jueves, 14 de julio de 2016

Orientación geopolítica argentina

Por Gustavo E. Andrés* - © 2016 Nueva Mayoria
En las esferas de Defensa de los países del cono sur, políticos, burócratas y asesores militares trabajan en replantear el diseño de fuerza de las organizaciones militares propias en función de la naturaleza misma de los conflictos actuales que afrontan, no todos lo consiguen ni a todos les interesa avanzar demasiado en ese camino.

Al respecto, Argentina nunca analizó antes del conflicto de Malvinas de 1982, el rol de cada fuerza en relación a los potenciales conflictos que amenazaban al país. A pesar de no sopesar en el nivel de decisión estratégico los intereses que estaban en juego, (para lo cual la prudencia recomienda no empezar ninguna maniobra antes de identificarlos), la Marina de guerra argentina diseñó con antelación un plan que abarcaba a nivel táctico una operación anfibia conocida como "Día D más 5" que culminó exitosa. La frase lo resume todo, una misión con un propósito definido "desembarcar en Puerto Argentino, tomar la guarnición de marines y obligar al gobernador a entregar las islas" y una tarea para ser ejecutado por fuerzas especiales conjuntamente con el cuerpo de infantería de marina. La fuerza de operaciones tenía apoyo orgánico en los recursos necesarios que no iba más allá de ese lapso. Como resultado se recupero el archipiélago e izó el pabellón argentino después de 149 años de ocupación inglesa ininterrumpida. Pero todos sabemos como terminó la guerra.

Luego del conflicto, Argentina no advirtió o no quiso ver el nuevo escenario que Londres diseñaba para respaldar la trama de intereses involucrados en el conflicto. No solo aumentó la defensa en el ámbito militar ante posibles nuevas amenazas, sino también proyectó en el ámbito político una vigorosa actividad del Foreign Office, para neutralizar los reclamos de soberanía y en el plano económico, un fuerte estímulo a las inversiones en los recursos naturales de las islas. Es bueno destacar que estos objetivos fueron proyectados y alcanzados plenamente. También es interesante advertir que en América del Sur con el surgimiento a mediados de los ochenta de gobiernos civiles democráticos, los intereses geopolíticos, las reglas de juego y el escenario regional se fueron re planteando en función de la cooperación comercial y militar; a diferencia de los años de gobiernos militares autocráticos donde la carrera armamentista y la competencia eran lo usual a raíz de los fuertes intereses discrepantes que se presentaban en las relaciones entre algunos de ellos.

Volviendo al ámbito militar, en Sudamérica se fue modificando con el tiempo la necesidad de un esfuerzo centrado en la defensa perimetral del territorio en relación a los países vecinos. Argentina al respecto asignó como correspondía el rol protagónico al Ejército Argentino durante más de un siglo.


Al considerar los intereses en juego en el Atlántico sur, un observador puede apreciar al menos dos conflictos de peso que involucran a la Argentina. Uno de estos es la defensa de los recursos pesqueros, que año tras año están siendo depredados por la pesca ilegal (no controlada) de flotas extranjeras. Estas operan en el límite de la zona económica exclusiva (ZEE) ya que no tienen permisos de pesca o estos están otorgadas por el Fisheries Department (Departamento de Pesca de Malvinas) para pescar en la zona en disputa, dado que se superponen los espacios marítimos que ambas partes reclaman. Si las costas que se mencionan fueran por encima del paralelo 30º de latitud norte seguramente sería un problema que resolvería el USCG (Guardia costera de Estados Unidos), pero en el Atlántico sur este conflicto escapa a la órbita de los guardacostas de la Prefectura Naval Argentina por una falta histórica de medios y debe ser apuntalada por la Armada, a pesar que actualmente todas las fuerzas de defensa argentinas están pasando un proceso de obsolescencia y desgaste de su equipamiento, además de la falta de recursos presupuestarios para la operación y mantenimiento de los navíos.

Argentina tiene cerca de 5 mil km de costas y una superficie de zona de exclusión marítima (ZEE) de 950 mil km2, aforo aproximado a la Península Ibérica junto al Reino Unido de la Gran Bretaña e Irlanda del Norte, Irlanda más Suiza y Bélgica. Con la ampliación del límite a 350 millas náuticas pasa a representar 1, 5 millones de km2. A diferencia de las mencionadas superficies organizadas jurídicamente como estados nación, esta superficie de mar es un medio hostil, de difícil ocupación, una superficie uniforme e indiferenciada con un particular régimen jurídico.

El otro conflicto aún mas grave es la situación con el Reino Unido por las islas Malvinas. Los gobiernos democráticos a partir de 1983 optaron por considerarlo un tema de política internacional no de defensa nacional. De esta manera se cercena "la cuestión soberanía" a foros internacionales, donde se tratan intereses simbólicos que son muy importantes en cuanto a conseguir votos favorables en las declaraciones, pero que no tienen poder real para hacer cumplir las decisiones surgidas de su seno.


Una visión geopolítica, permite comprender que Argentina y la administración británica en referencia a un estatus disputado como son los archipiélagos de Malvinas, Georgias y Sandwich del Sur, genera una relación espacial conflictiva entre ambas naciones. En el caso de Argentina esto afectaría lo que la Geopolitik llamaba espacio vital (Lebensraum), espacio por el cual un país está dispuesto a luchar, porque no controlarlo implicaba la muerte como nación.

