(El Ojo Digital) - Las implicancias del referéndum para el curso del conflicto. El rol
de Naciones Unidas, el derecho internacional y el poder militar dentro
de la disputa. Las causas y motivos que llevan a Gran Bretaña a no
negociar con la Argentina.
El resultado del referéndum por la soberanía en Malvinas se
presentaba obvio. Los habitantes de las islas son, en efecto, británicos
y no existen incentivos ni razones serias para que expresen deseos de
dejar de serlo: los "kelpers" gozan de un excepcional nivel de vida. El
PBI per cápita en el archipiélago es de 55
mil dólares estadounidenses, el séptimo más alto a nivel global. En
otras palabras, la sociedad que habita las islas es una de las más ricas
del mundo. Quedará bien claro, pues, que los hombres y mujeres que
viven en estos alejados territorios no desean cambios en el estatus
político que los gobierna.
El referéndum generó un enorme debate en la Argentina. Funcionarios,
opositores, periodistas y especialistas se pasearon por radios y
programas de televisión, analizando y evaluando la validez de la
consulta y las formas en que la misma podría afectar el curso de
conflicto. Conceptuaciones tales como los "deseos" o los "intereses" de
los isleños fueron citados con reiteración. El gobierno de
Cristina Fernández Wilhelm de Kirchner instó -por enésima- vez a Gran Bretaña a negociar, citando (una vez más) la
Resolución 2065 de
ONU.
El derecho a la autodeterminación de los pueblos fue la otra
institución convocada al análisis. ¿Son los isleños portadores de dicho
derecho? ¿Son las Malvinas una colonia? Esta serie de debate bien puede
presentarse como muy interesantes pero, si bien es cierto que recorren
distintos aspectos inherentes a legalidad y derecho internacional, lo
concreto es que aportan escasos instrumentos para comprender el fondo de
la cuestión.
Para comprender el alcance de la profunidad que regula a las fuerzas
participantes del conflicto, debe considerarse a los aspectos legales
como secundarios. Analizando la situación desde una óptica realista de
la política internacional, se arriba a una rápida y central conclusión.
Las Islas Malvinas son un elemento clave para las necesidades geoestratégicas de Gran Bretaña y la OTAN.
Y este detalle es el único que verdaderamente interesa.
Si el planeta fuera un tablero de ajedrez, los territorios en cuestión serían una pieza de importancia. Las
Islas Malvinas, las
Islas Georgias y
Sandwich del Sur -sumadas a los archipiélagos de
Santa Helena,
Tristán da Cunha y
Ascensión,
dan forman a un cinturón insular que cobra forma desde el sur de la
Argentina hasta casi alcanzar las costas africanas. De tal suerte que el
archipiélago se transforma en una inmejorable plataforma para
monitorear el
Atlántico Sur y el estratégico
Cabo de Hornos. Vale la pena recordar que, si acaso algún evento de importancia tuviese lugar en el
Canal de Panamá, por ejemplo, el único camino para movilizarse desde el
Océano Atlántico al
Pacífico
y viceversa sería a través de aquella vía. Así las cosas, contar con
presencia efectiva y permanente en la región es fundamental para las
potencias de la OTAN, que se proponen garantizar el correcto
funcionamiento de una ruta marítima potencialmente muy importante para
la
estabilidad del comercio internacional.
Con respecto a los recursos naturales, el valor de las islas es igualmente superlativo. No solo por las
riquezas petroleras e ictícolas que las rodean, sino también por la importancia de la
proyección británica sobre el territorio antártico.
Si bien, en la actualidad los reclamos de soberanía sobre el continente
blanco están "congelados" por la vigencia de Tratado Antártico de 1961,
en el futuro, el escenario podría verse modificado. Contar con un
argumento que permita disputar los inmensos recursos que allí descansan
se esgrime en lo suficientemente sólido como a la hora de defender la
posesión británica de las islas.
Se trata, en rigor, de una suma de activos estratégicos, los cuales
Gran Bretaña no está dispuesta a negociar con la Argentina. En otro
orden, solo han transcurrido 31 años desde la guerra que sotuvieron
ambas naciones y, en este contexto, los 255 soldados británicos que
perdieron la vida allí también observan un rol de interés.
