Por Santiago O’Donnell - Pagina12
En esta última entrega, el fundador de WikiLeaks explica por qué cree que no hay tres superpotencias y además afirma que sería bienvenida una megafiltración sobre Rusia o China.
El crecimiento acelerado de China, el resurgimiento de Rusia y el protagonismo de las potencias emergentes de los Brics a partir de la crisis mundial del 2008 con epicentro en Estados Unidos y Europa parecen ser los datos geopolíticos más relevantes de los últimos años. En esta tercera y última parte de la entrevista de Página/12 con Julian Assange en la Embajada de Ecuador en Londres, el factótum de WikiLeaks argumenta que la alianza de Occidente sigue siendo la única superpotencia y que en muchos aspectos relevantes ha acentuado su dominio estratégico a nivel mundial. También explica por qué una megafiltración sobre Rusia o China comparable a Cablegate sería “muy bienvenida” en WikiLeaks.
–Acaso porque las filtraciones que no involucran a Estados Unidos no tienen tanto impacto en la agenda mediática internacional, mucha gente no sabe que mientras usted estuvo encerrado en esta embajada, WikiLeaks continuó publicando filtraciones importantes, empezando por los correos electrónicos del gobierno de Siria, pasando por los borradores secretos de tratados comerciales multilaterales, hasta la ley secreta de Australia conocida como la “supercautelar”, apenas hace dos semanas (al momento de la entrevista).
–Si hablamos de publicaciones vinculadas con Estados Unidos, la más significativa mientras estuve en la embajada fue la de los cinco millones de e-mails de la agencia de inteligencia privada Stratford, una filtración muy significativa que mantiene una gran relevancia. Hemos publicado ya dos millones de documentos del gobierno estadounidense. El año pasado publicamos documentos de tratados comerciales multilaterales secretos. Aunque estos documentos son muy secos, tienen una importancia muy significativa, ya que muestran cómo opera el nuevo sistema económico.
El TTIP, por ejemplo, propone una régimen comercial para la alianza transatlántica que excluye a los Brics (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica) e involucra a cincuenta países (y se negocia) por fuera de la OMC (Organización Mundial de Comercio) y cubre todo tipo de temas relacionados con la banca, el dinero, las inversiones, qué tipo de leyes pueden aprobar los gobiernos con respecto a la agricultura o a las empresas multinacionales. Cincuenta países involucrados. Ninguno de los Brics. Y todo secreto.
Del mismo modo, TPP, la Alianza del Transpacífico, es otro gran sistema para la regulación de inversiones y comercio y servicios de Internet creada para, a nivel estratégico, formar un bloque económico entre el sudeste asiático y los centros comerciales de intercambio con China en América latina, de manera no compatible con las prácticas comerciales de China, para dejar afuera a Beijing. Es parte de la estrategia asiática de (el presidente de Estados Unidos Barack) Obama: rodear a China desde el Sur y desde el Oeste, del otro lado del (océano) Pacífico.
–Si usted es el director de un medio de comunicación, ¿por qué les dedica tanto tiempo a sus actividades políticas y apariciones en videos con figuras públicas? ¿Teme ser pintado como un paria por Estados Unidos?
–Sí, es cierto. Estados Unidos lleva ya cuatro años y medio desde que inició una investigación de nosotros sin precedentes en cuanto a su escala y su naturaleza, según sus propias palabras. Como en todos sus conflictos, ha apelado a sus amigos en los medios occidentales, en este caso para que digan que WikiLeaks es una organización terrorista. Hasta llegaron a impulsar un proyecto de ley en el Congreso estadounidense para declararnos “combatientes enemigos” para que podamos ser matados o secuestrados a voluntad sin una orden judicial.
Este año presentaron otro proyecto para excluirnos de la ley que protege el anonimato de las fuentes periodísticas. Ese tipo de señales hace que la gente tenga miedo de relacionarse con nuestra organización y facilitó el bloqueo bancario internacional que sufrimos. Visa, MasterCard, Western Union, Bank of America, etcétera, nos bloquearon igual que bloquearon a Cuba. Pero a diferencia del cubano, nuestro bloqueo fue completamente informal, no se hizo a nivel legal. Si se hubiera hecho a través de decisiones judiciales podríamos habernos defendido legalmente, o si se hubiera aprobado por ley podríamos haber contestado políticamente. Pero se hizo al nivel de “ten cuidado porque puedes perder sus contratos con el gobierno” o “cuidado que te pueden mandar una auditoría”.
