Por Mariano Jaimovich – iProfesional.com
Los reclamos de Prefectura y Gendarmería se extendieron a
más de 20 localidades en 14 provincias. Fueron por salarios, pero evidencian un
mayor clima de tensión. En apenas 20 días, tras el cacerolazo del "13
S", se sucedieron manifestaciones y escraches "impensados"
tiempo atrás. Nuevo clima social
"La presidenta Cristina es la responsable". Esta
no es la frase vertida por un cacerolero que "viaja a Miami" -como
diría el jefe de Gabinete, Juan Manuel Abal Medina-, sino por un integrante de
las fuerzas de seguridad que se transformó en el vocero de los cuadros de
Gendarmería, Prefectura y parte de la
Armada que se manifestaron, primero para frenar un recorte
salarial y -luego de la marcha atrás de la Casa Rosada-, para
reclamar un sueldo básico de 7.000 pesos, entre otras condiciones.
Pese a la decisión del Gobierno de retrotraer la iniciativa
y de relevar a la cúpula de las primeras dos fuerzas, las protestas se fueron
extendiendo más allá de la
Capital Federal y englobó a más de 20 localidades de 14
provincias.
El conflicto, que comenzó a raíz de un recorte salarial,
derivó en un petitorio a las autoridades, cuyo punto central fue el pedido de
un aumento para que el sueldo básico de un gendarme se eleve a los $7.000,
desde los casi $2.700 actuales. "Para que el pueblo se quede tranquilo y entienda por
qué su fuerza de seguridad esta acá, aclaramos que es porque queremos un sueldo
digno", indicó Fernando Gabriel Parodi, Cabo Primero de Gendarmería. En tanto, el delegado de esa institución, Diego Jesús
Solano, anunció el petitorio que luego fue elevado al Gobierno.
En la zona de Puerto Madero, un vocero de Prefectura aseguró
que "el personal que está acá no porta su arma reglamentaria, esto no es
un golpe militar". "Estamos acá por el cansancio indignante de todo el
personal, porque tenemos un sueldo miserable", continuó. Y agregó:
"Esto es el cansancio que tiene la Prefectura Naval
Argentina". Tales afirmaciones se dieron en el marco de policías
militarizados que custodian fronteras, rutas y zonas del país que denunciaron
descuentos salariales de entre el 30% y 60%.
El Gobierno se había hecho eco de la protesta y el propio
jefe de Gabinete, Juan Abal Medina, salió al ruedo a anunciar que el personal
de Gendarmería cobrará "exactamente el mismo salario que el mes
pasado". Y aseguró que, en el caso de Prefectura, se realizará "por
única vez un pago compensatorio de los agentes que cobren $12.500 o menos para
que reciban exactamente lo mismo que el mes anterior".
Mientras se hacían estos anuncios oficiales, la presidenta
Cristina Kirchner permanecía en la residencia de Olivos siguiendo de cerca los
detalles del encuentro del cual también participaron el secretario de
Seguridad, Sergio Berni, y el secretario de Hacienda, Juan Carlos Pezoa.
Día tenso en un entorno poco propicio
Más allá de ser un conflicto por remuneraciones, éste se da
en un contexto muy particular, si se tiene en cuenta el popular cacerolazo
ocurrido el 13 de septiembre pasado y las protestas que tomaron por sorpresa al
Gobierno en menos de un mes, como los escraches al secretario de Comercio
Interior, Guillermo Moreno, y también al juez Norberto Oyarbide. Y, como si fuera poco, esto tiene lugar cuando aún resuenan
las polémicas declaraciones de la
Presidenta tanto en su viaje a Estados Unidos como en su
regreso al país, cuando hizo referencia a que no corresponde hablar de
"cepo cambiario".
En resumen, en tan sólo 20 días se dieron una serie de
hechos "impensados" tiempo atrás, que tuvieron como protagonistas a
manifestantes y a grupos de la sociedad saliendo a las calles a protestar. Asimismo, el conflicto con las fuerzas de seguridad generó
una situación poco usual en el estilo de conducción K: el de tener que dar una
rápida marcha atrás con una medida, como el Decreto 1307/12, que recortaba
hasta 60% los salarios de varios cuadros de gendarmes y prefectos. Pese a las aclaraciones de los funcionarios, los
manifestantes redoblaron la apuesta y se mantuvieron firmes con sus reclamos.
"La acción de las fuerzas de seguridad va tomando un
tono político inconveniente", expresó el consultor Ricardo Rouvier. Por su parte, el economista José Luis Espert fue más
contundente respecto a las acciones del Gobierno: "A la hora de ajustar
hacen el peor ajuste, a la seguridad". El gremialista Facundo Moyano, también se sumó a la ola de
críticas: "Realmente duele que el Gobierno haya abierto tantos frentes y
divida al campo Nacional y Popular".
Mayor crispación
política
En definitiva, lo ocurrido en estas últimas horas muestra un
cambio en el clima político, en relación al imperante tiempo atrás, que empezó
a ganar protagonismo desde el cacerolazo del "13 S". "Todo esto no hace más que confirmar que existe una
mayor crispación política", afirma a este medio el analista Diego
Dillenberger. En su visión, "parte de la sociedad claramente le
perdió la paciencia al Gobierno". Para el experto, detrás de todas estas protestas "se
encuentran la inflación" y un cierto "grado de cansancio hacia el
discurso oficial".
