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miércoles, 9 de noviembre de 2016

Macri y Trump, la amistad de los presidente-empresarios

Trump y MacriPor Rodrigo Lloret - Perfil.com - Se conocieron haciendo negocios en Nueva York. El día que Macri se refirió a Trump como el “presidente” de EEUU. Trump respondió: “Macri es un buen tipo”.
Trump y Macri Foto: Afp / Dyn.

“Nos llevaremos bien con las naciones que se quieran llevar bien con los Estados Unidos”. A pesar de que la Argentina de Mauricio Macri había declarado su apoyo a Hillary Clinton, el flamante presidente de los Estados Unidos es un hombre de negocios que no tendrá problemas en darle la mano a Macri. Y Macri lo sabe: se conocen desde hace muchos años. Haciendo negocios, precisamente.

A contramano de los líderes de todo el mundo, que se preocupan por la llegada de Trump a Washington -especialmente en América Latina, por sus declaraciones xenófobas-, en la Quinta de Olivos podrían haber brindado en esta noche sorpresiva. Es que los Macri y los Trump cultivan una relación personal desde hace ya varias décadas.

Los empresario-presidentes se conocieron cuando el argentino tenía 24 años y el estadounidense 40. “Es una larga historia, de hace mucho tiempo. Fue cuando tuve que cerrar un negocio familiar en Nueva York”, le dijo Macri a la cadena estadounidense CBS, cuando este año le preguntaron por sus vínculos comerciales con el republicano. En esa entrevista, transmitida para los Estados Unidos, Macri reconoció que las gestiones que tuvo que realizar con Trump representaron su debut en los emprendimientos internacionales.

La historia fue revelada en Estados Unidos en la biografía del magnate neoyorkino, titulada Trump: The Deals and the Downfall (Trump: los negocios y la caída), escrita por el periodista Wayne Barret, que realizó investigaciones para Newsweek y fue docente de Periodismo en la Universidad de Columbia. En la Argentina, los vínculos entre la familia Trump y la familia Macri fueron expuestos en El Pibe, la primera biografía política del líder del PRO, escrita por la ex periodista Gabriela Cerruti, hoy legisladora porteña por Nuevo Encuentro, aliado al kirchnerismo.

Desde 1979 hasta 1984, el Grupo Macri quiso construir conjuntamente con el Grupo Trump un edificio de 150 pisos en Nueva York, sobre una propiedad que Franco Macri había comprado en el lado oeste de Manhattan. El Proyecto Lincoln West no prosperó, pero generó una muy buena relación entre los empresarios y, con el tiempo, Trump empezó a visitar a sus amigos argentinos para alojarse en la quinta Los Abrojos -el refugio que Macri tiene en el partido bonaerense de Malvinas Argentinas-, o en la mansión que la familia del ex presidente de Boca tiene en Punta del Este.

“Me encanta Buenos Aires, es una hermosa ciudad. Conozco grandes hombres de negocios en la región, como Macri. Es un buen tipo”, confesó Trump en 2012 al diario La Nación, cuando anunció una inversión de 100 de millones de dólares en la Trump Tower, construida, precisamente, en Punta del Este. “Conozco a los dos (Macri), al padre y al hijo, que ahora es jefe de Gobierno de la ciudad de Buenos Aires. Me caen bien y creo que son una gran familia. Me dijeron que el hijo está haciendo un buen trabajo en Buenos Aires. Aprovecho para mandarle mis saludos”, completó en aquella entrevista el empresario que tiene un imperio formado por emprendimientos inmobiliarios y cadenas de hoteles en las principales ciudades del mundo.

Ahora que la diplomacia argentina busca desandar el error de haber apostado tan fuertemente por Hillary, sería bueno que la canciller Susana Malcorra y el embajador en Washington Martín Lousteau desempolven un video de principio de año, cuando Macri llevaba pocos meses en el gobierno y el subconsciente lo  traicionó. En medio de una de las primeras conferencias de prensa brindada por el líder PRO, y ante la risa y la sorpresa de los periodistas, Macri se refirió entonces a Trump como “el presidente” de los Estados Unidos. Hay que reconocerlo, fue el primero en decirlo.