Por eso es necesario mostrar que la organización y yo tenemos amigos y que no es peligroso relacionarse con nosotros. Porque todo lo que se necesita para imponer autoridad es la percepción del miedo, la percepción de una capacidad de actuar en contra de la gente. No es que actúan, es sólo una percepción. Con respecto al bloqueo bancario hemos ganado dos casos en distintas jurisdicciones y como resultado MasterCard se ha rendido, Visa se ha rendido, PayPal se rindió. Ahora nosotros las estamos demandando por 17 millones de dólares por los daños causados. Eventualmente, Visa, MasterCard y PayPal empezaron a tener más miedo de nosotros y de nuestros abogados y nuestros amigos que del gobierno estadounidense.
–Me parece que la crítica más válida que se le hace a usted es que debido a su disputa con Estados Unidos a WikiLeaks se lo percibe como anti-Estados Unidos o anti-Occidente...
–Estoy de acuerdo. Es muy difícil. Antes del fragor de la pelea éramos muy cuidadosos de nunca hacer declaraciones políticas. Yo me cuidaba mucho de no hacerlas porque interfiere con la percepción de objetividad de la organización. Pero la fuerza del asalto de Estados Unidos contra WikiLeaks hizo que tuviéramos que usar toda nuestra artillería y el interés de la gente en lo que tengo para decir es una de las armas que podemos desplegar. Normalmente no la desplegaría porque necesitamos ser percibidos como objetivos, pero hemos sido una organización que luchaba por su supervivencia y es el costo que tuvimos que pagar.
–¿Está de acuerdo con que de las tres superpotencias ustedes han sido más exitosos revelando los secretos de la menos opaca de las tres?
–No hay tres superpotencias. Eso es falso. Hay una, que es la alianza occidental. Es importante mantener la perspectiva. Por ejemplo, el gasto militar de Rusia es el 7 por ciento del de la OTAN. Rusia tiene una base militar fuera de su país, en Siria, mientras que Estados Unidos tiene mil bases. Entonces Rusia no es una superpotencia.
–No sé si estoy de acuerdo. Los números serán ésos, pero Rusia claramente jugó un rol clave en frenar el bombardeo de Siria, están jugando fuerte en Ucrania, Putin es un actor de primer nivel en el tablero internacional. A su vez, China se ha convertido en el principal socio económico de América latina y Africa...
–China es más interesante, pero igual hay que mantener la perspectiva. Como economía exportadora es muy importante y ha superado a Alemania, pero China sólo tiene el 25 por ciento del Producto Bruto Interno de Estados Unidos. Y el gasto en armamento es un décimo comparado al de Estados Unidos.
–Pero en geopolítica uno nunca es neutral. Cuando se lastima a uno se ayuda al otro.
–Pero en términos de nuestras publicaciones, somos una organización basada en los abusos con secretos y censura. ¿Quién está generando más documentos secretos?
–Gobierno más secreto que el de China no creo que haya ningún país del mundo, salvo quizá Corea del Norte.
–Eso es falso. El gobierno de Estados Unidos gasta el 60 por ciento del presupuesto mundial de inteligencia. Y eso no incluye la alianza occidental. Estados Unidos es también el más avanzado tecnológicamente, está interceptando más de 1500 millones de comunicaciones por día. Todas secretas, y clasifica más de 60.000 documentos por año. Entonces la gran mayoría de documentos secretos en el mundo son producidos en Estados Unidos.
–Estados Unidos produce más documentos secretos porque produce más de todo, pero China es mucho más opaca. Si quiere argumentar que Estados Unidos es menos transparente que China va a recibir muchas refutaciones de organismos de derechos humanos y de defensa de las libertades civiles.
–La mayoría de las organizaciones de derechos humanos y de derechos civiles que operan a nivel global son financiadas por Estados Unidos, Gran Bretaña y Suecia.
–Está bien, pero ¿usted piensa que se puede ser opositor al gobierno en China, que se puede practicar cualquier religión en China?
–Por supuesto que no. Sólo estoy fijando una base para mantener la perspectiva. Así que China debe ser encarada manteniendo la perspectiva, teniendo en cuenta el tamaño de su economía y de su aparato de seguridad nacional, que es un cuarto del de Estados Unidos. Entonces hay que partir de ahí, y si uno lo analiza desde una perspectiva geopolítica y no de política interna, China tiene lo que se puede describir como una o dos bases fuera de China, no mil.
–Pero la cantidad de bases no es una medida de la libertad de expresión que hay en un país.
–Es una medida del interés que otras naciones pueden tener en el comportamiento secreto de un país. Los problemas de China son principalmente domésticos, comparados con los de Estados Unidos, aunque China compite con Estados Unidos para controlar recursos naturales en Africa e inversiones en Latinoamérica.
