"Nuestro modelo no
es el de metas de inflación sino de crecimiento", dice Cristina. Los otros
presidentes la escuchan, pero eligen otro camino. Mirando cómo le va a cada uno
en el "vecindario" la realidad vuelve a sorprender. El "efecto resaca" y por qué
el país se quedó "bailando con la más fea"
Quien quiera saber el significado de la expresión
"cara de
poker", tiene un
excelente ejemplo en los rostros que
pusieron los
presidentes de Brasil, Chile y Uruguay durante el
acto de reasunción de Cristina Kirchner un año atrás.
Estos
tres mandatarios -que vienen
aplicando con
entusiasmo en sus respectivos países las llamadas
"metas
(objetivos)
de inflación"- escucharon cómo
Cristina afirmaba que esa política está
reñida con el
crecimiento.
Pero eso no es todo. Argumentó que quienes
priorizan el
"mantener a raya"
el índice inflacionario (y miran más esta
cuestión que el repunte del PBI) lo que hacen es
poner énfasis
en los
intereses financieros por encima del desarrollo de un
país
El
mensaje era claro: en la
Argentina, la
inflación es la que dice el Indec. Pero, aunque no lo fuera, sería un mal menor.
Incluso, algo más que
justificado, porque es el
precio
inevitable que deben pagar los países que quieren
crecer a
tasas chinas.
Más recientemente, la Presidenta abundó en este concepto, al aleccionar a los
alumnos de las universidades de Georgetown y Harvard.
"Nuestro modelo no es el de metas de
inflación sino el de metas de
crecimiento",
señaló Cristina ante los estudiantes. Así, en su afán por justificar la política económica argentina,
Cristina volvió a
criticar indirectamente a la
gran mayoría de los
gobiernos de
países
vecinos y socios.
Es que éstos
no eligen como
"moneda de cambio"
el someterse a una
alta inflación
para "pagar" el repunte de sus economías. Quizás, entonces,
vale la pregunta de
si esta
correlación es tan así. De si, necesariamente, una variable influye
sobre la otra. Mirando a los vecinos, la
realidad muestra otra
cosa.
En efecto,
Perú, Colombia, Chile y Uruguay crecerán este año
más que la Argentina -así como ya lo habían hecho muchas veces
en el pasado reciente-, incluso con una
suba general de precios
mucho más
moderadas.
Sólo Brasil crecerá
igual, quizás
medio punto menos, según la proyección de la Cepal.
"El
gobierno se quedó ahora con
la peor de las
combinaciones. No puede bajar la inflación -que se asentó en valores
altísimos- y tendrá un repunte más raquítico de su PBI", señala -off the record-
un empresario industrial.
En efecto, cuando se mira el
ranking de inflación resulta
evidente que el
resto de la región -aun creciendo más rápido
que la Argentina- se las "ingenia" para tener
tasas que, en
promedio, resultan ser
la cuarta parte de la que exhibe el
país.
Uruguay, que es quien tiene la
más alta "del
barrio", cerrará este año con 8% (un tercio del verdadero ritmo de
aumentos que muestra la plaza local).
Chile crecerá un
5% con una suba de precios
del 3,4%;
Colombia un
4,5%, con un 3,3% de
inflación;
Perú, casi un
6% con un índice del
2,9%, en tanto que la
Argentina lo hará cerca de un
2% con un alza del orden del 24%.
¿Cae otro velo del
relato?
Para los analistas, lo que estos números revelan es
que
pierde sustento uno de los
pilares del modelo
económico kirchnerista.
En otras palabras, remarcan que resulta evidente que en este aspecto
"el relato" quedó al desnudo.
Paradójicamente, aquello que
se usó como
"receta" para crecer y para que la
sociedad consumiera
(como mecanismo de defensa ante la suba de precios) es lo que
ahora
atenta, justamente, contra
ese crecimiento.
"La
inestabilidad de precios es la
responsable del
enfriamiento de la economía y del oscurecimiento de sus perspectivas",
sostiene el consultor Federico Muñoz.
En tanto, el analista Víctor Beker, indica que "si tal como dice la
Presidenta,
el país no saltó por el aire con una inflación de
25%, es porque los
argentinos ya estamos acostumbrados a estos
niveles".
Lo que antes jugaba a favor ahora lo hace en
contra
Los diagnósticos respecto de
cómo se
llegó a la
actual situación abundan.
En el
comienzo del proceso inflacionario (2006 y 2007) el
argumento que despertaba más adhesiones era que el Gobierno se
veía obligado a
emitir muchos pesos para
secar
la plaza de
dólares en el mercado.
Lo hacía para que la
moneda local
no se fortaleciera en demasía (es decir, que los productos argentinos
no se tornasen caros en términos de billetes verdes) y no se complicaran las
ventas al mundo.
En otras palabras:
- Mientras que otros países optaron por mantener a
raya la inflación y que el resto de las variables se supeditaran a ella
(tipo de cambio, crecimiento).
- Argentina eligió otro camino: mantener a raya al dólar
(aunque haya que emitir), "descuidar" la suba de precios y que ésta sirviera
para fogonear el consumo para apuntalar la suba del PBI.
El problema es que el
billete verde fue perdiendo terreno
frente a los incrementos salariales y a las subas de precios y se llegó al
inevitable escenario de
atraso cambiario. Ahora, predomina una
visión algo
más
tradicional, que vincula a la
inflación con el enorme
gasto público y con la
emisión de dinero como
forma de financiarlo.
"El Estado perdió el superávit fiscal y lo
cambió por el impuesto
inflacionario, estrategia que arrasó con el tipo de cambio
competitivo", observa Ramiro Castiñeira, analista de Econométrica.