lunes, 17 de octubre de 2016

Ante un mar de incógnitas

Carlos PagniPor Carlos Pagni - LA NACION
La decisión de coordinar los organismos que controlan la frontera promete fortalecer la lucha contra el narcotráfico que se ha propuesto Mauricio Macri. También desnuda los límites que la realidad impone a ese programa. La creación de una comisión para armonizar la tarea de Seguridad, Migraciones, Cancillería y Defensa hará más poderosa a la ministra Patricia Bullrich en el gabinete. Pero también inaugura un mar de incógnitas.Por ejemplo: hace 15 días se dispuso que numerosos gendarmes y prefectos destacados en los confines del país regresen al área metropolitana. Con menos personal, Macri debe readaptar su estrategia.
Hay que esperar alguna tensión política. El Poder Ejecutivo aspira a definir la frontera con mayor profundidad. Es la propuesta de un funcionario clave: Juan José Gómez Centurión. El titular de la Aduana suele argumentar que, para que sea eficaz, el control del tráfico comercial debe ejercerse a cierta distancia de los pasos fronterizos. Gómez Centurión acaba de regresar a su puesto. Macri lo había suspendido a raíz de una denuncia de Bullrich ante la justicia federal. Orquestar al fortalecido Centurión con Bullrich es el mayor desafío de cualquier coordinación.

Falta saber qué opinan los gobernadores fronterizos, en especial los de la oposición, sobre la mayor injerencia nacional sobre una franja importante de sus distritos. Ese refuerzo supondrá un mayor monitoreo sobre las fuerzas provinciales. Y eso molestará a gente muy celosa de su mando, como, por citar un caso, el formoseño Gildo Insfrán.

La profecía de Macri se está cumpliendo. Un par de meses atrás, cuando ordenó a Gustavo Lopetegui coordinar a las fuerzas del área metropolitana, adelantó: "Apenas baje la inflación, el problema lo van a tener ustedes, porque aumentará la preocupación por el delito". La nueva escena encuentra al Gobierno en plena gimnasia ensayo-error.

Hace dos semanas, después de una reunión con María Eugenia Vidal, Horacio Rodríguez Larreta y Bullrich, el Presidente repuso en el conurbano y en el sur de la ciudad de Buenos Aires a los prefectos y gendarmes que habían sido destacados en la frontera, como parte de su plan contra el narcotráfico. Se volvió así a la receta de los kirchneristas Nilda Garré y Sergio Berni. Con el mismo resultado: la frontera quedó desprotegida. Para corregir ese déficit, el ex ministro de Defensa Agustín Rossi y el ex jefe del Ejército César Milani habían lanzado el operativo Fortín II, enviando tropas al interior para combatir a los traficantes.
Resultado de imagen para frontier closed areaEse empleo de las Fuerzas Armadas para suministrar seguridad fue ilegal. Lo prohibía la ley de defensa. Y el decreto 727 de Néstor Kirchner y Garré, aun más restrictivo: establece que los militares sólo tienen facultades para "asegurar la defensa nacional ante situaciones de agresión externa perpetradas por fuerzas armadas de otro/s Estado/s".

Rossi, Milani y Cristina Kirchner ignoraron esas limitaciones y enviaron miles de soldados a custodiar la frontera. Para perplejidad de los organismos de derechos humanos ligados a la ex presidenta, el encargado de corregir esa transgresión fue Macri. Hace seis meses, su ministro de Defensa, Julio Martínez, replegó a esos militares. Y algo más: derivó a la AFI y a Seguridad el 90% del presupuesto destinado por Milani a inteligencia militar. Unos $ 900 millones.

En vez de aplaudir estas decisiones, que ya ocurrieron, los filántropos kirchneristas alertan sobre la posible convocatoria a las Fuerzas Armadas para tareas de policía, que todavía no ocurrió. Bullrich no prevé esa utilización. Aun cuando no se sepa con qué efectivos reemplazará a los gendarmes y prefectos que patrullarán el conurbano. El debate se abre entre los que promueven la participación castrense en la seguridad y quienes la desaconsejan por completo. Vistas en su trazo grueso, ambas posiciones parecen equivocadas.

