sábado, 29 de enero de 2011

Malvinas, detrás del velo de la neutralidad: mucho más que un conflicto entre dos.

Extraido del Diario Tiempo Argentino, publicado el 22 de Enero de 2011
La incidencia en la Guerra de Malvinas por parte de algunos de los actores con estatus neutral, convirtió el conflicto en una problemática multilateral, en la que ayudaron activamente a una de las partes beligerantes. El Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca que no se activó debido a la falta de unanimidad.

La neutralidad define la posición de los estados que no participan en una guerra. El Estado neutral, de acuerdo al Derecho Internacional, puede permitirse la parcialidad hacia alguna de las partes beligerantes, pero siempre manteniendo su accionar dentro de actitudes no violentas. Mientras no incurra en hostilidades contra los estados en conflicto, ninguno podrá considerarlo fuera de la neutralidad. Este cambio en el Derecho se ha visto efectivizado a partir de la época de posguerra.

La no beligerancia es una nueva forma de neutralidad, liberando ciertos deberes que antes eran obligatorios para los estados neutrales. Pero en la 5ª y 13ª convención de la Haya, se prohibe a los gobiernos neutrales proveer a alguna de las partes de materiales de guerra, aunque permite que las transacciones con fines bélicos sean realizadas por particulares.

TRATADO INTERAMERICANO DE ASISTENCIA RECÍPROCA. Algunos estados pidieron que se pusiera en práctica para ayudar a la Argentina. Polémico fue el hecho de que no se haya utilizado, y fue, para muchos, el acabose de un tratado que tenía por finalidad defender la zona de influencia estadounidense en la Guerra Fría, y no unir al continente en contra de un aliado estadounidense.

El TIAR fue firmado a comienzos de la disputa entre los EE UU y la URSS por la hegemonía mundial, en 1947, en la ciudad de Río de Janeiro, y fue reformado en 1975. El texto puede resumirse en la primera fracción del artículo tercero del tratado: “Las altas partes contratantes convienen en que un ataque armado por parte de cualquier Estado contra un Estado americano, será considerado como un ataque contra todos los Estados Americanos, y en consecuencia, cada una de dichas Partes Contratantes se compromete a ayudar a hacer frente al ataque, en ejercicio del derecho inmanente de legítima defensa individual o colectiva que reconoce el artículo 51 de la Carta de las Naciones Unidas.” Este pacto regional de defensa mutua tuvo a la Organización de Estados Americanos como marco y estaba dirigida claramente a disuadir a los estados socialistas de que no tratasen de expandirse por la fuerza en estas latitudes.

¿Por qué el conflicto despertó una gran polémica en torno al tratado? En el artículo 9 del TIAR, se afirma que se tomará en cuenta como agresión “el ataque armado, no provocado, por un Estado, contra el territorio, la población o las fuerzas terrestres, navales o aéreas de otro Estado”. En el inciso siguiente remata que “la invasión, por la fuerza armada de un Estado, del territorio de un Estado americano, mediante el traspaso de las fronteras demarcadas de conformidad con un tratado, sentencia judicial, o laudo arbitral, o, a falta de fronteras así demarcadas, la invasión que afecte una región que esté bajo la jurisdicción efectiva de otro Estado”. Sin embargo, el artículo al que se hace referencia no aclara si el territorio en disputa era legalmente ocupado por Gran Bretaña, o legítimamente reclamado por la Argentina. Aquí es donde empieza la controversia.

Con la independencia de los españoles se demarcaron los límites del país, quedando dentro de las fronteras establecidas todos los territorios que en su momento pertenecieron a la corona ibérica, bajo soberanía argentina, incluyendo a las Malvinas. En 1833, la flota británica desembarca en las islas tomando posesión de las mismas, reduciendo a la población argentina y llevándola a territorio continental. A partir de entonces, la Argentina reclamaría y denunciaría diplomáticamente la usurpación, no sólo recurriendo a la Historia, sino también a la Geografía, afirmando que el hecho de la contigüidad entre los territorios y la continuidad de la plataforma continental que une las islas con el continente, avalaba su legítimo reclamo. En cambio, el principal argumento utilizado por Inglaterra para legitimar la soberanía sobre el territorio es su supuesto descubrimiento. Esto fue refutado por la Historia, ya que un siglo antes de que el inglés John Davis escribiera que había divisado unas islas en el Atlántico Sur, Américo Vespucio había escrito lo mismo. Lo siguieron Magallanes y Alonso de Camargo. Y si bien todos fueron comentarios superficiales e imprecisos, los primeros documentos comprobados y no objetados fueron los que se refieren al avistaje de Sebald de Weert, holandés. Los imperialistas, además, afirman que se debe tener en cuenta la voluntad de los isleños de pertenecer a Inglaterra, es decir, la autodeterminación de los pueblos. Claro que no les importó la voluntad de los isleños en 1833, cuando quitaron a la población argentina para implantar la propia. Por otro lado, este argumento terminó de perder validez cuando Inglaterra consideró como británica a la población isleña, ya que de esa manera pierden el valor de parte independiente dentro de la disputa, integrando la parte inglesa en una disputa claramente bilateral.

Otro punto conflictivo es que las Naciones Unidas, que prohibirían la anexión de territorios utilizando la fuerza, ni siquiera existían, por lo que ante la imposibilidad de aplicar retroactividad en el derecho, no puede ser utilizado a favor de la Argentina hasta su reconquista en 1982.

Es fundamental en la posición adoptada de los países del continente al interpretar si fue un ataque británico a territorio continental, en cuyo caso habría que aplicar el TIAR, o fue un ataque argentino a territorio inglés, como argumentarían los Estados Unidos.

En la Comisión de Trabajo de la Conferencia de Cancilleres, reunida en abril de 1982, se aprobó una resolución que respaldaba la soberanía argentina en las islas, se exhortaba al Reino Unido a terminar de forma urgente las hostilidades, reclamaba a las partes la reanudación de las negociaciones para la solución pacífica del diferendo, y aprovechaba para “deplorar la adopción por los miembros de la Comunidad Económica Europea y otros estados, de medidas coercitivas de carácter económico y político que perjudican al pueblo argentino y exhortarlos a levantarlas, ya que constituyen un grave precedente por cuanto no están amparadas en la Resolución 502 del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas y son incompatibles con la carta de la ONU, OEA y GATT. Sin embargo, la aprobación de la resolución no fue de forma unánime. Hubo cuatro estados que se abstuvieron: Chile, Colombia, Estados Unidos y Trinidad Tobago. La guerra había comenzado el 2 de abril, día del desembarco argentino.

El dilema que ponía en juego la alianza continental seguiría hasta nuestros días, ya que, si bien la mayoría de los estados consideraba la guerra como un ataque inglés a la soberanía argentina sobre las islas, un ataque extracontinental a un Estado americano, el TIAR tiene que ser aprobado unánimemente. Requiere una reacción colectiva, que impide su puesta en marcha por un grupo de países miembros. Las abstenciones fueron justificadas de la siguiente manera:
1) El tratado es típicamente defensivo: dice que un “ataque” a un Estado americano obliga a que las partes “hagan frente” a dicho “ataque”, en ejercicio del derecho de “legítima defensa”. En el caso de Malvinas, la iniciativa militar fue de la Argentina, país que decidió tomar el archipiélago por la fuerza.
2) El tratado se refiere a eventuales ataques contra un “Estado” americano, y en 1982 no hubo ataque contra un “estado” como tal, sino una guerra en el marco de una disputa por un archipiélago, bajo administración del Reino Unido desde 1833, sobre el cual la Argentina reclama derechos de soberanía.
Si bien los Estados Unidos merecen un capítulo aparte, cabe analizar el comportamiento del resto de los países firmantes, sobre todo las acciones peruanas y chilenas. En la votación del 27 de abril, se destaca la abstención colombiana, debiendo aclarar que su ministro de Relaciones Exteriores, Carlos Lemos Simmons, lo justificó pues su país distingue entre el derecho que asiste a la Argentina para reclamar la soberanía del disputado archipiélago y el acto de fuerza realizado el 2 de abril. La posición de ese país con respecto al tratado va en la misma línea que el discurso americano, postura que generó la condena del resto de los países latinos, exceptuando a Chile. Su representante, Pedro Daza, se lamentó por no haber ajustado las actuaciones del TIAR a los términos de lo resuelto por el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas (Resolución 502), con el objetivo de no trabar la medida provisional adoptada y usar todas las herramientas disponibles para la solución pacífica. La resolución a la cual se refiere Daza surgió por iniciativa inglesa cuando el embajador Parsons pidió la reunión del Consejo el 2 de abril de 1982. La moción de Gran Bretaña fue aprobada por nueve votos a favor (Estados Unidos, Reino Unido, Japón, Irlanda, Guyana, Jordania, Togo, Uganda y Zaire), uno en contra (Panamá) y cuatro abstenciones (Unión Soviética, China, Polonia y España).

La misma decía: “El Consejo de Seguridad, recordando la declaración hecha por el presidente del Consejo de Seguridad el 1-ABR-82 a los gobiernos de la Argentina y del Reino Unido para que eviten el uso de la fuerza en la región de las Islas Falklands, profundamente preocupado por los informes sobre la invasión el 2-ABR-82 por las Fuerzas Armadas de la Argentina y declarando que existe un quebrantamiento de la paz en la región de las Islas Malvinas:
1) Exige un inmediato cese de las hostilidades.
2) Exige el retiro inmediato de todas las fuerzas argentinas de las Islas Malvinas.
3) Exhorta a los gobiernos de la Argentina y del Reino Unido a que procuren hallar una solución diplomática a sus diferencias y que respeten totalmente los propósitos y principios de la Carta de las Naciones Unidas.”
Así, Chile iría quitándo el velo a lo que sería su alineación con el gobierno de Margaret Thatcher. La Argentina buscó, a través del embajador Roca, el veto soviético y chino.
El embajador Troianovsky contestó que era una decisión de Altas Autoridades, aclarando que no tenía atribuciones para ello y que su voto sería de abstención. El embajador chino evadiría de igual forma pronunciarse sobre el requerimiento. Ninguno quería transformar la disputa entre un país periférico y una potencia, en un conflicto Norte-Norte. La primera victoria inglesa sería diplomática.

MOVIMIENTO DE PAÍSES NO ALINEADOS. Surgió como una consecuencia de la Guerra Fría, en la que un grupo de estados no se resignaba a alinearse a los bloques americano y soviético. Se trató por medio del bloque de lograr una cooperación Sur-Sur, entre países del Tercer Mundo, en busca de desarrollo económico y social, en el marco de la independencia y su consecuente lucha contra el colonialismo, y poniendo énfasis en la autodeterminación de los pueblos.

El primer paso concreto se realizó en el Encuentro de Bandung en abril de 1955, donde se reunieron 29 estados africanos y asiáticos. Posteriormente, se concretó la I Conferencia de Países No Adheridos a Bloques, en septiembre de 1961, punto de partida del Movimiento de Países No Alineados. Entre los objetivos más importantes, se encontraba la equidad del orden internacional. Luego se les unirían a los afroasiáticos los latinoamericanos, entre los cuales se encontraba la Argentina, que ingresó en 1973, en democracia, y con un alto grado de compromiso.

Con el golpe de Estado y el gobierno militar, se desencadenó un debate en el cual algunos pretendían la desvinculación de un bloque que veían con tintes socialistas. El compromiso con el movimiento tuvo su auge cuando la Argentina recibió el apoyo completo de los No Alineados en la Guerra de Malvinas, pero iba a terminar retirándose en 1991 durante el gobierno de Carlos Menem. La participación argentina en la cumbre de los Países No Alineados fue consecuencia de que los estados que consideraba como sus verdaderos aliados le dieran la espalda. Siempre esperó que el pacto anticomunista hiciera de los Estados Unidos, si no un aliado, por lo menos un actor neutral. Pero al ver que el único apoyo venía de alguno de los países del Tercer Mundo debió desideologizar a sus aliados y recibir el apoyo tanto de Cuba y la Nicaragua sandinista en el continente, como de la Unión Soviética, que tanto resistía en los tiempos de paz. Así lo expresó el canciller Nicanor Costa Méndez en 1976, integrante del Consejo Argentino de Relaciones Internacionales, en la revista Carta Política: “La militancia en el grupo de los No Alineados constituye el extremo de una posición. La Argentina está, en verdad, alineada con los Estados Unidos [...]. La militancia en el grupo de los No Alineados puede alejarnos de nuestros viejos amigos y de nuestros aliados”. Consecuente con sus dichos, Costa Méndez declararía en 1981 que la Argentina no pertenecía al Tercer Mundo ni a los No Alineados, porque ese grupo de países no era de raza blanca y de religión católica.

