Por Miguel Jurado * - Diario Clarín
La Ciudad, lejos de la carrera mundial por construir bien alto, tendrá su torre de 235 metros.
Santiago Tarasido está a cargo de construir la que será la torre más alta de Argentina. En 2016, la Alvear Tower tendrá flamantes 235 metros de altura en pleno Puerto Madero y le habrá puesto la tapa a todas las torres porteñas que se sintieron gigantes. De todos modos, tocar las nubes nunca fue una pasión argentina, como sí ocurre en otras latitudes. Así y todo, hay que admitir que Buenos Aires sufrió una tibia inflación de alturas en los últimos años. Entre los diez rascacielos más altos del país, nueve se construyeron después del 2007. Sólo el Le Parc de Palermo (1994) figura entre los top ten con 157 metros de altura, en un honroso 6° puesto.
El ingeniero Tarasido me dice que el problema de las torres argentinas es que se hacen en hormigón y lo más difícil es bombear hormigón más allá de los 100 metros. La mayoría de las grandes torres del mundo se construyen en hierro y eso es como armar un mecano.
En realidad, más allá de los 100 metros de altura es difícil subir cualquier cosa, es difícil mover a la gente de arriba para abajo y subir los materiales, sin mencionar los riesgos de accidente y que los días de viento no se puede trabajar. Hace 5 años, Criba, la empresa que dirige, construyó la torre YPF, esa que está en Puerto Madero, tiene 160 metros de alto, un árbol en el piso 30, y fue diseñada por el más famoso arquitecto argentino: César Pelli, nuestro Manu Ginóbili de la arquitectura internacional.
La verdad es que, fuera de aquí, la carrera por construir la torre más alta es una pasión. En Dubai, Emiratos Arabes, la torre Burj Khalifa llegó a los 828 metros, y quedaron en el camino gigantes como la Taipei 101 (508 metros), la Shangai World Financial Center (492 m) y las Torres Petronas (451,9 m) de Kuala Lumpur, Malasia, obra de nuestro Cesar Pelli.
Esta locura por llegar más alto que nadie empezó en 1920. En ese entonces nadie pensaba que la torre más alta del mundo iba a estar fuera de los Estados Unidos. En la Argentina, durante décadas fue suficiente con tener al Kavanagh (1936) con el título del edificio de hormigón armado más alto del mundo. Ya antes, en Manhattan se había inaugurado el Chrysler Building (1930), con estructura de acero y más de tres cuadras de altura. Pero la gloria le duró poco, un año después se termino el Empire State con 381 metros de altura y 102 pisos. El Empire reinó sobre los techos del mundo durante 42 años hasta que, en 1973, fue superado por el World Trade Center que destruyó un atentado suicida en 2001.
La carrera por llegar más alto siempre fue una cuestión de prestigio. Lo que pasa es que en los Estados Unidos, después de la Segunda Guerra Mundial, resultó más fácil gastar plata en la carrera espacial o la armamentista para mostrar quién la tenía más grande.
Antes de que mordieran el polvo, los dos enormes prismas de las Torres Gemelas de Manhattan ya no eran las más altas del mundo, el Sears Tower de Chicago (527,3 m) fue el campeón de los gigantes hasta los 90 cuando la carrera por llegar alto se volvió a disparar, pero se corrió al sudeste asiático y Medio Oriente. El primer golpe lo dio nuestro César Pelli en 1998, cuando terminó las Torres Petronas y les puso unas antenas de 10 metros para superar al Sears en 7 gloriosos metros... ¡Ja! ¡Tomá pa’ vo!
Más allá que en el mundo la gente se mate por estar arriba, en Argentina la altura nunca fue tema. Eso sí, en los 30 hubo una pequeña lucha de egos bastante marcada. Fue entonces cuando se construyó el Kavanagh, con 136 metros y se autoadjudicó el título del más alto de hormigón. Claro que antes el Barolo (1923) había alcanzado los 100 metros; el Safico, los 90 y el Comega, los 85.
Al mismo tiempo que se terminaba el Kavanagh en Plaza San Martín, se construía el Ministerio de Obras Públicas que está en la 9 de Julio, ese que ahora tiene la figura de Evita en dos frentes. Ese mastodonte alcanzó a los 93 metros de altura, pero más tarde le pusieron una antena de televisión enorme en el último piso y con eso arañó los 150 metros de estatura. Así, podría ser considerado el más alto de Argentina hasta que llegó el Le Parc en el 94. Al fin y al cabo, el Chrysler, el Empire State y hasta las Torres Petronas de nuestro Pelli tienen agujas que las hacen más altas. Es que con tal de llegar alto, todo vale.
* Editor adjunto ARQ
Agregado:
A la altura de su trayectoria y jerarquía, el Grupo Alvear ya inició la construcción de su primer emprendimiento completamente residencial. La denominada “Alvear Tower” se elevará 235 metros, distribuidos en 54 pisos, transformándose en la más alta de viviendas de Sudamérica. La inversión asciende a U$S 130 millones y su entrega está prevista para diciembre de 2015. Tendrá entre 174 y 200 unidades, desde 90m2 a 540 m2. Se trata, en total, de una edificación de 66.000 m2.
La torre se impondrá en una ubicación inmejorable, de cara al Boulevard Azucena Villaflor, en el Dique 2. Su esbelta silueta irradia un magnetismo muy femenino, con volúmenes armoniosos e irresistibles.
