Por Ricardo Roa (Editor del diario Clarín) -
El día había empezado mal. La basura se mantenía apilada en las calles. A unos cuantos barrios la baja presión los había privado de agua. Y el calor sin igual de este principio de noviembre seguía golpeándonos y, además, comenzaba a provocar cortes de electricidad en zonas bien pobladas : Almagro, Flores, Floresta, Villa del Parque y Boedo entre otras. Pero aún faltaba lo peor.
Y lo peor llegó en la hora pico: un gigantesco apagón que cubrió como una alfombra 800.000 hogares , unas tres millones de personas. Colapsó media ciudad y parte del conurbano. Todas las líneas de subte y el Mitre salieron de servicio. También, 1800 semáforos. Hubo pasajeros atrapados en los vagones y en algunos puntos estratégicos, como Retiro, se armaron nudos que tardaron horas en desatarse . Con los colectivos desbordados y presos en los embotellamientos, mucha gente debió volver caminando.
El corte no respetó a la Casa Rosada. Tampoco al Obelisco, el Congreso y la Legislatura porteña. Como si gobernara otro país, el kirchnerismo mantuvo silencio stampa . Sólo habla para dar buenas noticias. El problema es que con la energía no hay ninguna que sea buena. Y después de 10 años, ni siquiera puede cargarlo a la cuenta de los malditos 90.
Las que tuvieron que salir a poner la cara fueron las distribuidoras, con tarifas congeladas desde hace años y hace meses en virtual default. La pusieron poco: que hubo un efecto dominó a partir de dos líneas de alta tensión colgadas, entre Hudson y la Central Costanera. Y así quedaron fuera de juego 16 subestaciones.
Lo peor de ayer es que la calamidad no llegó sin avisar: la estructura energética hace agua por todas partes . El Gobierno minimizó siempre el problema pero sus causas son bien conocidas: la caída de las reservas y la producción de petróleo y gas, que choca de frente con una economía en crecimiento, que demanda más energía.
En el camino, perdimos el autoabastecimiento energético . Ya el año pasado debimos gastar 10 mil millones de dólares para cubrir lo que aquí falta y en 2012 esa factura puede ser aún más grande , pese al estancamiento de la economía. Traemos de todo: gas natural y licuado, gasoil y fuel y hasta directamente electricidad. Todo en cantidad y carísimo.
Es evidente que hay una soberana crisis, no una “mal llamada crisis” como dice Kiciloff . Y mucho menos la crisis “como parte de una operación mediática” , que solía imaginar De Vido antes de que Cristina le sacara tarjeta roja. Una crisis que se tapó a pura importación pero las redes de distribución no se pueden arreglar de esa manera.
En el imaginario oficial, todo era posible, menos que la crisis se metiera en los hogares . Pero este calor récord de noviembre no reconoce necesidades políticas. El sistema opera al límite y sin resto para atender una mayor demanda. El apagón es una muestra de lo que puede venir.
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