–En China hay miles de personas presas o perseguidas por expresar sus puntos de vista, en Estados Unidos no llegarán a diez.
–Eso no es cierto. China es un país más simple y menos moderno y más fiscalizado. Por ejemplo, usa leyes de sedición. China ataca desnuda a la disidencia política. En Estados Unidos, ¿quiénes son los prisioneros políticos? Hay prisioneros políticos acusados de espionaje. Hay prisioneros políticos por actos de violencia o crímenes contra la propiedad. Entonces Estados Unidos tiene un sistema político mucho más sofisticado. China adopta medidas crudas para suprimir a la disidencia y Estados Unidos adopta medidas sofisticadas. Las estructuras de poder de Estados Unidos están en contra de la libertad de expresión y hagas lo que hagas no vas a poder cambiar eso. China ejerce una censura más directa y torpe. Dicho esto, agrego que hemos publicado documentos sobre China. Publicamos millones de documentos sobre Siria. Publicamos documentos sobre todos los países del mundo, que critican a todos los países del mundo desde hace años. Pero las historias de gran impacto son sobre la costa este de los Estados Unidos y la razón es el poder del mundo, sobre todo el poder de la información emana de la costa este de Estados Unidos, y un poquito de Londres. Esto se verifica fácilmente.
Durante la caída de Trípoli, con la revuelta contra Khadafi alentada por Estados Unidos, había 200 tuits por minuto sobre el tema en todo el mundo. Con el huracán Irene, que ni siquiera fue un huracán, sino una tormenta agrandada por los medios, cuando se pensó que podía barrer la costa este de Estados Unidos, hubo 1200 tuits por minuto, que es el límite de lo que soporta Twitter. Entonces la costa este es completamente dominante aun en los nuevos medios (redes sociales) y eso refleja los canales de poder en el mundo, especialmente de poder mediático. Entonces no les importa, no les importa y no informan cuando hacemos algo sobre China.
–Entonces, para que les quede claro a sus millones de seguidores y potenciales fuentes de información, si usted obtuviera una filtración de la dimensión de Cablegate sobre China o sobre Rusia, ¿sería bienvenida y ninguna interferencia política frenaría su publicación?
–Sería muy bienvenida. Extremadamente bienvenida. Para que quede claro: hemos publicado muchísimos documentos sobre censura en China, incluyendo todas las palabra clave que usadas en Internet de China automáticamente producen el cierre de la cuenta del usuario y documentos con instrucciones para funcionarios de gobierno con distintas alternativas para censurar. Pero no aparece en las noticias de Occidente. Porque a Occidente sólo le interesa Occidente y no los demás países y ése ha sido el problema geopolítico desde siempre. Y a los países de la tercera posición no les importa lo que pasa en los otros países de tercera posición, sólo le importa lo que pasa en Occidente, porque Occidente es tan poderoso. Casi toda la estructura comercial internacional y la estructura militar internacional está bajo dominio de Occidente. En cuanto a WikiLeaks, con respecto a China y Rusia también está la barrera del lenguaje. Somos una organización predominantemente de habla inglesa, aunque tenemos varios miembros que hablan español. Uno debe concentrarse en lo que mejor hace y en el lenguaje que puede hablar.
Pese al clásico cliché de periodo escaso en noticias, raro es el verano que no trae consigo la aparición o agudización de alguna crisis bélica importante.
En 2014 este fenómeno ha sido especialmente intenso no solo por los numerosos conflictos armados en curso, sino por sus graves consecuencias regionales y globales. Para los estados europeos la situación resulta aún más preocupante porque la mayoría de las crisis han tenido lugar en su periferia, han afectado directamente sus intereses y están poniendo progresivamente en riesgo su propia seguridad.
Vamos a referirnos a los cuatro conflictos de mayor relevancia que han acaparado los titulares en los meses estivales: la crisis en Ucrania, la espectacular ofensiva del Estado Islámico en Irak y Siria, el nuevo episodio de enfrentamiento entre Hamas e Israel en Gaza y el caos que progresivamente se apodera de Libia.
La situación en Ucrania
En Ucrania la crisis ha alcanzado ya el nivel de guerra civil. Durante meses las milicias separatistas fueron alimentadas por Moscú lo necesario para prolongar el conflicto pero no tanto como para hacer demasiado evidente la intervención rusa. El derribo el 17 de julio del vuelo MH 17 fue, aparte de una tragedia, un golpe muy negativo para los intereses de los separatistas y de la Federación Rusa. Efecto negativo que se amplió cuando, tras meses de vacilaciones y ante la evidencia de que el conflicto estaba fuera de control, tanto Estados Unidos como la UE decidieron a finales de julio aplicar sanciones económicas realmente dolorosas.
