Semanas atrás se se realizó un Seminario en la Universidad UCES convocado por el Grupo de Ex Secretarios de Energía que, bajo el título “La Energía: lo hecho y lo que falta por hacer “, resultó una muy buena experiencia que mezcló opiniones de funcionarios, empresarios y expertos independientes para conocer el estado de avance en cada uno de los rubros energéticos cuyos resultados son de público acceso.
Me interesa, a modo de introducción al tema de este artículo, mencionar dos frases de dos especialistas independientes que se dijeron en ese encuentro. La primera del economista Francisco Mezzadri que afirmó: “Argentina tiene que decidirse entre un gas natural con un precio de 6,50 U$S/MMBTU o un gas natural con un precio de 2,70 US$/MMBTU,” y luego agregó en forma sintética y contundente: “Eso dará lugar a dos Argentinas distintas”. Aclaro dos Argentinas distintas se refiere a la competitividad de la economía energética Argentina y a la salud de sus cuentas públicas.
La otra afirmación pertenece a Jorge Hugo Herrera Vegas que preside el prestigioso Comité de Energía del CARI. Dicho comité reúne en un foro abierto a lo que yo llamaría la intelectualidad energética. Y analiza la problemática sectorial con la discreción propia de la diplomacia. La primera de sus grandes preocupaciones, aunque no la única, fue según lo expresó en su disertación “pérdida del autoabastecimiento energético de Argentina y cómo reconquistarlo”.
Quizás la síntesis de ambas ponencias podría ser: “Argentina necesita recuperar su autoabastecimiento energético pero con la condición que ello debe darse en el marco de una energía competitiva y sin subsidios ocultos”. Y ese es el problema a resolver que nos sigue desafiando a partir de 2010. ¿Cómo autoabastecernos de Energía y ser al mismo tiempo competitivos en los precios internos de nuestra Energía y sin complicar al Tesoro? Para resolver un problema primero hay que describirlo con crudeza y luego entender su mecánica. Argentina está en decadencia energética desde hacer varios lustros y esa decadencia se focaliza prioritariamente, aunque no exclusivamente, en los hidrocarburos. La estadística oficial dice que la decadencia no terminó el 10 de diciembre de 2015. Pero aclaro que no es fácil porque el problema es estructural y no se corrige con placebos.
Describamos los síntomas de la decadencia:
a) Los excelentes informes del Ministerio de Energía recientemente publicados sobre la evolución de Reservas de Hidrocarburos en todas sus categorías en el período 2007-2016 indica un fuerte deterioro cuantitativo en todas las categorías de reservas (comprobadas; probables y posibles); y en todas las cuencas. Digamos que hasta el ahora el Siglo se compone de dos décadas perdidas en este tema.
b) La producción petrolera argentina cae en forma ininterrumpida desde 1998 hasta el presente y el ritmo de caída se acelera en el último año hasta un inadmisible y preocupante 6,5 % anual.
c) La producción gasífera doméstica -a pesar de los enormes subsidios a la oferta de Plan Gas- está prácticamente estancada y crece a menor ritmo que la demanda de gas, lo que se traduce en la necesidad de incrementar las importaciones en vez de disminuirlas. Con esto ya tenemos bastante.
Mi conclusión es que esto ocurre porque Argentina ha cometido un error estratégico hace aproximadamente 25 años y que no hemos sido capaces de corregir en este lapso: ha abandonado la inversión de riesgo en exploración de hidrocarburos en cuencas convencionales; la estadística lo refleja en forma clara por la disminución de los pozos exploratorios perforados anualmente en los últimos lustros. Debo hacer notar que las cuencas sedimentarias en los 110 años de historia petrolera han sido exploradas apenas en un 25 % sobre el total disponible. Es notoria nuestra virginidad hasta el talud oceánico en nuestros espacios marítimos. ¡Hay mucho por hacer!
Como resultado de esta falta inexplicable no se descubren nuevos yacimientos de bajo costo y estamos obligados a producir de los viejos yacimientos ya agotados con costos crecientes. Esto pone a las petroleras en una situación de “atrapado sin salida”, que desde 2014 las obliga a demandar al Estado un monto subsidios crecientes; un espectáculo lamentable, y nunca visto,.
Las petroleras tienen pánico al riesgo exploratorio y se refugian exclusivamente en Vaca Muerta, la apuesta pasar por el Shale gas; pero -un dato no bien explicado- sólo el 5 % de la producción nacional de gas es Shale gas genuino, y piden subsidios. El Gobierno da subsidios pero los acota en el tiempo y advierte que nos los prorrogará. Me parece bien, pero también me parece un juego peligroso en términos estratégicos; y además de final incierto.
Creo que hay que cambiar el paradigma y ese cambio debe proceder de la administración y se debe implementar con acuerdos con las empresas privadas. La salida se dará por la aplicación de una receta que combine a Vaca Muerta con la Exploración Convencional olvidada en cuencas convencionales inexploradas. Muy importante es seguir el consejo sano de los ex secretarios de Energía. Hacer una auditoría independiente de todas las Reservas de Hidrocarburos; que sigue siendo una asignatura pendiente.
Jorge Lapeña es ex secretario de Energía.