Al
considerarse el escenario desde el punto de vista inglés, abrir
negociaciones con Buenos Aires representaría una falta de respeto para
los caídos en combate, y un retroceso en la posición política
internacional de Londres, algo que una potencia con un pasado imperial
semejante difícilmente aceptaría jamás.
Los resultados compartidos por la Asamblea General de
Naciones Unidas, el Comité de Descolonización, el propio gobierno
argentino, el Movimiento de Países No Alineados, UNASUR, Mercosur o los
isleños no representan mayor importancia. En las actuales
circunstancias, Londres no negociará con la Argentina, simplemente ello
conspiraría contra sus intereses. Histórica y tradicionalmente, las
potencias no actúan en contra de sus objetivos de largo plazo; solo
retroceden cuando se ven forzadas a hacerlo.
Finalmente, la historia de las relaciones internacionales nos ha
demostrado que, si acaso existe un principio ordenador en los contactos y
el intercambio entre las naciones, eso es el equilibrio de poder. Gran
Bretaña se encuentra en crisis, y ello es innegable. El poder británico
no es el que supo ser hace solo algunas décadas atrás. Pero la debilidad
observada en una de las partes no necesariamente implica que el
equilibrio se haya modificado. La Argentina es, en este momento, una
nación evidentemente desarmada, y carente de la capacidad mínima
necesaria como para hacer valer sus intereses más allá de sus fronteras.
Considerando las características de las islas -y sumándose ello a la
experiencia de la guerra de 1982-, resulta obvio que contar con algún
tipo de poder naval y aéreo es indispensable para poder al menos poder
"persuadir" a Gran Bretaña.
No se trata simplemente de contar
con armamento para evaluar futuros combates; la meta es contabilizar el
equipo suficiente como para intentar alterar (al menos parcialmente) el
equilibrio de poder vigente.
La
Fuerza Aérea Argentina se encuentra desmantelada
en su totalidad, los aviones suelen precipitarse a tierra en
entrenamientos, derribados solamente por el invisible enemigo de la
desinversión y el paso de los años. El destructor
Santísima Trinidad
-buque insignia, que tuviera su bautismo de fuego en Malvinas- se
hundió sin ayuda externa en las costas de la Provincia de Buenos Aires,
graficando en forma inmejorable el estado actual del poderío naval
nacional. Si bien los
gobiernos de Néstor y Cristina Kirchner
llegaron al poder con un discurso de carácter nacionalista y
reivindicatorio de los derechos argentinos, en los hechos, la capacidad
militar del país no es muy distinta a la que existía el 25 de Mayo de
2003.
La operación de la OTAN sobre Libia, la reciente intervención
francesa en Mali y los ataques estratégicos de los aviones no tripulados
o 'drones' estadounidenses en el Medio Oriente muestran la relevancia
del poder aéreo en cualquier conflicto moderno. No en vano, la vecina
República de Chile ha decidido contar con cazas F-16, ni que Venezuela
haya incorporado recientemente los modernos Sukhoi SU-30 (
Flanker,
en la denominación OTAN). Los ejemplos de naciones con gobiernos de
color político antagónico muestran cabalmente que la defensa aérea no
entiende mucho de ideologías.
Lo más moderno de la Fuerza Aérea
Argentina son los cazabombarderos repotenciados
Lockheed Martin A-4AR Fightinghawk, adquiridos durante la
Administración Menem.
Amén de su antigüedad, éstos se han visto notablemente reducidos en su
cantidad, habida cuenta de los sucesivos accidentes y la no reposición
de nuevas unidades.
Resulta ingenuo -por momentos, infantil- considerar que Gran Bretaña
se sentará a negociar con la República Argentina, simplemente porque el
derecho internacional así lo dispone. La regionalización del conflicto,
el apoyo de las naciones sudamericanas y el "bloqueo" a buques con
bandera de las islas pueden constituír un factor de presión válido
aunque, en los hechos, se presenta extremadamente débil.
Londres, al igual que todas las potencias, solo entiende la
lógica del poder. De eso, en este momento, Buenos Aires tiene muy poco.
Fuente:
Lic. Santiago Pérez | El Ojo Digital Internacionales