Por
Joaquín Ferro - Defensa.com
La Triple Frontera constituye el punto geográfico donde convergen las
fronteras de Argentina, Paraguay y Brasil, coincidiendo con la desembocadura del
río Iguazú en el río Paraná. En esa área se localizan las ciudades de Foz do
Iguaçu (Brasil), Ciudad del Este (Paraguay) y Puerto Iguazú (Argentina), que se
encuentran comunicadas entre sí por el puente Tancredo Neves –el cual cruza el
río Iguazú y une Puerto Iguazú con Foz de Iguazú-, y por el Puente de la
Amistad, que cruza el río Paraná y une las ciudades de Foz do Iguaçu y Ciudad
del Este.
La Triple Frontera abarca una superficie de unos 2.500 Km
2, con
una población de aproximadamente 470.000 personas que conforman un notable
conglomerado social y cultural donde destacan colonias muy importantes de
ciudadanos alemanes, chinos, coreanos y árabes. En concreto cabe resaltar la
numerosa presencia de ciudadanos de origen libanés que comenzaron a llegar a la
Triple Frontera en la década de 1980 escapando de la guerra civil libanesa, y
atraídos por las elevadas expectativas comerciales que ofrecía el área
transfronteriza.
Este conglomerado social y cultural,
sumado a la porosidad fronteriza, el escaso control estatal, la elevada
afluencia de turistas y la propia disposición geográfica de la zona posibilitan
que la actividad económica de la Triple Frontera se caracterice por ser
altamente informal. El desarrollo comercial en toda el área es muy elevado, pero
se basa en la venta ambulante o directa, en la misma calle -de bienes de todo
tipo-, lo que dificulta enormemente su control y fiscalización, y facilita
enormemente el contrabando. De hecho, la Triple Frontera es conocida por la
elevada cantidad de actividades ilegales que en ella se registran. El tráfico de
drogas y de armas, la trata de blancas, la falsificación de documentos, la
piratería informática, la compraventa de coches robados y el lavado de dinero
son algunas de las actividades que más preocupación generan entre las
autoridades.
¿Actividades terroristas?
La presencia de terrorismo en la Triple Frontera es otra de las actividades
ilegales que se han venido estudiando desde hace tiempo. Los primeros indicios
de la presencia de grupos terroristas en esta zona datan de comienzos de los 90
a raíz de dos atentados concretos, acaecidos ambos en Buenos Aires, con
relaciones con la Triple Frontera. En 1992 se produjo un ataque suicida contra
la embajada israelí en Argentina que dejó una cifra de 29 muertos, mientras que
dos años más tarde, en 1994, la AMIA (Asociación Mutual Israelita Argentina) fue
objeto de otro atentado que se saldó con 85 fallecidos. La justicia argentina ha
señalado a Hezbollah, con el apoyo específico de Irán, como responsables
directos de ambos atentados, pidiendo infructuosamente la extradición de
ciudadanos iraníes (incluyendo al ex presidente iraní Rafsanjani o a
Soleimanpour, ex embajador en Buenos Aires), así como de miembros del grupo
libanés. Cabe señalar, sin embargo, que este proceso se ha visto enturbiado en
repetidas ocasiones por actos de destrucción de pruebas y obstrucción a la
justicia que han devenido en el procesamiento, entre otros, del juez Galeano
(responsable del procedimiento por el AMIA), así como del propio Carlos Menem,
ex presidente argentino, por encubrir la participación de un acusado de origen
sirio.
Las sospechas de que la zona de la Triple Frontera alberga células dormidas
de grupos islamistas radicales se intensificaron, sin embargo, a raíz de los
atentados del 11-S y han seguido sonando con fuerza, sobre todo, hasta finales
de la primera década de este siglo. Tras el inicio de la “guerra global contra
el terror” que lanzó la administración Bush, hubo autores como la reputada
Jessica Stern que situaron la Triple Frontera entre las zonas con más
posibilidades de albergar terrorismo yihadista y que más riesgo entrañaban para
la seguridad estadounidense. No obstante, esas afirmaciones tan rotundas no han
encontrado nunca soporte fáctico adecuado. La existencia de terrorismo en la
zona ha sido un tema muy discutido sobre el que normalmente se han realizado
ejercicios retóricos con escaso fundamento, atendiendo a intereses
enfrentados.
Y es que a pesar del interés y la preocupación mostrados por Estados Unidos,
es un hecho admitido por ellos mismos que en la actualidad no hay pruebas que
apoyen la teoría de que en la Triple Frontera hay células terroristas activas
pertenecientes a grupos islamistas, ya sean Al Qaeda, Hezbollah, Hamas o
cualquier otro. Lo mismo podría decirse en cuanto al hecho de que la zona sirva
como campo de entrenamiento para islamistas radicales.