Pero el terrible incidente, que algunos interpretaron como el fin de la insurgencia separatista ucraniana, no ha tenido de momento demasiadas consecuencias. Las responsabilidades del derribo del avión malasio se han diluido en una maraña de acusaciones mutuas y dificultades para acceder a los restos del aparato y llevar a cabo una investigación seria. Todos los líderes separatistas relacionados con el suceso han sido ya discretamente relevados de su cargo.
Al mismo tiempo Moscú decidió jugar la carta humanitaria. Los rebeldes se replegaron hacia zonas densamente urbanizadas donde resultaba difícil para Kiev evitar bajas civiles. La neutralización de la fuerza aérea ucraniana por la eficaz defensa aérea de los separatistas obligó a utilizar masivamente la artillería convencional. Sin proyectiles guiados ni sistemas de observación y dirección de tiro avanzados el resultado fue un dramático aumento de civiles muertos y heridos.
Rusia mostró su indignación ante diversos organismos internacionales y organizó un gran convoy humanitario que sirvió para concentrar la atención internacional y desviarla del evidente refuerzo en equipo y personal que se estaba produciendo en las filas rebeldes, justo cuando la ofensiva ucraniana comenzaba a perder fuelle ante un severo desgaste (unas 3500 bajas entre muertos heridos a mediados de agosto).
Vamos a referirnos a los cuatro conflictos de mayor relevancia que han acaparado los titulares en los meses estivales: la crisis en Ucrania, la espectacular ofensiva del Estado Islámico en Irak y Siria, el nuevo episodio de enfrentamiento entre Hamas e Israel en Gaza y el caos que progresivamente se apodera de Libia.
La situación en Ucrania
En Ucrania la crisis ha alcanzado ya el nivel de guerra civil. Durante meses las milicias separatistas fueron alimentadas por Moscú lo necesario para prolongar el conflicto pero no tanto como para hacer demasiado evidente la intervención rusa. El derribo el 17 de julio del vuelo MH 17 fue, aparte de una tragedia, un golpe muy negativo para los intereses de los separatistas y de la Federación Rusa. Efecto negativo que se amplió cuando, tras meses de vacilaciones y ante la evidencia de que el conflicto estaba fuera de control, tanto Estados Unidos como la UE decidieron a finales de julio aplicar sanciones económicas realmente dolorosas.
Pero el terrible incidente, que algunos interpretaron como el fin de la insurgencia separatista ucraniana, no ha tenido de momento demasiadas consecuencias. Las responsabilidades del derribo del avión malasio se han diluido en una maraña de acusaciones mutuas y dificultades para acceder a los restos del aparato y llevar a cabo una investigación seria. Todos los líderes separatistas relacionados con el suceso han sido ya discretamente relevados de su cargo.
Al mismo tiempo Moscú decidió jugar la carta humanitaria. Los rebeldes se replegaron hacia zonas densamente urbanizadas donde resultaba difícil para Kiev evitar bajas civiles. La neutralización de la fuerza aérea ucraniana por la eficaz defensa aérea de los separatistas obligó a utilizar masivamente la artillería convencional. Sin proyectiles guiados ni sistemas de observación y dirección de tiro avanzados el resultado fue un dramático aumento de civiles muertos y heridos.
La entrada y rápida salida del convoy de Ucrania, sin el permiso de las autoridades de Kiev, marcó el inicio de una contraofensiva de las milicias separatistas, con un apoyo cada vez más evidente de fuerzas regulares rusas. En el momento de escribir estas líneas la ofensiva ha dado un vuelco a la situación sobre el terreno. Los separatistas han llegado ya hasta el Mar de Azov y embolsado a miles de combatientes ucranianos al Sur de Donetsk. La desastrosa situación sobre el terreno, y las dificultades económicas para sostener la campaña ha obligado al presidente ucraniano Poroshenko a aceptar un alto el fuego, cuyos términos han sido en su mayoría dictados desde Moscú.
La reacción rusa a las sanciones no ha sido menos animosa. El veto a las importaciones de productos agrícolas ha tocado uno de los puntos sensibles de la economía de la UE, y las autoridades rusas han tenido tiempo, en los meses previos de inactividad europea, para tomar medidas que mitiguen el impacto de las sanciones de Bruselas. Pero la gran baza de Putin es, como para todo estratega ruso que se precie, la llegada del invierno. Descartada ya la neutralización de las áreas rebeldes para el otoño, Ucrania se asoma a la perspectiva de una ruina helada. Y Europa al difícil desafío de sustituir el gas ruso en un contexto de recuperación económica todavía muy dudosa.
