miércoles, 16 de enero de 2013

Ejércitos Árabes


Por Antonio Navarro - IF (Español)

Entre la resistencia y la retirada.

La ola de revueltas populares que sacude el mundo árabe desde comienzos de 2011 en demanda de mayores cotas de libertad, control de la acción gubernamental, justicia y dignidad ha logrado poner en entredicho la estructura de poder de varias de las autocracias de la región. Los ejércitos, convencidos de su papel de salvaguarda de las esencias de los regímenes árabes, tratan de conservar intacto su poder a pesar de que la sociedad exige crecientemente avanzar hacia la conquista de la soberanía política. En Túnez o Egipto, los mandos militares principales decidieron pronto abandonar a sus presidentes ante la cólera popular, mientras en Libia, Yemen o Siria, éstos se dividieron o se mantuvieron leales al régimen.

La falta de una alternativa política articulada en sociedades divididas por la fragmentación sectaria, la ausencia de partidos representativos, la inexistencia de un tejido civil articulado –carencias democráticas esenciales— y, en fin, las imperiosas necesidades materiales juegan a favor de un estamento que se resiste a abandonar la escena de forma definitiva. El investigador del Carnegie Middle East Center de Beirut, Yezid Sayigh, y experto en el estudio del papel de los ejércitos árabes, advierte: “Si los procesos de transición sucumben a las difíciles circunstancias económicas, no es inconcebible que Túnez y Egipto acudan, siguiendo el modelo libanés, a los altos mandos militares buscando la salvación nacional. No se volverá a la dictadura ni se convertirán en presidentes, pero sí limitarán la democracia”. En un escenario cambiante –y salvando las profundas diferencias entre cada caso—, los ejércitos negocian nuevos roles en pugna con las nuevas fuerzas emergentes en la región.

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AFP/Getty Images
Arabia Saudí
El Ejército saudí ha actuado como brazo ejecutor del régimen y su estrategia contrarrevolucionaria en su intento por aplastar cualquier forma de revuelta inspirada en la primavera árabe, tras la que la monarquía estandarte del islam suní halla siempre la impronta de los intereses expansionistas de la República Islámica de Irán. En octubre del año pasado, las fuerzas de seguridad saudíes reprimían con dureza las protestas registradas en la ciudad de Qatif, situada en la provincia oriental del país rica en recursos petrolíferos y de mayoría chií. Sin lugar a las contemplaciones. La intervención del Ejército saudí no se ha limitado al territorio nacional; también en la vecina Bahrein –país de mayoría chií pero gobernado por una monarquía suní—, donde las tropas de la Guardia Nacional acudían en febrero del pasado año –1.200 unidades— a poner fin a las protestas ante los temores de Riad de una irrupción regional. Con todo, la Casa de Saúd –que abandera hoy la condena al régimen de Bashar al Assad en Siria y financia al Ejército opositor— trata de ejercer un papel de liderazgo regional en la nueva etapa que topa irremisiblemente con su propio inmovilismo, cinismo e insalvables contradicciones. Aunque, por el momento, a pesar del malestar creciente de su propia población, la protesta doméstica no ha alcanzado cotas dignas de poner a prueba al régimen saudí.

Argelia
Le pouvoir (El poder), modo eufemístico con el que en el país magrebí se conoce a la élite militar gobernante, manda desde la creación de la República Argelina en 1962. El golpe de Estado de enero de 1992 tras la victoria del Frente Islámico de Salvación (FIS) en la primera vuelta de las elecciones legislativas –las primeras libres— y la posterior y cruenta guerra librada contra los islamistas, confirmó su hegemonía. Su exitoso modelo ha consolidado a los generales y a la red de intereses económicos que tienen. El régimen subsiste hoy gracias al éxito de la implacable acción de las fuerzas de seguridad, un juego electoral meramente cosmético –a pesar del reconocimiento constitucional del multipartidismo en 1989— y el apoyo financiero de los ingresos procedentes de los abundantes recursos de gas y petróleo del país magrebí.
El Frente Nacional de Liberación (FNL), el viejo partido único protagonista de la independencia argelina, que lidera el presidente Abdelaziz Buteflika, sigue beneficiándose de la ausencia de oposición real al régimen en las contiendas electorales. La lucha contra el terrorismo yihadista –y la firme alianza militar con EE UU en esta tarea— constituye, además, un pilar esencial para la credibilidad del Gobierno. El general Buteflika, que dirige el país desde 1999, ha sorteado la primavera árabe –a pesar del creciente descontento popular— con la extensión de los subsidios sociales y tímidas promesas reformistas a costa de una sociedad aún lastrada por el miedo a una nueva conflagración civil. En las últimas elecciones legislativas de mayo de 2012, contrariamente a lo que muchos anticipaban, el ascenso del islamismo –el FIS sigue siendo ilegal—resultó un fiasco; el FNL volvió a cosechar una amplia victoria gracias a contar con toda la maquinaria del régimen –incluido un sistema electoral que les favorece— a su servicio.
La ausencia de oposición real al régimen no oculta la batalla que se libra en los últimos años en el seno de la élite argelina entre los altos mandos militares, los servicios de inteligencia y los sectores civiles del partido gobernante, con el presidente a la cabeza, partidarios de una mayor liberalización económica. Hasta las elecciones presidenciales de 2014 el viejo general y la oxidada estructura no hallarán obstáculos mayores.

egipto      
 
Mahmud Hams/AFP/Getty Images
     
Egipto
Para no pocos observadores, los militares –y los intereses económicos y políticos foráneos que estos se encargan de proteger— siguen siendo el único poder real en Egipto. Los 18 meses transcurridos desde el inicio de la revolución de la plaza Tahrir de El Cairo han probado las iniciales promesas del Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas de apartarse de la vida pública y ceder el poder a la sociedad civil a pesar de acabar uniéndose al levantamiento popular cuando Mubarak era ya cadáver político. El golpe de Estado suave llevado por los militares a través del Tribunal Constitucional en la víspera de la segunda ronda de las elecciones presidenciales al invalidar las dos cámaras de la Asamblea Popular –de mayoría islamista—, asumir en el Consejo amplios poderes legislativos y anunciar, consecuentemente, la creación de un nuevo cuerpo encargado de redactar una Constitución interina, confirman las intenciones de los generales. Incluido el sospechoso resultado electoral –un ajustado 51,7% a favor del candidato de los Hermanos Musulmanes y actual presidente Morsi frente al 48% de Ahmed Shafiq, ex primer ministro de Mubarak— tras varias jornadas de escrutinio. La pugna entre el islamismo y las fuerzas políticas seculares y los militares continuará en los próximos tiempos, al  igual que el regateo y la negociación de atribuciones y privilegios entre el nuevo poder civil y los hombres de uniforme.
La elaboración de la futura Constitución medirá las fuerzas en una contienda que se antoja larga. Por lo pronto, el presidente Morsi se bajó del carro un día después de su jugada audaz de habilitar el anulado Parlamento alegando “respeto” a la justicia y el Estado de Derecho. En su reciente visita a El Cairo, la secretaria de Estado estadounidense, Hillary Clinton, expresó al mariscal Husein Tantawi, jefe de la Junta Militar, su deseo de ver reducida la misión de los militares a “un papel exclusivamente circunscrito a la seguridad nacional”. “La actitud impredecible de los militares en la transición habla de la ausencia de una estrategia propia y de una actuación meramente impulsiva, guiada por un autoritarismo y el paternalismo inherentes”, remarca Sayigh del Carnegie Middle East Center.
 
Libia
A diferencia de Egipto, en Libia no ha existido algo parecido a una junta militar encargada de la tutela de la transición desde el régimen del coronel Gadafi, que marginó al Ejército en los últimos 20 años creando unidades pretorianas leales a su persona y no dudó en ordenar a sus tropas disparar contra la oposición. El Gobierno del Consejo Nacional de Transición, que asumió el poder tras la caída del dictador, ha tratado en los últimos meses de controlar la situación con una sociedad crecientemente insatisfecha y aún un sinfín de milicias armadas dispuestas a seguir haciendo la guerra por su cuenta. Con un Consejo que ha venido actuando como un paraguas institucional, Libia carece aún de una estructura militar capaz -desintegrada de forma parcial de la estructura existente- de absorber a la pléyade de grupos juveniles levantados en la revolución contra Gadafi –en torno a 200.000 personas aseguran ser rebeldes. En mayo pasado, no obstante, los esfuerzos del Consejo habían logrado que el Ejército contara ya con 35.000 unidades, constituidas esencialmente por rebeldes sin una formación militar específica. El proceso de integración de un nuevo Ejército nacional democrático es prioritario: Trípoli ha demandado en los últimos meses ayuda logística a Jordania, Turquía y Qatar. Y no parece demasiado probable que se produzca una conflagración armada entre las brigadas del Este y el Oeste. El resultado de las elecciones del pasado mes de junio, con la mayoría obtenida por una coalición de formaciones liberales, auguran un escenario moderadamente optimista. Además, el entorno geopolítico libio es más favorable que el de otros países del mundo árabe y el conjunto de la región.

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Louai Beshara/AFP/Getty Images
 Siria
La brutal represión contra la población civil llevada a cabo por Bashar al Assad a través del Ejército sirio y fuerzas paramilitares constituye el mejor ejemplo de lealtad sectaria a un régimen. A pesar de los 18 meses de revueltas, el Ejército –formado esencialmente, como el resto de la Administración, por miembros de la casta alauita— se mantiene sólidamente unido. El régimen trata de islamizar la revolución y reducir a los opositores a meros los terroristas. Al Assad ha aprendido de los janvieristes argelinos –el grupo de viejos generales que se levantó contra la victoria islamista en las urnas en enero de 1992—: resistir hasta el final. Las similitudes con la guerra civil argelina de los 90 son profundos. A falta de la ayuda militar directa desde el exterior y con el apoyo aún firme de China y Rusia a Damasco, el Ejército Libre de Siria –paraguas militar de una oposición variopinta e incapaz de ponerse de acuerdo en estrategias y principios y que está integrada, fundamentalmente, por desertores— no parece representar aún una amenaza seria a la estructura militar del régimen, que aún no ha desplegado toda su capacidad potencial para golpear. Sin embargo, las deserciones registradas en las últimas fechas y, sobre todo, el duro golpe recibido por la cúpula militar y de las fuerzas de seguridad el pasado día 18 de julio –con la muerte del ministro de Defensa y de otros altos cargos del departamento— podrían acelerar el final del régimen construido sobre la estructura del partido Baaz por Hafez al Assad desde 1971 y apuntalado por su hijo Bashar a partir del año 2000.

