Por Susana Rigoz - DEF Online
Antártida, tierra de paz y ciencia. Foto: Rodolfo Del Valle.
En el marco de la reconversión militar anunciada en el mes de julio por el presidente Mauricio Macri, se constituyó el Comando Conjunto Antártico (COCOANTAR) del Estado Mayor de las Fuerzas Armadas, a fin de optimizar las operaciones en el sexto continente.
Unificando las direcciones y comandos de las tres Fuerzas Armadas, el flamante organismo, cuya misión es la de conducir las operaciones en el continente blanco, tiene carácter de permanente, hecho que apunta a “asegurar el despliegue, sostén logístico y desarrollo de la actividad científica, a fin de contribuir al cumplimiento del Plan Anual Antártico, Científico, Técnico y de Servicios, fijado por la Dirección Nacional del Antártico (DNA)”, según dictamina el Decreto 368/2018.
Si bien mantiene su esencia, “el COCOANTAR, se reconvierte para brindar un mejor servicio, más previsible, mejor planeado, coordinado y conducido”, según afirmó el teniente general VGM Bari del Valle Sosa, Jefe del Estado Mayor Conjunto de las Fuerzas Armadas, en la ceremonia de puesta en funciones de las nuevas autoridades.
En diálogo con DEFOnline, el comodoro Enrique Videla, Segundo Comandante del COCOANTAR, brindó algunos detalles sobre la labor del organismo.
-¿Por qué tienen que estar los militares en la Antártida?
-Porque es una actividad compleja para la que se necesitan conocimiento y destreza. Se pueden tener muchos medios, pero lo irreemplazable es la experiencia. Por ejemplo, para poder aterrizar un avión Hércules C-130 en la pista de Marambio es necesario ser comandante antártico, especialidad que requiere de un gran adiestramiento; lo mismo ocurre para desplegarse en el terreno o realizar patrullas y rescates. Hay que estar en esa geografía para comprender el enorme riesgo potencial, la teoría no alcanza. Creo que las Fuerzas Armadas son indispensables en este espacio tan hostil por contar con personal experimentado en distintas áreas, que realizan previamente una rigurosa capacitación específica y con los elementos necesarios (rompehielos, buques, aviones Hércules C-130, Twin Otter, helicópteros, vehículos antárticos), que están adaptados para operar en esas condiciones medioambientales.
-¿Significó un cambio importante la creación del COCOANTAR?
-En realidad, en la Antártida siempre se trabajó en conjunto. ¿Qué cambió? Que antes estaba cada Fuerza en un lugar distinto y el Comando Conjunto funcionaba seis meses al año y con la misma periodicidad rotaban sus autoridades. A partir de esta reestructuración, compartimos el mismo espacio de modo permanente, lo cual nos da más continuidad en los cargos y permite una mayor integración que facilita la planificación.
-¿Suma la unión?
-Cada Fuerza tiene su idiosincrasia y su especificidad, sin embargo, hay actividades que se pueden compartir, y eso nos enriquece. Por ejemplo, personal del Ejército colaboró en la instalación de cuatro generadores en la Base Marambio, que es gestionada por la Fuerza Aérea. La idea es sacar lo mejor de cada uno. Aunque con seguridad va a llevar un tiempo acostumbrarnos a las distintas maneras de trabajar, creo que vamos por buen camino, y el hecho de que nos conozcamos todos desde hace muchos años va a facilitar esta unión.
-¿Cuál considera que es la clave de una buena campaña?
-Yo estoy convencido de que el aspecto humano es el que determina el éxito o el fracaso de una dotación. El frío extremo, la convivencia, las tareas que muchas veces no cesan determinan el perfil del antártico que debe caracterizarse por el espíritu de colaboración, la generosidad y el compromiso hacia la actividad.
El marco legal
El sexto continente se rige por el Tratado Antártico, suscripto en 1959 y puesto en vigor el 23 de junio de 1961, del que la Argentina es uno de los signatarios originales. Este instrumento jurídico internacional establece entre sus principales disposiciones que el continente será utilizado solo para fines pacíficos, la investigación científica y la cooperación internacional. Entre las actividades que están expresamente prohibidas se encuentran las explosiones nucleares, la eliminación de desechos radioactivos y la introducción de especies no autóctonas, entre otras. El Tratado, junto con otros protocolos y acuerdos, conforman el Sistema del Tratado Antártico que actualmente es la herramienta de administración internacional.