Antes de la guerra, el canciller no sabía que tendría que viajar a La Habana, Cuba, a una reunión de los No Alineados, y que recibiría la solidaridad y el apoyo sincero de los países de los cuales se quiso diferenciar. No serían los aliados ideales para el gobierno argentino y acompañarían a la Argentina como una suerte de opinión pública que se contraponía con la europea. Costa Méndez tuvo que aceptar el apoyo y abrazarse con Fidel Castro. Los integrantes del bloque supieron diferenciar las ideas del gobierno de turno de las necesidades de un país que estaba luchando contra el colonialismo. Tantas fueron las declaraciones a favor de la Argentina que el canciller afirmó que el Movimiento de los No Alineados comprendía la lucha de su país, porque muchos de sus integrantes llevaban peleando por su independencia y por la emancipación de potencias colonialistas, citando a Cuba, Argelia, India, y Vietnam, entre otros. En la Casa Rosada hicieron propio el discurso por el cual antes hubieran torturado y asesinado.

La vuelta de timón se haría oficial cuando Leopoldo Galtieri le expresara a través de una carta su “agradecimiento conmovido” a Fidel Castro. Expresando su sentir, el canciller se pronunciaría a favor del reingreso de Cuba al sistema interamericano. Sin embargo, la muestra de pragmatismo del gobierno argentino no pasaría desapercibida para una reportera de la revista Gente, que en junio de 1982 le preguntaría al general Héctor Iglesias, secretario de la Presidencia, si para un militar argentino era muy difícil superar un abrazo Fidel Castro-Costa Méndez. A lo que el militar le respondería: “Tengo una gran cantidad de amigos con los cuales no comulgo ideológicamente y sin embargo me estrecho en un abrazo con ellos. Porque como ser humano me brindan algo o porque en una etapa de mi vida me han prestado apoyo.” Agregaría, refiriéndose a los No Alineados, que “entre ellos hay quienes tienen regímenes marxistas o promarxistas. Eso no quiere decir que nos vayamos a hacer marxistas. Cuando Inglaterra se alió con Rusia para luchar contra el nazismo, no se hizo marxista”. Y trataría de justificar lo que para muchos de los partidarios significaba una traición: “Mire, cuando necesito armas para la defensa nacional y los supremos intereses de la patria, le compro a quien me venda.”

Para conocer el grado de compromiso del bloque, y entender lo que derivaría en el cambio de postura radical del gobierno de Buenos Aires, hay que citar declaraciones efectuadas durante la guerra. En la cumbre de los No Alineados realizada en La Habana, Fidel Castro diría al diario italiano L’Unità: “Esta lucha (por la soberanía de las Islas Malvinas) ha creado un sentimiento nacionalista, un patriotismo latinoamericano que nunca antes hemos sentido tan intensamente. Hemos sentido la causa argentina como nuestra causa. Hemos sufrido los muertos argentinos como propios. La victoria argentina es nuestra victoria. La derrota argentina sería nuestra derrota”. El vicepresidente del Consejo de Estados y de ministros del país caribeño confirmaría las afirmaciones de su presidente, cuando declarara que su gobierno estaba dispuesto a participar en el conflicto a favor de los argentinos “con todos los pueblos de América Latina, con todos los elementos de ayuda”.

El ministro del Interior de Nicaragua, el comandante Tomás Borge, señalaría en mayo de 1982 que “es intolerable que una potencia extra continental, una potencia europea, agreda a un país de América Latina”, y así se diferenciaría de las posturas de Chile, Colombia y los Estados Unidos, afirmando que la agresión a un país americano estaba dada y que, por lo tanto, debía aprobarse la participación de los estados americanos en la guerra en el marco del TIAR. El apoyo explícito de Nicaragua se debe al mejoramiento de las relaciones bilaterales, lo que derivaría en el ofrecimiento del gobierno de Managua de mandar contingentes a la zona de conflicto. Pero cuando le preguntaron si su país iba a participar activamente, ya sabiendo que la alianza continental no sería puesta en marcha por no contar con los votos de forma unánime, evitaría el compromiso a nivel gubernamental, y respondió: “Estoy seguro que muchos nicaragüenses irían. Sobrarían los voluntarios.”

El canciller panameño, Jorge lllueca, iría más allá, acordándose también de los Estados Unidos en sus declaraciones, refiriéndose a “la demencia política inglesa y la consecuente miopía estadounidense”. Y condenaría que el gobierno americano “facilita misiles, municiones y material de guerra con los cuales se da muerte a centenares de heroicos jóvenes argentinos”, llueca terminaría criticando “la política hostil, prepotente e inamistosa de Inglaterra, Estados Unidos y la Comunidad Económica Europea”.

Panamá no se restringiría a realizar declaraciones, sino que Arístides Royo, su presidente, le pediría formalmente a Ronald Reagan que se abstenga de la utilización de las bases militares estadounidenses ubicadas en su territorio, cerca del canal, para ayudar directa o indirectamente a los ingleses, en lo que sería la utilización de las prácticas de diplomacia directa. Royo, involucrándose todavía más en el conflicto, y posponiendo sus propios intereses a lo que se consideraba como una causa latinoamericana, condenaría a los Estados Unidos porque era el país que debía velar por el cumplimiento de la Doctrina Monroe, mientras que, por el contrario, se reconocía en sus políticas “una extraña identificación con los estertores del colonialismo europeo”. Pero a pesar de las muestras de apoyo, el canciller argentino Costa Méndez, reconocería que había en el bloque de los No Alineados una cierta desconfianza, generada por las declaraciones de funcionarios de su país antes de la guerra, incluidas las suyas: “Nos ha recibido con enorme interés y también con una enorme desconfianza, porque la Argentina siempre ha manifestado no ser miembro real del movimiento.”

La causa de Malvinas tuvo un inconveniente: no podían dejar de mencionarse otros reclamos territoriales que existían en el continente y, además, sentar el precedente para que Guatemala reclamara su soberanía sobre Belice, o le daría pie a Venezuela para recobrar una parte de Guyana. Esas razones, y no las respectivas a las Islas Malvinas, podrían haber provocado rechazos a la postura argentina. Eso derivó en que la estrategia adoptada por el gobierno argentino se centrara en diferenciarse de otros casos, y de que se tratara el tema mediante relaciones bilaterales, en lugar de multilateralmente. De ahí que no haya impedido que la posición de los No Alineados acompañara los intereses anticolonialistas en contra de Gran Bretaña. Aunque antes del conflicto todos los estados del bloque le pedían al gobierno británico continuar con las negociaciones de soberanía, los probritánicos abogaban por la voluntad de los isleños, mientras que, por ejemplo, Cuba, Nicaragua y Yugoslavia sólo pretendían tenerlos en cuenta, posición que se terminaría imponiendo y se traduciría como una victoria argentina. El tema era complicado, ya que uno de los preceptos básicos del movimiento era la autodeterminación de los pueblos, por lo que las comisiones argentinas debían explicar la diferencia de su caso particular, afirmando que era una población británica, implantada por la fuerza después de la expulsión de los habitantes que vivían en las islas antes de 1833. La presión diplomática por parte de Gran Bretaña a los países del bloque, sobre todo aquellos que habían sido colonia inglesa, y las relaciones de la Argentina con Israel y con el gobierno racista de Sudáfrica que ocupaba Namibia, complicaban el apoyo de los países tercermundistas, aunque su postura variaba del apoyo furioso de países como Cuba y Nicaragua, a la de los que se pronunciaban a favor de los intereses argentinos. Para lograr la postura que se terminaría adoptando, la Argentina tuvo que condenar las políticas israelíes y al régimen sudafricano.

CHILE. Las tensas relaciones que la Argentina mantenía con Chile eran de público conocimiento. Gran Bretaña sabía que detrás de la cordillera tenía un potencial aliado. Sobre todo, con las disputas limítrofes que mantenían los sudamericanos, reclamando ambos un territorio conocido como “el martillo”, situado en el Canal de Beagle. Esa situación derivó en el arbitraje de la reina Isabel II del Reino Unido, convocado por Salvador Allende y Alejandro Agustín Lanusse en 1971 (se eligió una Corte Arbitral con jueces de los EE UU, Francia, Nigeria, Suecia y el Reino Unido), con que seis años después se le concedería a Chile la mayor parte del espacio en cuestión. La Junta Militar argentina declaró que el laudo era “insubsanablemente nulo”, y reclamó una porción mayor del territorio disputado antes del arbitraje. Poco faltó para que el 22 de diciembre de 1977 las Fuerzas Armadas argentinas ocuparan por la fuerza el lugar reclamado, pero la intervención de la Santa Sede, a través del cardenal Antonio Samoré, evitó lo que hubiera sido la guerra entre los dos países.

El conflicto con Chile, aún vigente durante la Guerra de Malvinas, no se solucionaría hasta 1984, cuando Raúl Alfonsín firmó un tratado de paz y amistad con el vecino país. Fue necesario hacer un plebiscito que, si bien no era vinculante, ayudó a cambiar el rechazo al tratado que existía en el Poder Legislativo y que sería aprobado por sólo un voto.

Los chilenos tenían motivos para pensar que, en el hipotético caso de que la Argentina ganara la Guerra de Malvinas, iniciaría acciones bélicas en su contra. Esta creencia estaba respaldada por declaraciones como las de Galtieri, que convencido de la victoria frente a los ingleses, llegó a decir “que pase el que sigue”, aclarando que Malvinas era “sólo el primer paso”, y que el próximo era la recuperación de todos los otros territorios que son paso y que el siguiente, la recuperacion de todos los otros territorios argentinos que no estaban en su poder. Tiempo después, el brigadier Basilio Lami Dozo, que comandaba la Fuerza Aérea en aquel momento, confirmaría que “después de Malvinas”, la Marina y los halcones del Ejército “iban a atacar Chile”.

Después de la euforia nacionalista que despertó el campeonato mundial de fútbol ganado por la Argentina en 1978, imprimieron afiches que decían: “Ahora vamos al mundial del Beagle”. Aunque el embajador chileno decía a sus vecinos que gracias a su país tenían las espaldas bien cuidadas, Fernando Matthei, ex comandante en jefe de la Fuerza Aérea trasandina, terminaría aceptando que hizo “todo para que la Argentina perdiera la guerra”. Por último, cuando Pinochet estaba preso en Inglaterra, se hicieron públicas las declaraciones de Thatcher que le agradecía al dictador chileno la ayuda y el apoyo durante la guerra. La ex primera ministra diría: “Chile nos suministró invalorable asistencia. La Fuerza Aérea chilena nos alertó en forma temprana sobre los ataques argentinos, de modo que nuestra Task Force pudiera tomar medidas defensivas”. Y terminaría afirmando: “250 miembros de nuestras Fuerzas Armadas perdieron la vida en la guerra. De no ser por el presidente Pinochet, habría habido muchas más.” A las palabras de Thatcher le seguirían las del dictador: “Di instrucciones para suministrar, dentro de un contexto de neutralidad, toda la asistencia que pudiéramos a nuestros amigos y aliados ingleses (...) actitud que considero un honor.” Lo que había sido un secreto de Estado, hacía mucho tiempo que se sabía. La neutralidad de Chile nunca existió.

¿Pero por qué fue tan importante para el Reino Unido su participación? Es conocida la importancia que significa para un Estado que lleva a cabo una guerra lejos de sus fronteras, tener un aliado cercano a la zona de conflicto. La importancia de la intervención chilena tuvo mucho que ver con la geografía. Mientras los demás países de América Latina no dejaban aterrizar aeronaves de combate británicas, y si lo hacían no les permitían despegar, Chile sirvió a los ingleses como base, refugio y potencial espacio desde donde realizar incursiones militares, como la operación Mikado, que no se realizó. Por otro lado y a pedido de sus aliados, desplazó sus tropas hacia la frontera y desplegó su flota cerca del conflicto para que la Argentina tuviera que mantener presencia militar lejos de las Malvinas. Así fue como, con la amenaza inglesa de bombardear la capital, la mayor parte de las tropas de élite tuvieron que permanecer en la frontera andina y Buenos Aires. Como aspecto más importante, la inteligencia del supuesto país neutral reunía información de la posición de las tropas argentinas, reportando sus movimientos, despegue y aterrizaje de aviones, e interviniendo comunicaciones, lo que permitía a los europeos saber cuando iban a ser atacados.
Las declaraciones de neutralidad iban a ser incentivadas por Gran Bretaña, ya que esto les permitía “internar” hasta el fin de la guerra a las naves, aviones y efectivos argentinos en caso de que intentaran refugiarse tras sus fronteras.