Túnez
Aún persisten con fuerza las imágenes de los soldados del Ejército tunecino negándose a disparar a los manifestantes de la revolución de los jazmines –acaecida entre diciembre de 2010 y enero de 2011— contra la autocracia de Zine el Abidine Ben Alí en la memoria colectiva del país magrebí. Ben Alí, continuando la estrategia instaurada por el padre del Túnez contemporáneo Habib Burguiba, mantuvo a los militares alejados del poder durante más de los 24 años que estuvo instaurado un régimen sostenido por los servicios de seguridad y el Reagrupamiento Constitucional Democrático: partido único de facto. Desde el inicio de la revuelta a finales de 2010, los militares estuvieron del lado de un pueblo que confiaba en ellos más que en ningún otro estamento o institución del país. Con todo, los mandos militares han dejado fundamentalmente intacto el Ministerio del Interior. Como escribe el investigador Badra Gaaloui:“Ha quedado claro que la estrategia de Ben Alí de marginalización de los militares se ha convertido en un inopinado aliado de la transición política”. En resumen, hay profundas razones para creer que el Ejército no será un obstáculo mayor en el proceso de normalización política tunecina, aunque la nueva realidad refuerza su situación.

yemen      
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Yemen
La irrupción revolucionaria en Yemen puso fin el pasado mes de enero a la autoridad que ejercía Alí Abdulá Saleh –desde 1978 al frente del país— con el papel clave del Ejército. Éste sufrió una parálisis a medida que la revuelta contra Saleh arreciaba, convirtiéndose en factor clave en la transición en la presidencia. El movimiento juvenil impulsor de la revuelta, convencido del riesgo de que la transición se redujera a un mero lavado de cara del régimen y que permaneciera la misma élite al mando, comenzó a tejer entonces una alianza con los actores principales del país: una parte de la cúpula militar, del liderazgo tribal y de los grupos islamistas. El nuevo presidente electo Abed Rabbo Mansur Haidi –vicepresidente desde 1994- inició su mandato con la destitución de varias de las figuras claves del Ejército, como el hermanastro del ex presidente –jefe de la Fuerza Aérea— o un sobrino del mismo, líder de la guardia presidencial. Las reacción violenta de facciones armadas leales al depuesto dirigente no se hizo esperar. Con todo, como escribe Ginny Hill en FP, “muchos yemeníes están dispuestos a dar a Hadi el beneficio de la duda, considerando la cautela con la que libra sus múltiples batallas y que él es consciente de que su futuro político depende de cómo gestione el balance de poder”. De éste, de la habilidad del nuevo presidente de congraciar viejo y nuevo orden, dependerá la estabilidad yemení. En fin, Hadi avanza lentamente, con un país dividido en facciones y grupos tribales enfrentados, una población ávida de reformas y una economía al borde del colapso, hacia la centralización del mando militar y la cohesión de un tejido civil nacional.

El Sinaí, un polvorín a punto de estallar


Por Julio de la Guardia - IF (Español)

La importancia logística de la península como punto de entrada de armamento a la Franja de Gaza.

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Beduino egipcio muestra los restos de metal en el lugar de una explosión el pasado agosto en la Península del Sinaí, donde un hombre fue asesinado por las tropas israelíes mientras que trataba de lanzar un cohete a Israel.

La caída de Hosni Mubarak a principios de 2011 generó un vacío de poder en la árida y extensa Península del Sinaí (con más de 60.000 kms² triplica la superficie que ocupa el Estado de Israel), que fue aprovechado por diferentes organizaciones yihadistas para establecerse en la zona, compitiendo así con las tribus beduinas que tradicionalmente han dominado las redes de contrabando. La posterior victoria electoral de la Hermandad Musulmana y el acceso a la presidencia de Mohammed Morsi el pasado mes de junio han hecho aumentar el número de incidentes transfronterizos provocados por estas organizaciones, acelerando el ritmo de construcción de una verja de última generación que ha de cerrar herméticamente los 250 kilómetros de frontera común.

Los aproximadamente 300.000 beduinos que habitan en el Sinaí constituyen un quebradero de cabeza para el Gobierno de El Cairo, pues su alienación política económica y social respecto del resto de Egipto facilita la implantación de estos elementos yihadistas, que los servicios de seguridad cifran en unos 20.000 efectivos. Igualmente ayuda a la penetración de terceros actores interesados en la desestabilización de la zona, sea la organización chií libanesa Hezbolá –que sufrió varias detenciones de sus operativos en la primavera de 2009, aunque luego éstos fueron liberados en 2011– o la Guardia Revolucionaria de Irán. Ambas son aparentemente responsables de la transferencia de los cientos de cohetes recientemente lanzados por las Brigadas Izzadin Al Qassam y por el resto de milicias de la Franja de Gaza durante la reciente Operación Pilar Defensivo.

Incremento de la tensión

La eclosión de las llamadas Primaveras Árabes ha coadyuvado a la proliferación de organizaciones de corte salafista en la Península del Sinaí. Al Yesh al Islam (Ejército del Islam) que llevaba ya años operando en conjunción con el clan Dogmush dentro de la Franja de Gaza, se unieron otras organizaciones de inspiración yihadista, tales como Al Tawhid wal Yihad, Yund Ansar Alá y la llamada Ansar Bayit al Maqdis de los Muyahidín. Esto a su vez llevó a un cambio táctico en su forma de actuar, pues de perpetrar atentados contra objetivos israelíes y occidentales en los enclaves turísticos del Mar Rojo, pasaron a ejecutar ataques transfronterizos. Así por ejemplo, en agosto de 2011, un sofisticado ataque contra un autobús que circulaba cerca de Eilat se cobró la vida de ocho israelíes –seis civiles y dos militares– siendo la primera vez en que lanzaban un misil antiaéreo contra los helicópteros artillados que entraron en espacio aéreo egipcio para perseguir a los atacantes (aparentemente estos cohetes modernos aire-tierra proceden del arsenal libio atomizado tras la caída de Gadafi).

En abril de 2012 tuvo lugar el lanzamiento de varios cohetes Grad contra la ciudad turística de Eilat, aunque éstos provocaron únicamente daños materiales. Entonces el director del servicio de inteligencia militar israelí, Aviv Kojavi, aseguró que habían sido capaces de prevenir otros diez atentados en los dos meses previos. Posteriormente, a las típicas acciones de sabotaje contra el gaseoducto egipcio-israelí y atentados contra las comisarías de policía de la zona norte del Sinaí se unieron una serie de ataques contra la Fuerza Multinacional de Observadores (MFO) formada por 1.600 monitores militares de una docena de países –entre los que destaca la aportación de los EE UU con 700 efectivos– que supervisan la aplicación de los Acuerdos de Camp David desde 1982.

En agosto de este año otra sofisticada acción se cobró la vida de 16 soldados egipcios, que se vieron sorprendidos por un comando yihadista que posteriormente cargó sus vehículos blindados con explosivos y los lanzó contra el terminal israelí del paso fronterizo de Kerem Shalom. Esto obligó al Presidente Morsi a convocar de urgencia a su consejo de seguridad nacional y a reforzar militarmente la zona, aunque respetando los límites establecidos por el marco de Camp David. También el pasado mes de septiembre un francotirador apostado detrás de un grupo de inmigrantes ilegales mataba a un soldado israelí que les estaba prestando ayuda, poniendo de manifiesto el posible aprovechamiento de esta inmigración subsahariana –sobre todo sudaneses y eritreos– como cobertura para perpetrar atentados.
  
Tráfico de armamento

Según un informe de la ONG israelí Médicos por los Derechos Humanos la inmigración ilegal a través del Sinaí se ha convertido en una auténtica tragedia humana, dado que muchos de ellos se ven retenidos en campos de internamiento gestionados por los beduinos, que llegan a cobrarles desde 5.000 hasta 30.000 dólares por pasarles al otro lado. Entre aquellos que logran llegar a Israel un tercio afirma haber sido víctima de torturas, mientras que dos tercios de las mujeres denuncian haber sido violadas. A este tráfico de personas se le une presumiblemente también el de órganos, pues se han descubierto varios casos de cadáveres mutilados a los que algún órgano les había sido extraído.

Esta diversificación en el contrabando –de drogas, de personas, de órganos– así como esta falta de escrúpulos demostrada por parte de algunas tribus beduinas parecen haber llamado la atención de los yihadistas, que estarían utilizándolos para el tráfico de armas, munición y explosivos, sean procedentes de bazares de armas sin control como Libia o lugares de tránsito como Sudán (donde la aviación israelí presuntamente bombardeó una supuesta fábrica de cohetes iraní sita en las afueras de Jartum el pasado mes de octubre). Tras este largo recorrido el armamento llega hasta la localidad de Rafah, dividida por el Corredor de Filadelfia entre el lado egipcio y el palestino, a donde se introducen por una tupida red de túneles subterráneos.

Así las cosas, la operación Pilar Defensivo ha permitido al Ejército israelí bombardear sistemáticamente todo este Corredor de Filadelfia –los 15 kilómetros que van desde el paso fronterizo de Kerem Shalom hasta el Mediterráneo, atravesando por en medio de la ciudad de Rafah– neutralizando según sus estimaciones hasta el 90% de los túneles. Pero éstos ya han comenzado a ser reconstruidos, lo que permitirá reactivar la entrada de armas, municiones y explosivos, a la par de cemento, alimentos, cigarrillos, y todo tipo de artículos de uso civil, que a fin de cuentas constituyen a su vez el 90% del contrabando que entra por los túneles en la Franja de Gaza (dado que Israel y Egipto no permiten la entrada de mercancías por el paso fronterizo de Rafah, sino sólo el tránsito de personas).

Hipótesis de solución

Si la Península del Sinaí continúa siendo este nodo para el contrabando de armamento dirigido a las milicias de la Franja de Gaza, las operaciones Plomo Fundido (diciembre 2008- enero 2009) y Pilar Defensivo (noviembre 2012) habrán servido para poco, pues los cohetes volverán a amenazar a la población civil del sur de Israel, obligando a su Gobierno a ordenar una campaña militar más destructiva todavía. Igualmente, si las organizaciones yihadistas continúan operando con una cierta libertad dentro del Sinaí y perpetrando ataques transfronterizos, antes o después el Ejército israelí lanzará una operación de castigo dentro de territorio egipcio (hasta ahora se había limitado a hacerlo contra la Franja de Gaza), lo que podría poner en peligro el marco legal, el tratado de paz y los mecanismo de supervisión que suponen los Acuerdos de Camp David –que constituyen la piedra angular de la estabilidad en Oriente Medio.

Por ello, la única fórmula que podría evitar una nueva ofensiva contra la Franja de Gaza e incluso una eventual guerra entre Egipto e Israel, sería el despliegue de un contingente militar que reforzara las capacidades del MFO, o bien la transformación de éste en una misión de Naciones Unidas similar a la de UNIFIL en el sur del Líbano, que en conjunción con el Estado egipcio controle y desarme a las organizaciones salafistas. Además de este despliegue militar que refuerce al Ejército y la Policía egipcios, dicha fuerza de interposición –sea de la ONU, de la UE o de la OTAN– debería contar con modernos sistemas de detección para neutralizar el desembarco del armamento por el Canal de Suez o las aguas del Mar Rojo, así como su entrada por los túneles de Rafah.

Una operación militar de esta envergadura añadiría al cumplimiento de las condiciones de la tregua lograda el pasado 21 de noviembre entre Israel y Hamás la apertura durante las 24 horas del paso fronterizo de Rafah. No sólo para el tránsito de personas, sino también para el de mercancías que –con los pertinentes controles de seguridad– permitiese que esa gran parte del contrabando que ha generado la industria de los túneles (que es mercancía de carácter civil) pueda fluir y abastecer al millón y medio de personas que viven confinadas en la Franja y que necesitan disponer de esa puerta abierta al mundo, tanto para poder comerciar como para poder convivir.

