Por Humberto Bertazza - Diario La Nación
Al analizar el gasto frente a los ingresos, el gobierno nacional tiene el 75% de ingresos propios, mientras que el gasto propio es del 54%; en cambio, en el caso de las provincias tienen un 21% de ingresos propios, pero el nivel de gastos asciende al 37%; mientras que en el caso de los municipios hay sólo 4% de ingresos propios y un 9% de gastos de esa naturaleza. Estas cifras son importantes porque demuestran que el desequilibrio es mayor en las provincias y los municipios que en la Nación.
En relación con el PBI, si uno compara la década última, en 2003 el tamaño del Estado en relación con el PBI (gasto total sin deudas) era de 25% y en 2013 pasó a ser de 42%. Por lo tanto, la mayor presión tributaria ha estado destinada a financiar este aumento espectacular del gasto y, por consiguiente, hay que abrir a la discusión no sólo en torno a la presión tributaria, sino también del gasto.
En cuanto a la estructura impositiva, en la última década, creció 10 puntos la presión tributaria en relación con el PBI. El crecimiento de la carga tributaria, si uno toma el ranking de países, fue el mayor de toda la región: en la Argentina creció 53%, seguido por Brasil, apenas con 16%; México, con 13%, y Chile, con 10%, mientras que en Uruguay bajó.
En particular, en esta década aumentaron los derechos de exportación por un lado y, por otro, el impuesto a las ganancias, motivado por la falta de actualización por la inflación. Pero el 75% de la recaudación consolidada sigue correspondiendo a los impuestos indirectos: IVA, Brutos, e Internos, y sólo el 25% a los directos. Así que la estructura impositiva grava sobre todo a los que menos tienen, con impuestos regresivos y distorsivos, lo que afecta el nivel de equidad. Frente al discurso oficial, estas cifras demuestran que la realidad es exactamente al revés.
En este sentido, si tomamos 2003, el 2% de los ingresos de un salario iba al pago de impuestos y en 2013 ese número pasó al 8 por ciento.
Si bien la Argentina está dentro de la tendencia mundial de aumentar el impuesto a la renta, hay dos elementos que hacen diferente a nuestro país: el nivel de inflación, que no se ve en muchos otros países, y el sistema federal, tal vez parecido a Brasil, que superpone muchos gravámenes.
Sobre la primera cuestión, el impuesto inflacionario genera una descapitalización para el contribuyente, porque se cobra sobre el nivel nominal, lo que produce una pérdida de rentabilidad.
En cuanto a la superposición tributaria a nivel de las provincias, hay que trabajar con políticas de coordinación en todos los niveles del Estado.
Este problema, a su vez, se deriva de la falta de cambios en la ley de coparticipación federal, sobre la cual, como sabemos, falta un consenso importante a nivel político.
Y no hay que perder de vista lo más relevante del diagnóstico: la clave es la percepción del ciudadano sobre cuánto y cómo le devuelve el Estado el pago de sus impuestos. En este sentido, seguramente se hizo un esfuerzo desde el punto de vista del Gobierno, pero los ciudadanos tienen una muy mala imagen al respecto.
Como ejemplo contrario, los países nórdicos tienen altísima presión tributaria, pero con una gran conformidad por parte de la población, gracias a la muy buena calidad de los servicios públicos.
En el gasto todos los sectores tienen que trabajar, pero sobre todo es al Estado al que le corresponde la mayor tarea..