El decreto Kirchner/Garré atrasa varios años. Sólo concibe que los militares luchen contra otros ejércitos estatales. Por ejemplo: ante un eventual ataque de EI habría que arreglárselas con las policías, la Gendarmería y la Prefectura. Tampoco es fácil distinguir la seguridad interior de la exterior en la nueva guerra cibernética. Además, ¿cómo vigilar el espacio aéreo sin la Fuerza Aérea? ¿Habrá que dotar de una aeronáutica a los gendarmes? Las leyes de defensa y seguridad fueron pensadas en el clima de los años 80, cuando el máximo imperativo de la democracia era retirar a los militares de la política interior. El cambio histórico obliga a revisar antiguas limitaciones. Pero de eso no se infiere que los soldados deban convertirse en policías, ejecutando el control directo del narcotráfico. Los mexicanos tomaron esa senda, de la que ahora no saben cómo regresar.
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Estas discusiones son alentadoras porque es imposible establecer una estrategia de defensa y seguridad sin alcanzar un consenso político. El gran inconveniente está en la realidad. Macri debe elaborar un plan de largo plazo y, al mismo tiempo, cubrir las urgencias derivadas del colapso de varias policías. La fórmula para resolver ese problema difiere aún entre los principales dirigentes de Cambiemos. Vidal, por ejemplo, se ha propuesto tomar el control de la bonaerense sin ensayar reforma alguna. En cambio, Rodríguez Larreta se ha lanzado a fusionar la Metropolitana con la sección porteña de la Federal en una nueva policía. Ambas tareas modificaron la configuración del aparato nacional de seguridad. Por eso Bullrich debe ejecutar un plan mientras rediseña sus instrumentos.

En el Coloquio de Idea, Vidal confirmó que la inseguridad es su pesadilla. Es comprensible. A los enormes dramas objetivos ella agregó un enfoque inicial desacertado. El indolente Daniel Scioli dejó una herencia calamitosa. Y Vidal supuso, aconsejada por su ministro Cristian Ritondo, que podría superarla apelando al equipo de su antecesor. Todos los días aparece una nueva evidencia de ese error. Quiere decir que la gobernadora tiene que bajar los niveles de inseguridad mientras se va apropiando, de a poco, de las palancas para hacerlo.

Caja policial

El último paso de esta marcha ocurrió la semana pasada. Vidal tomó una decisión valiente. Quitó a la conducción de la policía el control de la administración y lo puso en manos de Ignacio Greco, el secretario legal y administrativo del Ministerio de Seguridad. Greco ya cumplió esa tarea. En 2010, el jefe de gobierno Macri lo destacó como "interventor" administrativo de la Metropolitana, desautorizando a su ministro Guillermo Montenegro. Fue cuando envió a Edgardo Cenzón a controlar a Diego Santilli en Espacio Público. Greco siempre tuvo cierta dependencia de Cenzón. Pero ahora reportará a Vidal. Entre otras cosas, porque Cenzón renunció a ser ministro de Obras Públicas de la gobernadora. Conclusión: la propia Vidal vigilará la caja de la bonaerense. Ignacio Parera y Marcelo Rocchetti, los codiciosos escoltas de Ritondo, seguirán esperando.

Greco capturó la administración de la policía a raíz de un escándalo. El encargado de esa área, comisario general Néstor Martín, presentó una declaración jurada con siete propiedades, $ 2 millones y un helicóptero. Martín estuvo al frente de los fondos policiales durante casi toda la gestión Scioli. Hombre de confianza de los ministros Casal y Granados, a Martín se le asignó la máxima jerarquía y se le permitió usar uniforme a pesar de pertenecer al escalafón administrativo. Era, entre otras cosas, el encargado de distribuir los fondos de las prestaciones adicionales. Una inagotable fuente de recursos que la cúpula bonaerense obtenía en combinación con una liga de intendentes amigos. El negocio es conocido: sobrefacturar servicios extras. Ahora esa tarea está en manos de Greco, quien debe despejar una duda principal: ¿mantendrá el sistema de reparto en los niveles inferiores?

El nombre de Martín siempre estuvo asociado a helicópteros. En 2011 la prensa se preguntó qué tuvo que ver con la desaparición de un Robinson 44 piloteado por el ex comisario Alejandro Ferzola y alquilado por la Agencia de Seguridad Vial, que dependía de Florencio Randazzo. La nave desapareció cuando sobrevolaba Brandsen y nunca más se vio. Para Randazzo, "es probable que haya sido un accidente". Para las habladurías del funcionariado, Ferzola huyó al cielo con una caja de caudales. Un Sobremonte intergaláctico.

