Un estudio de la Universidad de Boston mostró que el planeta reverdeció en los últimos 33 años. Pero el país quedó dentro del 4% que retrocedió. Apuntan al “desmonte desenfrenado” y el avance de las áreas de cultivo.
Al contrario de lo que el sentido común sospecharía, el mundo está más verde que hace 33 años. Unos 36 millones de kilómetros cuadrados de superficie terrestre –casi diez veces la superficie argentina, con su territorio antártico incluido– reverdecieron entre 1982 y 2015. Eso afirma un estudio estadounidense que publicó la revista científica Nature Climate Change en las últimas semanas, a contramano de la preocupación internacional por mitigar los efectos del cambio climático. Según los investigadores, la creciente emisión de dióxido de carbono –uno de los gases de efecto invernadero– acelera la fertilización de hojas, plantas y árboles. En el mapa elaborado por los autores de la investigación, sin embargo, hay un dato preocupante para la Argentina: en el país no sólo que no aumentó la superficie verde, sino que se redujo.
“En la Argentina los desmontes están desenfrenados: reemplazamos los bosques patagónicos, la selva misionera y en los últimos años el monte chaqueño, por zonas de cultivos efímeros, a veces incluso monocultivos, que no son propios del lugar, como algodón, soja o poroto. Perdemos zonas de una biodiversidad que podría permitir que el carbono se fije y entonces cambiamos verde por marrón clarito”, cuenta Pedro Friedrich, director de la fundación Banco de Bosques. Y agrega: “El sistema agroindustrial argentino deja el suelo descubierto una gran porción del año y todo queda muy expuesto al rayo del sol; se parece más a la minería que a la agricultura”.
Fotografía sin fecha cedida por Greenpeace Argentina hoy, martes 22 de julio de 2014, donde se ve un vehículo trabajando en un bosque en la norteña provincia de Salta (Argentina).
Ambientalistas de Argentina han lanzado un alerta sobre el avance de la desforestación, en particular en la norteña provincia de Salta, cuyas autoridades, sin embargo, aseguran que castigan la tala ilegal y que los desmontes que autorizan se ajustan a las normas. El país suramericano aprobó a finales de 2007 una ley nacional para proteger los bosques nativos frente al avance de la frontera agropecuaria, pero la norma no ha impedido que, según datos de Greenpeace, cada año se desforesten unas 250.000 hectáreas, apenas un 20 % menos que antes de la ley. EFE/Martín Katz/Greenpeace Argentina
La deforestación argentina también fue observada por las Naciones Unidas: en un informe de 2015 el país fue señalado como uno de los diez que más desmontan sus bosques, a razón de 300 mil hectáreas anuales durante el último cuarto de siglo.
Consultado sobre cómo frenar esos niveles de desmonte, Diego Moreno, secretario de Política Ambiental, Cambio Climático y Desarrollo Sustentable del Ministerio de Ambiente y Desarrollo Sustentable, sostiene: “Hasta ahora la ley de bosques tenía un fondo de 240 millones de pesos, lo extendimos a 390 millones para financiar proyectos de preservación. En las zonas en las que todavía está permitido el desmonte, una de las iniciativas es que organismos internacionales financien la ganadería dentro del bosque nativo como modelo alternativo a la agricultura. De esta manera, se reduce la deforestación”.
El biólogo Ranga Myneni, uno de los investigadores de la Universidad de Boston que hicieron el estudio, dialogó con Clarín sobre lo que ellos llaman “enverdecimiento” del mapa global: “Hallamos que hay más hojas verdes, más plantas, más árboles que antes. En áreas que ya eran verdes y en áreas que no lo eran”, dice. Según el estudio, en un 40 por ciento de la superficie terrestre se extendió el verde mientras que en un 4 por ciento del planeta observaron un retroceso: en esa pequeña porción se ubica la Argentina. El 70 por ciento del aumento de la superficie verde se produce por las crecientes emisiones de dióxido de carbono, muchas veces originado en la quema de combustibles fósiles.
“Una porción del dióxido de carbono que estamos emitiendo se almacena temporalmente en plantas y árboles, pero hay estudios que demuestran que esta fertilización no durará”, profundiza Myneni, que analizó la medición del índice de hojas que hicieron tres satélites en todo el mundo durante más de tres décadas. Entre otros límites para que el “enverdecimiento” avance se encuentra la necesidad de agua, un recurso cada vez más escaso.
Las emisiones de dióxido de carbono contribuyen al tan temido cambio climático. La creciente temperatura global, el deshielo, el incremento del nivel del mar y la radicalización de las tormentas tropicales son algunas de sus consecuencias (ver aparte). Este aumento de la superficie verde puede ser leído como una contracara de tantos efectos negativos, aunque los especialistas aclaran que no logra compensarlos. “No debemos ver este ‘enverdecimiento’ como un motivo para evitar los recortes del dióxido de carbono en la atmósfera”, afirma Myneni.
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