El mecanismo fue abierto por Martín Redrado en 2009. Luego se utilizó como seguro por la obra de la represa Cepernic-Kirchner. Parte del dinero se gastó en 2015 para pagar el Boden que vencía ese año.
Juan Carlos Fábrega, Axel Kicillof y Luis Caputo.
La devaluación del yuan de ayer produjo para el país una pérdida automática e inoportuna por unos u$s519 millones de dólares. La obligada posición en la moneda china, fruto de los sucesivos “swaps” que el país viene renovando desde 2014, hicieron que a la actualidad un tercio de las reservas del Banco Central esté nominada en esta moneda y, por eso, hubo consecuencias indeseadas en los activos financieros de la entidad. En total, hasta el viernes, la cantidad nominada en yuanes llegaba a los 18.600 millones de dólares, dinero que ayer cayó el 1,3% sin que desde Buenos Aires se pueda hacer algo para evitarlo.
Igualmente, por la manera en que está diseñado, aún resulta un mecanismo más que útil para mostrar al mercado, ya que para la entidad que maneja Guido Sandleris se trata de un activo financiero de libre disponibilidad. Esto es, podría utilizarlos en el momento adecuado para intervenir en el mercado cambiario local. Si bien desde el 29 de abril el BCRA tiene herramientas más aceitadas y efectivas (los u$s9.000 millones habilitados por el FMI), el arma del “swap” chino siempre está vigente.
Como casi todos los acuerdos monetarios a los que llega el país, la habilitación de este instrumento también es polémica. Un “swap” es un mecanismo por el cual Argentina y China se comprometen a habilitar eventualmente el cambio de divisas, sin la intervención de terceras monedas; en este caso, el dólar. El aporte de capital lo hace el Banco Central de China, bajo la certeza de que los yuanes originales serán eventualmente utilizados.
Mientras tanto, hasta que se ejecute el cambio, quedan como libre disponibilidad del depositante: el BCRA. La idea china fue otorgar este dinero en cuotas, como garantía para el intercambio financiero entre los dos países para la construcción de las grandes obras en el país comprometidas con el país asiático; fundamentalmente la represa Condor Cliff (ex Cepernic-Kirchner); un proyecto que en algún momento el Gobierno de Mauricio Macri prometió clausurar pero que, precisamente por la vigencia del “swap” decidió mantener vigente.
El primer acuerdo de este tipo fue firmado en 2009 durante la presidencia de Martín Redrado en el BCRA, para reforzar los resguardos ante eventuales crisis internacionales y cuando las reservas alcanzaban el record del 15% del PBI. En total el acuerdo cerrado fue por unos u$s10.200 millones a tres años, con la opción de extender el plazo. Redrado lo negoció con su par chino, Zhou Xiaochuan, para acordar un intercambio de monedas que ambos países pudieran pedir uno del otro y que luego deberían ser repagados.
Los permisos de operatoria para el BCRA eran amplios. Se podían convertir los yuanes en dólares en los mercados internacionales, o directamente utilizarlos para el intercambio bilateral. O, en su defecto, mantenerlos como parte de las reservas nominados en la moneda norteamericana. Sin embargo, con el tiempo, el instrumento comenzó a desdibujarse.
EL segundo movimiento con China se activó en el tercer trimestre de 2014, durante la gestión de Axel Kicillof en Economía y de Juan Carlos Fábrega en el BCRA, por unos u$s3.800 millones, transferidos en el último trimestre de ese año. La novedad de esa operación fue que se justificó bajo el comienzo de las obras para el levantamiento de la represa santacruceña Cepernic-Kirchner que la constructora china Gezouba había ganado en licitación en sociedad con la local cordobesa Electroingeniería.
El acuerdo total fue por unos u$s11.000 millones, en liquidaciones sucesivas dependientes del avance de las obras. Durante el primer semestre de 2015 se concretó un nuevo desembolso por unos u$s3.700 millones, completando hasta ese momento un total de u$s6.500 millones. El dinero proveniente de China había llegado en un momento justo para apoyar los últimos tramos del Gobierno de Cristina Fernández de Kirchner, cuando la falta de dólares y el ostracismo en los mercados internacionales ya era preocupante.
Las reservas rondaban los u$s30.000 millones, y las posibilidades de la Argentina de recurrir a los mercados financieros internacionales a tasas razonables eran nulas. El acuerdo de renovación del “swap” con China, llegó en un momento ideal para poder sostener las reservas y hacer frente a eventuales corridas antes del final del Gobierno kirchnerista. Para finales de 2014, unos u$s3.000 millones del acuerdo ya se habían utilizado. De hecho, unos u$s2.000 millones provenientes de este financiamiento, se utilizaron para cancelar el pago final del Boden 2015.
Vino entonces el cambio de gobierno, y la decisión de Mauricio Macri de revisar el contrato de Gezhouba para construir la represa aún llamada Cepernic- Kirchner. La primera y pública decisión del actual Gobierno fue la de congelar la obra, bajo sospechas de corrupción y de impacto ambiental negativo. Sin embargo, hacia julio de 2016, desde Beijing le recordaron a Buenos Aires que parte del dinero para la obra ya había sido gastado (y no precisamente para avanzar con la represa), con lo que de levantarse el proyecto, el dinero debía ser devuelto. Fue así que se “renegociaron” las condiciones del “swap”; la obra volvió a la vida con otro nombre (en adelante se llamaría Condor Cliff), y el “swap” se reactivaría.
Se renovó el mecanismo por unos u$s11.000 millones con una vigencia de tres años más, con lo que las reservan en yuanes llegaron a unos u$s8.000 millones. El año pasado volvió a negociarse con Luis Caputo al frente del BCRA, con un nuevo desembolso sucesivo por unos u$s10.000 millones, dinero que ahora es el que refuerza las reservas del BCRA, pese a la devaluación de ayer. Por ahora no se destina a la obra de Santa Cruz, que está basicamente paralizada.