El caso Martín vuelve a golpear al jefe de la bonaerense, Pablo Bressi. ¿No sabía que su administrador era multimillonario? ¿No lo sabía Ritondo? No hay por qué desconfiar. Pero el corolario es inevitable: gente que para advertir un delito necesita que un funcionario se autoincrimine en una declaración jurada, ¿está en condiciones de detectar la infiltración bonaerense de los carteles mexicanos? Otro misterio: ¿por qué Macri y Vidal, que no cesan de denunciar la negligencia y complicidad del kirchnerismo con el avance de la droga, pusieron al frente de sus policías a los responsables de impedir ese delito en la administración anterior? Bressi fue el jefe de lucha contra el narco de la bonaerense de Scioli. Y Néstor Roncaglia, el titular de la Federal, el responsable de drogas peligrosas de la gestión Cristina Kirchner.

Vidal intenta romper el pacto con el orden preexistente. No sólo en el caso de la seguridad. También en el del juego. El binguero Daniel Angelici, íntimo de Macri, deberá explicar a sus colegas que la gobernadora les aumentará Ingresos Brutos. El problema de Vidal es otro: ignora si, con las elecciones cada vez más cerca, es hora de romper el statu quo. ¿Teme represalias? Esta ambigüedad desorienta a los policías. No saben manejarse con matices.

La estrategia de la gobernadora, que consiste en ir colonizando de a poco una estructura en la que los rasgos mafiosos se van volviendo crónicos, contrasta con la de Rodríguez Larreta. El jefe porteño encaró, contra el consejo de varios asesores, una audaz reforma policial. Debe incorporar 19.000 efectivos de la Federal a una Metropolitana de sólo 6000.

Es un experimento complejo. Desafía la identidad de los agentes federales, que son provincializados. Tienen, es cierto, un aliciente: la sustantiva mejora salarial. Pero ese salto plantea curiosidades. ¿A qué se debe que haya policías que prefieren permanecer en la Federal renunciando a ganar más plata? ¿No quieren renunciar a la mística o a los negocios? Larreta parece saberlo. Pidió a Bullrich que le transfiera todo menos el instituto de formación. De la Federal quiere el cuerpo. Al parecer, no quiere el alma.

Esta contradicción se proyecta sobre una decisión relevante. ¿Quién conducirá la nueva organización? ¿Un policía o un civil? Para la primera opción prevalece el nombre del comisario José Pedro Potocar. Pero, en plena transición, esa opción es un detalle. Y no ha sido definida.

domingo, 9 de octubre de 2016

El karma que persigue a Mauricio Macri

Resultado de imagen para El karmaPor Eduardo van der Kooy - Clarin.com
Mauricio Macri empieza a sentirse incomprendido. Temprano para sus apenas diez meses de poder. Se molestó por la mirada descreída que acompañó, incluso dentro de Cambiemos, la pelea de Susana Malcorra para obtener la Secretaría General de la ONU. 
Dante Caputo, por ejemplo, la responsabilizó de descuidar el timón de las relaciones exteriores. Llegó a la irritación cuando la canciller fue superada en votos por el portugués Antonio Guterres y sobrevoló la etiqueta de un fracaso. Para el Presidente, la sola posibilidad de aquella disputa habría servido para posicionar a la Argentina en un escenario en el cual estuvo ausente durante la década kirchnerista.

A Macri tampoco le caen bien las menciones al ajuste económico. Provengan de la oposición o del periodismo. Menos todavía que lo asocien a un dirigente de la derecha clásica o subrayen su insensibilidad social. Recuerda los fondos destinados a mejorar las asignaciones familiares: $ 17 mil millones. O el pago de los juicios a los jubilados, emblocados en lo que se denomina reparación histórica: otros $ 75 mil millones. Además, la compensación a los sindicatos por las obras sociales: $ 2.700 millones en efectivo y otros $ 25 mil millones en bonos. De allí la falta de paciencia que endilga a la CGT, aunque la central obrera tenga aún entre paréntesis su promovido paro. Al activismo de la CTA le encuentra otras razones: su lucha interna entre distintos sectores y la infiltración del kirchnerismo. Los gremios estatales, donde ancla el poder ceteísta, no parece haber sufrido tanto como dicen. El recorte en el Estado ha sido magro: se desprende de los números del gasto público.