La reacción rusa a las sanciones no ha sido menos animosa. El veto a las importaciones de productos agrícolas ha tocado uno de los puntos sensibles de la economía de la UE, y las autoridades rusas han tenido tiempo, en los meses previos de inactividad europea, para tomar medidas que mitiguen el impacto de las sanciones de Bruselas. Pero la gran baza de Putin es, como para todo estratega ruso que se precie, la llegada del invierno. Descartada ya la neutralización de las áreas rebeldes para el otoño, Ucrania se asoma a la perspectiva de una ruina helada. Y Europa al difícil desafío de sustituir el gas ruso en un contexto de recuperación económica todavía muy dudosa.
La pregunta principal es ¿Qué pretende Vladimir Putin? Probablemente lo que se adivinó desde un principio: desestabilizar el gobierno ucraniano hasta que Kiev acepte negociar en condiciones favorables para Moscú. Eso significaría una muy amplia autonomía de las regiones del Este, que mantendrían una constante amenaza de escisión ante cualquier gesto de Kiev que disguste a Moscú.
La alternativa, si la opción negociadora falla, sería provocar la partición de Ucrania. Pero es poco probable que los estrategas rusos se conformen entonces con una Nueva Rusia integrada por Donetsk y Luhansk. No es descabellado pensar que Jarkov, Odessa y toda la costa del Mar de Azov estén en el punto de mira de las ambiciones rusas. Los restos de una Ucrania rota y arruinada se dejarían entonces a la atención de la Unión Europea, y como un trágico regalo de advertencia para la OTAN.
La siguiente pregunta sería; ¿Y qué piensan hacer los estados europeos al respecto? La respuesta es todavía una incógnita. Cabe albergar serias dudas sobre endurecimiento de las declaraciones de los líderes de la OTAN durante la cumbre de esta semana, sobre todo si se tiene en cuenta que se han producido coincidiendo con un alto el fuego totalmente favorable a los intereses rusos. El anuncio de nuevas y vacilantes sanciones no ha evitado que el índice MICEX de Moscú haya subido más de 6% esta semana y esté ya en zona de ganancias anuales. El caso es que la guerra ha llamado a las puertas de Europa y sus dirigentes se miran unos a otros, y todos a Estados Unidos, para ver si alguien responde a la llamada.
La alternativa, si la opción negociadora falla, sería provocar la partición de Ucrania. Pero es poco probable que los estrategas rusos se conformen entonces con una Nueva Rusia integrada por Donetsk y Luhansk. No es descabellado pensar que Jarkov, Odessa y toda la costa del Mar de Azov estén en el punto de mira de las ambiciones rusas. Los restos de una Ucrania rota y arruinada se dejarían entonces a la atención de la Unión Europea, y como un trágico regalo de advertencia para la OTAN.
La siguiente pregunta sería; ¿Y qué piensan hacer los estados europeos al respecto? La respuesta es todavía una incógnita. Cabe albergar serias dudas sobre endurecimiento de las declaraciones de los líderes de la OTAN durante la cumbre de esta semana, sobre todo si se tiene en cuenta que se han producido coincidiendo con un alto el fuego totalmente favorable a los intereses rusos. El anuncio de nuevas y vacilantes sanciones no ha evitado que el índice MICEX de Moscú haya subido más de 6% esta semana y esté ya en zona de ganancias anuales. El caso es que la guerra ha llamado a las puertas de Europa y sus dirigentes se miran unos a otros, y todos a Estados Unidos, para ver si alguien responde a la llamada.
Irak/Siria
La potente ofensiva de los yihadistas del Estado Islámico (EI) en Irak y Siria ha sido quizás el acontecimiento bélico más inesperado del verano. Es cierto que, desde principios de año, el EI había conseguido hacerse con el control de varias ciudades en Irak (Faluya y parte de Ramadi entre ellas) gracias al apoyo de las tribus sunníes locales. En Siria había logrado también imponerse a otros grupos rebeldes y consolidar su dominio en la parte nororiental del país. Pero la explosión de acontecimientos que han tenido lugar desde junio ha supuesto una sorpresa especialmente preocupante.
Primero se produjo el hundimiento del ejército iraquí en Mosul y el rápido avance de los yihadistas hacia Bagdad, que a duras penas fue contenido al norte de la capital. Después, la conquista de prácticamente todo el Oeste iraquí lo que permitió al EI declarar la fundación de un califato islámico en una vasta región entre Siria e Irak. Más tarde una potente ofensiva en Siria causaba el mayor número de bajas entre las fuerzas gubernamentales de Al Assad desde hace más de un año. Los yihadistas barrían a las fuerzas del régimen de la provincia de Raqqah, haciéndose con bases militares y campos de gas y petróleo. Finalmente, los combatientes kurdos, en los que se habían puesto grandes esperanzas para detener al EI, se veían obligados a retroceder hacia su capital Erbil, forzando a Estados Unidos a lanzar ataques aéreos para detener el avance yihadista.