La información brindada por Ancla Dos, la inteligencia militar de la marina chilena, era conseguida a través de la SIGINT, inteligencia de señales, que combina diferentes medios de comunicación englobando inteligencia de comunicaciones (teléfonos, radio, Internet), electromagnética (cargas y corrientes eléctricas y campos magnéticos), como la radio de detección y medición de la distancia, que al reflejar las ondas electromagnéticas puede detectar la presencia de objetos o superficies en un amplio radio, como también su posición exacta, y la inteligencia telemétrica, que mediante imágenes ópticas, puede captar imágenes, medidas y radiaciones. La infraestructura del Ancla Dos estaba integrada en un arco insular de bases que iban desde la secreta San Félix, ubicada entre el continente y la Isla de Pascua, en la Isla Dawson, y en su base meteorológica permanente de la Antártida. Pero el Ancla Dos no era el único centro de inteligencia: trabajaba con el D.2, perteneciente a la Fuerza Aérea, que realizaba vuelos de vigilancia sobre la Argentina, desde que se habían tensado las relaciones entre ambos, años antes de la guerra. Pero el D.2 no tenía una infraestructura importante, por lo que los ingleses tuvieron que prestarle dos aviones Hércules C-130, y tres aviones Camberra PR-9, provistos con cámaras oblicuas para reconocimiento fotográfico. Por medio de los Canberra, los chilenos podían sobrevolar espacio argentino, teniendo conocimiento de la posición y el movimiento de sus contingentes. Por otro lado, como contaría más tarde Matthei, para encubrir la procedencia de los Hércules otorgados por Inglaterra, intentaron escribirle “Fuerza Aérea de Chile”, pero lo hicieron con un error ortográfico, lo que despertó sospechas.

El miedo del gabinete de Thatcher por los misiles Exocet franceses que tenían los argentinos, difíciles de ser detectados por ir a ras del agua, y ser capaces de cambiar de dirección sobre la marcha, aumentaron con el hundimiento del destructor británico Sheffield. Los ingleses se propusieron destruir los misiles antes de que fueran utilizados nuevamente, en una misión que llevarían a cabo 65 hombres del Escuadrón B del SAS, y que incluía la destrucción en tierra de los aviones Super Etandart, encargados de llevar estos misiles. Debían volar en dos Hércules hasta la base naval de Río Grande, en Tierra del Fuego, destruir los Exocet y los aviones, identificar a los pilotos y matarlos. Si los Hércules sobrevivían a los ataques antiaéreos, escaparían por aire. Pero si los aviones no sobrevivían a la defensa argentina, se refugiarían en Chile con la excusa de un desperfecto técnico. La misión tenía el problema de dejar al descubierto la posición parcial de Chile, lo que podría derivar, según Reagan le advirtió a la primera ministra, en la intervención de otros países latinoamericanos en el conflicto, como Perú y Venezuela.

Cuando partieron los tres comandos del SAS hacia Río Grande descubrieron que habían sido detectados 20 kilómetros antes de llegar al objetivo. Abortaron la misión y se desviaron hacia Chile, alegando un aterrizaje de emergencia. Los miembros del SAS regresaron a Londres vestidos de civiles, en un avión de línea que partió desde Santiago. Pero la operación no quedó en la nada, y trataron de realizarla otra vez. El segundo intento no tuvo mejor suerte. Se suspendería definitivamente después de que un helicóptero que transportaba al escuadrón del SAS cayera al mar: murieron ocho comandos.

El vicealmirante Horacio Zaratiegui declararía, una vez terminada la guerra, que los tres radares ubicados en Tierra del Fuego captaron, la noche antes de la misión fallida, un helicóptero británico proveniente desde Chile, en una clara misión de reconocimiento. Pensaron que el ataque estaba dirigido a la planta que abastecía de nafta especializada a los cinco aviones Super Etandart franceses, a los seis aviones Dagger de fabricación israelí, y a los Neptune, que tenían misiones de reconocimiento. Zaratiegui, convencido de la alianza silenciosa que se comprobaría más adelante, temía que Chile abandonara su carácter neutral y, a la espera de un ataque, la base de Río Grande había sido minada y había alistado una compañía de infantes de marina para defenderla. El personal que aguardaba en el continente, a diferencia de las tropas que ocupaban las islas, era especializado. El envío del escuadrón sería captado por los ingleses como una sobrealteración de los militares, deduciendo que los estaban esperando.

La operación, por más que no se llevó a término, dejó pruebas de su existencia, como también de la participación de Chile, provocando uno de los conflictos diplomáticos más delicados en la historia de los dos países sudamericanos. Un helicóptero que buscó infiltrar el equipo de avanzada, llamado Sea King ZA-290, fracasaría en su misión y se encontraría caído y destruido en Punta Arenas. Pero no fue hasta que encarcelaron a Pinochet en Londres, que se supo que el Sea King no había partido del portaaviones HMS Invincible, como se declaraba para preservar el prestigio de Chile, sino de una base secreta ubicada detrás de los Andes. Se supo que los dos Hércules que debían depositar a los pelotones del SAS en Tierra del Fuego, también debían decolar de territorio chileno.

Pero a la victoria inglesa, Chile supo sacarle más ventaja que la improbabilidad de ser atacada por la Argentina en un futuro. A la ayuda económica y política que recibiría de sus improvisados aliados, se suma el abastecimiento de sus Fuerzas Armadas. Después del fin de la guerra, el gobierno de Pinochet se quedo con tres Canberras, vendidos oficialmente en octubre de 1982, al igual que los nueve Hawker Hunter y 30 motores de repuestos En otra de las pruebas de la alineación del gobierno de Santiago con la causa británica, Pinochet le devolvió un buque tanque llamado RFA Tidepool que, recién comprado, se incorporó al conflicto.

En cuanto a las acciones militares que mostraron el compromiso y la resolución del país trasandino para que Argentina perdiera la guerra, se encuentra la Operación Mikado. Si bien no se llevó a cabo, debido a que se había filtrado la información, y el ataque quedó al descubierto, hecho que quedó demostrado con la clara agitación de las tropas ubicadas en Río Grande, lugar donde iba a ser perpetrado el ataque, podría haber sido una de las acciones más aventuradas por parte del gobierno de Santiago. Por otro lado, el SAS (fuerzas especiales británicas) estaba convencido de que era una misión suicida y que no debía realizarse.

PERÚ. La ayuda peruana a la Argentina estuvo en sintonía con su voto en la OEA, con su posición acerca del TIAR, con la postura del Movimiento de los No Alineados y con el sentido común. Si bien en la OEA los únicos que se abstuvieron fueron Colombia, los Estados Unidos y Chile, y la Junta Militar contó con el apoyo de la gran mayoría del resto de los estados, Perú fue su más decidido aliado. Si bien la razón más importante de su alineación fue el sincero convencimiento de la justa causa anti-imperialista, existen otras explicaciones por las cuales su compromiso fue mayor al del resto.

Perú tiene un histórico enfrentamiento con Chile, desencadenado con la Guerra del Pacífico, librada entre 1879 y 1883, en la cual perdió una considerable cantidad de territorio. En esa guerra uniría sus fuerzas con Bolivia, país que resignaría su salida al mar. A partir de la pérdida de Tacna y de Arica a manos chilenas, los peruanos comenzarían a llamarlas “provincias cautivas”. Hasta la fecha, ven a sus vecinos del sur como usurpadores, y el involucramiento de Pinochet en la Guerra de Malvinas, ayudando al Reino Unido, estimuló el apoyo a la Argentina. Por eso, las embajadas no escatimaban voluntarios para pelear una guerra que veían como suya. Se cree que desde los ’60, ambos países tenían un pacto de asistencia recíproca. Lo que en realidad muestra que los lazos militares entre los países es la gran cantidad de oficiales peruanos que habían estudiado en el Colegio Militar Argentino. Entre ellos, se encuentra el general Luis Cisneros Vizquerra, ministro de Guerra del presidente Belaúnde, apodado “el gaucho” por su apego al país. Y por último, el claro vínculo militar era reforzado por el hecho de que el presidente Fernando Belaúnde Terry había pasado la primera parte de su exilio en la Argentina, cuando fue derrocado en 1968.

La posición del presidente peruano es más valiente, en la medida en que sabía que una victoria argentina era casi imposible. Mientras la Junta Militar argentina pensaba que Gran Bretaña no se lanzaría a una reconquista a miles de kilómetros por unas islas en el Atlántico Sur, Belaúnde sabía que Thatcher iría a la guerra. No sólo por historia o por orgullo. Sino porque era lo único que podía salvar su carrera política, decadente e impopular. Posteriormente, cuando la primera ministra anunció que mandaría todas sus fuerzas a la guerra, el jefe de Estado peruano trató de hacerle entender a la delegación argentina que había ido a su país a coordinar el apoyo peruano, sobre todo en los aspectos logístico y aéreo, que la geografía de las islas hacía imposible la defensa de las numerosas playas y bahías. Que las características terrestres de las Malvinas quitaban importancia al previo asentamiento de las fuerzas armadas. Y aseguraba que Puerto Argentino y otros puntos de menor importancia eran vulnerables a un ataque británico, por lo que resultaba imposible defender sus posisiones. Los argentinos, cegados por el triunfalismo y la rápida victoria que habían obtenido tras el desembarco el día 2 de abril, ante el débil contingente que defendía las islas, hicieron oídos sordos a sus advertencias.

Perú siguió al lado de su incondicional aliado. A los esfuerzos diplomáticos de Belaúnde para lograr la paz, se le sumaba el apoyo de su maquinaria de guerra. La Fuerza Aérea de Perú (FAP) mandaría hacia Buenos Aires diez aviones de combate Mirage M5-P, poniéndolos a disposición de las necesidades argentinas. El traslado se hizo en el mayor secreto. Para eludir los radares chilenos de Iquique y Antofagasta, y los bolivianos, tuvieron que realizar el vuelo desde Arequipa hacia Tandil, y de allí a Buenos Aires, a más de 33 mil pies de altura y con las radios apagadas. También fueron enviados técnicos y equipo de mantenimiento para la instrucción en el manejo de las aeronaves. La entrega de los aviones fue precedida por el cambio de la insignia, la bandera y la matrícula peruanas por las argentinas. El Comando de Materiales recibió la orden de proporcionar toda la logística necesaria para la operación de las naves y de los equipos de defensa aérea. Por otro lado, mandaron alrededor de 30 misiles AS-30 aire-tierra, misiles antiaéreos, obuses, bombas y municiones. La Argentina utilizaría a Perú como puente, para la adquisición de materiales, como compras de repuestos de aviones a Israel.

Los Mirage proporcionados por Perú eran muy importantes para la Argentina, ya que, por más que poseían Super Etandart, capaces de trasladar los misiles Exocet, Mirage-3, para combate aéreo, los Dagger y los A-4 Skyhawk, con misiles aire-tierra, necesitaban aviones con una mayor autonomía de vuelo. Por otro lado, los aviones peruanos de fabricación francesa eran ideales si los principales blancos eran marítimos. Eran capaces de transportar los misiles teledirigidos AS-30, con un alcance de 15 kilómetros, que eran perfectos para atacar buques, y contaban con cañones que poseían balas con cabezas explosivas de 20 milímetros. Eran naves supersónicas que podían superar dos veces la velocidad del sonido. Después de los intensos entrenamientos en espacio argentino, las aeronaves fueron capaces de entrar en combate, aunque era demasiado tarde. Las Fuerzas Armadas se habían rendido.

Las complicaciones en el aprovisionamiento de materiales, técnicos y aviones mostraron también la decisión del aliado argentino, ya que se relata que podría haber entrado en la guerra directamente. Cuando los aviones peruanos que se dirigían a Buenos Aires pasaron cerca de la frontera con Chile, se relata que vivieron momentos muy tensos. Un alto jefe de la FAP, hoy retirado, cuenta que los pilotos peruanos vieron acercarse interceptores chilenos. Al ver el peligro que esto significaba, le preguntaron rápidamente a la Comandancia General de la Fuerza Aérea qué debían hacer si los interceptores continuaban acercándose. La respuesta no se hizo esperar: “Dispárenles”. Los aviones chilenos no cruzaron la frontera y se mantuvieron a distancia, pero el incidente podría haber arrastrado por lo menos a dos países más al conflicto armado.

Sin embargo, a consideración del presidente del Perú, la guerra no era la única posibilidad de victoria para la Argentina. Cuando los países beligerantes cortaron las relaciones diplomáticas, Belaúnde se convirtió en el representante de los intereses diplomáticos argentinos. Esto hizo que los servicios de inteligencia ingleses acosaran la embajada peruana en Londres y les dio la posibilidad a los peruanos de realizar contrainteligencia.

En el ámbito diplomático, Perú fue, junto con los Estados Unidos, el más activo de los estados en buscar la paz. Así fue como su presidente llegó a promover la única iniciativa viable para alcanzarla. Pero el intento que estuvo a punto de poner fin al conflicto armado no fue el único. La aguerrida e incansable diplomacia ejercida por Belaúnde trató, desde el comienzo de las acciones bélicas, de encontrar una solución en la que ambas partes pudieran atribuirse la victoria.