Esta situación, mechada con otros sinsabores de la realidad, indujo a Macri el último martes a una explosión ocurrente. Sucedió durante su encuentro con la mesa política del Gobierno. Lo disparó con humor sin ocultar, sin embargo, que detrás de ese buen ánimo habría cierto convencimiento. “Hay gente que cree que soy un hijo de puta, Y otra gente que cree que soy un boludo. ¿Qué raro, no? Parezco condenado a tener que convivir con ese karma”, lamentó.

El Presidente prefirió no entrar en detalles. Pero nadie de los asistentes ignoró a qué sectores aludía. Los más ideologizados (por supuesto, los kirchneristas) lo observarían como la personificación de un diablo. La titular de las Abuelas de Plaza de Mayo, Estela Carlotto, al anunciar la recuperación del nieto 121, subrayó por primera vez en 13 años que ahora le preocupan otros derechos humanos al parecer en peligro. Que antes no veía o le convenía soslayar. Al llamado círculo rojo, sectores del poder empresario que lo interpelan desde las épocas electorales, le adjudicaría la otra calificación. Quizás por no seguir una huella más nítida en su política económica. El Presidente percibe, por la situación social y el horizonte electoral del año que viene, que no habría más margen para el ajuste. De allí que el secretario de Finanzas, Luis Caputo, haya estado la semana pasada rastreando endeudamientos en centros financieros internacionales. Las cifras también hablan: el Gobierno tomó deuda estos meses en el exterior por US$ 22 mil millones. Aún un porcentaje razonable referido al PBI.

Aquel lamento de Macri estaría desnudando a lo mejor otra cosa. La ausencia de una articulación política consistente con los diferentes actores de la sociedad. Institucionales y fácticos. En algún sentido, el Presidente no habría modificado todavía el núcleo duro del concepto del ejercicio del poder que concibió el kirchnerismo. En especial, Cristina Fernández. ¿Cómo sería eso? La ex presidente entendió su gestión como un enlace directo entre ella misma y la gente. En el tiempo de auge, luego del 54%, con concentraciones masivas. En el ocaso, desde los balcones interiores de la Casa Rosada con arengas hacia los militantes que sólo alcanzaban para llenar los patios interiores.

Macri también privilegia por ahora la línea directa. Claro que ha variado la metodología. No apela a grandes actos. Repite los timbreos en los barrios que, ante el aislamiento kirchnerista, tuvieron su efecto para ganar las elecciones. Aunque habría comenzado a tentarse con la sobreactuación. Aquel presunto improvisado viaje en colectivo en una zona humilde de Pilar fue la cima del exceso. El Presidente y su círculo áulico baquetean además las redes sociales. Le pasaron el trapo, en ese campo, al kirchnerismo. A esas acciones parecieran interpretarlas como la política nueva. Aunque insuficiente si se desmenuza el contenido de aquel lamento de Macri. Ese mismo pensamiento envuelve también a sus socios en Cambiemos, la coalición oficialista. Sobre todo, a los radicales. El debate se iba a plantear en el plenario que debió postergarse la semana pasada por el percance en la salud de Elisa Carrió. Pero ocurrirá.

El radicalismo indaga con inquietud electoral dos geografías. La cercanía del macrismo en Córdoba con el gobernador peronista, Juan Schiaretti. “Allí ganó por nosotros”, alertan ellos. El otro dilema se plantearía en Santa Fe. La alianza de los radicales con el socialismo atraviesa un tiempo difícil. Pero los discípulos de Hipólito Yrigoyen y Raúl Alfonsín no desean resignarla. Hay macristas más desprejuciados: hasta reparan, con buenas ganas, en el senador peronista Omar Perotti, propietario hoy de la mejor imagen provincial.

Macri, en cambio, no pudo innovar casi nada cuando volvió a la primera línea, como una marea, un viejo tema irresuelto en la Argentina: la inseguridad. Resolvió saturar con el envío de agentes federales (gendarmes, prefectos, Policía Federal y aeroportuaria) dos zonas ardientes: Buenos Aires y Santa Fe. La misma respuesta que tuvieron Néstor Kirchner y Cristina. Y hasta Carlos Menem en los 90. Con una realidad infinitamente peor que la de aquellas épocas. En esas décadas se fue incubando en etapas el fenómeno que ahora aterra: el delito común entrelazado con el narcotráfico.

