Por Ricardo Roa - Del editor al lector - Clarin.com
No faltó nada. Tuvimos al “Caballo” Suárez preso y naufragando, la caja fuerte disfrazada de dragón de un tesorero de Scioli, 0,2 de inflación en agosto, el mini Davos y para parar con la lista de la semana: audiencias públicas por las tarifas.
También volando bajito y sin querer hacer demasiado ruido, el anuncio de un acuerdo con los ingleses para añadir un vuelo a las Malvinas que tiene muchos bemoles y tendrá más cuando aterrice, según cómo aterrice.
Lo hicieron la canciller Malcorra y Alan Duncan, vicecanciller británico. El acuerdo favorece las aspiraciones de Malcorra a la ONU. Ella duda sobre el riesgo de un veto de Londres a su candidatura, aunque quedó séptima en la última votación. La búsqueda de no vetos es más secundaria.
Al acuerdo, en lo concreto por ahora más una declaración que otra cosa, la BBC lo saludó como “un nuevo tipo de relación”.
Por debajo de ese vuelo los ingleses ven réditos económicos: más abastecimiento y menos flete a las islas, que es para ellos menos gastos. Tras su salida de la Unión Europea necesitan nuevos socios comerciales y bajar costos en Malvinas. Para nosotros el nuevo vuelo es quizás inversiones y, seguro, presencia. Aunque eso requiere que parta de territorio argentino. El actual sale de Punta Arenas. Pero eso no figura en lo firmado. A muchos los inquieta lo que sí hemos firmado: un compromiso a la “sustentabilidad económica de las Malvinas”. En otras palabras: desmontar la legislación kirchnerista que busca trabar cualquier explotación de recursos en la zona.
Si el vuelo era o no postergable, la cuestión es que ya está sobre la mesa. Otro asunto es cómo se vende aquí. Pone en aprietos a Cambiemos y a la oposición. Es tema político pero también pasional.
Malvinas ha sido y es una cuestión muy sensible en el radicalismo y la Cancillería es donde el radicalismo tiene mayor peso. Ejemplos: el vicecanciller Foradori, el jefe de gabinete Villagra Delgado y el coordinador Salmoyraghi. Pero ahí chocan la línea de intransigencia que representó Alfonsín y la negociadora que impulsó De la Rúa. Ya no están pero la tradición sigue. Sin el extremo de los ositos peluche de Di Tella, De la Rúa replicó posiciones de Menem.
El kirchnerismo volvió a la guerra contra los imperios del Norte aunque, menos mal, con su especialidad: la oral. Y finalmente envió a las Malvinas un velero de La Cámpora que terminó a la deriva y en manos inglesas. Todo bien K.
Podríamos empezar a hablar un lenguaje distinto, con seriedad y cabeza fría. Se verá si esta es una oportunidad.
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