Belaúnde le comunicaría a los argentinos que había elaborado, junto con el secretario de Estado de Ronald Reagan, Alexander Haig, una propuesta en la que los mediadores depositaban una gran esperanza. El presidente de Perú debía convencer a sus vecinos, mientras que Haig haría lo propio con los británicos. La propuesta consistía en siete puntos:
1) Cesación inmediata de las hostilidades.
2) Retiro simultáneo y mutuo de las fuerzas.
3) Presencia de representantes ajenos a las dos partes involucradas en el conflicto para gobernar las islas temporalmente.
4) Los dos gobiernos reconocen la existencia de posiciones discrepantes sobre la situación de las islas.
5) Los dos gobiernos reconocen que los puntos de vista y los intereses de los habitantes locales tienen que ser tomadas en cuenta en la solución definitiva del problema.
6) El grupo de contacto que intervendría de inmediato en las negociaciones para implementar este acuerdo estaría compuesto por Brasil, Perú, la República Federal de Alemania y los Estados Unidos de América.
7) Antes del 30 de abril de 1983 se habría llegado a un acuerdo definitivo bajo la responsabilidad del grupo de países antes mencionados.

Más allá de algunos cambios que quisieron hacerle a la propuesta desde ambas partes, estas eran insignificantes, ya que en los puntos más importantes, los Estados beligerantes estaban de acuerdo. Gran Bretaña quería cambiar, en el punto cinco de la propuesta, la frase “puntos de vista” por “deseos”, en referencia a los habitantes de las Malvinas. Y la Argentina propondría un actor más neutral que los Estados Unidos en el grupo de contacto que intervendría si la propuesta se aprobara.

Pero desde la Argentina se daban claras muestras de que la paz estaba bien encaminada ya que, más allá de las trabas burocráticas y de las aprobaciones en los diferentes niveles del gobierno, el canciller Costa Méndez le daba motivos al presidente del Perú para ser optimista. En una conversación que tuvieron ambos, después de leer el texto y ser analizado, se relata el siguiente diálogo:
–Belaúnde: Dígame ministro, el texto de los siete puntos, de manera general, ¿es aceptable?
–Costa Méndez: Sí señor, siempre que se aclare que la administración local no regresa.

Después de la aprobación de la Cancillería, que se había reunido con el Equipo Especial de Trabajo en Buenos Aires, integrado por el brigadier Miret, el general Iglesias y el contraalmirante Moya. Sólo faltaba la aprobación de la Junta Militar, que por entonces era el órgano más alto de la Administración Nacional.

El canciller declararía tiempo después: “El 2 de mayo, el presidente de Perú hizo una propuesta muy buena y positiva, que iba más allá de las propuestas de Haig, en el sentido de que no establecía la necesidad de restaurar la autoridad británica en las islas y no determinaba como condición previa los deseos de los isleños. Nosotros aceptamos esa propuesta.” Y en la misma declaración afirmaría que, según Belaúnde, “Gran Bretaña estaba preparada para aceptar también”. La afirmación de Belaúnde se basaba en que el 2 de mayo, Charles Wallace, el embajador británico en Lima, le entregaría la conformidad escrita de su país sobre el tratado de paz.

Cuando todo parecía encaminarse, se recibió la noticia de que a las 15:57, hora argentina, el submarino nuclear Conqueror había disparado dos torpedos contra el buque General Belgrano. Este controversial ataque produciría más de la mitad de las bajas argentinas en toda la guerra (649 muertos). Sobrevivirían 674 hombres, que quedarían flotando en los botes de salvamento.

El buque General Belgrano fue comprado a los Estados Unidos, después de sobrevivir al ataque japonés a Pearl Harbor. Tenía en el momento de su hundimiento una considerable potencia de fuego que serviría de excusa al ministro de defensa John Nott, a la hora de justificar la agresión a una nave que se encontraba por fuera de la zona de exclusión.

El ministro diría: “este grupo de ataque de superficie fuertemente armado se encontraba cerca de la zona de exclusión total y se aproximaba a elementos de nuestro destacamento de fuerzas, que estaba a algunas horas de distancia. Sabíamos que el crucero tiene una considerable potencia de fuego, proporcionada por cañones de 15,6 pulgadas, con un alcance de 21 kilómetros y misiles antiaéreos Sea Cat. Sumada a los destructores de escolta, que al parecer estaban provistos de misiles anti barco Exocet, con un alcance de más de 32 kilómetros, la amenaza que suponían para el destacamento de fuerzas era tal, que su comandante sólo podía ignorarla a riesgo de su propia vida”. Su comandante, Christopher Wreford Brown, incrédulo de la orden que estaba recibiendo, de destruir a un barco por fuera de la zona de exclusión, hizo repetir la orden tres veces.

El Belgrano estaba custodiado por dos destructores, el Piedrabuena y el Bouchard, que los seguían a todas partes. Tenían la misión de protegerlo, aunque no pudieron hacer nada. Los tripulantes no se encontraron alerta hasta que se les avisó del peligro de un submarino inglés. Se les ordenó dirigirse a aguas poco profundas, situadas en el banco de Burdwood, más lejos de la Zona de Exclusión. El capitán Héctor Bonzo relata la situación: “La misión era patrullar la zona del Mar Argentino, es decir, al sur de las Malvinas (...) Navegábamos fuera de la Zona de Exclusión, nunca más cerca de 35 o 40 millas”. Una vez que se encontraron en aguas poco profundas, contó: “La calma había sucedido a la tensión de los tripulantes, ya que al alejarse de la zona de probable conflicto, por orden superior, y hallándose fuera de la Zona de Exclusión Total, consideraban que el peligro había pasado, al menos por entonces.”

El hecho de que la nave hundida estuviese fuera de combate en el momento en que el gobierno de Londres dio la orden, provocó cuestionamientos a la primera ministra por parte de sus compatriotas e indignación entre los argentinos. El hecho es que, o Gran Bretaña en realidad no aceptaba los términos del acuerdo, pero no quería ser quien lo rechazase, o pretendían llegar a la paz después de aumentar considerablemente las bajas del enemigo. Lo cierto es que la propuesta fracasó por pocas horas entre el fatídico hecho y la respuesta de ambos países. La Argentina rechazaría una paz que ya no podría disfrazar de victoria y trasladaría las conversaciones a las Naciones Unidas.

Pero este no fue el último intento peruano por evitar una derrota argentina. Cuando un avión burló un radar inglés, hundiendo el Sheffield con un misil Exocet, las partes mediadoras consideraron que era el momento para relanzar la propuesta de paz. Tanto Haig como Belaúnde creyeron que el hecho de que estuvieran empatados “uno a uno”, en referencia al Belgrano y al Sheffield, le daba fuerza a la posibilidad de un acuerdo. Según Belaúnde, “un arreglo no era indecoroso de ninguna manera y el hundimiento del Sheffield era la ocasión propicia”. Esta segunda mediación, planteaba la necesidad de detener todas las operaciones militares y retirar ambas fuerzas a través de un puente aéreo. Los peruanos trasladarían a batallones argentinos hacia su país, mientras que aviones estadounidenses llevarían a los ingleses hacia Chile. Estaba todo arreglado. Belaúnde acusaría “dilaciones y falta de decisión” para que la solución pacífica fracasara nuevamente.

Un último intento sería recordado por el entonces presidente peruano: “Queriendo evitar la batalla de Puerto Stanley o Puerto Argentino, tuvimos una actuación desesperada para tratar de que no se produjera. Pero esta última iniciativa se frustró porque el tiempo nos ganó.” Los años se llevaron muchas de las pasiones que, por ese entonces, gobernaban las opiniones y acciones de propios y ajenos, pero Belaúnde quedaría con la conciencia tranquila: “Estoy satisfecho de lo que hizo el gobierno, sobre todo porque era una cuestión de fraternidad americana y porque se le pudo evitar a la Argentina todo lo que ocurrió”.

FRANCIA. Pero no sólo la Argentina tenía un tratado de alianza continental (TIAR). Gran Bretaña estaba respaldada por la OTAN, más decidida a apoyar a un aliado en apuros, y menos sujeta al declarado status de neutralidad. Muchos afirman que, si el riesgo de una derrota inglesa hubiera sido mayor, los países de la OTAN hubieran entrado en el conflicto, pero el destino de la guerra impediría comprobarlo. Lo cierto es que los europeos colaboraron con inteligencia a la causa inglesa y que Francia se convertiría en el mayor aliado de Gran Bretaña en el Viejo Continente.

El 3 de abril, Thatcher recibió una llamada que alimentaría su optimismo. Era el presidente francés, François Mitterrand, expresándole su total apoyo y poniendo a disposición toda la información que requiriera, sus servicios de inteligencia y la entera disposición de su diplomacia. La alineación del gobierno de París, más allá de las cuestiones interestatales, de historia, intereses, integraciones y alianzas, se podría explicar en las convicciones personales de su presidente, que tenía una visceral oposición al régimen militar argentino. Lo que no sabía es que el fracaso de la reconquista no sólo aceleraría los tiempos de la Junta Militar en el poder, sino que las consecuencias de sus gestiones y sus actos las terminarían pagando todos los argentinos, aun en democracia.

La importancia que había adquirido Francia en el conflicto se debía a que era uno de los mayores proveedores de armas del gobierno de Buenos Aires. La Junta Militar sudamericana les había comprado misiles Exocet (AM y MM) y Roland, aviones Super Etandard, y dos corbetas. A pesar de que los asesores de Mitterrand le aconsejaban respetar la neutralidad en una guerra que no era la suya y corroborar las buenas relaciones con sus socios comerciales, como su canciller Claude Cheysson y su ministro de Defensa Charles Hernu, el presidente francés sumó todos sus esfuerzos a lo que terminaría siendo la victoria británica.

El hecho de que Francia fuera el primer proveedor de armamento del enemigo inglés, hizo que las primeras gestiones de Thatcher fueran para que se suspendiera el adiestramiento de los pilotos, se cancelara el envío del resto del armamento que ya se había pagado, y se les proveyera a los ingleses de los datos de las capacidades y debilidades del armamento francés. Los franceses accederían a los pedidos durante el conflicto, representando una de las alianzas más fructíferas y determinantes, pero su ayuda no sería tan valorada una vez terminada la guerra.

Los de Mitterrand afirmaron que sin adiestramiento, el armamento era imposible de ser utilizado en todas sus capacidades. Esta afirmación era cierta. Y fue de la mano con el resto de la información que le enviaron a los ingleses, en la cual se aseguraba que los argentinos sólo contaban con cinco misiles, ubicados en los cinco aviones Super Etandard que habían adquirido, y que las firmas francesas que les habían vendido el material bélico habían cesado las instrucciones técnicas y tácticas para su correcto funcionamiento. Por lo tanto, los argentinos no tenían la experiencia ni el conocimiento adecuado para el óptimo funcionamiento de los misiles, en cuanto al pilotaje y al montaje de los mismos.

Pero lo que terminaría siendo un error en los cálculos ingleses, y fatídico para sus consecuencias, sería el hecho de que ignoraban que los argentinos tenían pleno conocimiento y la capacidad de utilizar tanto los aviones como los misiles. La creencia inglesa reposaría en el hecho de que en el contrato con las compañías francesas, la Argentina aclaraba que las prácticas instructivas se tendrían que realizar con buen clima. La inseguridad que los compradores dejaban entrever sería una maniobra de los agentes de inteligencia argentinos, que se evidenciaría con el hundimiento del destructor HMS Sheffield el 4 de mayo de 1982. Por otro lado, ignoraron que dentro de la empresa fabricante de los misiles, los agentes argentinos tenían infiltrado a un técnico y que, antes de haber sido echado a causa del lugar donde había nacido, logró proveer a su país de las especificaciones técnicas que restaban en el manejo de los Exocet. El hundimiento del destructor (que había sido inaugurado seis meses antes y contaba con los mayores avances tecnológicos) provocaría una injusta desconfianza británica hacia los franceses.

El papel de los francos comenzaría con la orden a Pierre Marion, director de la Dirección General de Seguridad Exterior (DGSE), de que se pusiera a disposición del gobierno de Londres. La DGSE no solo proveyó a los ingleses de los secretos en el uso y funcionamiento de la maquinaria de guerra comprada por la Argentina, tanto de los misiles como de los aviones Super Etendard, sino que comenzó a ejercer un estricto control y una gran censura sobre el personal argentino, civil y militar, que se encontraba por aquel entonces en su país. El espionaje francés consistía en la intercepción de todas las llamadas telefónicas y telegráficas que los argentinos realizaban, la investigación de sus actividades personales, los detalles de sus negocios y los contactos que utilizaban. La información iba a parar a los despachos de Londres.

Otro ámbito en el que Francia fue muy activa, fue en el aspecto diplomático. No sólo se plegó al embargo de armas hacia la Argentina que promovió Inglaterra y al que acataron países como Bélgica, Holanda, Dinamarca, Italia y Luxemburgo, sino también tratarían de impedir el aprovisionamiento del enemigo por otros medios, y desmoralizarían los intentos argentinos de conseguir el armamento que estos gobiernos les había negado. El ministro de Defensa Hernu le diría a Gerardo Schamis, el que por entonces era el embajador en París: “No sigan tratando de comprar misiles. No pierdan el tiempo. Nadie les venderá nada y les van a robar el dinero”. Por otro lado, se le indicó al canciller Cheysson que presionara a la ex colonia francesa de Senegal para que permitieran a los aviones ingleses realizar escala, proporcionando los aeródromos de Dakar .