El despliegue de agentes, pese a todo, resultaría atendible como respuesta psicólogica al temor colectivo. Pero se disipará igual que el humo si no resulta acompañado por estrategias y políticas multicausales congruentes. Aquella saturación encierra una enorme complejidad. La ministra de Seguridad, Patricia Bullrich, está obligada a hacer, por caso, un reclutamiento de gendarmes en los 850 puestos que ocupan en el país. Eso implica para los efectivos trastornos familiares, de hábitat y compensaciones salariales de excepción. Bullrich carece todavía de tales recursos. Entre tanta repentización resolvió una cuestión que apunta al fondo: a partir de enero creará la Región Rosario de la Gendarmería. Un asiento permanente de efectivos. Fue una de las cláusulas que le permitió abrochar el acuerdo con el gobernador socialista Miguel Lifschitz.

Pese a la inmensidad de su territorio, la tarea de refuerzo resultaría menos ardua en Buenos Aires, porque Gendarmería y Prefectura tienen en la Provincia asientos importantes. Incluso ya han participado, en combinación con la Policía bonaerense, en una impresionante cantidad de procedimientos que María Eugenia Vidal combinó con Bullrich: se computan 140 mil en diez meses. Incluye todo tipo de delitos. Por supuesto, también el narcotráfico.

Semejante despliegue no posee aún relación con los resultados. Siempre se apunta a la connivencia de la propia Policía y del Poder Judicial. Pero algunos intendentes bonaerenses describen cuadros aún más graves. La complicidad que existe en muchos barrios pobres para resguardar a los mercaderes de la droga. Un funcionario de la intendencia de Lanús, a cargo del macrista Néstor Grindetti, describió realidades desoladoras. Operativos discretamente planificados para barrer reductos donde se comercializa el menudeo. En varios lugares se repitieron diez veces sin éxito. La información se filtra a través de los vecinos que reciben una compensación económica, que supera el valor de una changa o un plan social. Son síntomas que harían recordar a los inicios de la penetración del narcotráfico que sufrió Colombia. El cuerpo social está permeado.

La penetración sería de tal magnitud que hasta afectaría actividades impensadas. Un dirigente ligado a la Iglesia, experto en combatir el narcotráfico y la trata de personas, acopia datos sobre los movimientos en un club de fútbol de Buenos Aires que juega en primera división. Lo enlaza con otro club de Mendoza.

No se trataría de excepciones. En Jujuy, el paso de una simple carretilla con pasta base o cocaína a través de la frontera con Bolivia vale US$ 150 dólares. La tarea es realizada en general por clanes familiares. Cinco módicos días de trabajo significarían mil dólares. Los niveles de violencia no son elevados, porque gente de pequeñas localidades opta por vivir de ese negocio.

El Ministerio de Seguridad tuvo acceso a otra información desconocida. La Argentina se transformó en el tercer país abastecedor de droga a países de Europa. La estadística provino de Madrid. El hábito es hablar de Santa Fe o Buenos Aires como focos principales de distribución y salida. Esa información resulta incompleta: el puerto de Comodoro Rivadavia, distante, es también una puerta abierta. La novedad se complementa con otro dato: esa ciudad petrolera del Sur registra la tasa de homicidios más elevada del país, junto a Santa Fe. Apenas trazos de un problema que pasó de menor a calamitoso.

lunes, 3 de octubre de 2016

Malvinas: "En 1993, un alto funcionario británico dijo a los isleños que una negociación podía suceder en el futuro"

Resultado de imagen para Malvinas: "En 1993, un alto funcionario británico dijo a los isleños que una negociación podía suceder en el futuro"Por Claudia Peiró - Infobae.com - cpeiro@infobae.com -@PeiroClaudia.
El ex vice canciller Fernando Petrella afirma que hubo discusiones muy avanzadas con Londres pero que “nunca se tradujeron en negociación porque siempre existió, del lado argentino, la idea de conseguir de inmediato lo que en realidad debía ser el objetivo final”

En charla con Infobae, Petrella insiste en el hecho de que la resolución 2065 de Naciones Unidas no dice que la soberanía es nuestra sino que debe haber una salida negociada.

