Por Claudio Chaves - Infobae.com
Todo es chiquito, menor, pequeño diminuto. No hay grandes ideas y menos proezas para emprender como comunidad nacional. Ciertamente las utopías macabras del siglo XX se hundieron en el fango de millones de muertos. Ninguna de ellas queda en pie. Los hombres nos las arreglamos como podemos. No se trata, entonces, de resucitar esos fracasos.
La idea es hallar entre nosotros, como comunidad, un objetivo tan grande como realizable capaz de hacernos sentir titanes en esta medianía pavorosa en que nos hallamos sumergidos desde hace muchos años. La élite política argentina ha perdido el rumbo. Al menos así lo creo yo. Nada genial sale de sus cabezas.
Queremos ser un país normal, se repite desde hace un tiempo. Es una frase poco feliz, quedantista, congelada. Por el contrario, debemos ser un país en serio, con ímpetu, con epopeyas, venturoso, con grandes planes.
La Argentina está muy mal y de allí no se sale con la utopía de la mediocridad. Nos debemos un nuevo cruce de los Andes. Una proeza remozadora en honor a nuestra historia y a nosotros mismos. El cruce de los Andes en el siglo XXI es poner en orden en la patria, atravesada por la corrupción, la deshonestidad política, intelectual y social, la despreocupación de las responsabilidades individuales y sociales, la subalternizacion de las obligaciones sobre los derechos, la cobardía frente al caos social, el delito, el narcotráfico y los malvivientes y la indiferencia frente a la desigualdad, la desvalorización del mérito, la valoración del mal gusto y lo obsceno. La lista sería interminable.
Una nueva élite política sin compromisos con el establishment debe constituirse rápidamente. Que valore e imponga la honestidad, la decencia, el orden, la autoridad, el coraje y la responsabilidad. ¡Y que el pueblo le crea! El hambre y la pobreza al menos en la Argentina es consecuencia de la irresponsabilidad de la élite que nos ha gobernado los últimos años.
Sin embargo, no todo está perdido. En la Argentina ha surgido una novedosa utopía. Una arcadia o Ciudad de los Césares criolla: la utopía de la mediocridad, del chiquitaje, de lo menguado y de lo insignificante. Su fuerza irradiadora de potencia es la solidaridad regimentada desde el centro del Estado. Obligatoria. Inapelable. Pensada por un grupo de profesionales de la política que de tanto en tanto se reunían en un bar de la calle Callao, herederos putativos del Grupo Calafate, antecedente de Carta Abierta, por aquel misterio que aún no tiene respuesta: ¿se puede ser un poquito progre?
Dejando de lado la trascendente decisión del Presidente de la Nación de viajar a Israel, al parecer por sugerencia de Cristina Kirchner, el resto luce ramplón, enano y fundamentalmente contradictorio.
El Presidente formó parte de un gobierno que le cargó al Estado, entre empleados y jubilados sin aportes, la friolera de 4 millones de personas. Como ahora los números no cierran, los jubilados que aportaron deben sostener a los incorrectamente incorporados. No hay insolidaridad en la queja; el inconveniente es que lo hace un gobierno que ha tenido responsabilidad política en la corrupción más escandalosa de toda la historia nacional y que encima presiona moralmente para frenar los juicios en marcha. Carecen de autoridad moral por más que tengan los votos. Pagaron parte de la campaña electoral pasada con aportes provenientes de la droga. ¡No hay grandeza! Que los jubilados banquen a otros jubilados es una política tan menor que apena la implemente un gobierno argentino.
El ministro de Educación, Nicolás Trotta, presentó su primer proyecto educativo: la lectura obligatoria de 180 libros, uno por día. Además de que es técnicamente imposible de realizar, por lo tanto una mentira más, se trata en realidad de un negocio editorial. El grave problema argentino no son los niños escolarizados que ya vienen muy mal según los indican las pruebas PISA, sino los Ni, NI que no estudian ni trabajan y las más de las veces provienen de familias no constituidas. Según los entendidos suman un millón de jóvenes. ¿No tiene nada Trotta para ellos? Y eso que viene de conducir una universidad bajo control sindical. Me di cuenta de la trampa cuando leí que el historiador Felipe Pigna defendía el proyecto. Algo anda mal aquí, me dije. No hay grandeza.
En seguridad las cosas no están mejor. Hay un lío bárbaro. Se ve que viene todo improvisado. Claro, cuando las diferencias ideológicas son tan profundas y no hay una conducción categórica y reconocida, el gallinero se alborota. Pero la decisión más seria y contundente de este gobierno frente al delito ha sido la tomada por el poder político de Santa Fe.
¡Hay muchos muertos! Veinte, en veinte días. Demasiados. ¡Entonces vayamos a fondo! ¡Con todo! ¡Que los policías lleven una bala en la recámara! El esfuerzo intelectual para llegar a esta conclusión ha sido gigantesco especialmente en una coalición que hablaba previo a las elecciones de gatillo fácil, tiros por la espalda, que los agentes no lleven armas si no están de servicio. Para el Presidente y el kirche-peronismo, Chocobar es un delincuente.
¡Con estos candiles más vale andar a oscuras!
La ministra de Seguridad está en contra de la Ley de Derribo propuesta, en su momento por Sergio Massa, y aprobada por decreto presidencial de Mauricio Macri en 2016. La guerra al narcotráfico se hace o no se hace. Pero un poquito no sirve. Todo sin contundencia, sin valentía. A mitad de camino. Les queda la despenalización de la droga.
Hablaron de liberar presos. Al parecer no va a ser así. Hay que estar atentos. Para qué abundar, todo es chiquito, menguado, se trata de no hacer olas y seguir cobrando del Estado.
El Presidente va a enviar al Parlamento una ley que despenalizaría el aborto y al mismo tiempo sostendría a las madres que quieran tener la criatura, con dinero del Estado. ¿No es extraño que el progresismo apoye una ley de exterminio de inocentes y sea cobarde para perseguir delincuentes? No hay epopeya en estos actos.
Pero además: ¿hasta cuándo van a expoliar al Estado?
El gobernador Axel Kicillof impondrá por decreto en la Provincia de Buenos Aires el lenguaje inclusivo. ¡Flor de revolución! A falta de pan, que le den galletas.
Finalmente el problema más grave que padecemos los argentinos no es la deuda, los bonos o los intereses para decirlo de modo simple. El problema es la falta de autoridad de la élite política incapaz de sanear la crisis moral que atravesamos. No hay esperanzas ni salida para la Argentina en tanto sea expoliada por una camarilla de políticos al servicio del statu quo.
El autor es profesor de Historia y licenciado en Gestión Educativa. Director de Escuela Secundaria de Adultos. Autor de “El Perón liberal”, “El retroprogresismo”, “Un liberalismo criollo de Perón a Menem” y “La gestión escolar en tiempos de libertad”.