Por Domingo Cavallo
Los ideólogos del modelo económico basado en el tipo de
cambio real alto, inspiradores de las políticas económicas desplegadas desde
los primeros días de 2002 en adelante, argumentan que el principal
desequilibrio macroeconómico actual es el “atraso cambiario”. Cometen un grave
error de diagnóstico. El mayor desequilibrio macroeconómico actual es el atraso
tarifario y de todos los precios de bienes y servicios que han estado sujetos,
directa o indirectamente, a controles represivos. Utilizo la expresión “controles represivos”
para referime a las medidas administrativas e impositivas que obligan a los
productores a vender sus productos a precios muy por debajo de los que
resultarían en mercados libres y con competencia.A partir de aquí, en este
artículo, utilizaré la expresión “atraso tarifario” para referirme tanto al
atraso de las tarifas públicas como de los precios y servicios sujetos a
controles represivos.
Si no se corrigen antes estos desequilibrios, cualquier
intento de corregir el “atraso cambiario” va a terminar en una gran
frustración. Ello es así porque el “atraso tarifario”, además de constituir
inflación reprimida, es la principal causa tanto de los cuellos de botella
productivos como del descontrol del gasto público y del abultado déficit
fiscal. Los cuellos de botella y la emisión de pesos para financiar el déficit
fiscal van a impedir que cualquier devaluación nominal del Peso se transforme
en una devaluación real sostenible en el tiempo.
El “atraso tarifario” tiene dos consecuencias graves. Al
impedir que los productores obtengan retorno por las inversiones que
permitieron crear la capacidad instalada, paralizan nuevas inversiones. La
capacidad productiva se va deteriorando con la depreciación del capital
invertido antes de los controles. Esto se ve claramente con el proceso de
desinversión en los sectores de la energía, el transporte urbano y la
ganadería. Pero además, como los precios que surgen de los congelamientos
tarifarios y los controles represivos no alcanzan a cubrir los costos variables
de producción, para que pueda seguir aprovechándose la capacidad instalada, el
Gobierno tiene que subsidiar la producción. El costo de los subsidios aumenta
tanto por el creciente defasaje entre precios y costos como por la corrupción
asociada a los mecanismos de distribución de esos subsidios.
La relación entre el supuesto “atraso cambiario” y el
verdadero “atraso tarifario” es muy engañosa. En realidad, el “atraso
tarifario” es la consecuencia que debía esperarse de la insistencia de mantener
un “tipo de cambio real alto” y al mismo tiempo propiciar la suba de los
salarios nominales para sostener la demanda interna y hacer crecer la economía
a través del consumo. Si los salarios en dólares se empujan hacia niveles
incluso más altos que los que se pagaban mientras estuvo vigente la
convertibilidad, la única forma de que el tipo de cambio real sea alto es que
los precios de los servicios públicos y de los bienes y servicios cuyos precios
el Gobierno tiene forma de reprimir, sean cada vez más bajos. Es decir que el
“adelanto cambiario” es el origen y la causa permanente del “atraso tarifario”.
En otros términos, pretender eliminar el “atraso cambiario” sin eliminar
previamente el “atraso tarifario” es remar contra una corriente imposible de
superar.
Me parece oportuno hacer estas consideraciones porque no
sólo el Gobierno sino buena parte de la oposición razona sobre la realidad
actual sin advertir que el “atraso tarifario” requiere ser resuelto antes de
que sea posible encarar con probalidades de éxito una eliminación sostenible en
el tiempo del “atraso cambiario”. Y este razonamiento equivocado aumenta
peligrosamente el riesgo que pronto nos enfrentemos a una explosión
inflacionaria de una magnitud que nadie, hoy por hoy, está anticipando.
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