Es por ello que la intransigencia declarativa de ciertos políticos resulta inconducente y podría malograr la nueva oportunidad que, en su opinión, se abre en esta etapa. "No tenemos que alienarnos los apoyos de los principales aliados del Reino Unido", dice, como Estados Unidos, "que nos respalda para que negociemos con racionalidad", ni pedirle a "aquellos que no son aliados del Reino Unido, como China y Rusia por ejemplo, y que apoyan a la Argentina, que la apoyen en posiciones extremas".

En ese marco, recuerda que con los ingleses se había llegado a avanzar en propuestas como el condominio, ofrecido por ellos en la tercera presidencia de Juan Perón; una solución que éste había aceptado pero que su muerte impidió concretar. Después de la guerra, el momento de mayor acercamiento fue bajo la gestión de Carlos Menem. Fue por entonces que   un alto funcionario del Foreign Office dijo: "…podrá verse una discusión (de soberanía) en el futuro, pero no por la fuerza".

— ¿Por qué nunca se llegó a esa negociación con los ingleses por Malvinas?
En diplomacia hay cuatro etapas para obtener un resultado en una negociación bilateral: primero el diálogo, después la conversación, después la discusión y finalmente la negociación, cuando lo que se discute pasa a ser formal. La Argentina, en los mejores momentos de la relación bilateral con el Reino Unido, llegó a discusiones muy de fondo sobre Malvinas. Pero en general esas discusiones nunca se tradujeron en negociación porque siempre existió, del lado argentino, la idea de conseguir de inmediato lo que en realidad debía ser el objetivo final, si es que se llega a él alguna vez.

— ¿A qué se llegó en esas discusiones?
— Durante el período 1965 – 1982, el Reino Unido y la Argentina discutieron el condominio, el retroarriendo y una solución a lo Hong Kong, es decir, un solo país, dos soberanías. Nada de eso se pudo concretar.

— ¿Qué implicaba el retroarriendo?
— Que el Reino Unido nos transfería la soberanía y la Argentina le alquilaba las islas por 99 años.

— Son nuestras pero las tienen ellos.
— Ellos las administran. Fueron soluciones que en su momento se ofrecieron y que la Argentina por distintos motivos no aceptó. Perón aceptó el condominio pero no se formalizó antes de su fallecimiento [1° de julio de 1974], y luego Isabelita no se animó…

— Perón hubiera podido contener la intransigencia de algunos…
— Lógico. Lo que Isabel invocó, tal vez con razón, fue que la violencia que había en la Argentina en ese momento… hay que acordarse de Montoneros, hay que acordarse de los enfrentamientos… O sea que todo esto se malogró. Y el gobierno dictatorial evidentemente tenía otra cosa en la cabeza porque tampoco aceptó la solución Hong Kong.

— ¿Cuando se propuso esa solución?
— Antes de la guerra. Todavía en el período en que la Argentina tenía YPF, tenía becas y vuelos por los cuales los malvineros venían a la Argentina como paso previo a ir a Inglaterra. Porque, recordemos que en esa época no eran ciudadanos británicos.

— Usted insiste en aclarar que la resolución de Naciones Unidas dice que debe haber negociación, no que las islas son nuestras. ¿Por qué es importante esa distinción?
— Cuando Inglaterra pone el territorio de Malvinas bajo el sistema de descolonización, como muchos otros territorios, la Argentina disputa eso y dice "las islas son nuestras". Y lo que Naciones Unidas reconoce es que es probable que no sean británicas, que hay una disputa, y dice: resuélvanla bilateralmente por medios pacíficos y teniendo en cuenta los intereses de los habitantes de las islas. Es decir, hace una excepción sobre el concepto de descolonización donde lo que se tenía en cuenta eran los deseos, los wishes, de los habitantes y en cambio dice los intereses.

—¿Qué pasó a partir de aquella primera resolución, en 1965?
— Empezó una negociación bilateral donde la Argentina más o menos pedía la devolución de las islas y los ingleses iban muy despacito. Sin embargo, los ingleses, en más de una ocasión, hablaron de que podía haber una devolución de las islas dentro de ciertas condiciones. Al principio, en el año 66, 67, hubo un episodio militar que desalentó mucho a los ingleses, que fue el famoso "Operativo Cóndor", en el que un grupo de jóvenes argentinos comete tres delitos de lesa humanidad: secuestro de un avión en vuelo, captura de la tripulación y secuestro de gente en tierra. Eso causó en los británicos un sentimiento de retroceso muy grande. Se superó con el tiempo, pero siempre está.
 Cuando se propone el condominio, tanto Firmenich, como el almirante Rojas, se opusieron.