Resulta sorprendente que el EI sea capaz de lanzar operaciones en varios frentes a la vez con semejante energía. Ciertamente nunca hay que subestimar el poder de una horda de fanáticos, pero desgraciadamente el EI parece ser algo más que eso. La alianza con las tribus sunníes de Irak ha sido un elemento decisivo, especialmente para hacerse con el control de las provincias del Oeste y el Norte del país. Pero por sí solo tampoco explica el auge del grupo yihadista, ni su capacidad para humillar a la vez a las fuerzas armadas sirias, iraquíes y kurdas, aparte de a otros grupos islamistas de la oposición siria.
La gestión financiera y logística aparece como uno de los elementos que explicarían ese auge. La organización se ha mostrado muy eficaz para explotar recursos locales en las áreas conquistadas en Siria y se dice que incluso ha vendido petróleo al régimen de Al Assad, en una de esas paradojas tan difíciles de comprender para un occidental en los conflictos de Oriente Medio. Los éxitos en Siria e Irak, la fundación de un califato y una estrategia de comunicación pública sorprendentemente moderna y bien dirigida han convertido al EI en el beneficiario principal de las redes globales de reclutamiento y financiación que alimentan el yihadismo. Y por último las sospechas de un apoyo directo o indirecto por parte de algunas monarquías del Golfo resultan difíciles de descartar. No sería la primera vez que se intenta utilizar a los yihadistas como instrumento para conseguir objetivos estratégicos en la región, aunque siempre con resultados desastrosos.
La crisis ha creado extraños aliados. Irán y Estados Unidos coinciden ahora en que hay que frenar al EI como sea. Y para ello no han dudado en colaborar para apartar de su cargo al primer ministro iraquí, Nuri al Maliki, a quien se hace responsable de que las tribus sunníes se hayan unido al EI en respuesta a su política descaradamente sectaria en beneficio de la mayoría chií. Por su parte, Al Assad se ha convertido repentinamente en puntal geopolítico de Occidente en la región, ya que el hundimiento de su régimen terminaría por convertir al EI en dueño de gran parte del Creciente Fértil. Un reticente Obama se ha visto obligado a intervenir de nuevo en Irak, con el Pentágono aconsejando extender la intervención también al territorio sirio. Los ataques aéreos norteamericanos parece que han conseguido estabilizar la situación en el Norte de Irak, y han dado un respiro a los combatientes kurdos e iraquíes para reorganizarse y contratacar.
Durante el verano los militantes del EI se han encargado de mantener las redacciones de los principales medios de comunicación bien abastecidas de imágenes brutales y casi apocalípticas. Cristianos, yazidíes, chiíes o simples sunníes moderados huyen desesperadamente de matanzas masivas, que además son aireadas con orgullo. Paradójicamente, en esta brutalidad sin límites se encuentra la vulnerabilidad tradicional del yihadismo, y las razones de su fracaso en múltiples lugares del mundo. Fue en parte esta brutalidad la que ya provocó que las tribus sunníes iraquíes se convirtiesen en aliados de Estados Unidos a partir de 2005, y probablemente hará que abandonen de nuevo a los yihadistas si se abren perspectivas razonables para sus aspiraciones políticas.
El nuevo gobierno iraquí, la intervención de Estados Unidos y la aparente unidad internacional tanto en la condena a los yihadistas como en la disponibilidad a contribuir en la lucha contra ellos quizás conjuren la amenaza a medio plazo. Pero como ya ha advertido Obama no será rápido ni se logrará sin sufrimiento.
La potente ofensiva de los yihadistas del Estado Islámico (EI) en Irak y Siria ha sido quizás el acontecimiento bélico más inesperado del verano. Es cierto que, desde principios de año, el EI había conseguido hacerse con el control de varias ciudades en Irak (Faluya y parte de Ramadi entre ellas) gracias al apoyo de las tribus sunníes locales. En Siria había logrado también imponerse a otros grupos rebeldes y consolidar su dominio en la parte nororiental del país. Pero la explosión de acontecimientos que han tenido lugar desde junio ha supuesto una sorpresa especialmente preocupante.
