Por Sebastián Vigliero - Clarin
La “asociación estratégica integral entre la República Argentina y la Federación de Rusia auspicia una plataforma de complementación de cara al futuro para los dos países, que no se debería dejar de mirarse.
Ambos países, además de compartir fuertes intereses en el campo de la seguridad y la economía –tienen posiciones comunes en el Grupo de los 20 y en Organización de Naciones Unidas (ONU)-, son “dos necesitados” cuyas economías enfrentan el dilema de permanecer dependientes del ciclo de precios de los commodities –granos e hidrocarburos- sino también de convertirse en plataformas productivas modernas y altamente intensivas. Una combinación que pocos países se podrían dar el lujo de soslayar.
Hoy el comercio argentino-ruso se sitúa en alrededor de unos u$s 1.800 millones e involucra en su mayoría productos primarios. El crónico déficit comercial argentino desde 2011 se explica por la magnitud de las exportaciones rusas -70% de la balanza comercial-, constituidas en su gran mayoría por fertilizantes minerales y combustible diesel y por las pocas y concentradas ventas argentinas -frutas, carnes, legumbre y bebidas-. Nuestro país no es para Rusia un socio comercial de envergadura, como sí lo son los mercados en Europa, Asia y sus vecinos inmediatos.
Lejos de quedarse en la lógica del tradicional esquema de industrialización por sustitución de importaciones (ISI), tanto Argentina como Rusia se muestran como economías con importantes recursos naturales –de por sí escasos y muy demandados en el mundo- que buscan desarrollarse sustentablemente. El problema es su primitiva matriz industrial y la falta de inversiones.
¿Cómo pueden complementarse? Argentina se ofrece hoy al mundo como una potencial base de operaciones industrial necesitada de inversiones millonarias, de transferencia tecnológica, infraestructura, y de conocimiento.
Las sanciones internacionales impuestas a Rusia por parte de Europa y Estados Unidos son una formidable oportunidad para la industria de agroalimentaria nacional en el mercado ruso. Por su parte, el Kremlin, además de la necesidad de modernizar su economía y sus instituciones, tiene intereses concretos en los sectores de hidrocarburos telecomunicaciones, de energía atómica, hidroelectricidad, industria ferroviaria, militar y de transporte, entre las más representativas.
No siendo suficiente ello faltaría creatividad para combinar sinergias de recursos naturales y erigir industrias intermedias altamente intensivas que permitan insertarse en las cadenas de producción internacional.
Ello redundaría no sólo en beneficio de los dos países sino que sería un comienzo para lanzar una estrategia transnacional argentino-rusa y replicarla en América Latina y en la Unión Económica Euroasiática-Asia Central-, haciéndolo extensivo a otras regiones. Algo que podría servir para acortar distancias y acrecentar lazos de dos países que buscan crecimiento sustentable en el tiempo.
Sin dudas, un desafío interesante para la Argentina y Rusia que, pese a la distancia y al disímil tamaño de sus economías, piensan muy parecido sus estrategias de salida que las condicionan en la economía internacional.
Sebastián Vigliero es profesor del Departamento de Gobierno y Relaciones Internacionales de la UADE
Blog independiente que impulsa el desarrollo científico -tecnológico, socio-económico y la capacidad de defensa nacional. Sin inversión no hay tecnología y sin tecnología no hay desarrollo, y sin desarrollo, no hay defensa. El derecho a vivir libremente conlleva la responsabilidad de defender esa libertad frente a cualquier ataque. "Solo quienes pueden ver se dan cuenta que falta algo"... Desde el 2006 junto a ustedes.
jueves, 28 de abril de 2016
Argentina y Rusia: relación entre "dos necesitados"
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