Lo que realmente ayudaría a Gran Bretaña a ganar la guerra sería la suspensión del envío del arsenal comprado a las firmas francesas. La Argentina había adquirido en 1979 una suma de 14 aviones Super Etendard a la empresa Dassault-Breguet, y 15 misiles Exocet a Aérospatiale. Cuando comenzó la guerra, sólo se habían entregado cinco de cada uno de estos elementos, y el posterior bloqueo hizo que no se entregaran hasta el final de la guerra. Uno de los motivos, por el cual Mitterrand pudo ejercer semejante presión sobre las empresas para que no completaran el envío del material bélico y retiraran a sus instructores, fue que el director de la firma Aérospatiale era el general Jacques Mitterrand, hermano del jefe de Estado. Eso facilitó los contactos y las gestiones entre gobierno y empresa.

La importancia de los aviones adquiridos en Francia era que podían transportar el misil Exocet. Pero para saber lo determinante que era la posesión de los misiles, hay que saber lo que estos podían hacer. Era un proyectil de gran tamaño, armado con una ojiva de 950 libras, que podía ser guiado por radar, y que podía dispararse hasta, aproximadamente, 30 millas del blanco, una distancia más que considerable. Los misiles eran difíciles de detectar, ya que volaban a una velocidad de casi Mach 1, haciéndolo al ras de las olas. La mejor defensa ante los proyectiles era derramar al mar grandes cantidades de chaff (cintas metálicas anti radar) para confundir la locación del objetivo. Razón por la cual, los temerarios pilotos argentinos los dispararían a corta distancia de los barcos ingleses.

Una vez terminado el conflicto, la ingratitud de Inglaterra se haría evidente. Cuando los franceses reanudaran la entrega del armamento que, a los argentinos les serviría de poco, se produjo entre los ingleses un clima de hostilidad hacia su aliado. Francia había ayudado desde su neutralidad, sin tener la necesidad o la obligación de hacerlo. Pero en noviembre de 1982, los diarios londinenses Daily Express, The Sun, The Times y The Guardian tildaron de traición el hecho de que Francia completara el envío de los productos que la Argentina había pagado tres años antes. Los medios de comunicación, que pedían un boicot a productos franceses, como el vino o el queso, impulsaban el resentimiento de la población.

Los políticos trataron de interpretar el sentir popular, ya sea por convicción o por oportunismo. Ese fue el caso del diputado laborista Walter Johnson, que agravaría la tensión entre ambos países con sus infames declaraciones: “ese acto de traición por parte francesa está dictado por simples motivos comerciales y por lo tanto debe combatirse con los mismos medios, afectando a los franceses en su punto más débil, evitando enriquecer aún más sus bolsillos”. El diputado, el resto de los políticos, los medios de comunicación y la población, no lograban intuir que, si el gobierno de Mitterrand hubiera estado movido por intereses comerciales, no hubieran acatado el embargo o, por lo menos, hubiera cumplido con lo que se había firmado antes del conflicto.

LOS ESTADOS UNIDOS. La ayuda estadounidense a Gran Bretaña aseguraría la victoria inglesa. Si bien Inglaterra trató de minimizar la participación extranjera, intentando adjudicarse la victoria por sus propios medios, las pruebas (aunque todavía sin la desclasificación de lo sucedido), junto con los comentarios de Thatcher, indican que la Argentina se enfrentó contra mucho más que un estado colonialista. Lo hizo contra varios de ellos. Los Estados Unidos omitían el hecho de que los gobiernos se mueven por el interés nacional. Ni la doctrina Monroe (“América para los americanos”), ni el TIAR, ni el Acta de Chapultepec, que establece las bases para la integridad territorial y política de los países del continente, al igual que el respeto mutuo y la ayuda económica, impidieron que el gobierno de Ronald Reagan tomara la causa inglesa como suya.

Desde antes de la Operación Rosario, cuando la Argentina hizo el desembarco en las islas, los Estados Unidos estaban espiando y reportando lo que sucedía. Parte de la información era obtenida a través de sus instalaciones de escucha e interceptación de inteligencia SIGINT, instaladas en Peldehue, Chile, a 21 kilómetros de Santiago. Las instalaciones pertenecían a la NSA (Agencia Nacional de Seguridad), y estaban disfrazadas de una instalación de rastreo satelital de la NASA (Administración Nacional Aeronáutica y Espacial). A la afirmación de la primera ministra y a lo expuesto los chilenos, la evaluación que había desarrollado dicho organismo acerca del orden de batalla de las Fuerzas Armadas argentinas.

Otra de las pruebas de la ayuda americana la aportaría Rupert William Simón Allason, ex diputado conservador británico, que escribiría con el pseudónimo de “Nigel West”. Este admitiría en su libro The Secret War for the Falklands, que los hombres del SAS “se dedicaban en la base de Brize Norton de la RAF, a familiarizarse con los nuevos equipos de comunicaciones satelitales, donados por los Boinas Verdes de Fort Bragg, en Carolina del Norte, y enviados a Londres en el Concorde”.

Sin embargo, a pesar de toda la información recolectada por la inteligencia americana desde el exterior, una de las principales instalaciones espías se encontraba en Buenos Aires. Así lo explicaría West: “la embajada también albergaba otra instalación de Inteligencia, un equipo secreto de interceptaciones manejado por la Agencia Nacional de Seguridad. La existencia de un puesto de escucha de la NSA, una clara ruptura del protocolo diplomático, era un secreto celosamente guardado, aunque las autoridades argentinas dudaban de que el impresionante grupo de antenas de techo estuviera enteramente dedicado a intercambiar mensajes con Washington DC. Desde el inicio mismo de la crisis, el puesto clandestino de la NSA produjo los datos más importantes y fue la fuente del cable de la delegación de la CIA a Langley, en que revelaba que la invasión se había puesto en marcha”.

Otro libro que hace referencia a la ayuda brindada por la inteligencia de los Estados Unidos a Londres lo corrobora: The Second Oldest Profession: Spies and Spying in the Twentieth Century. Su autor, Phillip Knightley, escribe: “La NSA y la GCHQ (Jefatura Gubernamental de las Comunicaciones británicas) leían el tráfico militar y diplomático argentino, dos satélites estadounidenses de reconocimiento pasaban una vez al día sobre la costa de ese país (los puestos estaban libres de nubes, de modo que había fotografías del aprestamiento de la flota argentina), la Armada estadounidense tenía sus propios satélites (del sistema White Cloud) que informaban sobre las emisiones electrónicas argentinas y un avión espía de la U.S. Air Force, un SR-71, hacía vuelos sobre el área”.

Además, los Estados Unidos le proporcionarían un considerable potencial estratégico y armamentístico. Así fue cómo el ministro de Defensa de Ronald Reagan, Caspar Weinberger, pondría a disposición de los británicos la base que poseían en la Isla Ascensión, que serviría como escala a los aviones ingleses y terminaría siendo uno de los centros operativos y de abastecimiento de la ayudaestadounidense, hacia los cuales se destinaban, por ejemplo, las miles de toneladas de combustible que le proporcionaban a los ingleses.

También les entregaron a los británicos los misiles AIM-9L Siderwinder (aire-aire), y los Shrike (antirradares). Los Siderwinder serían determinantes, ya que podían ser disparados desde grandes distancias, sin siquiera ver el objetivo enemigo. Cuando el ataque se hizo inminente, los Estados Unidos comenzaron a proporcionar inteligencia satelital, por medio de tres satélites independientes, y vuelos espía del SR-71 (avión de reconocimiento aerofotográfico estratégico-operativo, construido por la empresa Lockheed, que recorría la zona a unos 24 mil metros de altura y con una velocidad de Mach 3, y la utilización del sistema white cloud de la US Navy, basado en unidades subsatelitales que permitía seguir a los buques de superficie desde una altura de 3200 km, con lo cual podía informar a los británicos sobre los movimientos de tropas argentinas. También se utilizó a favor de Gran Bretaña el programa Echelon. Tatcher reconocía que sin ellos toda la empresa hubiera sido imposible.

La afirmación de la primera ministra se reforzaría con la confesión del secretario de Marina de los Estados Unidos, John Lehman: “Entregamos a los ingleses los nuevos misiles Siderwinder. Sólo tenían a los pequeños Harriers sin ninguna capacidad de defensa aérea que podían atacar desde corta distancia y cuando ya tenían a los argentinos a la vista. Con el nuevo Siderwinder podían disparar de frente y a mayor distancia, y eso hizo eficaz el accionar de los Harriers. También pudieron obligar a los argentinos a volar a baja altura, apenas sobre las cubiertas de los buques británicos, y desde allí arrojar sus bombas. Por esa razón, la mayoría no detonaba: más de diez buques británicos fueron perforados por bombas argentinas que no detonaron como consecuencia de obligar a sus aviones a volar a muy baja altura”.

El gobierno de Londres tenía en trámite la compra de armamento que, inmediatamente después de comenzado en conflicto, se hizo efectivo. Entre las armas americanas que se entregaron se encontraban los rifles Armalite XM 203 con lanzagranadas. Sin embargo, todo esto fue insuficiente para Weinberger, quien, según relata Nigel West, ofrecería a los británicos el portaaviones USS. Eisenhower en caso de que les hundieran o sacaran de combate los dos que tenían, el HMS Invincible y el HMS Hermes. Los estadounidenses no estuvieron tan lejos de tener que poner a disposición el portaaviones ofrecido, ya que los argentinos, a través de un ataque perpetrado por dos aviones Super Etendard y cuatro Skyhawk, averiarian el Invincible. Tal era el compromiso del ministro de Defensa, que una vez terminada la guerra lo condecoraría por su actuación en el conflicto.

Por último, el más visible de los roles de los Estados Unidos en el conflicto fue el diplomático. Junto con Perú, fue el más activo de los mediadores, aunque en este ámbito, no fue más parcial que en los antes desarrollados, lo que le indicaría a la Argentina que la posición inclinada a los intereses británicos se traducirían en todos los ámbitos del accionar del gobierno de Washington. Lo más loable que se rescata de sus acciones son los trámites para prevenir la guerra, aunque una vez comenzado el conflicto armado dejó la imparcialidad de lado.

El secretario de Estado de Reagan, Alexander Haig, fue el encargado de acercar las partes, empresa que estuvo a punto de llevar a cabo cuando apoyó la propuesta de Belaúnde, el presidente peruano que enderezó la balanza diplomática.

Haig cumplía órdenes de Reagan, pero la posición que le obligaron a adoptar estaba en concordancia con sus sentimientos, ya que tenía un gran desprecio por los militares argentinos que ocupaban el poder, a quienes se ha referido en una reunión en el Departamento de Estado como “esbirros locos de poder”. Pero sus sentimientos no fueron suficientes como para que los americanos se arrepintieran de haberlos puesto en el poder. El mediador no ocultó en sus declaraciones posteriores que nunca fue imparcial. Por el contrario, afirma que le hizo saber al gobierno argentino antes del conflicto que, de haber una guerra, los Estados Unidos apoyarían a Gran Bretaña. Esta aclaración era pertinente ya que, si bien se sabe que a los anglosajones los unen lazos históricos fuertes, los militares argentinos también eran aliados de Washington en la lucha anticomunista.

La principal misión de Haig fue evitar la guerra. Una vez comenzada, sus recursos diplomáticos se irían diluyendo. Llegó a Buenos Aires el 9 de abril afirmando que la determinación de Thatcher de ir a la guerra dejaba a la Casa Rosada con una sola opción para evitar el conflicto: cumplir con la Resolución 502 de la ONU, que ordenaba el cese de hostilidades y el retiro de tropas. A tal propuesta, que le quitaba a la Argentina la ventaja del posicionamiento en las Malvinas, le contestaron que podían remplazar las tropas por fuerzas de seguridad, a condición de que se negociara la soberanía de las islas, y que la Task Force interrumpiera su marcha hacia el Atlántico Sur. El mediador americano sabía que la propuesta, de ser aceptada, sería considerada por los ingleses como una derrota y significaría un suicidio político para la primera ministra, por lo que la desestimó enseguida.

Volvió a Londres para negociar otra propuesta con Thatcher, y una vez logrado el propósito, voló el 16 de abril hacia la capital argentina. La propuesta consistía en el retiro de tropas, condición para que las Fuerzas Armadas británicas detuvieran su avance hacia la zona de conflicto, pero ofrecían la permanencia de la bandera argentina en las islas, la administración de las mismas a través de un gobierno tripartito, y daba garantías para la solución a largo plazo de la disputa. Si bien Haig afirmaba que la propuesta se había conseguido tras un doloroso acuerdo con la primera ministra, la desconfianza hacia el americano era tal, que lo único que pensaron los argentinos era que estaban tratando de ganar tiempo para desplegar todas las naves de combate británicas en la zona de conflicto. Cuando Haig se quejara por cómo los medios argentinos lo hacían quedar como probritánico, el jefe de la Armada, Jorge Anaya, le respondería: “Esas versiones reflejan una realidad”. La contrapropuesta argentina terminaría con las posibilidades de una resolución pacífica hasta la de Belaúnde. La Junta Militar afirmaba que el gobierno de las Malvinas tendría que estar a cargo de un funcionario designado por el gobierno argentino. Alexander Haig se iría con el fracaso de no haber logrado la paz, y con la decisión de apoyar con todavía más firmeza a sus aliados británicos.