Primero se produjo el hundimiento del ejército iraquí en Mosul y el rápido avance de los yihadistas hacia Bagdad, que a duras penas fue contenido al norte de la capital. Después, la conquista de prácticamente todo el Oeste iraquí lo que permitió al EI declarar la fundación de un califato islámico en una vasta región entre Siria e Irak. Más tarde una potente ofensiva en Siria causaba el mayor número de bajas entre las fuerzas gubernamentales de Al Assad desde hace más de un año. Los yihadistas barrían a las fuerzas del régimen de la provincia de Raqqah, haciéndose con bases militares y campos de gas y petróleo. Finalmente, los combatientes kurdos, en los que se habían puesto grandes esperanzas para detener al EI, se veían obligados a retroceder hacia su capital Erbil, forzando a Estados Unidos a lanzar ataques aéreos para detener el avance yihadista.
La gestión financiera y logística aparece como uno de los elementos que explicarían ese auge. La organización se ha mostrado muy eficaz para explotar recursos locales en las áreas conquistadas en Siria y se dice que incluso ha vendido petróleo al régimen de Al Assad, en una de esas paradojas tan difíciles de comprender para un occidental en los conflictos de Oriente Medio. Los éxitos en Siria e Irak, la fundación de un califato y una estrategia de comunicación pública sorprendentemente moderna y bien dirigida han convertido al EI en el beneficiario principal de las redes globales de reclutamiento y financiación que alimentan el yihadismo. Y por último las sospechas de un apoyo directo o indirecto por parte de algunas monarquías del Golfo resultan difíciles de descartar. No sería la primera vez que se intenta utilizar a los yihadistas como instrumento para conseguir objetivos estratégicos en la región, aunque siempre con resultados desastrosos.
La crisis ha creado extraños aliados. Irán y Estados Unidos coinciden ahora en que hay que frenar al EI como sea. Y para ello no han dudado en colaborar para apartar de su cargo al primer ministro iraquí, Nuri al Maliki, a quien se hace responsable de que las tribus sunníes se hayan unido al EI en respuesta a su política descaradamente sectaria en beneficio de la mayoría chií. Por su parte, Al Assad se ha convertido repentinamente en puntal geopolítico de Occidente en la región, ya que el hundimiento de su régimen terminaría por convertir al EI en dueño de gran parte del Creciente Fértil. Un reticente Obama se ha visto obligado a intervenir de nuevo en Irak, con el Pentágono aconsejando extender la intervención también al territorio sirio. Los ataques aéreos norteamericanos parece que han conseguido estabilizar la situación en el Norte de Irak, y han dado un respiro a los combatientes kurdos e iraquíes para reorganizarse y contratacar.
El nuevo gobierno iraquí, la intervención de Estados Unidos y la aparente unidad internacional tanto en la condena a los yihadistas como en la disponibilidad a contribuir en la lucha contra ellos quizás conjuren la amenaza a medio plazo. Pero como ya ha advertido Obama no será rápido ni se logrará sin sufrimiento.
El conflicto en Gaza
En Gaza se ha vuelto a producir una de las sangrientas y periódicas explosiones de esa olla a presión en la que se ha convertido la Franja. El terrible asesinato aún no aclarado de tres adolescentes israelíes, seguido por la muerte no menos terrible de un joven palestino a manos de radicales judíos fue la espoleta que volvió a desencadenar la tragedia. Como trasfondo la insostenible situación de un área superpoblada, con un acceso muy limitado a cualquier tipo de recurso, gobernada por extremistas en su interior y con un gobierno israelí también especialmente propenso al extremismo en el exterior.
El golpe de estado que sacó del poder a los Hermanos Musulmanes en Egipto creó una situación preocupante para Hamas, por lo que una apertura de hostilidades como medio para recuperar protagonismo y obligar a Israel a negociar era previsible. Y Hamas se ha preparado concienzudamente para ello en los últimos años.
La crisis se inició con el habitual lanzamiento de cohetes por parte de las milicias palestinas. Cohetes más potentes, de mayor alcance y en mayor número que en ocasiones anteriores. El sistema antiproyectiles israelí Iron Dome funcionó muy bien, mejor de lo esperado, aunque se trata de una herramienta extremadamente cara. Cada misil interceptor cuesta 50.000 dólares, y aunque el sistema solo ataca aquellos proyectiles que calcula pueden caer en áreas pobladas, hacer frente a un ataque masivo supone un gasto considerable.
Desde el primer momento, los soldados israelíes se encontraron con una compleja red subterránea por la que los combatientes de Hamas se movían con relativa seguridad. La súbita aparición de grupos armados en la retaguardia israelí, e incluso en el propio suelo de Israel, provocó una gran alarma y endureció los combates hasta límites especialmente dramáticos. La necesidad de evitar que algunas unidades quedaran cercadas o arrolladas por los combatientes palestinos llevó a los mandos israelíes a lanzar ataques aéreos y de artillería devastadores, como el sufrido por el barrio de Shejaiya, en los que el número de bajas civiles se disparó.