Ley de rendimiento
decreciente
Más allá de estas contradicciones en el discurso
oficial, hay que reconocer que existe algo en lo que sí la Presidenta tiene un
argumento a favor: en los últimos años la Argentina vio cierta correlación entre
inflación y crecimiento. O, mejor dicho,
entre inflación y
consumo.
Pero los analistas hacen referencia a los límites que
encontró el modelo y hablan de "efecto decreciente", porque
cada
vez se requiere de
más inflación para un
crecimiento más mediocre.
Esto se evidencia cuando se compara la situación actual con la recesión de
2009. En ese momento el descenso de la actividad fue acompañado también por un
freno de la inflación (cayó a 13%). Ahora la
"fría
economía" del primer semestre se dio
en forma paralela
a una
suba de precios que se negó a bajar de un piso
del 23%, y con tendencia al alza.
¿Qué ocurrió entre
ese momento y el actual?
Un informe de Martín Clausse, economista de la Mediterránea, destaca que
mientras
el dinero circulante se había expandido
10% en 2009
, ahora se llegó a un ritmo de
35 por ciento. Pero, también, se observa el típico efecto de la
reacción
defensiva por parte de
comercios y asalariados. "Vale destacar que la
suba pareja de los precios en los
distintos rubros da indicio de una
indexación de la economía,
consistente con aumentos salariales que se pactan en función de la inflación
pasada", apunta Clausse.
Los analistas creen que la Argentina se quedó "bailando con la más fea":
crecimiento mediocre e
inflación alta.
Para el año próximo, cuando se proyecta que el país tenga un
mini-rebote que lo haga
crecer en torno del 4% (no más que los
países vecinos), los pronósticos de
suba de precios que hacen
los privados más optimistas se ubican en torno del
25 por
ciento.
El momento de la resaca
Los
últimos reportes, como el del influyente economista Miguel Bein, apuntan a que,
aun cuando el mercado internacional, con sus altos precios agrícolas, siga dando
oxígeno a la economía argentina, se llegó a un momento en el que
ya no
resulta posible ocultar las
distorsiones de fondo.
"Esta estrategia corta va a requerir en algún momento poner el ojo sobre los
problemas de competitividad", advierte Bein.
Y concluye que no hay en el horizonte un escenario tranquilizador: "Todavía
no se ven en la galera conejos que
apuntalen el
crecimiento".
Hay una
analogía clásica que usan los analistas para
explicar esta situación:
la de los adictos. Hacen referencia a
aquella
sustancia que
provoca excitación y que
suele tener un
efecto decreciente, de manera tal que se va
necesitando de una
dosis mayor para producir un
efecto
igual o menor.
En el caso de la
inflación, también
esta "droga"
causa
euforia al comienzo (la gente compra más como
mecanismo de defensa) pero su efecto disminuye rápidamente, hasta que sólo queda
la resaca.
¿Qué tan lejos se está de un
momento de
crisis? Parece haber cierto consenso respecto de que
no habrá
un "estallido" en el corto plazo, por el
oxígeno que
aportará la
exportación sojera.
Sin embargo, hay cada vez más dudas respecto de
cuánto tiempo más los
argentinos aceptarán tener pesos en sus manos, a sabiendas de que éstos
se desvalorizan. Esto, en la jerga de los economistas, se conoce como el riesgo
de una abrupta
caída en la demanda de dinero, una vez que ya se
hizo la puesta al día en el consumo.
"Nunca en la historia hemos visto
tamaña cantidad de moneda local
en el mercado, ahora sin la posibilidad de convertirla a dólares",
advierte el consultor financiero Salvador Di Stefano.
"En la actualidad hay
$740.000 millones,
sumando los que circulan, cuentas corrientes, cajas de ahorro y plazos fijos.
Buena parte de esta cifra puede quedarse donde está y potenciar la actividad
económica como así también fogonear
la inflación o ir
en busca del dólar blue", describe.
¿Metas de "freno
económico"?
Ajeno a las críticas, el
Gobierno parece
dispuesto a
redoblar su apuesta, en la que el consumo
y el gasto público deben cumplir necesariamente el rol de locomotora.
Los analistas no sólo ponen en duda la capacidad de que la economía crezca a
tasas altas, sino que además creen que la
suba de precios
difícilmente pueda
bajarse del pedestal en el que está.
Es decir, ven factible el
temido escenario de
"estanflación".
"La perspectiva de otros tres años en los que las autoridades se sigan
aferrando a la
negación del problema inflacionario hace temer
por una muy posible
agudización de los
desequilibrios, hasta un punto en el que seguramente
quedaríamos a las puertas del mentado ‘estallido'", advierte Federico Muñoz.
Esa no es, por cierto, la peor crítica que se escucha entre los economistas.
Porque lo que empieza a tomar cuerpo es que,
para cumplir sus "metas de
crecimiento", el Gobierno se ve obligado a
frenar
voluntariamente
la economía, cada vez con más frecuencia.
Algo así como
"metas de recesión" autoinducida, que luego
puedan garantizar un rebote.
Un análisis de la consultora Ledesma indica que tras haber generado este año
un freno de la actividad, al haber
reprimido las importaciones,
en
2013 se podrá disfrutar de un año más desahogado en materia
financiera, porque no habrá que pagar los bonos que se "gatillan" si el país
tiene un alto crecimiento.
"La administración CFK
contará con $67.000 millones para
uso discrecional, en
pleno año electoral, como
resultado de la subestimación de ingresos tributarios, la sobrestimación de las
necesidades financieras y de los fondos presupuestados para programas", señala
Ledesma.
En todo caso, a la definición de "metas de crecimiento", habrá que agregarle
un punto no menor:
"metas de rebote con sentido del timing
electoral".