La mayoría de los analistas entrevistados por
iProfesional.com coinciden justamente en destacar esos factores como los
"responsables directos" de un mayor malestar social, que comenzó a
hacerse notar. "La gente ahora está sensible y más proclive a
manifestarse. Se observa un mayor grado de crispación", apunta un
empresario que pidió el off the record.
Los analistas consultados señalan que estas reacciones de
protesta se deben a un conjunto multicausal de situaciones. Pero, en
particular, destacan la conjunción de dos cuestiones: las medidas
"antipáticas" que ha venido tomando el Ejecutivo en estos meses que
se combinan con una economía más fría, que repercute en los salarios y en el
mayor temor a la pérdida del empleo. "Hubo un primer semestre complicado en el plano
económico y a ello se han sumado medidas de fuerte impacto en la clase
media", destaca Ricardo Delgado, director de la consultora Analytica.
En cuanto al caso concreto del conflicto de Prefectura y
Gendarmería, Alejandro Corbacho, director del departamento de Ciencias
Políticas de la
Universidad del CEMA, argumenta que "el Gobierno está
aplicando recortes y ajustes donde no debería hacerlo". "Estos errores de cálculo le están costando un precio
alto", porque las fuerzas que se manifestaron este miércoles "son el
soporte del modelo. Y afecta justamente a quienes recurre la Casa Rosada cada vez
que requiere el control de la seguridad en barrios o en conflictos suscitados
en las provincias".
Corbacho coincide en que se observa un profundo cambio en el
humor social y que el cacerolazo fue el principio de toda esta serie de
manifestaciones. "Hay mucho descontento. Los reclamos de las fuerzas de
seguridad llegaron en un momento en el que la gente muestra cierto grado de
hartazgo en la forma de comunicar y en la manera en que se niegan algunos
hechos", afirma el experto. Y sumó otro factor determinante en este nuevo escenario:
"Ahora no puede seguir arreglando las cosas con plata para tapar la falta
de gestión, porque no hay tanta caja. Por eso afloran los problemas y se hacen
notar más que antes".
¿Cómo puede reaccionar el Gobierno?
En este contexto, signado por una mayor crispación y menor
paciencia de la sociedad, la gran pregunta es si el Gobierno redoblará su
apuesta y continuará con su estilo confrontativo frente a los conflictos.
"Es muy difícil que se rectifique el camino y se cambie
el rumbo. Porque se acentúa un entorno presidencial que tiene dificultades para
escuchar voces disonantes. Por el momento, el Ejecutivo espera a ver qué
ocurrirá con las manifestaciones, es decir, si se tranquilizan o si van en
crecimiento", reflexiona Guido Donaire, profesor de Ciencias Políticas de la Universidad del
Salvador.
En la misma línea el analista Julio Burdman señala:
"Mientras que el público sea el mismo, la protesta no le va a hacer torcer
el rumbo ni el discurso. Pero si el malhumor se empieza a extender a otros
sectores, más afines al electorado oficialista, la preocupación irá en
aumento".
Por lo pronto, que se hayan sumado fuerzas de seguridad a
las manifestaciones públicas -con sostenidos reclamos salariales- demuestra que
hay un entorno cada vez más complejo para el Gobierno, que deberá decidir si
sigue redoblando la apuesta discursiva o si buscará bajar el tono de
crispación.
Corbacho observa que "el oficialismo quedó sorprendido
tras el cambio de clima que se dio en buena parte de la sociedad, si bien no lo
va a reconocer públicamente. Le haría bien suavizar su discurso, pero le cuesta
apartarse de su estilo confrontativo". Lo cierto es que en este momento "el relato", esa
poderosa arma que tantas veces le permitió a la Presidenta transformar
los defectos en virtudes, ahora se encuentra en crisis, según la opinión de
varios analistas
Estos intentos de volver a articular el discurso llevan a
los analistas a creer que los ideólogos del Gobierno, lejos de buscar una
suavización o una versión "light" del cristinismo, no verán otra
salida que duplicar la apuesta. "Mientras las encuestas demuestren que su propia tropa
sigue apoyando, no habrá un cambio significativo del discurso", observa
Burdman. Algunos plantean que, aun si quisiera, la Presidenta encontraría
dificultades en modificar su "relato" sin que ello fuese percibido
como una señal de debilidad.
Hay quienes opinan que, como tantas veces, la palabra final
la tendrá la economía. Y que si el 2013 muestra cierta distensión, gracias a la
gran cosecha de soja que se espera, las protestas terminarán diluyéndose.
"El Gobierno sabe que enfrenta una situación de
malhumor, pero apuesta a que no será algo que vaya a cambiar la situación
general", enfatiza Carlos Fara. Lo cierto es que el escenario político argentino ya no es el
de antes.
Al Gobierno le juega a favor el hecho de que aun falta
tiempo para las elecciones y que podrá verse beneficiado con algún repunte
económico.En contra, que el "relato" ya no ayuda tanto como
antes y reconquistar a buena parte de la clase media no será una tarea fácil.