el empleo, la salud y la educación.

La participación estatal en los directorios de las grandes empresas, que hoy aparece como una amenaza lisa y llana al derecho de propiedad privada, debe constituir una enorme oportunidad para que la Argentina consolide una burguesía empresaria de compromiso permanente con el crecimiento; con la innovación tecnológica; con el equilibrio social y con el fomento del empleo. Sólo así podrá aspirarse a que la dirigencia política y la empresaria confluyan en la búsqueda de un proyecto de país desarrollado, el país que muchos estamos esperando hace décadas. El tren está pasando una vez más por nosotros y no podemos darnos el lujo de volver a perderlo.

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