Al contrario, la mayoría de documentos procedentes de fuentes estadounidenses
sitúan la amenaza en la financiación del terrorismo y concretamente la vinculan
a la rama armada de Hezbollah. Las fuentes disponibles señalan algunas de las
actividades ilegales corrientes en la zona, descritas anteriormente, como método
habitual de financiación del grupo libanés. A favor de este argumento juega la
presencia de la nada desdeñable colonia libanesa que habita en la zona y las
periódicas detenciones que año a año se vienen produciendo (sobre todo en la
paraguaya Ciudad del Este) sobre ciudadanos de esta ascendencia, precisamente
acusándolos financiar a la organización mediante actividades ilegales.
En este
sentido, la operación Barakat fue la más sonada, ya que la policía paraguaya
detuvo a Assad Barakat por evasión de impuestos a través de una red de comercios
situados en un centro comercial de Ciudad del Este. El dinero evadido era
presuntamente enviado a Líbano para financiar a Hezbollah, de quien Barakat
sería el tesorero en la Triple Frontera, lo cual suponía una verdadera inyección
económica debido a que estas actividades se venían realizando desde hace
bastantes años. Concretamente, según el U.S. Naval War College, Hezbollah
obtendría una cantidad aproximada a los 10 millones de dólares anuales de las
actividades ilegales realizadas en la Triple Frontera. Sin embargo, no son pocas
las fuentes latinoamericanas que acusan de falta de rigor a las voces
estadounidenses que esgrimen este tipo de argumentos, debido a las escasas y
débiles pruebas en las que se basan.
Sea como fuere, la seguridad y la lucha
contra el terrorismo en la zona se ha marcado como una prioridad por parte de
los tres países afectados así como por Estados Unidos Desde 2002, estos cuatro
Estados abordan la evolución de la Triple Frontera en unas cumbres conocidas
como Grupo 3 + 1. El objetivo de las mismas es fomentar la mutua colaboración,
el intercambio de información y la mejora de la eficiencia en la lucha contra
las actividades ilegales y el terrorismo en el área triplefronteriza. Producto
de las reuniones ha sido la intensificación de los controles estatales a todos
los niveles, sobre todo los realizados por Brasil y Argentina, aunque estos no
están muy bien vistos por los propios gobiernos ya que tienen efectos negativos
en la actividad económica de la región, que como hemos visto se caracteriza por
su informalidad.
El Acuífero Guaraní
El Sistema Acuífero Guaraní (SAG) es una gigantesca reserva subterránea de
agua dulce que se extiende bajo territorio de Paraguay, Uruguay, Argentina y
Brasil. Su extensión es de 1.200.000 Km² aproximadamente, distribuidos la mayor
parte entre Brasil (840.000 Km²) y Argentina (225.000 Km²), correspondiendo en
menor medida a Paraguay (70.000 Km²) y Uruguay (45.000 Km²).
Según un estudio llevado a cabo por el Centro de Militares para la Democracia
Argentina (CEMIDA), el Acuífero Guaraní tendría una capacidad de unos 50.000
Km³, con una recarga de entre 160 y 250 Km³ al año, de forma que explotando unos
40 Km³ anuales podría abastecerse a 360 millones de personas a unos 300 litros
de agua al día por habitante.
De acuerdo con el mismo informe, en total, en la región sobre la que se
extiende el SAG habitan unos 15 millones de habitantes divididos entre los
cuatro países, que se abastecen de sus aguas para uso urbano, industrial y
agrícola, sobre todo en Brasil, donde unas 300 ciudades beben del acuífero.
Además, el SAG cuenta con varios puntos de recarga, lugares donde el agua se
renueva, coincidiendo uno de los más importantes con la zona que nos ocupa, la
Triple Frontera.
Debido a su enorme potencial, el SAG ha llamado la atención de los países
abarcados por el acuífero, así como de terceros. El interés fundamental radicaba
en llevar a cabo un estudio que revelara las condiciones y características
exactas del sistema, para a raíz de ello, establecer una legislación conjunta
que fomentara su explotación de forma eficiente y sostenible. Para ello, los
cuatro Estados elaboraron el "Proyecto para la Protección Ambiental y Desarrollo
Sostenible del Sistema Acuífero Guaraní", que tenía un presupuesto de 27
millones de dólares, y que era cofinanciado por el Fondo Mundial para el Medio
Ambiente (GEF), actuando el Banco Mundial como operador del fondo y la
Organización de Estados Americanos (OEA) como agencia ejecutora. Además, el
Proyecto contaba con aportación de la Agencia Internacional de Energía Atómica
(AIEA), la Vigilancia Geológica Germana (BGR) y el Programa Asociado del Agua de
los Países Bajos (BNWPP).