Israel ha demostrado de nuevo su determinación para afrontar cualquier amenaza contra su seguridad sin retroceder ante presiones internacionales. Y de paso también ha demostrado que cada día tiene menos que temer de los cohetes de Hamas. Pero el movimiento islamista ha demostrado a su vez que es ahora menos vulnerable a los ataques de Israel, y que si las fuerzas del Tsahal osan pisar el suelo de Gaza tendrán que pagar un alto precio. La formación de un gobierno palestino unificado, que incluye al movimiento islámico, y su relativa eficacia en la lucha contra Israel han reforzado además su peso político.
La situación en Libia es quizás la más esperable de las crisis que han sacudido este verano de 2014. En realidad, tras el derrocamiento del dictador Gadafi el país africano nunca llegó a estabilizarse del todo. Pero en los últimos meses la situación ha degenerado rápidamente hacia lo que se puede ya calificar de conflicto armado abierto.
Penetrar en la inextricable maraña de la situación interior libia puede ser agotador. Baste decir que la región de Cirenaica, con Bengasi como centro urbano principal, intenta acabar con su tradicional subordinación a Trípoli y la Tripolitania. Las milicias islamistas de Misrata, las más potentes del país gracias al apoyo de Qatar, disputan el control de la capital a las milicias de Zintán, de origen beduino y orientación más laica. Un antiguo general sublevado hace décadas contra Gadafi, al Haftar, se ha convertido en cabeza de un movimiento para neutralizar las milicias armadas en el país, especialmente los grupos islamistas más radicales, con el apoyo de Emiratos, Arabia Saudí y probablemente Estados Unidos. En el Sur existen todavía milicias gadafistas, aunque lo más habitual es que las tribus locales combatan entre sí por el control de las rutas saharianas por las que se mueven todo tipo de tráficos ilegales. Y las milicias islamistas de Bengasi, integradas en el yihadismo global, han anunciado ya un emirato islámico en el Este del país, presumiblemente subordinado al califato del Estado Islámico. Entre todo este caos el parlamento libio intenta reunirse donde los combates se lo permiten, y elegir a primeros ministros que apenas permanecen unas semanas en el cargo.
En las últimas semanas se ha producido además un suceso aparentemente menor, pero que sirve como indicativo de la situación de desorden internacional. Algunas milicias islamistas que combatían por el control del aeropuerto de Trípoli sufrieron ataques aéreos nocturnos con armas guiadas. Como la realización de este tipo de ataques está fuera de las capacidades de la muy modesta fuerza aérea libia, surgió la duda sobre quién había sido el autor. Pronto se supo que se trataba de aviones de Emiratos Árabes Unidos que habían utilizado bases egipcias. Pero lo más preocupante es que aparentemente Estados Unidos no había sido informado del ataque, lo que significa que, ante la inacción de Washington, las potencias regionales comienzan a tomar iniciativas por su cuenta y riesgo.
La crisis del liderazgo norteamericano
Y es que gran parte de la intensa conflictividad global que se ha producido este año, y especialmente este verano, se debe a la aparente pasividad norteamericana. Dicha pasividad es relativa, pues Washington sigue interviniendo de una forma u otra en casi todas las crisis que sacuden el mundo (esta última semana el ataque de un dron acababa con la vida del líder de los yihadistas somalíes de Al Shabab). Pero esas intervenciones no tienen la contundencia que se necesitaría para que se convirtiesen en decisivas.
Se echa la culpa de la situación al Presidente Obama, y probablemente la tiene en parte. Pero no hay que olvidar que llegó a la Casa Blanca en una situación de crisis económica aguda y descrédito militar notable. Un periodo de repliegue, ajuste y reflexión era esperable y comprensible. Más comprensible si cabe si se tiene cuenta la ausencia de aliados fiables. Europa se muestra cada vez más incapaz de atender a su propia seguridad. Los aliados tradicionales en Oriente Medio, desde Turquía hasta Egipto pasando por las monarquías del Golfo, se están desequilibrando progresivamente debido a los conflictos en la zona, y emprenden acciones cada vez más peligrosas por iniciativa propia. Y Japón está demasiado obsesionado con China, y solo está iniciando una tímida liberación de sus restricciones constitucionales para el uso de la fuerza en el exterior.
José Luis Calvo Albero es Coronel del Ejército de Tierra e investigador principal del Grupo de Estudios en Seguridad Internacional (GESI).
Editado por: Grupo de Estudios en Seguridad Internacional (GESI). Universidad de Granada. Lugar de edición: Granada (España). ISSN: 2340-8421.