Tiempo después, el mediador afirmaría que el conflicto de las Malvinas había sido su Waterloo, y justificaría su derrota declarando “quedé atrapado entre el machismo de la Junta Militar argentina y la voluntad de hierro de Margaret Thatcher”. Y negaría que la confianza de los argentinos al status neutral de los Estados Unidos hubiera sido producto de una ingenuidad, ya que “desde un principio dejé en claro en ambas capitales que, si no había una solución pacífica, íbamos a tener que alinearnos con Gran Bretaña porque la ley había sido violada. Entonces nunca fuimos neutrales en el sentido que nunca fuimos imparciales”. Sin embargo, la voz y el voto del secretario de Estado no era la única, y el apoyo a Gran Bretaña no fue realizado con unanimidad.

La embajadora de los Estados Unidos ante las Naciones Unidas, Jeanne Kirkpatrick, defendía la necesidad de ser neutrales, ya que consideraba que la Argentina era un buen aliado en la lucha contra el comunismo en América Latina, y que había que preservar las buenas relaciones con la región, ya que, como se sabe, el Tercer Mundo es el talón de Aquiles del capitalismo. Hasta último momento, la embajadora trató de convencer al presidente Reagan de la conveniencia de su postura, y debatió en duros términos con Haig.Pero la posición del mediador terminaría llevando a los Estados Unidos a tomar la causa británica como suya, con un compromiso que se justificaba en la lucha anticomunista de la Guerra Fría, para acallar las voces que aseguraban que Occidente no estaba dispuesto a usar la fuerza.

EL CONFLICTO EN EL MARCO DE LA GUERRA FRÍA. Fue el esquema ideal para la alianza estadounidense con Gran Bretaña. Si bien no se trataba de un conflicto ideológico, en el cual se enfrentaban el capitalismo contra el comunismo, sino que los que iban a la guerra eran dos aliados de los Estados Unidos, los años de posguerra habían asegurado las relaciones entre británicos y la superpotencia capitalista.

Una vez finalizada la Segunda Guerra Mundial, los tres principales vencedores, Estados Unidos, la Unión Soviética y Gran Bretaña, debieron decidir en qué lugar del nuevo orden mundial se ubicarían. En este sentido, se han desarrollado algunas posibilidades que, para algunos, hubieran sido factibles. Se podría haber ingresado en una etapa de paz, en la cual las tres potencias hubieran tenido relaciones amistosas y una competencia sana que les permitiera convivir. Pero otra de las posturas asegura que podrían haberse formado tres posibilidades de alianzas bilaterales en contra de otra de las potencias. Una posibilidad era que los Estados Unidos y la Unión Soviética formaran un frente antiimperialista contra Gran Bretaña. Una segunda alternativa hubiera sido que la Unión Soviética se aliara con Gran Bretaña conformando un frente antihegemónico contra los Estados Unidos. Y por último, la que dejó de ser una posibilidad y se transformaría en un hecho: la alianza entre Estados Unidos y Gran Bretaña en un frente anticomunista.

El hecho de que la primera de las opciones fuera tan poco factible, en la medida en que la paridad de las dos superpotencias las terminaría enfrentando tarde o temprano, y que formar un frente antiimperialista no conformaba sus intereses prioritarios y, debido a que las dos tenían también tendencias imperialistas, ubicaba a Gran Bretaña en la privilegiada posición de desnivelar la paridad e inclinar el nuevo orden internacional hacia uno u otro lado de la balanza. Empero, el segundo de los casos tampoco era muy probable, ya que los lazos culturales y las alianzas entre los sajones, además de ser más antiguos, compartían intereses y formas de gobierno, haciendo difícil la posibilidad de que una democracia se una a una dictadura para enfrentarse a otra democracia. Ambos pregonaban el liberalismo económico y veían a su principal enemigo en el comunismo. Por otro lado, la relación de Churchill con Roosevelt los encontraba más cerca de la que ambos tenían con Stalin. Pero el hecho de que Gran Bretaña se volcara del ladoestadounidense, podría tener una causa más específica y concreta. Para el final de la guerra, Gran Bretaña se encontraba destruida, y con una economía tan debilitada que sólo una ayuda financiera del exterior podría evitarle la quiebra. El préstamo lo haría efectivo los Estados Unidos, después de las negociaciones realizadas con éxito en diciembre de 1945. A cambio, el Imperio británico se abriría a las empresas estadounidenses. Aun así, esto sería posible debido a que para los Estados Unidos era muy importante la alianza con los ingleses, ya que constituiría un baluarte contra la expansión del bloque comunista, y los británicos, si bien perdían la condición hegemónica, conservaban un papel de privilegio en el escenario internacional.

Los países de América Latina, cobraron mayor interés en la Guerra Fría, a partir de la crisis de los misiles en Cuba en 1962. Pertenecían a la zona de influencia americana, y constituían una amenaza para los Estados Unidos, ya que el Tercer Mundo siempre fue considerado por los comunistas como un potencial bastión, en el que se absorbían sus ideologías con intensidad, y la única finalidad de la propaganda estaba destinada a la conciencia de clase. Si uno de estos países caía bajo la influencia de los soviéticos, como había pasado con Cuba, y había quedado demostrado con la crisis de los misiles, podrían convertirse en bases estratégicas para un eventual ataque, aunque por esos años, la teoría de la Mutua Destrucción Asegurada de Mc Namara, lo tornara menos probable.

Como consecuencia de la importancia cobrada por Latinoamérica, y la fragilidad política que la caracteriza, junto con la decisión de algunos gobiernos de no alinearse a los intereses de los Estados Unidos, y la probabilidad de que facciones políticas socialistas ocuparan el poder, como había sucedido con Salvador Allende en Chile, derivaron posteriormente en el Plan Cóndor. Esta estrategia, articulada por la inteligencia americana por orden del gobierno de Washington, consistía en la anulación del sistema democrático mediante golpes de Estado en países como Chile, Brasil, Paraguay, Uruguay, Bolivia y la Argentina. En su lugar, se instaurarían regímenes militares, con el fin de aniquilar a grupos izquierdistas, tanto guerrilleros como civiles. De esta manera, los llamados gobiernos nacionalistas no eran más que otra muestra de la dependencia, la sumisión y el yugo de los sudamericanos a las voluntades hegemónicas. Sin embargo, la Guerra de las Malvinas se les salió de control a los estadounidenses.

El conflicto del Atlántico Sur responde tanto a los que lo sitúan separado de la Guerra Fría como a los que intentan demostrar que fue enmarcado por la lucha entre bloques. Sin embargo, la posición a adoptar se encuentra en el medio de las dos anteriores. Si se toma como parte de la Guerra Fría los conflictos bélicos provocados por la puja entre las ideologías capitalista y comunista, entonces la guerra entre Argentina y Gran Bretaña se sitúa por fuera de dichos parámetros. Pero si se tiene en cuenta que el gobierno de la Junta Militar fue puesto en el poder por los Estados Unidos como remedio a la expansión del comunismo, y que fue este gobierno el que intentó recuperar las Malvinas por la fuerza. O si citamos que los principales aliados de la Argentina integraban el Movimiento de los No Alineados, que luchaba contra el imperialismo y era consecuencia de la pugna entre las superpotencias, podríamos afirmar que el conflicto del Atlántico Sur por lo menos no estuvo ajeno a lo que pasaba en el resto del mundo.

Por otro lado, Thatcher estaba convencida de que la inacción ante una agresión le daría espacio a la Unión Soviética para creer, o a sospechar, de una eventual debilidad de su país. Se afirma que gran parte de los motivos plasmados en el Parlamento, y expresados por la primera ministra, giraban en torno a la posibilidad de mostrar que si estaban dispuestos a defender unas islas en el extremo sur del Atlántico, la determinación que tendrían para defender a su país en caso de una agresión del bloque comunista.

Por su parte, Reagan estaba consciente de que si bien su principal interés era evitar la guerra entre dos de sus aliados, una derrota inglesa implicaría una derrota de occidente, y dejaría al bloque en una posición de desventaja. Alexander Haig, en una de las frases que relacionan las Malvinas con el contexto internacional, aseguraría que: “En el marco de la Guerra Fría con la URSS, muchos percibían cierta debilidad en la determinación de Occidente a recurrir al uso de la fuerza en caso de ser desafiado. Y el imperio de la ley era un componente importante de esto”. En cuanto a los argentinos, no querían que las relaciones con la Unión Soviética, ya sea para recibir ayuda de inteligencia, o para burlar el bloqueo de armas impuesto por Europa, fueran visibles, ya que tenían firmado un pacto anticomunista, y esto podía desatar una crisis interna con los compañeros que ubicaban al bloque como la amenaza más latente que tenía el país.

Para evitar insubordinaciones entre militares y ocultar trámites y relaciones entre ambos, la Junta decidió tratar con los soviéticos mediante empresas particulares, lo cual estancaría las conversaciones. Si bien la Unión Soviética hubiera sido igual de precavida que los Estados Unidos a la hora de prestar ayuda a la Argentina, siempre estuvo claro que los soviéticos no querían transformar el carácter del conflicto y dimensionarlo a proporciones mundiales, y que el gobierno de Buenos Aires conservó hasta último momento el miedo de perder a sus aliados occidentales, sin resignarse al hecho de que los había perdido hacía ya mucho tiempo.

En consecuencia, si bien se incluyen en la Guerra Fría conflictos ideológicos y geopolíticos que encontraban a los bloques en una disputa permanente y de proporciones mayores en recursos y bajas, como lo fueron las guerras de Vietnam, de Corea, o de Afganistán, el conflicto por las Islas Malvinas está íntimamente relacionado con la dicotomía ideológica que condicionaba todos los aspectos del resto del mundo. No se puede estudiar la guerra del Atlántico Sur sin enmarcarla y analizar los grados de influencia que tuvo la Guerra Fría en el comportamiento de los actores. Sin embargo, la influencia y el marco que condicionaron la Guerra de Malvinas, no ubican a este conflicto dentro de la disputa entre bloques, ya que ambos eran capitalistas, occidentales y aliados de los Estados Unidos.

Conclusión. El respeto de los estados por el estatus de neutralidad comenzó a declinar en la Segunda Guerra Mundial pero fue en la Guerra Fría cuando perdió importancia. Allí se vio cómo gobiernos que habían hecho pública su neutralidad, apoyaban con inteligencia y armamento, supervisando y entrenando a la facción beligerante que les era afín a sus intereses. Así como se podía ver a integrantes del Vietcong peleando con armamento soviético, o afganos luchando con armas americanas, se pudo observar a los ingleses combatiendo con material bélico proveniente de los Estados Unidos.

¿Fueron neutrales los estados? Si bien Chile y Perú fueron los únicos que estuvieron a punto de entrar en combate directo, dejando de lado su estatus anunciado para comenzar con prácticas agresivas en el conflicto, ninguno realizó acciones directas de violencia.

Según lo especificado por el Derecho Internacional, los gobiernos se podrían haber resguardado en la venta de armas de empresas privadas, que si bien responden en la mayoría de los casos al Estado en el cual están asentadas, no está prohibido por el Derecho Internacional, que establece muy bien las diferencias entre las decisiones privadas y públicas. Pero este no fue el caso. Tanto Perú a favor de la Argentina, como Chile, los Estados Unidos y Francia a favor del Reino Unido, proporcionaron material bélico y de inteligencia a las partes beligerantes.

Tanto Chile como los Estados Unidos, mediante su posesión de la Isla Ascensión, violaron su neutralidad, dejando a las tropas británicas utilizar su territorio como base operacional. Se vio la importancia que tuvo para los británicos el hecho de poder utilizar la Isla Ascensión como escala para sus aviones, y como destino de la ayuda proporcionada por los americanos. Y se analizó cómo integrantes de las fuerzas armadas del SAS, cuando cruzaban los Andes con destino a Chile, en lugar de ser internados, regresaban a Londres, permitiéndoles seguir el combate. El territorio nacional trasandino fue utilizado tanto para inteligencia como para el asentamiento de tropas inglesas.

De esta manera, es posible observar cómo Chile y los Estados Unidos participaron activamente del conflicto, violando el Derecho Internacional, y cómo Perú y Francia se dejaron llevar por la parcialidad declarada para proporcionar armamento e inteligencia nacional a las partes beligerantes.