Recordemos que el terreno, de 6.682 m2, fue comprado a principios de 2010 a la empresa española Rayet, en una suma cercana a los U$S 40 millones. “Nos costó un tiempo considerable encontrar en Puerto Madero una ubicación disponible acorde a nuestras expectativas. Cuando surgió esta oportunidad, enseguida supimos que era el lugar indicado”, nos cuenta en exclusiva Andrés Kalwill, responsable del área de Nuevos Proyectos del grupo. “ La torre la proyectamos primero de afuera hacia adentro, haciendo especial hincapié en su relación con el entorno, concientes de su impacto visual. Se encontrará ubicada en el corazón de la manzana y completará el tejido urbano de Puerto Madero, destacándose desde cualquier ángulo”, explica.
En efecto, su diseño -que pertenece al estudio Pfeifer Zurdo Arquitectos- sintetiza el espíritu vanguardista del barrio y el estilo sofisticado y perdurable del sello Alvear. “Será un ícono de nuestra ciudad”, afirma Kalwill. Puertas adentro, la torre tendrá toda la jerarquía y distinción de una marca que es referente indiscutida en hotelería de alta gama. Los conocimientos al servicio de sus huéspedes ahora serán volcados a los residentes.
“Antes que nada, nos propusimos escuchar las inquietudes, necesidades y gustos de los potenciales compradores. Así fue configurándose desde los inicios este proyecto, que busca la satisfacción plena de sus propietarios”, nos cuentan Ricardo Fernández y Marcelo Cusmai, responsables de su comercialización.
Siguiendo esta premisa, fueron sumándose servicios y detalles diferenciales. Entre ellos se destaca sin dudas la altura de las unidades, que alcanza 3,30m de piso a techo, algo ciertamente inusual en una torre de viviendas. “El edificio podría tener más de 60 pisos, pero decidimos sacrificar ese número en beneficio de los ambientes, que serán espaciosos e imponentes. No nos equivocamos”, asegura Kalwill.
Pero eso no es todo: su particular fisonomía permite que algunas residencias tengan terraza y piscina privada en su unidad. Otra característica distintiva del emprendimiento serán su Roof Garden a 210 m. y un espacio común en el último piso (54), para uso de todos sus habitantes. “Nos propusimos democratizar la altura al interior de la torre, para que todos puedan disfrutar de sus visuales panorámicas”, advierte.
A la hora de proyectar sus “amenities”, se pensó en el bienestar de las distintas franjas de población que vivirán en el edificio: una plaza de juegos externa para los más chicos, un sector con juegos electrónicos para los adolescentes, simuladores de ski y golf para los más grandes, además de sala de música y taller de hobbies para todas las edades. Obviamente sumados a espacios y servicios ya clásicos en construcciones de estas características, como gimnasio y spa, salones de usos múltiples, lavadero de autos, de mascotas, etc.
En base a la demanda de los compradores, se incluyó también una piscina semi olímpica, servicio dual de calefacción, una importante cantidad de cocheras de cortesía y una amplia explanada en el ingreso al edificio, para facilitar el ascenso y descenso de los propietarios y sus visitas. Si bien el edificio tendrá un solo subsuelo de estacionamiento, habrá más cocheras distribuidas en el basamento de la torre y en los niveles iniciales. También se previó un sector aparte destinado al personal doméstico cama adentro, para quienes así lo requieran.
Contará asimismo con una exclusiva recepción y conserjería, atendida por personal propio, y “room service” provisto por el Hotel Alvear Puerto Madero, que estará ubicado a tan sólo 70 metros de distancia.
“Creemos que el concepto ´The Big Upgrade´ sintetiza y define el proyecto, por eso lo elegimos para su difusión. La Alvear Tower reunirá todo lo que ya tiene Puerto Madero pero ofrecerá también mucho más. Sin dudas será el edificio más exclusivo, único en nuestra ciudad”, afirman Fernández y Cusmai.
Según nos contaron, la exitosa comercialización de las 50 residencias privadas del hotel Alvear Puerto Madero, que ya se está construyendo en el Dique 3 sobre la calle Aime Paine, les indicó que existía una oportunidad concreta para el grupo de encarar su primer emprendimiento de viviendas. Fueron vendidas en tiempo récord, a valores que en las últimas unidades alcanzaron niveles históricos superiores a U$S 8.000 x m2.
Por su parte, la Alvear Tower prosiguió ese camino y en tan sólo un par de meses de comercialización cerrada, restringida únicamente al entorno del grupo, ya se vendió el 25% del edificio, a valores que parten de los U$S 6.000 x m2. “Entre los compradores detectamos un porcentaje importante de vecinos de Puerto Madero que estaban buscando una propuesta superadora, así como otros que pretendían mudarse al barrio pero no terminaban de definirse, al no encontrar un complejo que estuviera a la altura de sus expectativas. Este proyecto lo logra”, detalla Fernández a NuevoMadero.com.
Sin dudas, otra de las características diferenciales es su atractiva forma de pago, que permite ingresar con un porcentaje menor a la firma del boleto, distribuyendo el desembolso a lo largo de la construcción y postergando una parte significativa hasta la posesión. Incluso el Grupo Alvear analiza otorgar financiación propia una vez entregada la unidad.
“La solidez y trayectoria de la desarrolladora nos permite ofrecer una forma de pago muy seductora, que demuestra su solvencia y garantiza la inversión”, concluye Fernández.