Las nuevas naciones en ascenso


Por Ruchir Sharma - IF (Español)

Olvídense de los BRICS. He aquí siete países que, sin que estuviera previsto, conviene seguir de cerca.
AFP/Getty Images

El entusiasmo que impulsó el descubrimiento de los “mercados emergentes” en los 80 y el dinero fácil que disparó el crecimiento durante el boom de la primera década de este siglo son cosa del pasado. Los países más elogiados -Brasil, Rusia, India y China- están sufriendo una gran desaceleración, lo cual ha hecho que la tasa media de crecimiento de los países en vías de desarrollo haya vuelto a su antiguo nivel normal entorno al 5%. La economía mundial actual tiene un crecimiento moderado y desigual, y están apareciendo nuevas estrellas, países que hasta ahora no se habían valorado. Olvídense de los BRICS: estos siete países son las verdaderas estrellas ascendentes que conviene seguir de cerca:


1. Filipinas: La inmensa riqueza en recursos naturales de este país está todavía en gran parte por explotar, y su renta per cápita, estancada desde hace tiempo, sigue siendo inferior a 3.000 dólares (unos 2.300 euros), pero eso significa que tiene mucho margen para crecer. Desde su elección en 2010, el presidente Benigno “Noynoy” Aquino se ha esforzado en cumplir por fin la promesa hecha por su dinastía de devolver a Filipinas el brillo que tenía hace medio siglo, cuando se le consideraba el siguiente tigre del este asiático. Aquino ha dirigido unas reformas económicas que han hecho que el gasto público sea más transparente y ha presionado para aumentar los ingresos fiscales. Y gracias a su éxito en el sector de la deslocalización, la economía filipina ha visto crecer las rentas y extenderse la nueva riqueza.

2. Turquía: Los dos próximos miembros del club formado por las economías de un billón de dólares van a ser unas grandes democracias musulmanas: Indonesia y Turquía. El primer ministro turco, Recep Tayyip Erdogan, ha aportado a su país ortodoxia económica, al controlar la hiperinflación  que estaba disparada cuando llegó al poder en 2003, y normalidad, al ofrecer oportunidades a musulmanes devotos a los que los regímenes laicos anteriores impedía obtener buenos puestos de trabajo. Con ello, en definitiva, incluyó a la mayoría de la población en la economía establecida, y desde ese momento Turquía no ha dejado de prosperar y de aprovechar el éxito de sus exportaciones de automóviles y el auge en el sector de los servicios financieros.

3. Indonesia: Casi todas las economías que han crecido fundamentalmente gracias a la exportación de materias primas -como Brasil y Rusia- han sufrido una brusca desaceleración debido a la crisis económica mundial. Pero Indonesia es una economía impulsada por las materias primas que, sin embargo, ha encontrado el equilibrio: entre su mercado exportador y su saludable economía de consumo, entre el capital nacional y los generadores provinciales de crecimiento, cada vez más dinámicos, y en un líder, Susilo Bambang Yudhoyono, que comprende los principios fundamentales de la reforma económica. Eso hace que el país sea el máximo ejemplo de los tigres del sureste asiático que quedaron neutralizados en la crisis financiera de 1997 pero hoy están volviendo a rugir.

4. Tailandia : Como el resto de sus vecinos, el país sufrió durante la crisis financiera del este de Asia a finales de los 90, cuando la devaluación de la moneda china de pronto restó competitividad al sureste asiático. Sin embargo, a medida que el renminbi se ha revalorizado en los últimos años y los salarios chinos han ido en aumento, la región, y en particular la fabricación en Tailandia, ha vuelto a ser competitiva. La incógnita tailandesa es la tensión política aparentemente interminable entre la capital y el campo. Si la primera ministra Yingluck Shinawatra puede contenerla, Tailandia está bien situada para prosperar como principal corredor comercial de la cuenca del Mekong.


5. Polonia: Entró en la Unión Europea en 2004 y es un caso de país en el momento dulce, el periodo en el que un Estado miembro se ha incorporado a la UE pero todavía no ha adoptado el euro. Es estable, atrae inversiones y recibe subsidios de la Unión, y ha hecho las reformas necesarias en sus instituciones financieras, además de reducir su déficit para cumplir los requisitos de la UE. Al mismo tiempo, no sufre la misma inestabilidad que implica la incorporación al euro (véase Portugal y España). Sigue creciendo a mucha más velocidad que la media europea y no tiene prisa por adoptar la moneda única. De hecho, Polonia confirmó hace poco su condición de modelo de reformistas con una dura revisión de las pensiones que eleva la edad de jubilación a los 67 años, cuando todavía muchos europeos se jubilan antes de los 60.

6. Sri Lanka: Las guerras han desbaratado numerosas economías en pleno crecimiento, pero pocas durante tanto tiempo como en el caso de Sri Lanka, donde la rebelión tamil de los 80 no terminó hasta hace unos cuantos años. Fue un milagro que la economía srilankesa pudiera crecer a un 4-5% durante ese periodo, cuando casi un tercio del territorio y el 15% de la población estaban aislados por los combates. Ahora el país está volviendo a incorporar las provincias que controlaban los rebeldes, y, con su situación estratégica en las rutas navieras entre India y China, y una población muy alfabetizada, debería empezar a crecer a mucha más velocidad.

7. Nigeria: En un país plagado durante años de dirigentes corruptos, el presidente Goodluck Jonathan se ha comprometido a hacer reformas y a fomentar las inversiones en agricultura, petróleo y gas natural y, sobre todo, energía eléctrica. De momento, el volumen de electricidad que genera toda Nigeria es tan poco como el de algunas ciudades pequeñas en Inglaterra, y esa falta de suministro eléctrico fiable hace que el país sea uno de los mercados más caros del mundo para las empresas que desean establecerse. Ahora bien, en un lugar así, no hace falta mucho para mejorar porque el nivel inicial es muy bajo, dado que su renta per cápita es de solo 1.500 dólares. El vuelco histórico que ha supuesto pasar de un mal gobierno a uno bueno, dedicado a mejorar las infraestructuras básicas e impulsar las inversiones, quizá baste para que Nigeria sea el que crezca más rápido del mundo durante los próximos cinco años y, en el proceso, se convierta en la mayor economía del continente africano.

Pobreza: Las mejores pequeñas ideas de 2012

Por Tina Rosenberg - IF (Español)

En la búsqueda de soluciones radicales para la pobreza, a veces se pasan por alto las pequeñas innovaciones que podrían contribuir enormemente a reducir las desigualdades.

A pesar de las lamentaciones que hemos oído este año sobre las desigualdades y los llamamientos a Ocupar esto o aquello, la verdad es que se ha hecho muy poca cosa para cerrar la brecha en la distribución de la riqueza, que, en algunos países, ha alcanzado unas dimensiones dignas de la Edad Dorada de finales del siglo XIX. En Estados Unidos, la economía avanzó a trompicones y la campaña para las elecciones presidenciales absorbió casi todo el oxígeno, mientras que Europa se pasó la mayor parte de 2012 contemplando el abismo. En resumen, ha sido un año muy necesitado de grandes ideas.

Sin embargo, una mirada más allá de los titulares revela una gran abundancia de ideas aparentemente pequeñas que están cambiando el mundo con discreción pero de forma importante. Una de ellas es la de Nadim Matta (número 25 en la lista de Pensadores de este año), cuyo Rapid Results Institute trabaja en todo el mundo a base de ayudar a que la gente se fije objetivos completamente desmesurados a 100 días vista y los cumpla. Hay muchas otras innovaciones que han surgido en sitios en los que casi nadie se fija y que están transformando las vidas de unas personas que suelen pasar inadvertidas: los pobres de todo el mundo.
afganistan
SHAH MARAI/AFP/Getty Images
PAGO POR RENDIMIENTO


- En ayuda exterior: Etiopía quiere que más niños permanezcan en la escuela. El Departamento de Desarrollo Internacional de Reino Unido (en inglés, DFID) quiere ayudar. Lo normal sería que el organismo británico diera dinero a Etiopía para construir colegios, contratar maestros o tomar otras medidas concretas. El Estado etíope tendría que presentar informes periódicos sobre el uso que se le estuviera dando al dinero. ¿El programa serviría de algo? Nadie lo sabría nunca.
Este año está pasando otra cosa: el DFID ha decidido pagar solo cuando se obtenga algún resultado positivo. Etiopía puede hacer lo que quiera para aumentar la asistencia a clase, pero solo obtendrá el dinero cuando haya efectos visibles. Por cada nuevo alumno que haga el examen final de 10º curso (equivalente a 4º de ESO), Etiopía recibirá un pago. Por cada nuevo estudiante que lo apruebe, otro desembolso más.
La idea, que se encuentra en las primeras fases de prueba, procede del Center for Global Development de Washington, que la denomina pago por resultados. Si sale adelante, podría suponer que la ayuda exterior sea más eficaz, porque permite a los países hacer lo que crean que va a funcionar, en vez de seguir unas normas impuestas por un donante lejano. Además podría facilitar el apoyo político a la ayuda exterior en los países ricos. Con este método, la ayuda no se desperdicia jamás; si un programa no funciona, los contribuyentes no pagan.

- Con bonos de impacto social: Muchos males sociales se pueden prevenir, sin que cueste mucho. Dar a los sin techo crónicos una vivienda de apoyo, por ejemplo, mejora sus vidas y ahorra dinero. Hay otros programas que se ha demostrado que previenen la criminalidad o evitan hospitalizaciones.  Además, salen muy baratos. Pero los gobiernos no invierten en prevención, porque tienen muy poca liquidez. Es un círculo vicioso que resulta cada vez más caro.

Este año, Nueva York ha sido la segunda ciudad, después de Peterborough, Inglaterra, en experimentar con un nuevo instrumento financiero que ha despertado interés en todo el mundo: el bono de impacto social. Nueva York quiere poner en marcha un programa para hacer que los jóvenes que han estado en la cárcel de Rikers Island no vuelvan a ella. La firma de inversiones Goldman Sachs está dedicando casi 10 millones de dólares al programa (algo más de 7 millones y medio de euros). El Gobierno devolverá el dinero a Goldman si el programa sale bien, si reduce las recaídas. A cambio, la compañía podrá sacar un beneficio de 2,1 millones de dólares si sale realmente bien. Si fracasa, la Administración no devolverá nada.
Aunque todavía no se han visto resultados, el modelo es tan atractivo que gobiernos de todo el mundo ya están apresurándose a crear bonos de impacto social y las organizaciones de desarrollo están intentando adaptarlos a las necesidades de los países pobres, con objetivos como prevenir la malaria, extender el uso de anticonceptivos o terminar la tarea de erradicar la polio.

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DINERO EN EFECTIVO

- Como asistencia social: Este año, el Banco Mundial hizo un anuncio extraordinario sobre el primero de los Objetivos de Desarrollo del Milenio establecidos por Naciones Unidas, que consiste en reducir la pobreza extrema a la mitad. A pesar de la crisis económica mundial de los últimos años, el objetivo se ha conseguido, cinco años antes de que se agote el plazo fijado. Un motivo importante es el crecimiento económico de China. Pero la segunda razón es seguramente un programa de asistencia social llamado Transferencias  Condicionadas en Efectivo, TCE.

