Editorial del diario La Nación
Aunque con un trazado opinable, hay que destacar que la nueva obra significará una importante mejora en la caótica situación del tránsito actual.
Después de muchos años de analizar y desechar varias alternativas, está en proceso de concreción la vía rápida que conectará las autopistas Buenos Aires-La Plata e Illia. La obra, que antes se conocía como Ribereña, es ahora denominada Paseo del Bajo.
Las obras ya han sido licitadas y se estima su finalización para comienzos de 2020. De esta forma se completará una red de autopistas urbanas a la que le faltaba este tramo de conexión entre el norte y el sur de la ciudad de Buenos Aires.
Si bien la tendencia mundial en las grandes urbes es privilegiar las soluciones de tránsito masivo electrificado, desechando la construcción de nuevas autopistas, la excepción se impone cuando se trata de un enlace esencial y faltante en una red existente. Vale esta reflexión para el Paseo del Bajo, aunque en este caso la nueva autovía excluirá los automóviles y colectivos locales. Para éstos está prevista la circulación por las avenidas laterales Alicia Moreau de Justo y Huergo-Madero, a las que se les dará un sentido único y tendrán cuatro carriles cada una. Entre ambas avenidas serán construidas bajo nivel las dos calzadas de dos carriles cada una. Un tramo será en túnel y la mayor parte en trinchera, lo que permitirá disponer de la superficie a nivel para su parquización.
El proyecto inicial para la Ribereña consistía en un viaducto elevado ubicado en el mismo trazado, con tres carriles en cada sentido. Sin embargo, cuando los viejos depósitos de Puerto Madero se transformaron en oficinas y restaurantes de alta calidad, un viaducto frente a ellos resultó inadmisible.
A partir de entonces llegaron a analizarse más de veinte alternativas, una de las cuales ubicaba el recorrido de la nueva autopista en terrenos de la Reserva Ecológica. Esta solución resultaba la más económica y flexible en cuanto a su capacidad y su aptitud para futuras ampliaciones. No obstante, aceptando una estricta definición ambiental, quedó descartado el uso de la Reserva. De esta manera, las opciones necesariamente debieron conciliarse con el intenso desarrollo del barrio de Puerto Madero y la construcción bajo nivel se tornó inevitable.
Una propuesta de utilizar el fondo de los docks quedó también descartada por su costo y dificultades técnicas. El Instituto del Transporte de la Academia Nacional de Ingeniería había propuesto una solución en túnel bajo la Avenida de los Italianos, lindante con la ex Costanera Sur. La definición final ha dejado atrás estos estudios y propuestas, aunque no disipa la posibilidad de observaciones, que las hay y fundadas.
Una primera limitación del proyecto elegido es la exclusión del tránsito liviano de la autopista central. Al derivarlo a las avenidas laterales con intersecciones a nivel, se les negará a los automovilistas la conexión rápida. Pero tal vez la observación más importante se relacione con la estrechez del diseño a la que obligó el escaso espacio del que se dispondrá para el ancho de la autopista. Se proyecta una calzada de dos carriles para cada sentido de circulación, con banquinas laterales estrechas y sin entradas ni salidas a lo largo de más de cinco kilómetros.
La capacidad máxima estimada para cada sentido es de 2550 vehículos (camiones más ómnibus) por hora. En las rampas de conexión en el extremo sur y en la salida al Puerto, que serán de un solo carril y con pendientes del orden del 4%, la capacidad se reducirá a menos de 900 vehículos por hora. Por lo tanto, desde el inicio, habrá congestión en las horas pico. Además, debido a la estrechez de las banquinas, cualquier detención de un camión invadirá medio carril derecho, dejando sólo uno para la circulación.
A lo largo de cinco kilómetros, en medio de la ciudad, no habrá escapes frente a una detención o un accidente. Estas fuertes limitaciones y sus consecuencias resultarán de no poder ofrecer tres o cuatro carriles de circulación en cada sentido.
Durante la construcción, la obra ocasionará serias perturbaciones en un área de densa ocupación y movimiento. También se enfrentará a tener que desplazar servicios que utilizan el subsuelo. Esto se podría haber minimizado si se hubiese elegido otro recorrido, como el de la Avenida de los Italianos.
No obstante estas observaciones, la ciudad contará con una conexión de la que actualmente carece y que permitirá derivar hacia ella el intenso tránsito de camiones que hoy circulan por la avenida Huergo-Madero. La Terminal de Ómnibus de Retiro y el Puerto de Buenos Aires mejorarán sus accesos desde el Sur. Los automovilistas, aunque sin autopista, dispondrán de dos avenidas, ambas sin camiones y con un solo sentido de circulación, lo que mejorará su penosa situación presente.
En definitiva, la ciudad concretará una importante obra, aunque en una alternativa de trazado e ingeniería opinables.
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