En cuanto a la Guerra Fría, si bien no fue una guerra ideológica en la que los bloques se disputaban la supremacía, la instauración del gobierno militar argentino en el poder fue consecuencia directa de esa disputa ideológica. La alineación americana con Inglaterra fue mucho más fuerte a partir de la importancia del rol británico en la Guerra Fría y las alianzas que pudo conseguir la Argentina fueron posibles gracias al Movimiento de los No Alineados, producto también de la pugna entre los bloques.

Más allá de ciertas afinidades entre estados, hay que destacar que el polémico accionar de los gobiernos neutrales en la Guerra de las Malvinas, fue producto de intereses particulares, que los ubicaban de uno u otro lado del conflicto y con una parcialidad que ignoró e hirió las reglas internacionales.

miércoles, 26 de enero de 2011

Capitales franceses proponen proyecto para reflotar el puerto de Caleta La Misión

Por AGUSTIN BARLETTI - Cronista.com
Se firmó una carta compromiso con la provincia de Tierra del Fuego y la anterior constructora que posibilita la finalización de las obras.
Están muy avanzadas las negociaciones para reflotar el puerto de Caleta La Misión, situado siete kilómetros al norte de la ciudad de Río Grande. Una carta compromiso, rubricada entre las partes interesadas, posibilitaría salir de un conflicto que lleva más de una década y que está paralizando un encalve estratégico para el desarrollo logístico de la Patagonia.
La empresa Servicios Navieros Piedrabuena financiada por los capitales del Institut Français D´ Études Financières Indèpendant, de Paris (IFEFI) cancelaría la deuda que la provincia mantiene con la empresa constrictura, la UTE Andrade Gutiérrez-Hormas, y concluiría la obra portuaria. Esto requerirá una inversión estimada en u$s 180 millones. A cambio, obtendría la concesión del puerto por un período de 40 años. La provincia participaría de las utilidades durante ese período.

Luego de la concesión, el puerto quedaría para la provincia pero, como elemento innovador, se incluiría la posibilidad de que, cada cinco años, el estado provincial haga uso del derecho a ofertar la compra del puerto. Además, se pide que en la sociedad que explote el puerto el estado tenga una participación accionaria. De esta manera, en el directorio que maneje la terminal, al menos dos de los integrantes serían funcionarios provinciales, con voz y voto.

La gobernadora fueguina, Fabiana Ríos, firmó la carta compromiso y sigue de cerca las negociaciones que requieren de ingeniería legal, comercial y financiera para que las partes se pongan de acuerdo. Diseñamos un ambiciosos proyecto para el puerto de Caleta La Misión. Apuntamos a un muelle de 600 metros de largo con un calado de 18 metros que permita operar tanto a buques petroleros como a porta contenedores. Estos trabajos generarán al menos 200 empleos directos y un importante desarrollo económico para la región, dijo a Transport & Cargo Jean François Patinet, director de Servicios Navieros Piedrabuena SA.

El mercado del contenedor genera importantes expectativas para este emprendimiento. Hay una gran cantidad de empresas radicadas en la zona por los interesantes beneficios impositivos y aduaneros que ofrece Tierra del Fuego. Estas firmas precisan insumos de todo tipo para sus producciones, señaló Patinet.

Desde hace 10 años, tramita en la Justicia una demanda por improductividad llevada a cabo por la UTE, Andrade Gutiérrez-Hormas contra la provincia. La UTE se ampara en la falta de pago y paralización de obra a fines de 1998 del estratégico proyecto que diera comienzo en 1995 durante el gobierno de José Estabillo. Hasta los propios abogados del Gobierno saben que si hoy se dictara sentencia, la provincia sería condenada a abonar $ 100 millones más las costas del proceso. Varios funcionarios provinciales califican a este litigio como una espada de Damocles que tenemos colgada de un hilo sobre la cabeza, puesto que la cifra va creciendo y el puerto no se hace.

Han pasado muchos gobiernos y nunca pudo destrabarse el conflicto. La provincia tiene ahora una oportunidad histórica para dar vuelta la página de un libro que pintaba con final trágico. Todo parece indicar que la gobernadora, Fabiana Ríos, con visión de estadista, logrará que capitales privados cancelen la deuda, y concreten un proyecto portuario clave para el desarrollo fueguino.
 
Lectura recomendada: http://proyectopragmalia.blogspot.com/2010/06/286-proseguir-la-construccion-del.html

Brasil intercedió para evitar sanciones del FMI a la Argentina por el Indec

El director ejecutivo brasileño en el Fondo reconoció haber hecho gestiones para facilitar un acuerdo

Brasil intercedió meses atrás ante el Fondo Monetario Internacional (FMI) para evitar posibles sanciones contra la Argentina por la falta de credibilidad de los datos de inflación. Según publica en su edición de hoy el diario brasileño O Globo , así lo reveló ayer el director ejecutivo por Brasil en el FMI, Paulo Nogueira Batista. El funcionario especificó que ese país había hecho gestiones para que, finalmente, la Argentina y el organismo internacional negociaran el envío de una misión de técnicos del FMI para analizar la confección de un nuevo índice de precios que se medirían en todo el país.

Según consigna el diario brasileño, en noviembre pasado el equipo del ministro de Economía argentino, Amado Boudou, fue informado del incumplimiento de la Argentina acerca del artículo 8 de la Carta Orgánica del FMI, lo que iba a provocar posibles sanciones que, en rigor, aún no están descartadas.

Desde hace dos años, el organismo expresa sus advertencias respecto de las dudas que existen con los datos de inflación que difunde el Indec. Además, desde 2006, el país no permite que se cumpla con el artículo IV del Fondo, que prevé una revisión anual de los datos de la economía de cada uno de los países socios. Respecto de los datos de inflación, O Globo recuerda que mientras el Gobierno informó un índice del 10,9% para 2010, las proyecciones privadas hablan "de un 25 o 26 por ciento". Y señala que el 16 de diciembre la directora del Departamento de Relaciones Externas del FMI, Caroline Atkinson, dijo que se buscaba un índice fuerte y con credibilidad para la Argentina.

Si bien Boudou anunció la llegada de la misión del Fondo antes de que se produjera, nunca admitió que desde el organismo se hubieran hecho cuestionamientos a los datos del Indec.

La revelación del funcionario brasileño sobre la mediación de su país se conoció el mismo día que el FMI difundía su pronóstico de crecimiento de la economía mundial para 2011, presentación que encabezó el economista jefe del organismo, Olivier Blanchard. Según el Fondo, el mundo crecerá este año 4,4%, con un mejor desempeño de los países emergentes. "Tanto en 2011 como en 2012, el crecimiento de las economías emergentes y en desarrollo conservará su vigor y alcanzará el 6,5%, es decir, una pequeña desaceleración respecto del crecimiento de 7% anotado el año pasado", indicó el organismo.

En su última actualización de las Perspectivas de la Economía Mundial, difundidas ayer en Johannesburgo, Sudáfrica, el FMI dice esperar que "la afluencia de capitales en los mercados emergentes conserve su vigor, y las condiciones financieras, su solidez". El informe señala que "los valores de las materias primas se mantendrán elevados, y la inflación está subiendo en algunas economías emergentes". Y que los precios subirán este año en promedio 6% en esos países, lo que implica un alza de 0,75% respecto del informe de octubre de 2010.

Fuente: Diario La Nación

Argentina dice que cancelará US$ 9.000 millones con el Club de París

El país aceptaría cancelar montos muy superiores a los originalmente reconocidos a cambio de un plazo de pago mayor. Esta semana viaja una misión argentina para continuar las negociaciones. ¿Pagar tanto en concepto de punitorios es la solución o un nuevo problema?
Según publica Reuters Latinoamérica hoy (26/01), Argentina aceptará cancelar deuda impaga con el Club de París por cerca de US$ 9.000 millones, una cifra muy superior a la reconocida previamente, en un acuerdo que el país negocia con el organismo.

Argentina, la tercera economía latinoamericana, había informado anteriormente que debía poco más de US$ 6.000 millones a los miembros del Club de París, principalmente a Alemania y Japón, tras el default declarado en el 2002. El nuevo monto reconoce intereses punitivos por 9 años de deuda impaga. El equipo económico que lleva adelante las negociaciones por el pago de la deuda en default al Club de París, habría acordado con los acreedores, reconocer los intereses y punitorios a partir de 2001, lo que elevaría el total a pagar a US$ 9.000 millones.

A cambio del reconocimiento de la mayor deuda, Argentina buscará extender su plan de pagos a entre 5 y 6 años desde los 18 meses que pide el organismo, de acuerdo a la publicación. El Gobierno argentino espera alcanzar a más tardar en junio de este año un acuerdo con el organismo que le permitiría cerrar uno de los últimos vestigios de su masiva cesación de pagos y, en teoría, debería facilitar el regreso del país al mercado internacional de capitales como el acceso al crédito externo para las empresas argentinas.

Una misión de Argentina viajará esta semana a París para continuar con las negociaciones. El equipo estará encabezado por Hernán Lorenzino, secretario de Finanzas; Adrián Cosentino, subsecretario de Financiamiento, y técnicos de la oficina de crédito público, que permanecerán en ese país hasta el viernes.

Según el cronograma fijado entre autoridades nacional y el Club de parís, la discusión sobre el monto a pagar no debía demorar más de un mes y una vez alcanzado un acuerdo, se iniciaba la etapa de conciliación del plazo de pago. Hasta ahora las discusiones se centraron en determinar las líneas de crédito que estarán comprendidas y el monto a una fecha determinada. Pero además, durante ese proceso, el ministerio de Economía recibió reclamos por líneas que no tenían documentación respaldatoria, e inclusive todavía quedan algunas diferencias, pero por un monto reducido de US$ 4 millones.

La mitad de la deuda elegible corresponde a 'deuda vieja', que ya fue incluida en alguna de las cuatro reestructuraciones que se hicieron entre 1983 y 1994. La otra mitad, es deuda originada desde 1995 hasta la fecha. En ese sentido, en el ministerio de Economía aseguraron que 'nada que no esté en el registro de Deuda Pública va a ser reconocido', según consignó el matutino.

Y una vez que se alcanzó un acuerdo sobre las líneas que formarán parte de la reestructuración, los técnicos del ministerio de Economía comenzaron a acordar con cada país cuál será el corte sobre los intereses. Por otro lado, en la página web de Economía, figura que la deuda con el Club de París al 30 de septiembre es de 6050 millones de dólares en concepto de capital e intereses contractuales. Ese monto está congelado desde que se declaró el default. Pero en las líneas que formarán parte de la reestructuración tienen cláusulas que determinan que en caso de default se disparan otros intereses, considerados como punitorios. 'La diferencia en monto no le mueve la aguja a la economía argentina, siempre que se discutan bien los plazos', explicaron funcionarios nacionales.

Al Gobierno Nacional pareciera importarle más evitar la auditoría del Fondo Monetario Internacional que pagar la friolera de recarga de un 50% más. Claro, como los plazos se estiran, ya veremos quien hereda la pesada carga.

Fuente: Urgente24

martes, 25 de enero de 2011

Los terrenos de los ferrocarriles

Editorial del diario Clarín
Una mezcla de desidia e improvisación parece dirigir la política pública del Gobierno en materia de seguridad y cuidado de los espacios ferroviarios que se hallan bajo jurisdicción nacional. Y esto se expresa tanto en las decisión de retirar a Gendarmería de la vigilancia de los trenes e instalaciones -la cual fue rectificada tras las notas publicadas por este medio-, como en la ocupación de terrenos en Retiro, lindantes a las vías del ferrocarril San Martín.
El Gobierno finalmente ha entendido que el retiro que pretendía de las fuerzas de Gendarmería iba a afectar severamente a los pasajeros y a las propias instalaciones de las empresas concesionarias. Sin embargo, ante la ocupación de terrenos públicos de la Nación, no parece haber dispuesto ninguna iniciativa, dejando que se desplegaran edificaciones precarias. En este último punto, además es necesario que se coordine la actividad de la Nación y de la Ciudad y se impulsen soluciones de fondo al problema de la vivienda.

En los terrenos ferroviarios, propiedad de la Nación, no se ejerce el debido control y, ante las ocupaciones, no se coordinan acciones con el gobierno de la Ciudad.

Qué hacer cuando el delito amenaza

Numerosas situaciones peligrosas acechan a las personas en su vida cotidiana; LA NACION identificó las dudas más comunes y especialistas en seguridad de dos consultoras y de la Policía Federal aportaron sus sugerencias para mejorar la prevención

1.¿Cómo protegerse al llegar a casa? ¿Se debe entrar con el auto en el garaje o estacionar en la calle?
Hay que hacer una observación del área, tratar de llegar antes de que oscurezca y en horarios en los que hay movimiento en la calle; avisar antes de la llegada a alguien para que lo espere y lo acompañe o que supervise su entrada. Si nota algo extraño o que lo siguen, no entre; siga de largo y advierta por celular a un conocido o llame al 911.
Es mejor entrar en el garaje que estacionar junto al cordón, pero previamente hay que chequear la zona y, en caso de ver algún movimiento sospechoso, seguir circulando y avisar a personal de seguridad o policial; también, abrir el garaje de forma remota antes de la llegada y sin perder de vista el entorno, y cerrarlo inmediatamente después del ingreso. Sólo entonces, descender.