¿Por qué hablamos de espacio vital al referirnos al conflicto por estas islas perdidas en el Océano Atlántico y desconocidas hasta de nombre por muchos argentinos? La presencia británica en ellas presupone un conflicto que va más allá de la disputa de soberanía sobre 16.000 km2 de territorio insular. Involucra la proyección espacial del Reino Unido sobre gran parte del Mar Argentino, donde existen recursos pesqueros y energéticos demasiado importantes para el desarrollo económico futuro de la Argentina.

También afecta la proyección sobre el sector Antártico tanto marítimo como continental e insular, que reclama la Argentina desde principios del siglo XX y donde posiblemente estén contenidos los intereses que serán materia de disputa en la segunda mitad del siglo XXI por los principales países del mundo.

En este escenario Argentina debería evaluar, su libertad de acción y vulnerabilidad para definir el nivel de conflicto y riesgo de escalada que junto a su posible coalición tendrían frente al Reino Unido y sus aliados. Sin avanzar en un pormenorizado análisis estratégico, la visión del conflicto nos permite comprender que el interés por la soberanía, debería ser racionalmente jerarquizado con menor valor, que el interés por los recursos naturales que existen en el Mar Argentino y la autodeterminación de los isleños. A pesar de la fuerte motivación caracterizada por la alta empatía que genera la soberanía, en general la ciudadanía tiene baja determinación y alta aversión al riesgo. Sino la aislamos "per se", hará imposible cualquier avance en una negociación. Debe facilitarse una situación donde predominen intereses cooperativos (aprovechamiento de los recursos naturales y autodeterminación de los isleños) en detrimento de los competitivos (soberanía). Parecería interesante que Argentina escalara el nivel de conflicto por el tema recursos naturales desde la actual persuasión de Buenos Aires a Londres, donde el enfrentamiento de fines hasta el momento no ha ofrecido ningún resultado práctico; a una opción que involucre no solo fines sino medios. Londres sabe que el riesgo de escalada siempre está del lado argentino, puesto que el saldo de beneficios (fines) y costos (medios) es siempre muy amplio. En otros términos Argentina tiene mucho para ganar y poco para perder.

Si esta teoría no es fácilmente refutable, implicaría diseñar una política de defensa que pondere al menos el concepto de presión indirecta elaborado por el General Beaufre (Beaufre, 1973) o disuasión de Luttwak (Luttwak, 1987). De ser así la Armada Argentina tendría el papel protagónico tanto de forma orgánica como en los objetivos operacionales. Posiblemente esto lleve a pensar que estamos en una nueva carrera armamentista. Sin embargo no es así, porque el armamentismo es un esfuerzo orgánico mediante la acumulación de medios y no una operación en si. Se debería avanzar en Operaciones de baja intensidad. Una acción de este tipo permitiría conducir la estrategia adoptada en maniobras que lleven mensajes con propuestas y además sustento real no simbólico.

En este caso las directivas estratégicas nacionales, emanadas del poder Ejecutivo deben contemplar esta situación, para impulsar al Ministerio de Defensa a elaborar un plan militar que como propósito responda a estos objetivos nacionales y como tarea prepare la conducción militar del asunto.


Esta estrategia argentina tiene como salida una misión, cuya planificación determina operaciones tácticas en el mar austral. Para los conflictos descriptos se necesitan medios adecuados como patrulleros oceánicos (tipo LCS o clase Holland) que desplazan no menos de 3 mil toneladas, cubiertas de despegue para 2 helicópteros medianos de reconocimiento y patrulla, adaptables a perfiles de guerra antisubmarina y de superficie para operar todo tiempo en los mares del Atlántico sur y lograr el dominio de la vigilancia marítima. Aeronaves con sistemas de control de alerta temprana (AWSC), como también silenciosos submarinos de propulsión AIP (SSK, actuales SSP) los cuales pueden navegar sumergidos alrededor de un mes, completarían el planeamiento de fuerza. Es interesante recordar que el país posee las patentes de construcción de los submarinos TR 1700 de factura alemana, hermano mayor de la clase Dolphin y S-214.

Sería un serio dolor de cabeza para el Almirantazgo británico pensar que en un futuro cercano el Mar Argentino y las aguas que rodean Malvinas fueran patrullados por "jaurías" conformadas por unidades TR 1700, protegiendo el derrotero de los patrulleros oceánicos. Las tácticas a emplear deben permitir un efectivo control de nuestro mar, buscando el momento y lugar específico para obligar a los británicos a ceder permanentemente ante situaciones de disputa territorial Operaciones basadas en sucesivos ciclos OODA, (Observación, Orientación, Decisión y Acción) aplicando los conceptos tácticos de reconocimiento de arrastre, superficies y vacíos y punto de esfuerzo principal (Schwerpunkt), permitirían a la Marina Argentina tener constantemente crispados los nervios de los integrantes de Whitehall y propensos a las equivocaciones.


Al mismo tiempo la Cancillería argentina debería tomar la iniciativa y proponer al Foreign Office, cursos de acción para explorar la posibilidad de explotar conjuntamente los recursos naturales en el mar que rodea a las islas, mientras los isleños viven tranquilos con su deseada ciudadanía inglesa en un territorio cuya soberanía aún está en disputa.

Que distinto sería negociar los intereses que involucra el conflicto del Atlántico sur en estos términos. Debe estar siempre presente las guerras del bacalao, (Cod wars) en las cuales el Reino Unido luego de 18 años cedió e Islandia logró obtener plena soberanía sobre sus 200 millas, a pesar de que la Royal Navy nunca dejó de presionar a los guardacostas islandeses.

* Escuela de Defensa Nacional. MS en Defensa Nacional.

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