Sin embargo, las diferencias que surgieron entre Argentina y Uruguay debido a
la instauración, por parte del segundo, de dos plantas de pasta de celulosa
sobre el río Uruguay, que separa ambos países, provocaron que el Proyecto fuera
abandonado en 2009, cuando sólo se había finalizado la primera fase relativa al
estudio científico. No se llegó por tanto a ningún acuerdo sobre el marco
jurídico a establecer con respecto al acuífero y este vacío legal trató de ser
llenado en 2010 mediante un Acuerdo sobre el SAG firmado entre los cuatro
países, auspiciado por el Mercosur. No obstante, este acuerdo había de ser
ratificado parlamentariamente por cada uno de los Estados, fallando Paraguay en
este aspecto al argumentar que el Acuerdo vulneraba en su articulado la
soberanía paraguaya sobre sus propios recursos al establecer la negociación
conjunta de acciones que afecten a más de un Estado de los que albergan el
acuífero. Tras esta negativa puede haber también otro tipo de razones, que
algunas fuentes atribuyen al resentimiento paraguayo con Uruguay debido al
empuje de éstos para suspender a Paraguay en el Mercosur tras el juicio político
a Fernando Lugo.
De este modo, actualmente el SAG no cuenta con regulación internacional o
regional alguna, quedando su administración y explotación en manos de cada país,
lo que puede originar un uso indiscriminado y poco eficiente de sus aguas y la
contaminación de las mismas.
Intereses estadounidenses en la zona
Como más arriba se ha indicado, Estados
Unidos ha mostrado un gran interés en la Triple Frontera durante la pasada
década, sobre todo a raíz de los atentados del 11-S. Reiteradamente, distintos
organismos estadounidenses han alertado de la existencia de terrorismo, o de la
financiación del mismo, en la zona de la Triple Frontera, aun sin aportar
pruebas incontestables sobre estas acusaciones.
Por ello, desde Latinoamérica se ha venido defendiendo que el discurso
antiterrorista estadounidense respondía en realidad a la necesidad de este país
de ganar presencia (militar o diplomática) en la zona para dar cobertura a otro
tipo de intereses, a la sazón, los siguientes:
- Asegurar el flujo de hidrocarburos de los países exportadores de la región,
sobre todo de Bolivia
- Mantener bajo control el conflicto colombiano, la actividad de las FARC y el
narcotráfico
- Contrarrestar la creciente doctrina anti-estadounidense que se instauraba en
América del Sur, sobre todo a raíz de la inclusión de la Venezuela chavista en
el Mercosur, de las crecientes relaciones comerciales y diplomáticas de los
países bolivarianos (y no bolivarianos) con Irán, y de la pujante inversión
china en la región. Es aquí donde el Grupo 3 + 1 cobraría una importancia
significativa al suponer un foro político propicio para que Estados Unidos
extendiera su influencia.
- Tener un acceso privilegiado a la biodiversidad que proporciona la Amazonia
con fines investigativos para su uso farmacológico
- Suplir sus carencias de agua dulce explotando el Acuífero Guaraní
De entre estos, el que más atención ha suscitado ha sido el último. Debido a
su enorme potencial, se ha sugerido que el SAG es un codiciado objeto de deseo
para Estados Unidos, cuyas reservas de agua dulce se encuentran en unas no muy
halagüeñas condiciones.
La mayor preocupación en este aspecto venía de la
combinación de dos factores. En primer lugar, del ya citado Proyecto de
Sostenibilidad del SAG, coordinado por el Banco Mundial, institución sobre la
cual se sembraba la duda de si emplearía la información privilegiada que le
reportaran los informes del Proyecto para fomentar la privatización y las
concesiones a multinacionales de la explotación del agua. Este razonamiento se
combinaba con un segundo elemento: las negociaciones sobre la instauración del
ALCA, o Área de Libre Comercio de las Américas, tratado con el que Estados
Unidos pretendía conectar a todos los países del continente americano y crear un
área de “libre comercio”, eliminando progresivamente los aranceles. Esto les
permitiría importar el agua del SAG libremente, quedando únicamente sujetos a la
legislación del propio ALCA.