2.¿Los vidrios polarizados reducen el riesgo de robos? ¿Qué hacer si a uno lo interceptan al circular en auto?
El uso de vidrios polarizados está prohibido por la ley de tránsito. No obstante, aunque evitan que un delincuente vea con qué se encontrará dentro del auto, no necesariamente disminuyen la posibilidad de un robo y no permitirán a testigos distinguir alguna situación anómala en el interior del vehículo. Circular con el seguro en las puertas y los vidrios cerrados o abiertos no más de 5 cm. Mantener distancia del vehículo que va adelante y del que va atrás, para poder realizar una maniobra de evasión ante un encierro. Ante un asaltante armado, debe colaborar, no reaccionar y dar lo que piden. Salir del auto, dejarlo en marcha, correrse rápido de la puerta para no obstaculizarla y no activar la alarma o el cortacorriente. Esperar quietos a que se vayan.

3.¿Es conveniente cambiar los recorridos en las actividades cotidianas?
El cambio de las rutinas es uno de los principios más importantes de la seguridad individual que deben seguirse. Precisamente, una de las claves de la prevención personal es no volverse previsible en los movimientos cotidianos. Debe tenerse presente que los delincuentes, por lo general, realizan tareas de inteligencia en la zona o el barrio en el que pretenden cometer sus delitos, de manera tal que los movimientos reiterativos de las personas les dan una posibilidad de identificar a una potencial víctima. Variando recorridos y horarios de viaje es posible cortar las rutinas y desorientar al delincuente que pudiera estar al acecho en el barrio.

4.¿Qué precauciones se deben tener en el transporte público?
Use paradas que estén bien iluminadas y transitadas. No se distraiga y evite quedarse dormido. Debe elegir siempre un lugar que le permita estar con la espalda protegida y poder ver los movimientos de la gente. Al subir o al descender, observe si alguien lo sigue. Guarde cosas de valor en bolsillos interiores; si lleva cartera o mochila, presiónela con un brazo contra el pecho. Al abordar un taxi en la vía pública verifique que el asiento delantero derecho esté echado hacia adelante y que las puertas delantera derecha y trasera izquierda tengan la traba colocada. Si siente desconfianza, abone y baje inmediatamente.

5.¿Es conveniente tener un arma de fuego para defenderse?
Es bueno tener un arma ante situaciones extremas sólo si se tiene el entrenamiento apropiado y se sabe cómo y cuándo usarla. Se debe tener la certeza de que, llegado el caso, se la usará. Quien tiene un arma, o la usa bien o se convierte en su propia víctima. Es obligatorio tener el arma registrada. También, verificar la correcta guarda del arma en el hogar, especialmente para que esté lejos del alcance de niños y adolescentes que pudieran querer tomar el arma por curiosidad o diversión. Quien no esté habilitado para portar armas debe transportarla con el cargador y las municiones separados del cuerpo principal del arma.

6.¿Es bueno adiestrar animales para defensa? ¿Qué elementos de autodefensa adoptar?
Siempre es útil adiestrar animales para la defensa de personas y bienes, pero hay que tener cuidados especiales y tomar los recaudos necesarios para que no lastimen a inocentes y a niños. Un perro puede ser un "arma", pero no cualquier perro o raza sirven para la defensa. En cuanto a la autoprotección, hay que corroborar previamente qué elementos no están prohibidos por ley; una referencia la da la lista de productos a la venta al público en locales especializados, como armerías o locales de caza y pesca. Pero es recomendable adoptar algunos elementos y saber usarlos para que no se vuelvan en contra (por ejemplo, spray de gas de pimienta, palo o porras retráctiles, shocker).

7.¿Qué medios de prevención y/o alerta se deben tener en una vivienda particular?
Existen muchos medios de prevención, tanto físicos como tecnológicos y de procedimiento personal y familiar. Son recomendables las alarmas comunicadas con empresas de vigilancia en rejas perimetrales y en todas aquellas aberturas en las que pueda colarse una persona (ventanas de cuartos, banderolas de baños y cocinas); también, muros de altura adecuada eventualmente rematados con puntas de hierro. Además, es recomendable la instalación de cerraduras antivandalismo, puertas blindadas con mirillas, portero visor o sistemas de circuito cerrado de TV. Es conveniente tener buena iluminación en la puerta.

8.¿Qué consejos hay que dar a los chicos que van solos al colegio? ¿Deberían usar celulares?
Los chicos deben estar alertas ante la presencia de personas sospechosas o desconocidas. Debe inculcárseles que no deben detenerse innecesariamente en medio del camino a casa o a la escuela. Además, es preferible que se movilicen siempre en grupos y por avenidas o calles en las que esté garantizada la presencia de vecinos o personas conocidas. También debe tenderse a la implementación de los llamados corredores seguros.
Es preferible que tengan teléfonos para poder garantizar la comunicación en casos de emergencia, por lo que deben estar libres para establecer el contacto durante el trayecto.

9.¿Qué situaciones deben evitar niños y adolescentes? ¿Qué evitar en la vía pública?
Deben evitar coordinar encuentros con gente que hayan conocido a través de Internet, vía chat. También deben evitar lugares que tengan historial de delincuencia o consumo y abuso de drogas, y lugares deshabitados, desconocidos o sitios oscuros en la vía pública.
En términos generales, tanto los adolescentes como las personas adultas deben evitar acercarse a los sitios en los que se hayan producido accidentes o donde se desarrollen manifestaciones de índole desconocida. La misma regla rige para los lugares desconocidos o que, por sus antecedentes, sean especialmente calificados como peligrosos.

10.¿Cómo se debe proceder ante una llamada telefónica extraña?
Se recomienda no responder a llamadas de números no identificados. Al comprender que es una llamada de extorsión, se deberá cortar la comunicación inmediatamente. Se debe intentar socavar la confianza del extorsionador. No se debe revelar ningún tipo de información personal bajo ninguna circunstancia. En caso de que quien llama invoque la ocurrencia de algún accidente o perjuicio sobre una tercera persona conocida, se debe llamar de inmediato a la persona supuestamente afectada. Es conveniente poner en alerta de inmediato a las autoridades policiales para obtener asistencia.

11.¿Cómo debe transportarse el dinero en la vía pública?
Se debe optar por medios bancarizados (tarjetas de débito o crédito y cheques comunes o cancelatorios). En caso de que no sean aceptados, se debe tratar de ser lo más reservado posible al moverse con dinero en la vía pública. Hay que evitar hablar delante de desconocidos sobre operaciones financieras concretadas o por concretar. Se debe evitar transportar solo el dinero; hay que comportarse lo más natural posible tanto dentro de una institución bancaria o financiera como en la calle, no movilizarse en taxis y llevar el dinero separado en pequeñas cantidades y guardado en distintos lugares.

12.¿Qué precauciones se deben tomar al concurrir a un banco?
Se debe ir en horarios en los que se encuentra abierto al público, evitando rutinas de días y de horas. En los cajeros automáticos se debe estar alerta a la presencia de personas en la puerta o el hall de acceso.
Evitar miradas indiscretas tanto en el momento de tipear la clave de acceso como al extraer el dinero. No contar el efectivo extraído delante de desconocidos; en todo caso, hacerlo en un rincón alejado. Siempre es preferible utilizar los cajeros automáticos en horario bancario, tanto por la presencia de personal de seguridad como ante la necesidad de requerir asistencia adecuada, y no de desconocidos, ante un problema en las operaciones que se realizan.

13.¿Se debe tener una caja fuerte en casa? ¿Y tener plata para "conformar" a los ladrones?
Es conveniente tener una caja fuerte en el hogar para guardar dinero y otros valores siempre y cuando esté bien camuflada. Se debe tener en cuenta que, al entrar en una vivienda, los ladrones cuentan con la posibilidad de que en la casa haya un lugar específico de guarda de elementos de valor y efectivo.
Es recomendable tener una cantidad apropiada de dinero para satisfacer la demanda de un ladrón. Ante la amenaza, no se debe oponer resistencia; muéstrese colaborador, no haga movimientos extraños ni intente evitar que revisen algún lugar específico, pues podría provocar represalias de los delincuentes.

14.¿Cómo se pueden elaborar estrategias de seguridad comunitaria en el vecindario?
Es muy importante la conciencia social y la solidaridad para encarar estrategias de cuidado y autoprotección en una cuadra o en un barrio. Cada uno puede participar desde su lugar; para eso, los objetivos deben estar planteados en forma clara y deben ser acordes con las capacidades y posibilidades personales.
Se debe procurar el conocimiento personal entre vecinos que haga posible el intercambio de teléfonos y el conocimiento de rutinas, para estar atentos a los movimientos de personas conocidas y desconocidas. Es conveniente buscar y contar con apoyo político u oficial.

15.¿Qué medidas se pueden tomar cuando se va a dejar la casa sola por tiempo prolongado?
Es conveniente avisar sólo a familiares y a personas de confianza que uno no estará en casa por un tiempo. De ser posible, pida a alguna de esas personas que hagan visitas periódicas a su casa, para comprobar que todo está en orden. Siempre es de ayuda dejar signos que permitan dar a entender que la vivienda no está vacía. Es bueno que haya señales de movimiento, y en eso pueden contribuir luces encendidas, alguna radio a un volumen no estridente, razonable. También se recomienda anular el diario o revistas que se entregan a domicilio, para que no se acumulen en la puerta.

16.¿Qué precauciones se deben tomar a la hora de atender un llamado a la puerta de casa?
Ante un llamado, no se debe nunca abrir directamente. Mirar por la mirilla telescópica o por el portero visor o el circuito de circuito cerrado de TV, si lo tuviera, y preguntar bien de qué se trata. No se debe abrir la puerta del hogar a nadie a quien no se conozca o al que no se esté esperando si no se está completamente seguro de que no se corre riesgo.
Si quien llama invoca ser operario de una empresa de un servicio público, exija la presentación de una credencial que acredite el vínculo laboral y, eventualmente, la orden de trabajo que justifique la presencia de esa persona. No dude en llamar a la empresa en cuestión para obtener una verificación.

17.¿Cómo deben protegerse las personas mayores que viven solas?
Las personas de edad avanzada que vivan solas deben estar en contacto permanente con familiares, personas conocidas y vecinos de confianza. Es bueno que tengan a mano libretas de anotaciones con todos los números que pudieran necesitar ante una urgencia -policía, servicio de emergencia médica, familiares-; se los debe incentivar en el uso de las tecnologías de comunicación, esencialmente teléfonos celulares, y es conveniente que tengan conectada a uno de los canales del televisor una cámara de seguridad que enfoque la puerta de entrada de la casa. Con respecto a los llamados a la puerta, deben seguir las indicaciones detalladas en el punto anterior.

18.¿Qué información propia debe publicarse en Internet?
Muchas páginas web, especialmente las redes sociales, suelen requerir de los usuarios información personal que puede ser utilizada por delincuentes que estén realizando inteligencia con el fin de cometer un delito. Por eso debe evitarse subir a Facebook, por ejemplo, fotografías que por su naturaleza brinden información que pueda ser usada por delincuentes ni informar dónde nos encontramos. Comunicar que estamos de vacaciones o de viaje puede poner sobre aviso a eventuales ladrones de que nuestra casa está desocupada. Los datos que suelen publicarse en los perfiles también dan a menudo una idea de nuestro poder adquisitivo, lo que también puede atraer a delincuentes.

19.¿A quién se debe acudir ante una situación sospechosa o de peligro inminente?
En caso de una situación de inseguridad, a la policía, en primer lugar. Puede hacerlo llamando al 911, al 101 o, en caso de tenerlo, al número directo de la comisaría de su barrio o del patrullero encargado del recorrido de su cuadra. Si tuviera contratado un servicio de seguridad privada, puede pedir que un móvil asista para verificar cualquier situación. Además, es un buen aporte llamar a familiares o a personas de confianza que, llegado el caso, también puedan dar aviso a la policía. Si usted está dentro de un esquema de vigilancia comunitaria, siga las instrucciones acordadas con sus vecinos en estos casos.

20.¿Cómo se debe proceder si, pese a todo, se es víctima de un hecho de inseguridad?
Intentar mantener la calma, evitar reacciones desmedidas y movimientos sospechosos; con voz lo más pausada posible se debe intentar tranquilizar al delincuente y decirle que uno no opondrá resistencia, a cambio de no salir lastimado. Se debe informar todo movimiento que se vaya a hacer (como sacar la billetera de un bolsillo), tener las manos bien visibles y no gesticular. Procure no mirar a los ojos del delincuente y mantenga la calma.

Fuentes: OverSight Security Consulting & Management, Consultora de Seguridad Elefour, Policía Federal Argentina
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