Las TCE nacieron casi al mismo tiempo en México y Brasil, que todavía se disputan el mérito. México, a través del antiguo viceministro de Finanzas, Santiago Levy, tuvo el primer programa de ámbito nacional, pero Brasil, gracias a los esfuerzos del ex gobernador de Brasilia, Cristovam Buarque, fue el primero en poner la idea en práctica. El modelo consiste en dar a los más pobres dinero en efectivo para aliviar la pobreza ahora, pero con la condición de que lleven a cabo acciones que ayuden a la siguiente generación. En el programa Oportunidades de México, que abarca la quinta parte del país, las familias obtienen dinero si mantienen a sus hijos en la escuela, hacen visitas periódicas al médico y asisten a talleres de salud sobre temas como nutrición y prevención de la fiebre del dengue. En Brasil, el programa ha contribuido a lograr una reducción asombrosa de las desigualdades.

La novedad de las TCE es su aplicación prácticamente en todas partes. Impulsadas por el Banco Mundial y el Banco Interamericano de Desarrollo, se utilizan ya en al menos 35 países y llegan a 500 millones de personas. En muchos países, este programa es el primer sistema de asistencia social que ha habido nunca, o el primero que funciona. Las TCE suelen tener éxito porque dar dinero es, relativamente, fácil de hacer incluso para los gobiernos ineptos. Lo difícil es que, cuando los beneficiarios aumentan su uso de clínicas y colegios, los países tienen que construir más centros y en lugares en los que antes no existían.

- Como forma de ayuda en lugar de alimentos: Cuando se produce una hambruna, los países ricos tienden a donar alimentos, en especial Estados Unidos, el mayor donante de ayuda alimentaria de emergencia. El envío de cereales al extranjero se puso en marcha como una forma de ayudar a los agricultores estadounidenses. Pero siempre ha sido un sistema pésimo para ayudar a las poblaciones hambrientas. Es ineficaz: el envío y el almacenamiento cuestan tanto como la comida y los costes del transporte están subiendo en paralelo a los precios del crudo. Además es lento: la gente hambrienta necesita comida ya, no de aquí a cuatro o seis meses.

¿Qué otra cosa hay que funcione mejor? El dinero o su equivalente en vales. La idea es vieja: aparecía ya, entre otros lugares, en el libro de Amartya Sen y Jean Drèze Hunger and Public Action, de 1989.  La diferencia es que ahora, por fin, tiene verdadera aceptación entre los donantes de ayuda alimentaria. El Programa Mundial de Alimentos está dejando de enviar cereal para utilizar dinero -este año un tercio de sus cesiones se harán en dinero o vales-, igual que otros grandes donantes como Gran Bretaña. El que se resiste es Estados Unidos.

En algunos lugares que padecen hambre, el cereal es necesario porque no se puede encontrar nada de comida. En otros, sin embargo, el mercado está activo; o lo estaría, si la gente pudiera comprar algo.
El dinero tiene además otras ventajas. Permite a la gente comprar los alimentos que comen de forma habitual y ayuda a los agricultores y comerciantes locales, que muchas veces se quedan sin trabajo cuando los cereales llegan de fuera. Además, dar dinero elimina las horribles aglomeraciones para coger un saco de trigo arrojado desde un camión, que impide que coman los más débiles y roban a todo el mundo su dignidad.

- Para sustituir a los campos de refugiados: Los más de 100.000 refugiados sirios en Líbano, como los de todo el mundo, obtienen ayuda de organismos de la ONU como el Programa Mundial de Alimentos y la Oficina del Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR). Pero Líbano no les ha proporcionado un campamento; reciben vales para comprar comida en las tiendas locales. Los refugiados de las guerras de Irak, Siria y Jordania recibían tarjetas bancarias. Sacaban dinero de cajeros automáticos, compraban comida y pagaban el alquiler. Vivían una vida lo más normal posible.

Los campos de refugiados salvan vidas; millones de vidas. Lo malo es que, cuando la emergencia ha pasado, el campo se mantiene. El complejo de refugiados más antiguo del mundo, en Dadaab, al norte de Kenia, tiene 20 años de edad y hay gente que no ha salido nunca de él. En muchos campamentos, los refugiados son en realidad prisioneros, de modo que son doblemente víctimas.

El Comité para Refugiados e Inmigrantes de la ONU lleva años tratando de conseguir alternativas a lo que denomina el almacenamiento de los refugiados. Las alternativas empiezan a asentarse: hoy, ACNUR busca maneras de ayudar a los refugiados fuera de los recintos y les proporciona dinero y servicios. Este método es eficaz, sobre todo, cuando el dinero que se iba a gastar en los campos se da no solo a los refugiados sino también a sus anfitriones, para sufragar los servicios que utilizan aquellos.

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SHAH MARAI/AFP/Getty Images
   
LOS HIJOS DE LOS MICROCRÉDITOS

- Microseguros: Los microcréditos pequeños préstamos ofrecidos a personas pobres sin los avales habituales, que fueron una idea revolucionaria cuando el bangladesí Mohamed Yunus empezó a proponerla hace 38 años- son ya tan mayores que tienen hijos. Y esos derivados prometen ayudar a los pobres de maneras que el crédito, por sí solo, no puede.

Este ha sido el año de los microseguros, que hoy cubren a unos 500 millones de personas con pequeñas pólizas para proteger sus vidas, su salud, sus cosechas y sus vehículos. Los pobres necesitan todavía más seguros que los ricos. Con un seguro, una persona puede asumir riesgos económicos importantes, como mantener a sus hijos escolarizados o plantar toda su tierra, en vez de hacerlo solo en un trozo para ahorrar dinero.

Sin embargo, antes, las compañías de seguros no podían suscribir micropólizas; el coste de emitir un seguro de 20 dólares es el mismo que el de uno de 200.000. Necesitaban métodos baratos para evaluar riesgos y daños, vender pólizas y pagar reclamaciones. Ahora existen esos canales. Por ejemplo, los pequeños agricultores pueden asegurar sus cosechas gracias a los datos localizados sobre el tiempo que suministran los satélites y los observatorios meteorológicos informatizados. Si tienen información sobre las precipitaciones, las compañías no necesitan hacer costosas visitas a las granjas para verificar los daños en la cosecha. Además, pueden vender sus pólizas y hacer sus pagos a través del móvil, gracias a la difusión de la banca por teléfono móvil en África.

- Microfranquicias: El microcrédito proporciona... crédito. Todos los demás elementos que forman un negocio dependen de quien lo pide. Pero no todo el mundo quiere ser empresario y en todas partes es frecuente que haya negocios nuevos que fracasen. Por eso, del microcrédito nació la microfranquicia. ¿Se acuerdan de “Avon llama a su puerta”? La vendedora tiene una microfranquicia, ha pedido un préstamo y le han dado una tienda metida en una caja.

Puede que existan ya unas 2.000 empresas de microfranquicias en los países pobres, entre ellas Fan Milk, con 25.000 vendedores ambulantes que distribuyen en bicicleta helado y zumos en siete países de África Occidental y Ruma, con una red de 100.000 comerciantes callejeros que venden minutos de teléfono móvil en toda Indonesia. Ahora, la microfranquicia está sumiendo un papel distinto: organizaciones nuevas como Living Goods en Uganda ayudan a las personas pobres a poner en marcha negocios de venta de medicamentos, alimentos con suplementos nutricionales o filtros de agua a campesinos que si no, no sabrían o no podrían comprar esos productos. La idea actual con la microfranquicia es convertirla en un canal de distribución sostenible -con una marca conocida, un modelo probado, formación y un inventario comprado a precios de mayorista- para hacer llegar bienes fundamentales a manos de los pobres.

Estas ideas tienen tres hilos en común. Todas ellas traspasan el poder de los donantes a los pobres: permiten que las personas decidan qué quieren comprar con el dinero y que los gobiernos determinen la mejor forma de combatir los problemas sociales. Todas ellas sacan a la luz nuevos recursos: los Estados están encontrando inversores privados dispuestos a subvencionar los programas, disponer de un seguro hace que los escasos bienes de los pobres valgan más y las donaciones que se hacen en efectivo y no en especie estimulan la energía de sus beneficiarios. Por último, todas estas innovaciones son, de una u otra forma, productos financieros. Las desigualdades son tenaces porque las personas que están en la cima de la sociedad rechazan los ataques contra sus excesos. Pero he aquí una idea revolucionaria: tal vez la creatividad financiera pueda empezar, por fin, a ayudar a reducir las desigualdades haciendo que suba la capa que está abajo del todo.

Deshacerse de estos ocho indeseables.


Por Kenneth Roth -IF (Español)

He aquí los países con los que Obama debería endurecer su postura.

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JIM WATSON/AFP/Getty Images

Durante la campaña presidencial estadounidense, el aspirante republicano Mitt Romney divulgó la famosa acusación de que Obama había "lanzado bajo un autobús a aliados como Israel". Se trataba de una extraña descripción de una política que presenció cómo el presidente realizaba solo un breve, y abandonado, intento de limitar la expansión de los asentamientos, la ausencia de esfuerzos serios para detener el trato discriminatorio (bajo el principio de "separados y no iguales") de los palestinos en las zonas bajo control israelí de Cisjordania y un decidido impulso encaminado a garantizar que el Tribunal Penal Internacional no tendrá jurisdicción sobre crímenes de guerra cometidos en territorio palestino.

Pero sí hay gran cantidad de gobiernos que merecen, sino ser empujados bajo el autobús, al menos que se les muestre la puerta de salida cuando de lo que se trata es del apoyo incondicional de EE UU. Los denominados realistas ofrecerán su habitual racionalización para ignorar este consejo. Su concepción de lo que constituye el interés nacional, no obstante, está pasada de moda en un mundo en el que las comunicaciones modernas facilitan que la gente se una alrededor de quejas comunes y hacen que sea peligroso para los Estados ignorarlas. Si algo enseñó la primavera árabe es la locura que supone confiar en figuras autoritarias para lograr la estabilidad.

En este nuevo mundo, defender los derechos humanos no solo refleja los valores de Estados Unidos sino también sus intereses. Es algo que debería estar en el mismo centro de la política estadounidense, no convertirse en una opción de conveniencia. Si Obama desea reforzar su legado en su segundo mandato, podría, y debería, endurecer su postura ante algunos de los amigos y aliados más desagradables del país. Este sería un buen comienzo:

Afganistán
Ahora que el Pentágono se retira, cuenta con el presidente afgano para que colabore con la transición planificada para 2014. Pero la Administración Obama no ha utilizado su considerable capacidad de influencia para disuadir a Karzai de que deje de quebrantar los derechos de las mujeres, nombre a un presunto torturador como responsable de los servicios de inteligencia, tolere la corrupción desenfrenada o bloquee los intentos de hacer que los señores de la guerra que tiene como aliados respondan por sus acciones.

Uzbekistán
Durante el levantamiento de 2005 en la ciudad de Andijan, el presidente uzbeco, Islam Karimov, ordenó a las tropas que rodearan a los manifestantes y dispararan a todo lo que se moviera. Cientos de personas fueron asesinadas. Su Gobierno tortura a los disidentes de forma sistemática y los encarcela por periodos de 15 a 20 años. Algunos han sido hervidos vivos. A pesar de todo, la Administración Obama minimiza sus brutales prácticas —y levantó sus restricciones para venderle equipamiento militar— porque Uzbekistán proporciona una alternativa a Pakistán para el reabastecimiento de las tropas en Afganistán. Especialmente, en la medida en que desaparezca esta razón fundamental, este pacto con el diablo debería llegar a su fin.