— ¿Por qué equipara la actitud de Mario Firmenich con la del almirante Isaac Rojas en este tema?
— Porque cuando se propone el condominio, tanto Firmenich, Montoneros, como el almirante Rojas, que era la derecha, se oponían, querían la devolución. Interpretaban que la resolución de Naciones Unidas era un aval a la soberanía argentina y no es así. Los países que nos apoyan lo hacen para que negociemos y esperan de todo corazón que usemos ese aval para negociar seriamente y no para hacer manifestaciones nacionalistas o para política interna.

— ¿Cómo evalúa el documento negociado por nuestra canciller, Susana Malcorra, con Alan Duncan, vicecanciller británico?
— Lo que está pasando actualmente no tiene precedentes. El presidente argentino se ha reunido primero con David Cameron, cuando varios presidentes argentinos tuvieron que trabajar años para encontrarse con el Premier británico, y bajo condición de no tratar el tema Malvinas. Ahora ha ocurrido algo distinto: Macri al verlo a Cameron le habló del tema y Cameron le dijo, bueno, nosotros tenemos otro criterio. La señora (Theresa) May le manda una carta muy cordial, que en un párrafo habla del deseo de asociar a la Argentina y al Reino Unido a grandes temas de la agenda internacional y en otro párrafo referido al Atlántico Sur, que hay que leer con mucha atención, dice: allí donde tenemos diferencias –es decir soberanía- tratémoslas con respeto mutuo y para beneficio de todos los involucrados –es decir, la Argentina también-. Después dice: esto incluye petróleo y comunicaciones, es decir una serie de cosas que son la posición británica. O sea, proponen incluso una agenda. Saben que el punto de vista argentino es distinto y saben también que, iniciando una conversación, discusión, sobre el Atlántico Sur, vamos a terminar en el tema soberanía de alguna manera. Vamos a terminar en un cambio de estatus de las islas, y eso es gradual. Por eso hay que sostener que la cláusula constitucional no es un cepo, es un objetivo al cual hay que ir llegando gradualmente, paso a paso, administrando este esquema de trabajo conjunto con los isleños y con el Reino Unido.

— Mientras lo escuchaba, pensé: ¿puede suceder que los ingleses deseen avanzar más de lo que dicen, o lo hayan deseado alguna vez, y no lo hacen por no ver del otro lado una contraparte que encare el tema con madurez, que no diga "les arrancamos las islas", que no sostenga un discurso patriotero que hasta juega en contra?
— Ha jugado en contra históricamente, porque la Argentina avanzó bastante: discutir soberanía, ejercicios compartidos, hablar sobre los recursos, etcétera. Pero nunca se pudo concretar realmente porque siempre estaba el temor del qué dirán acá. Creo que ahora hay un cambio de contexto internacional. Probablemente en la Argentina haya una nueva madurez. 
El Brexit implica que a lo mejor el Reino Unido está tratando de recrear sus viejas asociaciones para asegurarse alimentos y materias primas, recursos naturales. La Argentina fue históricamente eso. Y deben estar pensando, porque tienen la diplomacia más calificada del mundo, si el conflicto puede ayudar a unir y no a separar. Si nosotros lo vemos desde ese punto de vista y sabemos poner una pausa en nuestras aspiraciones finales, tal vez nos sirva de mucho y tal vez podamos compartir una cantidad de cosas en el Atlántico Sur para beneficio propio. Ahora, compartir implica tener presencia. Cuando se avanzó en materia de hidrocarburos y de pesca era porque en la Argentina YPF funcionaba bien, estaba (José) Estenssoro [titular de YPF durante la presidencia de Carlos Menem], se gastó en eso, teníamos presencia, y eso forzó al Reino Unido a los acuerdos que se hicieron. Porque nadie es santo, no hay santos en el escenario internacional. Es decir, hay que hacer la política y acompañarla de hechos, siempre compatibles con la buena relación y con el derecho internacional. