Por Martín Rodríguez Yebra - LA NACION
Ayer llegó a Madrid con el objetivo de que sus empresarios recuperen el lugar de peso que tenían antes de la crisis de Repsol; el Presidente se reunirá hoy con Rajoy y con el rey
Macri, ayer, en Madrid, con Awada y el embajador Puerta. Foto: Presidencia
MADRID.- Mauricio Macri aterrizó ayer en el aeropuerto de Barajas con la voluntad de ofrecer a España señales de previsibilidad y un trato preferencial para sus inversiones, con la expectativa de que a mediano plazo las empresas de ese origen recuperen el peso decisivo que tenían antes de la estatización de YPF.
En pleno acuerdo con el gobierno español, ése será el mensaje político que transmitirá en los tres días de visita de Estado pródigos en gestos de amistad y reconciliación que empiezan hoy con la fastuosa recepción de honor que el rey Felipe VI brindará al Presidente en la Plaza de la Armería del palacio real. "Queremos una España mucho más activa en la Argentina de lo que ha sido en los últimos tiempos. Que sea otra vez el socio inversor clave", señaló la canciller Susana Malcorra a la prensa argentina.
El Presidente se instaló desde su llegada en el Palacio del Pardo, en el norte de Madrid, sin agenda oficial. Sus ministros terminaban de ajustar los detalles de los acuerdos que se firmarán durante la semana, textos con infinitos detalles técnicos pero que se resumen en una voluntad mutua de reflotar la alianza diplomática y de negocios que se malogró en el kirchnerismo.
El ministro de Producción, Francisco Cabrera , inauguró la ronda de reuniones bilaterales con una visita a su par español de Economía, Luis de Guindos. El anfitrión le confirmó que el gobierno de Mariano Rajoy designará a la Argentina "destino preferente" de la inversión.
El desafío para Macri es romper la cautela de los empresarios españoles. Aunque casi por unanimidad apoyan el giro liberal que impuso el actual gobierno, persiste la inquietud por el rumbo de largo plazo. La inversión ibérica en la Argentina se desplomó a la mitad desde 2006 y cuesta que vuelva a arrancar.
Malcorra admite que esa preocupación surge en los contactos con políticos y empresarios, al igual que la duda sobre la previsibilidad de un país acostumbrado a dar volantazos. El año electoral no ayuda. "Estamos haciendo un gran esfuerzo por ser previsibles -indicó-. La gobernabilidad, ratificada por las leyes que ha conseguido el Gobierno de un Congreso en el que no tiene mayoría, tiene que ver con la seguridad jurídica. Queremos poner en marcha normas con consenso y de largo plazo."
Los ministros traen además carpetas con proyectos públicos que imaginan tentadores para las multinacionales españolas en busca de mercados, sobre todo en materia de telecomunicaciones, autopistas y obras de infraestructura. A Macri lo esperan varias reuniones con los ejecutivos más influyentes del país, pero su prioridad es terminar de edificar un vínculo sólido con Rajoy, con quien cultiva una amistad personal desde hace una década.
"Entendemos que España tiene un rol de representación de América latina en Europa. Nos interesa mucho el impulso que puede darle al acuerdo comercial entre la Unión Europea y el Mercosur", dijo la canciller.
La incertidumbre que trajo al mundo el aterrizaje de Donald Trump en la Casa Blanca abre una oportunidad única para que los europeos miren hacia América del Sur, creen en el Gobierno. Destrabar ese pacto sería, según esa lógica, una declaración de principios contra el proteccionismo.
En la delegación argentina creen que los empresarios sabrán leer los mensajes políticos de la visita. Macri saldrá en infinidad de fotos con el rey y con Rajoy, quienes lo agasajarán esta noche con una cena de gala y le concederán el collar de la Orden de Isabel la Católica. Al día siguiente, conseguirá una exposición privilegiada cuando inaugure, al lado de Felipe VI, la feria de arte contemporáneo ARCO, que tiene a la Argentina como país invitado.
De ahí partirá al Palacio de la Moncloa para pasar varias horas con Rajoy. Los dos presidentes sellarán los convenios que reviven la asociación estratégica que dejó de regir cuando Cristina Kirchner echó a Repsol de YPF y empezó una etapa gris de represalias comerciales, declaraciones altisonantes y, al final, indiferencia.
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