Camboya
En sus 28 años como primer ministro, Hun Sen, ha dirigido el exterminio de innumerables oponentes políticos mientras incrementaba su control sobre el Ejército, la policía y los tribunales. Pero la Administración Obama no ha hecho casi nada para disuadirle de que cree un Estado de partido único —por ejemplo insistiendo en que se permita regresar al líder de la oposición en el exilio Sam Rainsy sin temor a ser detenido— y no ha establecido condiciones para aumentar los lazos militares o la ayuda. Camboya es el lugar en el que el presidente estadounidense debería demostrar que su eje asiático no es en realidad una competición con China por la lealtad de los autócratas de la región, sino una visión para la democracia asiática.

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AFP/Getty Images
 
Ruanda
Liderado por el presidente Paul Kagame, el Gobierno ruandés lleva mucho tiempo beneficiándose del sentimiento de culpa de Washington por el genocidio (la Administración de Bill Clinton se quedó de brazos cruzados durante la masacre en 1994 de más de medio millón de personas) y de la admiración por sus avances en la reconstrucción del país. Pero el propio Frente Patriótico Ruandés, que se convirtió en el Ejército Ruandas, asesinó a decenas de miles de civiles en la década de los 90; el Ejecutivo usa las detenciones y la violencia para callar a la oposición política y los militares, pese a las persistentes negaciones del Estado, ha apoyado activamente a una sucesión de grupos rebeldes en la vecina República Democrática del Congo. Ante la insistencia del Congreso estadounidense, Washington ha suspendido, finalmente, parte de la asistencia militar a Ruanda, pero aún continúa entrometiéndose de forma política a favor del Gobierno y restando importancia a sus crímenes. Como se ha visto con su apoyo militar a la sanguinaria rebelión del M23 en el Congo oriental.

Etiopía
Washington se ha mostrado ciego a la, cada vez más dura, represión que llevó a cabo el difunto primer ministro etíope, Meles Zenawi, que falleció en agosto. A cambio de la ayuda de Etiopía para luchar contra el terrorismo y combatir a los militantes de Al Shabab en Somalia, la Administración Obama sofocó sus críticas a los crímenes de guerra de las fuerzas de seguridad y las restricciones del Gobierno sobre la sociedad civil, la detención de periodistas, la violencia contra manifestantes y la puesta en marcha de políticas de desarrollo que perjudican a la oposición política.

Arabia Saudí
Sí, tiene enormes cantidades de petróleo, pero los saudíes, que necesitan dinero en efectivo para alimentar su Estado del bienestar, van a venderlo independientemente de cómo les trate Obama. Mientras la monarquía saudí retiene a miles de personas con detenciones arbitrarias, impone restricciones arcaicas a las mujeres, suprime gran parte de la disidencia, maltrata a su minoría chií e insiste en que el vecino Bahréin aplaste a su movimiento a favor de la democracia, Obama se ha mantenido en silencio.

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AFP/Gettyimages
Bahréin
El país es la más patente excepción a la postura de Obama, en general, de apoyo hacia los manifestantes de la primavera árabe. La familia Al Khalifa, que ostenta el poder, utiliza fuerza letal, torturas y arrestos arbitrarios para reprimir las protestas. No obstante, por deferencia a la sensibilidad saudí y temor a perder la base para la Quinta Flota de la Marina estadounidense, la Administración estadounidense ha permitido que una relación guiada por sus intereses de seguridad se imponga a su preocupación por los derechos de los ciudadanos de Bahréin —un criterio selectivo que socava su apoyo general a la libertad árabe—.

México
Los cárteles de la droga del país han cometido crímenes horribles, pero también lo han hecho las fuerzas de seguridad que el ex presidente, Felipe Calderón, envío para combatirlos. Obama elogiaba de forma sistemática la "gran valentía" de Calderón en su lucha contra los narcotraficantes sin dirigir una palabra a los extendidos abusos de la policía y el Ejército. La Administración ha enviado cerca de 2.000 millones de dólares para apuntalar la lucha antidroga de México, a pesar de las amplias evidencias de violaciones de los derechos humanos y de la existencia de unas fuerzas de seguridad tan corruptas que el Gobierno mexicano ha tenido que recurrir a su Marina para luchar contra los cárteles.

Las guerras de 2013


Por Louise Arbour - IF (Español)
Desde Turquía hasta Congo, he aquí los conflictos que amenazarán la estabilidad mundial en este año.

Cada año, en todo el mundo, se agravan viejos conflictos, surgen otros nuevos y, de vez en cuando, algunas situaciones mejoran. No son pocos los nubarrones que se ciernen sobre el año 2013: vuelve a haber una serie de focos, viejos y nuevos, que serán una amenaza para la seguridad mundial.
No cabe duda de que casi todas las listas tienen algo de arbitrarias y ésta sobre las crisis que hay que observar en 2013 no es ninguna excepción. Lo que para una persona es una prioridad puede ser secundario para otra, un grito de alarma de un analista puede ser catastrofismo para otro. En algunas situaciones -Asia Central, por ejemplo-, tiene verdadero sentido emprender acciones preventivas: todavía no se ha llegado al caos. Ahora, más complicado es prever cuándo ocurrirá, qué lo desencadenará y qué gravedad tendrá. En otros -Siria, desde luego-, la catástrofe ya se ha producido, por lo que la mera idea de hablar de prevención puede parecer absurda. No tiene ningún sentido, aparte del de prevenir que la pesadilla empeore o se extienda.
siria
FRANCISCO LEONG/AFP/Getty Images

Lo que sigue, por tanto, es una lista de las 10 peores crisis que no incluye la violencia permanente y relacionada con las drogas en México, las tensiones crecientes en el Mar del Este de China, ni la posibilidad de conflicto en la Península de Corea tras el lanzamiento de un cohete por parte de Pyongyang. Por si esa mezcla no fuera suficientemente peligrosa, hay nuevos dirigentes en China, Japón y a los dos lados de la zona desmilitarizada de Corea, que tal vez se sientan obligados a pulir sus credenciales nacionalistas con medidas agresivas. Tampoco menciono las próximas elecciones en Zimbabue, el trauma continuo en Somalia ni los rumores de guerra frente al programa nuclear iraní. Cualquiera de estas crisis tiene méritos para figurar en una lista de las 10 peores.

El hecho de centrarse en países concretos también hace que sea más difícil destacar varias corrientes y tensiones subterráneas presentes en unas crisis y otras que probablemente veremos en este año. Por eso, antes de comenzar nuestra lista, he aquí cuatro breves ejemplos.
Las elecciones, como sabemos, suponen una enorme tensión para las poblaciones: son un bien a largo plazo que puede plantear problemas inmediatos. Las presidenciales de 2011 en la República Democrática del Congo no superaron ese obstáculo y la violencia actual en las provincias orientales del país se debe, al menos en parte, a un hundimiento de la gobernanza que los comicios incluso contribuyeron a agudizar. En el año que comienza habrá que prestar mucha atención a cómo afrontan Kenia y Zimbabue sus respectivos sufragios y a la reacción que tengan la región y el mundo.

Una tensión similar existe entre los beneficios a largo plazo de la justicia -que promueve la rendición de cuentas y se ocupa de dar respuesta a las quejas acumuladas- y la realidad de que a menudo puede suponer riesgos inmediatos. En Yemen, Sudán, Siria, Libia, Kenia y Colombia, entre otros países, el debate entre justicia o paz está necesitado de ideas nuevas.

Además, el papel de las sanciones en la prevención de conflictos parece incluir muchas veces un diálogo de sordos. ¿Las sanciones fomentaron los cambios en Myanmar, o solo sirvieron para castigar a la población y no a los gobernantes? ¿Se han convertido en parte del problema en Zimbabue, en vez de ser un motor del cambio? Y, sobre todo, ¿cómo ayudarán a desactivar la crisis nuclear iraní, si parecen indicar a Teherán que el objetivo no es cambiar el comportamiento del régimen sino el régimen en sí? Tal vez le convendría a la comunidad internacional evitar la tentación de imponer sanciones como respuesta automática ante una situación dada; las sanciones solo son eficaces dentro de una estrategia coherente e integral, no como sustitutivo.

Por último, una nota sobre el imperio de la ley. Con demasiada frecuencia, vemos utilizada esta manida expresión en el sentido del “imperio a través de la ley”, es decir, unos gobernantes autoritarios que cooptan el lenguaje y los aditamentos de la democracia y utilizan la ley para acosar en vez de proteger. De ahí que utilicen la ley como instrumento de coacción y no de protección; de ahí que usen la tendencia de la comunidad internacional a entrenar y equipar a fuerzas del orden que, desde el punto de vista de los ciudadanos a quienes deben cuidar, no tienen ninguna necesidad de ser aún más duchos en las técnicas de represión. La comunidad internacional necesita estar más alerta ante esta farsa y centrarse más en la sustancia del imperio de la ley -sobre todo, tal vez, en el concepto de ingualdad ante la ley- que en su forma.

Asimismo, es posible que las leyes de la guerra tengan que adaptarse a la naturaleza cambiante de la guerra moderna. La guerra asimétrica y el lenguaje de la guerra contra el terror ponen en tela de juicio la crucial distinción entre “combatientes” y “civiles”. La tecnología también plantea nuevos dilemas. Pese a las afirmaciones de que tienen una precisión quirúrgica, los ataques con aviones no tripulados producen daños civiles colaterales difíciles de medir, mientras que el otro bando no corre ningún riesgo de sufrir bajas entre sus militares. En algunos casos, además, estos aviones pueden ser contraproducentes: aterrorizan y traumatizan a las comunidades afectadas, lo cual puede incrementar el apoyo a los grupos radicales.

Es difícil transmitir todo esto en una lista. Sin embargo, dicho esto, aquí están las 10 peores amenazas mundiales para el año que comienza. Como, en el fondo, somos optimistas, incluye un apéndice de tres países en los que los recientes acontecimientos permiten pensar que, tal vez, este año traiga la paz, en lugar del tormento. Desde luego, eso es lo que deseamos para todos.

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ADRIANE OHANESIAN/AFP/Getty Images
 
Sudán
Como era de esperar, el problema de Sudán no desapareció con la escisión del Sur en 2011. La guerra civil, alimentada por la concentración de poder y los recursos en manos de una pequeña élite, sigue asolando el país y amenaza con desembocar en una desintegración aún mayor. Las divisiones en el interior del Partido del Congreso Nacional (PCN), en el Gobierno, el creciente malestar popular y una crisis económica nacional permanente pueden contribuir a destruir Sudán.

Por desgracia, hace 10 años, la situación era prácticamente idéntica, solo que entonces Jartum luchaba contra el Movimiento de Liberación del Pueblo de Sudán (MLPS), que representaba a todo el Sur, mientras que ahora las arcas del Gobierno están agotándose por los combates permanentes contra el Frente Revolucionario de Sudán, una alianza de varios grupos rebeldes importantes de los estados de Darfur, Kordofán del Sur y el Nilo Azul. Las víctimas, como siempre, son los civiles atrapados en medio. Igual que ocurrió en el Sur, el Ejecutivo ha pretendido utilizar el acceso a la ayuda humanitaria como instrumento de chantaje y la hambruna en masa como parte de su estrategia militar.