Argentina es un país pionero en la región, donde tiene una presencia ininterrumpida desde 1904 cuando se instaló el primer Observatorio Meteorológico permanente en las islas Orcadas del Sur. Con seis bases permanentes (Orcadas, San Martín, Esperanza, Carlini, Marambio y Belgrano II) y siete bases temporarias (Melchior, Decepción, Brown, Petrel, Cámara, Matienzo y Primavera) nuestro país es líder en América Latina y desarrolla diversos proyectos de investigación, muchos de los cuales se llevan adelante con institutos y universidades locales o en cooperación internacional.
Las denominadas “bases permanentes” cuentan con una dotación que se renueva año a año (en el censo de 2010, el número de integrantes de las dotaciones fue de 230 personas), mientras que las “temporarias” funcionan en la denominada “Campaña de Verano”, que se extiende de diciembre a marzo, época en la cual se incrementa notablemente la presencia de investigadores.
San Martín, primera base argentina en el continente antártico. Foto: Dirección Antártica de Ejército.
“La Antártida es como una gran casa que es necesario cuidar, y el medio ambiente antártico es muy erosivo, razón por la cual todos los años es necesario hacer un mantenimiento importante. La nieve acumulada destruye y deteriora”, detalla Videla quien se desempeñó como jefe de la Base Marambio en dos oportunidades.
“En cada base se relevan las tareas necesarias de mantenimiento o mejora y se elabora un programa de trabajo. A partir de allí, se trasladan los insumos para realizarlo: herramientas, y elementos de construcción en general. Los arreglos pueden incluir desde el mantenimiento o la reparación de una pista de aterrizaje, el rediseño de algún edifico, hasta la recolección de los desechos generados”, afirma el especialista.
Soberanía antártica
La Dirección Nacional del Antártico, que funciona bajo la órbita del Ministerio de Relaciones Exteriores, es la encargada de elaborar el Plan Anual Científico Tecnológico y de Servicios que determina las actividades y proyectos a desarrollar. Este Plan responde al objetivo fundamental de la Política Nacional Antártica que según establece el Decreto 2316/1990 es el de “afianzar los derechos argentinos de soberanía en la región”.
Las Fuerzas Armadas, por su parte, por Ley 18.513 “tienen la función de realizar el apoyo logístico y técnico a la investigación científica que en el verano de 2018 abarcó más de 40 proyectos”, sostiene el comodoro Enrique Videla. Y agrega que al hablar de apoyo logístico se refiere al mantenimiento de las bases y refugios, y al traslado de personal y carga tanto científica, de mantenimiento, como para la subsistencia, a las que se le agregan las tareas de asistencia sanitaría y la búsqueda y salvamento, por mencionar solo algunas actividades.
Este sustento es el que permite llevar a cabo el Plan diseñado por la DNA, sobre cuya base se realiza la planificación de la campaña anual, se sabe qué estudios científicos se llevarán a cabo, qué cantidad de personal y carga serán empelados, dónde se van a desplegar y cuántos días permanecerán. Todos estos datos permiten calcular las horas de vuelo y los días de navegación entre el continente americano y el antártico, y los movimientos a realizar interbases antárticas, vía naval o aérea (helicóptero o avión), entre otros aspectos que hacen al apoyo general.
Además de las bases, están los refugios que se usan en caso de necesidad. “Existen dos tipos de refugios”, explica Videla. “Uno de ellos es el utilizado como lugar de abrigo para quienes lo necesiten, donde se acumulan provisiones que permiten sobrellevar un temporal o cualquier inconveniente propio de un ambiente tan adverso. Pero también están aquellos que se mantienen como hito histórico, como es el caso de la cabaña de piedra construida en 1902 por integrantes de la Expedición Sueca al Polo Sur del doctor Otto Nordenskjöld, que fue declarado Monumento Histórico Nacional. Todos, al igual que las bases, necesitan tareas que los mantengan en condiciones habitables”.