Cambio de escenario y situación actual
En la actualidad, y desde comienzos de la presente década, las noticias que
nos llegan sobre la Triple Frontera o el SAG son menos. Esto podría deberse, en
parte, a los acontecimientos que han tenido lugar en los últimos tiempos a nivel
global, que podrían aventurar un cambio de percepción por parte de Estados
Unidos
Si consideramos como válidos los objetivos anteriormente expuestos, que
motivarían en gran medida la presión que desde Norteamérica se ejerce sobre el
Cono Sur, nos daremos cuenta de que el escenario puede haberse visto modificado
últimamente, alterando por tanto los pasos a dar desde Estados Unidos
Por un lado, los informes de los últimos dos años de la Agencia Internacional
de la Energía (AIE) anuncian que Estados Unidos se convertirá en un país
energéticamente autosuficiente y exportador neto de hidrocarburos a partir de
2015, gracias a la revolución del
fracking. Muchos análisis han
asegurado que ello les permitirá relajar la presión en Oriente Medio para
centrarse en Asia-Pacífico. De la misma forma, este logro podría motivar una
pérdida de interés a corto plazo sobre los hidrocarburos latinoamericanos, que
constituían el primer punto de interés en la región.
Por otro lado, en las últimas fechas el gobierno de Juan Manuel Santos se
encuentra en Cuba negociando un proceso de paz con las FARC que incluiría la
posibilidad de incluir a la guerrilla en el elenco político una vez que
entreguen las armas. Este proceso de paz traería consecuencias asimismo para el
narcotráfico colombiano, que históricamente ha financiado a la guerrilla. Por
ende, una resolución del conflicto podría afectar a los intereses
estadounidenses en la zona y hacer prescindibles ciertos esfuerzos en la
misma.
En cuanto a la doctrina
anti-estadounidense, desde Washington han visto cómo desaparecían dos auténticos
quebraderos de cabeza en un breve espacio de tiempo y que estaban personificados
en las figuras de Hugo Chávez y Mahmud Ahmadineyad. Cabe señalar que ésta era
una batalla retórica en el que la figura del líder instigador era clave y, por
tanto, la desaparición de dos figuras tan carismáticas como las de los citados
personajes sin duda allana el camino a Estados Unidos
Es más, el acuerdo en
materia nuclear al que acaba de llegar el Grupo 5 + 1 con Irán, podría tener
efectos positivos para Estados Unidos en la América Latina, ya que no solo
Ahmadineyad ha sido sustituido por el moderado Rohani, sino que un acuerdo de
esta envergadura podría favorecer la imagen de Estados Unidos entre los países
del Sur, que con el relajamiento de las sanciones económicas tendrán más fácil
establecer relaciones comerciales con el país persa.
Por último, en lo tocante al SAG, los dos elementos que inspiraban el temor
por el “saqueo” del agua del acuífero están muertos a día de hoy. Por una parte,
ya hemos mencionado cómo el Proyecto del Banco Mundial se abandonó por las
discrepancias entre Uruguay y Argentina. Por otro lado, las negociaciones sobre
el ALCA llevan varios años congeladas y hoy día la viabilidad de semejante
acuerdo parece reducida. Es por ello que, de ser ciertas las acusaciones al
respecto, el plan principal de Estados Unidos para llegar a las reservas del SAG
parece haber fracasado.
Consideraciones finales
En este análisis hemos prestado atención al cruce de informaciones
contradictorias, datos sin contrastar y acusaciones que durante más de una
década se han vertido sobre la Triple Frontera y el SAG . Además, hemos visto
cómo los últimos acontecimientos podrían afectar a los intereses estadounidenses
en la zona y provocar un cambio de escenario que presumiblemente haga que
Estados Unidos disminuya la presión sobre dicha zona.
Sin embargo, a pesar de este cambio de tendencias, consideramos que la zona
de la Triple Frontera continúa siendo un punto de importancia geoestratégica
clave del que presumiblemente Estados Unidos no se desentenderá tan fácilmente,
pues sigue siendo una puerta óptima hacia los asuntos del Cono Sur, a través de
la cual podría contrarrestar la creciente influencia china en la región. Además,
pese a que tanto el Proyecto del SAG como el ALCA fracasaron, la acuciante
necesidad de agua que presenta Estados Unidos le hará estar atento al Acuífero
Guaraní para saciar lo que, pronto que tarde, devendrá en una prioridad
geoestratégica para ellos.
Estos dos elementos -la creciente presencia china en Latinoamérica y la
necesidad de agua dulce estadounidense- son dos factores que permanecen estables
en el panorama de la región, y ambos tienen un peso geoestratégico muy
importante en el futuro de Estados Unidos Es por ello que, a pesar de que el
escenario pueda verse alterado a raíz de los últimos acontecimientos, es posible
que Estados Unidos persista en su intento de ganar influencia en la zona de una
u otra manera, siendo la Triple Frontera una de sus mejores bazas.
Joaquín Ferro es ayudante de investigación del Grupo de Estudios de Seguridad
Internacional (GESI) y Máster en Estudios Estratégicos y
Seguridad Internacional por la Universidad de Granada.
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