La única solución duradera tiene que ser integral y reunir a todas las partes interesadas para reformar el uso que se hace del poder un un país tan grande y variado. A largo plazo, el statu quo -guerra constante, millones de desplazados, miles de millones gastados en ayuda- es intolerable para todos. Para que se llegue a una solución definitiva, el PCN y los actores internacionales tendrán que ofrecer mucho más que en otras ocasiones: primero, un proceso de diálogo que incluya a todos y segundo, incentivos económicos y políticos.
Turquía/PKK

Un tiempo helador en las montañas durante el otoño y el invierno ha disminuido los combates en la larga guerra de insurgencia que libra el Partido de los Trabajadores del Kurdistán turco (PKK), pero no hay buenos presagios para la primavera de 2013. Ya han muerto 870 personas desde que el PKK reanudó sus ataques y las fuerzas de seguridad reactivaron sus operaciones antiterroristas a mediados de 2011. Es el número de víctimas más elevado desde los 90.

Las tensiones políticas en Turquía también van en aumento, a medida que el movimiento legal de los kurdos, el Partido Paz y Democracia (BDP), asume una línea cada vez más similar a la del PKK. El primer ministro, Recep Tayyip Erdogan, ha amenazado con levantar la inmunidad de su representante parlamentario para que pueda ser procesado y el Estado ha detenido desde 2009 a varios miles de activistas kurdos por terrorismo favorable al PKK, si bien no son muchos los acusados de actos violentos.

El Gobierno turco también ha interrumpido las negociaciones secretas que mantuvo con el PKK entre 2005 y 2011 y ha abandonado la mayor parte de la apertura democrática que había ofrecido esperanzas de más igualdad y justicia a los kurdos de Turquía, entre 12 y 15 millones, el 20% de la población del país. El Gobierno todavía podría ganarse a la mayoría de los kurdos si anunciara una amplia serie de reformas. Entre ellas, el lanzamiento de un proceso para proporcionar educación en las lenguas maternas, la modificación de la ley electoral con el fin de reducir los obstáculos electorales y de financiación, una mayor descentralización de las 81 provincias turcas y el fin de toda discriminación en la Constitución y las leyes del país. Además tendría que trabajar para lograr un alto el fuego, instar a los rebeldes a cesar los ataques, evitar las operaciones militares a gran escala -incluidos los bombardeos aéreos- y resistir las presiones para responder con acciones armadas cada vez más enérgicas.

Ahora bien, la probabilidad de que el Ejecutivo practique este giro de 180 grados es escasa. Da la impresión de que Erdogan ambiciona vencer en las elecciones presidenciales de 2014 y para ello se está alineando, cada vez más, con los votantes nacionalistas y de extrema derecha. Las facciones más militaristas del PKK, envalentonadas por los éxitos de sus aliados en Siria, también están haciéndose con el poder y, seguramente, continuarán sus intentos de apoderarse de las zonas del sureste y atacar los símbolos del Estado turco en 2013.

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BAY ISMOYO/AFP/Gettyimages
Afganistán, asolado por los enfrentamientos internos y la corrupción, el Gobierno afgano no está, ni mucho menos, preparado para asumir la responsabilidad de su propia seguridad cuando las fuerzas militares de Estados Unidos y la OTAN se retiren en 2014. En 2012 las relaciones con Washington siguieron deteriorándose, sobre todo cuando en febrero murieron decenas de personas tras las informaciones de que las tropas estadounidenses habían quemado docenas de ejemplares del Corán y otros textos religiosos, y cuando el soldado norteamericano Robert Bales, en marzo, disparó contra 17 campesinos, incluidos nueve niños, en la provincia meridional de Kandahar. Desde entonces, una avalancha de ataques internos ha contribuido a aumentar la desconfianza entre los jefes militares afganos y estadounidenses, y varios incidentes de fuego amigo han minado la moral de las Fuerzas Nacionaldes de Seguridad de Afganistán.

La próxima transición política en Kabul es más importante aún para el futuro del país y toda la región. Aunque el presidente, Hamid Karzai, ha anunciado su intención de retirarse tranquilamente cuando termine su mandato, en 2014, existen temores de que trate de seguir influyendo, directa o indirectamente, en el Gobierno que salga de las urnas. Unas elecciones creíbles -algo que Afganistán no ha experimentado todavía- podrían construir cierto consenso nacional y reforzar la confianza popular en las capacidades del Ejecutivo.

La mejor garantía de estabilidad para el país es garantizar la legalidad democrática durante la transición política y militar en 2013 y 2014. Si las autoridades no lo consiguen, el importantísimo periodo que se avecina generará terribles divisiones y conflictos dentro de la clase dirigente, que los rebeldes talibanes se apresurarán a explotar. Si la situación empeora, el resultado podría ser la fragmentación de los servicios de seguridad y un gran conflicto interno. Todavía hay ciertas posibilidades de progresar, y debemos conservar la esperanza, pero el plazo para hacer algo está terminándose.
Pakistán

Los ataques con aviones no tripulados siguieron causando tensiones entre Estados Unidos y Pakistán en 2012, aunque las rutas de abastecimiento de la OTAN se reabrieron a principios de julio después de que EE UU pidiera disculpas por un ataque mortal contra soldados paquistaníes en noviembre de 2011. También hubo ciertos avances políticos entre Pakistán y Afganistán: los dos unieron sus fuerzas en diciembre para pedir a los talibanes y otros grupos insurgentes que se sumaran a unas negociaciones de paz.

Con la previsión de nuevas elecciones en 2013, el Ejecutivo y la oposición paquistaníes deben poner en marcha varias medidas urgentes y fundamentales para reformar la comisión electoral y consolidar la transición a la democracia. El Partido del Pueblo Paquistaní, en el Gobierno, y su principal oposición parlamentaria, la Liga Musulmana de Nawaz Sharif, deben dejar a un lado sus diferencias y concentrarse en impedir que el Ejército, que siempre se ha inmiscuido en la política, obstaculice ahora la vida democrática.

Tampoco deben permitir que el aparato judicial, cada vez más intervencionista y aparentemente empeñado en desestabilizar el orden político, desbarate la oportunidad que tiene el país de hacer su primer traspaso pacífico de poder de un Gobierno elegido a otro, mediante unos comicios creíbles.

Las crisis humanitarias de Pakistán también necesitan que el Estado y la comunidad internacional les presten urgente atención. Tres años sucesivos de inundaciones devastadoras han puesto en peligro las vidas de millones de personas y las operaciones militares y las acciones de los rebeldes han desplazado a cientos de miles de personas. Estas dos crisis han dado a los grupos islamistas radicales la oportunidad de reclutar miembros y han aumentado las posibilidades de un conflicto. Desde que comenzó la transición democrática en Pakistán, en 2008, ha habido algún progreso, pero en 2013 será necesario hacer mucho más para que el Gobierno federal y los gestores provinciales puedan ofrecer una respuesta apropiada a las catástrofes y facilitar la recuperación.
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ABDELHAK SENNA/AFP/Getty Images
 
Sahel: Malí, Nigeria y otros lugares

En 2012 se agravó en varios frentes la inestabilidad en la región africana del Sahel. Los intentos de invertir esa tendencia serán una prioridad para muchos países este año. Malí -donde un golpe militar derrocó al Gobierno en marzo, mientras que los separatistas y los fundamentalistas asociados a Al Qaeda se apoderaron del norte del país- ocupa el primer lugar entre los problemas de la zona.
En el año que comienza veremos la puesta en marcha de una intervención internacional necesaria en Malí y, seguramente más importante, un proceso político para reunificar el país. Respecto a lo primero, la Comunidad Económica de Estados de África Occidental (ECOWAS) y la Unión Africana (UA) ya han aprobado una misión de 3.300 soldados para ayudar al Estado maliense a recuperar el control del Norte, hoy en manos de los combatientes islamistas, a la espera de que el Consejo de Seguridad de la ONU apruebe la medida.

El miedo a una intervención interminable ha hecho que muchos sectores se muestren reacios a enviar una fuerza internacional al vasto desierto septentrional, pero los peligros de no actuar son igual de graves. El despliegue de tropas sobre el terreno requerirá cierto tiempo, igual que la reestructuración y el entrenamiento de unidades malienses a cargo de una misión enviada por la Unión Europea.

En el aspecto político, es preciso garantizar que el proceso de reunificación del país sea, de verdad, integrador. Algunos de los grupos que controlan la parte norte son claramente imposibles: son terroristas y no están interesados en acudir a la mesa de negociaciones. Pero otros pueden estar más dispuestos a pactar. Todo dependerá, en gran parte, de la dirección política y militar del Gobierno de Malí, que se encuentra en una situación inestable después de que el Ejército obligara al primer ministro a dimitir en diciembre. El primer ministro nuevo, que parece más tratable, podría facilitar un diálogo nacional que ayude a diseñar una hoja de ruta para resolver la crisis política y organizar unas elecciones en 2013. Sin embargo, dado que los responsables del golpe militar muestran una afición preocupante a inmiscuirse en la vida civil, el futuro sigue siendo inseguro.

La región del Sahel tiene otro conflicto muy inquietante en el norte de Nigeria, donde en los últimos años ha habido miles de muertes que se atribuyen al grupo islamista radical Boko Haram. La reacción del Gobierno ha sido una mezcla desigual de declaraciones confusas sobre posibles negociaciones y medidas de seguridad estrictas, y a menudo indiscriminadas, que quizá han agravado la violencia y han facilitado el reclutamiento de extremistas. Sin una atención concertada y un cambio radical de política por parte del Ejecutivo, 2013 será otro año sangriento en el norte de Nigeria.

República Democrática del Congo, cuando, en abril de 2012, se amotinaron en el este del país los rebeldes del M23, antiguos rebeldes que pasaron a formar parte del Ejército para después volver a convertirse en rebeldes, hubo una clara sensación de déja vu. Una vez más, tras tantos años de conflicto, los actores regionales e internacionales se las ven y se las desean para contener a un grupo insurgente -con un abanico de demandas teóricamente internas pero que se beneficia, sin la menor duda, del apoyo de fuerzas externas- y evitar otra guerra regional en la RDC. Las consecuencias de la última oleada de violencia han sido trágicas para la población civil: se habla de violaciones de los derechos humanos a gran escala, ejecuciones extrajudiciales que afectan a la sociedad civil y desplazamientos masivos de la población local.

Los esfuerzos mediadores de la Conferencia Internacional de la Región de los Grandes Lagos han servido para que el M23 se retirase de la ciudad oriental de Goma y se entablaran unas conversaciones de paz, pero el riesgo de que se repita la rebelión y se extienda la violencia sigue presente. En ocasiones anteriores, los intentos de reconstrucción después de otros conflictos en la RDC tuvieron escaso éxito. Si no se presiona lo suficiente tanto al Gobierno del Congo como a los rebeldes respaldados por Ruanda para que lleven a cabo unas reformas cruciales en la forma de gobernar e inicien el diálogo político, la triste historia de conflicto civil volverá a repetirse en 2013.

La desoladora situación del Congo debería obligar a la comunidad internacional a examinar con seriedad su propio comportamiento. Diez años después de que hubiera un compromiso masivo de apoyar la estabilidad en la RDC, proporcionar legitimidad al Gobierno de Kinshasha y proteger a la población civil del este del país, la situación es cada vez peor. El Ejecutivo del presidente Joseph Kabila carece de apoyo nacional; los ciudadanos de las provincias orientales de Kivu, pese a la presencia de la fuerza de paz más numerosa que jamás ha enviado la ONU, siguen lamentablemente desprotegidos y la integridad del país depende de los caprichos de sus vecinos depredadores.
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En Kenia, a pesar de las reformas para abordar los fallos y la violencia de las elecciones de 2007 en Kenia, sigue habiendo importantes motivos estructurales de conflicto. El paro juvenil, la pobreza y las desigualdades son muy elevados, la reforma del sector de la seguridad se ha paralizado y las disputas territoriales siguen agudizando la polarización étnica. A medida que se aproximan las elecciones previstas para marzo de 2013, el peligro de violencia política aumenta.

Dos de los principales aspirantes a ocupar la presidencia, Uhuru Kenyatta y William Ruto, están acusados de crímenes contra la humanidad y deben comparecer en un juicio en la Corte Penal Internacional en abril de 2013, lo cual permite pensar que, por fin, se está llevando a cabo un intento serio de eliminar la histórica inmunidad de las élites políticas. Pero también podría ocurrir que los dos casos acaben con las esperanzas de exigir responsabilidades si se agravan las tensiones étnicas o se empaña la imagen de los adversarios políticos, lo cual podría desembocar en un nuevo estallido de violencia.

Que un acusado sea presidente o vicepresidente tendrá enormes repercusiones no solo en las relaciones exteriores de Kenia sino también en las reformas internas. Las elecciones de 2013 se desarrollarán, probablemente, en medio de amenazas de ataques por parte del grupo terrorista al Shabab, que tiene su cuartel general en Somalia, y las protestas del separatista Consejo Republicano de Mombasa. Cualquiera de las dos cosas podrían provocar una reacción contra las numerosas comunidades étnicas somalí y musulmana del país y, como consecuencia, aún más desestabilización en un año que en cualquier caso será difícil para Kenia.

En Siria y Líbano, el conflicto en Siria ha sufrido numerosos empeoramientos y, probablemente, lo seguirá haciendo. El régimen ha demostrado que es difícil derrocarlo y sus enemigos, que es todavía más complicado eliminarlos. Mientras en la región y en el mundo se especula sobre la próxima caída del Gobierno, es evidente que las primeras etapas después de El Assad estarán llenas de peligros, no solo para la población siria sino para la zona en general. El mero hecho de sobrevivir al invierno será difícil, porque cada vez son más los habitantes desplazados, hay barrios enteros que han sido arrasados, las instituciones del Estado están cada vez más erosionadas y la ayuda internacional no es suficiente.

La estrategia del presidente Bashar el Assad para hacer frente a quienes se le oponían ha desgarrado a la sociedad siria. La radicalización gradual que ha experimentado la oposición como consecuencia de ello ha generado un ciclo retroalimentado en el que ambas partes se fían cada vez más de las soluciones militares en vez de las políticas. A medida que las comunidades religiosas y étnicas de Siria se han ido polarizando, los partidarios del régimen se han atrincherado y han cometido atrocidades espoleadas por su impresión de que están en una situación en la que “o matan o les matan” y sus temores a las represalias generalizadas cuando caiga el presidente.

La violencia que devora a Siria ha creado además un terreno fértil para los islamistas suníes más inflexibles, que han conseguido reunir a su alrededor a los desencantados con Occidente, entre otras cosas gracias a su acceso al dinero de los países árabes del Golfo y los conocimientos militares yihadistas adquiridos en otros países. Para invertir esta tendencia, la oposición necesita articular una visión más creíble y menos nihilista del futuro, los miembros de la comunidad internacional tienen que coordinar sus políticas y esta lucha militar tan peligrosa debe avanzar hacia una solución política.

Como era inevitable, en especial debido al trasfondo sectario que ha adquirido el conflicto, la guerra de Siria está traspasando ya la frontera con Líbano. La historia no ofrece buenos presagios: Beirut no suele ser inmune a la influencia de Damasco. Es fundamental que los líderes libaneses aborden los defectos esenciales de su estructura de gobierno, que agudiza las divisiones internas y hacen que el país sea vulnerable al caos en el vecino.
  tayikistan  
 
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Asia Central
Esta región ofrece toda una lista de países al borde del abismo. Tayikistán entra en 2013 sin nada bueno que contar de 2012. Sus relaciones con Uzbekistán continúan deteriorándose y las disputas internas amenazan con fomentar las ambiciones separatistas de Gorno-Badakhshán. Esta provincia oriental, montañosa y remota, siempre ha querido tener poco que ver con el Gobierno central de Dushanbe, incluso antes de que las tropas gubernamentales se enfrentaran a los milicianos locales -muchos de ellos veteranos de la guerra civil tayika-, a los que calificaron de miembros de una banda de crimen organizado. Algunos combatientes, entre ellos uno de sus líderes, eran miembros de la guardia de fronteras de Tayikistán. También participaron algunos residentes de Khorog, de los que el Ejecutivo dijo que eran jóvenes engañados por la propaganda antigubernamental (la zona siempre ha mirado con suspicacia a la Administración central).

Kirgizstán está también mal. Sigue ignorando las tensiones étnicas latentes y la falta de legalidad democrática en el sur, al mismo tiempo que una estrategia política largamente esperada para abordar los problemas étnicos languidece sin que se haya aprobado en el despacho presidencial. La influencia que tiene el Gobierno central en Osh es cada vez más débil y a la comunidad internacional, una vez más, parecen interesarle poco o nada las primeras señales de alerta.

Mientras tanto, las violaciones sistemáticas y generalizadas de los derechos humanos continúan siendo habituales en Uzbekistán. Para empeorar aún más las cosas, no existe ningún plan para la sucesión política después de que el presidente Islam Karimov, de 74 años, abandone la escena política, lo cual es una receta para el caos regional. Sin embargo, hasta que Estados Unidos no acabe de retirar sus soldados y su material de Afganistán, no es probable que Washington se involucre demasiado.

Si las tendencias actuales continúan, Kazajstán se enfrenta a otro año lleno de violencia; en 2012 hubo un número sin precedentes de atentados terroristas en las partes occidental y meridional a manos de grupos yihadistas hasta ahora no identificados. El intento de Astana de presentarse como una nave estable en un mar regional imprevisible queda desmentido por la realidad de que este es un país en el que matan a tiros a los manifestantes y encarcelan a los activistas. Las reivindicaciones socioeconómicas pueden acabar siendo la perdición del Estado kazajo.

En el caso de Irak, mientras Siria se sume cada vez más en el caos, en Irak se afilan los cuchillos y se trazan las líneas de combate. El Gobierno chií del primer ministro Nuri al Maliki ha decidido aliarse con Irán, Rusia y China para tratar de evitar que los Estados suníes del Golfo, Turquía y EE UU transformen la región.
Maliki ha cortado en varias ocasiones los lazos con las demás comunidades religiosas y étnicas de Irak y ha tomado medidas para ampliar su control de las instituciones políticas y las fuerzas de seguridad. Sus acciones violan el acuerdo de Erbil, que se formuló en 2010 para limitar los poderes del primer ministro y repartirlo de forma equitativa entre los chiíes, los suníes y los kurdos.

Hoy, Maliki se encuentra con la resistencia no solo del presidente de la región kurda, Masud Barzani, sino también de sus adversarios suníes y laicos, e incluso del clérigo Muqtada al Sáder, desde su bando islamista chií. La incapacitación del presidente Jalal Talabani, un mediador fundamental en la disputa entre Bagdad y Erbil, aumenta la incertidumbre política en el nuevo año. Y Al Qaeda echa más leña al fuego con atentados devastadores que detrozan la relativa calma. Es evidente que Maliki ha perdido la confianza de una buena parte de la clase política, que le acusa de estar derivando hacia un Gobierno indefinido y autocrático. Pero los intentos de someterle a un voto de censura han fracasado debido a las profundas divisiones entre sus opositores.

El resultado es que Maliki es un primer ministro provisional, hasta las próximas elecciones de 2014. Es una receta para la violencia y, desde luego, es posible que la guerra civil en la vecina Siria, teñida de sectarismo y que se agrava por momentos, agudice las tensiones en Irak y le empuje a una nueva oleada de conflictos en 2013.

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Y ahora, alguna noticia positiva: Colombia
Por fin, parece estar próxima una solución política a la larga y sangrienta guerra de guerrillas en Colombia.

Después de un año de contactos secretos, en octubre de 2012 se iniciaron las conversaciones formales de paz entre el Gobierno y las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC).

La dinámica general del conflicto también favorece un acuerdo político. Las FARC están debilitadas desde el punto de vista militar y esta generación de dirigentes tiene, quizá, su última oportunidad de justificar decenios de lucha con la firma de un acuerdo de paz que permita participar a los guerrilleros en en la construcción de esa paz. El Gobierno actúa desde una posición de fuerza, porque su ventaja militar, aunque no es decisiva, parece irreversible.

El éxito de las conversaciones no está garantizado. Las diferencias por cuestiones políticas en el orden del día son sustanciales, el escepticismo respecto a las FARC sigue estando extendido entre muchos colombianos y el respaldo a las negociaciones -pese a que la mayoría de los ciudadanos apoya el proceso- está disminuyendo. Pero las grandes fuerzas políticas mantienen su compromiso de sacarlas adelante y los que se oponen, hasta ahora, no han logrado gran cosa. Además, las fuerzas de seguridad conectan más con la dirección civil que antes y están presentes en la mesa de negociaciones, lo cual reduce el peligro de que haya fallos de coordinación entre las agendas política y militar como los que han desbaratado esfuerzos de paz anteriores.

Una década de intensa guerra contra los rebeldes ha debilitado enormemente la capacidad de combate de los guerrilleros y les ha obligado a refugiarse en escondites rurales cada vez más remotos, por lo que tienen menos influencia en los grandes centros urbanos. No obstante, el conflicto sigue cobrándose vidas a diario, es un lastre para el desarrollo socioeconómico e impide la consolidación de una democracia verdaderaente integradora y pluralista. El camino que queda por recorrer no va a ser corto ni fácil, pero Colombia no puede permitirse el lujo de desperdiciar esta oportunidad de lograr la paz.

Este podría ser el año en el que Filipinas tome medidas decisivas para el establecimiento de una paz duradera en el conflictivo del sur del país, después de que el Gobierno y el Frente Moro de Liberación Islámica (FMLI), la organización rebelde más amplia y mejor armada del país, firmaran un histórico acuerdo de paz en octubre. El pacto llega tras 15 años de conversaciones y retrocesos intermitentes y es la mejor oportunidad de acabar con 40 años de insurgencia, que han causado alrededor de 120.000 muertes. El conflicto con el FMLI es la mayor -aunque no la única- fuente de violencia en la región. Los caudillos, los secuestradores y los extremistas violentos que albergan a terroristas de otros países de la zona también pueden causar el caos durante años.

El acuerdo de paz pretende resolver estos problemas mediante la creación de una región nueva y autónoma en la zona de Mindanao, de mayoría musulmana. Tendrá más autoridad, más territorio y más control de los recursos, y, si las cosas se desarrollan como está previsto, entrará en vigor cuando el presidente Benigno Aquino abandone su cargo en 2016.

El acuerdo de octubre dejó de lado varias cuestiones difíciles que aún están por resolver, como la legislación necesaria para establecer la región y decidir el futuro de los combatientes. El FMLI trendrá que convencer a sus seguidores para que acepten algunas cláusulas delicadas del acuerdo. El Gobierno de Aquino tendrá que convencer al Congreso de que aprueba la nueva ley y elimine las trabas constitucionales para poder traspasar el poder a la Administración de la nueva región autónoma. Los obstáculos son gigantescos, pero existen muchas esperanzas de que la paz en el sur de Filipinas esté, por fin, al alcance.
Myanmar

Las autoridades de Myanmar siguen cumpliendo sus compromisos de reforma y están sacando al país de su pasado autoritario. Se ha liberado a presos políticos, se han reducido listas negras, se han puesto en práctica leyes que aseguran la libertad de reunión y se ha abolido la censura en los medios de comunicación. El presidente Thein Sein ha creado un vínculo de colaboración con la oposición, sobre todo con la dirigente de la Liga Nacional para la Democracia, Aung San Suu Kyi, que este año resultó elegida para el Parlamento.

Ahora bien, el camino hacia la democracia está resultando difícil. La violencia generalizada entre comunidades en el estado de Rakhine, dirigida en particular contra la minoría musulmana rohingya, ha arrojado nubarrones sobre el proceso de reforma. Es frecuente que surgan tensiones así a medida que una mayor libertad permite que salgan a la superficie conflictos enterrados, pero el peligro constante de violencia entre comunidades en Rakhine es muy alarmante y necesitará una respuesta concertada e inequívoca del Gobierno y de Aung San Suu Kyi para dejar claro que este tipo de acciones no tiene sitio en el nuevo Myanmar. La incapacidad de firmar un alto el fuego en el estado de Kachin, en otro conflicto étnico enconado, también puede ser perjudicial para la nueva iniciativa de paz del presidente con grupos armados étnicos.

Occidente se ha apresurado a empezar a anular las sanciones contra Myanmar y terminar con su aislamiento diplomático. La visita del presidente Barack Obama, a principios de noviembre, mostró hasta qué punto Estados Unidos apoya las reformas. Pero el país no ha salido todavía de la zona de peligro: tanto el Gobierno como la oposición necesitan mostrar liderazgo moral para lograr una solución duradera a unos prolongados conflictos étnicos que amenazan el proceso de reforma y la estabilidad birmanas. 

Ocho puntos geográficos claves


Por Margaret Slatter - IFP (Español)

De Angola a Yemen, ocho países cuyo futuro está unido a la tierra que ocupan.

En FP en español, Robert Kaplan escribe que el presente y el futuro de Pakistán “se entienden sobre todo en función de su geografía”. Pero el problemático país del sur de Asia, situado entre India y Asia central, no es la única región cuyas perspectivas de crecimiento y seguridad dependen de los recursos naturales y la situación cartográfica. En una entrevista, Kaplan, analista geopolítico jefe en Stratford y autor del libro The Revenge of Geography: What the Map Tells Us About Coming Conflicts and the Battle Against Fate, destaca ocho países cuyos retos fundamentales están ligados a la geografía.

MYANMAR
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¿Unirá India con el este de Asia a través de unas rutas comerciales reforzadas?
Myanmar, rico en madera, energía hidroeléctrica, gas natural, diamantes e incluso uranio, sufre desde hace decenios una parálisis económica bajo el gobierno represor de los militares. No obstante, si el país continúa la apertura política que ha emprendido en el último año, podría convertirse en una vía fundamental de conexión entre China y la Bahía de Bengala. En la actualidad, el gigante asiático depende casi por completo del Estrecho de Malaca, una ruta más larga hacia el sur, para transportar sus exportaciones desde el Mar del Sur de China, y el petróleo y el gas natural de Oriente Medio llegan al país después de atravesar el Océano Índico y el estrecho. India y China están desarrollando yacimientos marinos de gas natural y construyendo puertos en la región; si las dos superpotencias económicas pudieran construir conductos que atravesaran Myanmar, este país, en pleno resurgimiento, podría unir el subcontinente con el este asiático, lo cual permitiría, según Kaplan, “que se estableciera una auténtica región indopacífica”.

POLONIA
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¿Se convertirá en el próximo Estado clave del este de Europa?
Estrujada entre dos grandes potencias europeas, Alemania y Rusia, Polonia es desde hace mucho tiempo el “juguete de la geografía”, como dice Kaplan. El Mar Báltico y los Montes Cárpatos constituyen las fronteras naturales al norte y el sur, pero los bordes oriental y occidental del país son llanuras relativamente indistintas. Como consecuencia, las fronteras polacas se han movido e incluso han desaparecido en diversos momentos de la historia. Hoy, el país tiene posibilidades de convertirse en un Estado crucial entre el este y el oeste de Europa, sobre todo si Ucrania se desliza hacia la órbita rusa. No solo Polonia ha estrechado lazos con Alemania desde la caída de la Unión Soviética, sino que, si es capaz de capitalizar unos depósitos de gas esquisto tal vez muy importantes, podría convertirse en productor de energía, lo cual le daría el mayor peso político que ha tenido jamás, sobre todo a la hora de lidiar con el gigante del gas que es Rusia.


VENEZUELA
      Venezuela
     
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¿Puede mejorar sus relaciones con Estados Unidos y desarrollar los yacimientos de petróleo del Orinoco?

Con las vastas reservas de crudo existentes sobre todo en la región noroccidental de Maracaibo, Venezuela es uno de los principales productores mundiales de petróleo, y aproximadamente la mitad de sus exportaciones fue destinada en 2010 a Estados Unidos, a pesar de las tensiones entre los dos países. Aunque se suele considerar Venezuela como un Estado suramericano, “en realidad, es un país caribeño”, explica Kaplan, si se tiene en cuenta que la mayoría de sus 29 millones de habitantes se concentra en la costa norte. Por consiguiente, Venezuela tiene pocas opciones que no sean exportar su oro negro a través del Mar Caribe hacia el Golfo de México para llegar, al final, a EE UU. Kaplan predice que las relaciones entre Estados Unidos y Venezuela experimentarán una mejora gradual cuando el presidente Hugo Chávez, que padece cáncer, fallezca. Es posible que entonces el país pueda aumentar sus exportaciones a EE UU y tal vez consiga su ayuda para explotar los enormes depósitos de crudo en las arenas del Orinoco, que necesitan técnicas de perforación más avanzadas y costosas.

GRECIA
grecia      
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¿Trasladará la cuna de la civilización occidental su lealtad hacia el este?
A pesar de las interminables discusiones sobre la posición de Grecia en la Unión Europea, Kaplan indica que la geografía y la identidad del país están también estrechamente unidas a Oriente. Además de que Grecia, desde el punto de vista geográfico, está a caballo entre Europa y Oriente Medio, el mayor grupo religioso del país lo forman los cristianos ortodoxos, lo cual hace que tenga lazos culturales con Rusia. Para no hablar de que Atenas está casi tan cerca de Moscú como de Bruselas, la capital de facto de la UE. Aunque se considera que Grecia es la cuna de la civilización occidental, su legado de cuando era el último rincón del Imperio Otomano hace que haya sufrido durante siglos un grave subdesarrollo, además de que los partidos políticos, hasta épocas recientes, han estado mal organizados y muchas empresas griegas siguen siendo familiares. Todo ello quiere decir que, en el futuro, Europa occidental no “puede dar a Grecia por descontada”, dice Kaplan. Por ejemplo, China está haciendo obras de mejora en el puerto del Pireo, cerca de Atenas, y, si un cambio de régimen en Siria obliga a Rusia a abandonar la base naval que posee allí, la marina rusa podría acabar en Grecia en un futuro.


YEMEN
      yemen
     
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¿Puede superar la conjunción de dificultades geográficas?
En su mayor parte, la geografía de Yemen actúa en su contra. Aunque tiene alrededor de un tercio de la superficie de Arabia Saudí, solo tiene 2 millones menos de habitantes, lo cual contribuye a la superpoblación y la pobreza extrema. Sus acuíferos están disminuyendo a toda velocidad y las montañas dividen el interior del país, hasta tal punto que desde la antigüedad ha sido casi imposible establecer un centro de autoridad. Además, las malas prácticas de gobierno hacen que Yemen sea vulnerable a los efectos de la piratería en Somalia, que está al otro lado del Golfo de Adén. Si la evolución política nacional sigue tambaleándose, advierte Kaplan, el país puede acabar como Somalia, siendo un Estado indudablemente fallido con un Gobierno que en la práctica no existe. “Desde la antigüedad, Yemen ha dependido a menudo de una multiplicidad de centros de poder político en el país”, dice Kaplan.

MONGOLIA
mongolia      
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¿Puede evitar convertirse en una colonia de facto de China?
Durante la mayor parte del siglo XX, Mongolia fue un satélite de la Unión Soviética, pero hoy teme a China, que tiene más de 1.000 millones de habitantes, frente a los 3 millones de mongoles. A pesar de su escasa población -el paisaje del país es “una especie de Marte con oxígeno”, dice Kaplan-, Mongolia posee recursos abundantes, entre ellos petróleo, carbón y tierras de pasto. La cuestión fundamental es si el país, que estuvo gobernado por los chinos durante la dinastía Qing, va a poder impedir que China explote sus ricos recursos naturales. Para ello, Mongolia está fomentando las inversiones de otros países, como Australia, Corea del Sur y Estados Unidos, pero el vecino del sur sigue estando al acecho.


ANGOLA
      angola
     
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¿Puede extender la riqueza del petróleo al interior?
En muchos aspectos, la geografía de Angola tiene sentido, a diferencia de lo que ocurre con muchos de sus vecinos africanos. Los espesos bosques en la parte norte sirven de frontera lógica con la República Democrática del Congo, mientras que el desierto de Kalahari, en el sur, es la frontera natural con Namibia y Botsuana. Al este, la meseta que se eleva gradualmente llega hasta Zambia, y al oeste está el Atlántico sur. Aunque el país cuenta con las características geográficas y los recursos necesarios -sobre todo petróleo- para ser próspero y autosuficiente, la sociedad angoleña padece terribles desigualdades. La capital, Luanda, situada en la costa noroeste, rica en petróleo, es la segunda ciudad más cara del mundo, pero se calcula que alrededor del 40% de la población del país vive por debajo del umbral de pobreza. La duda crucial es si la riqueza de los yacimientos marinos de crudo podrá llegar a la región de Planalto, en el interior, que tiene buen riego y una agricultura abundante pero carece de infraestructuras.


BANGLADESH
bangladesh      
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¿Puede albergar rutas comerciales que enlacen China con India?
Más de 160 millones de personas -más que la población de Rusia- habitan el paisaje llano y semiacuático de Bangladesh. Aunque la parte norte del país es propensa a las sequías debido a las presas construidas por China e India en los ríos Brahmaputra y Meghna, las llanuras de la parte sur están amenazadas por el ascenso del nivel del mar, que desgastan la tierra al añadirle sal. En otras palabras, como dice Kaplan, el país está “agobiado por problemas de agua en los dos sentidos”. Además, las dificultades del terreno han sido un obstáculo para el desarrollo económico y el comercio. La situación podría cambiar si China, India y Myanmar abren rutas comerciales que atraviesen Bangladesh. “La geografía ha sido una maldición para Bangladesh, amenazado por la sequía y las inundaciones”, dice Kaplan. “Pero la geografía podría convertirse en una bendición en una época en la que se abren carreteras y conductos en todas las direcciones, creando un nexo orgánico entre el subcontinente indio, Tíbet y China”.
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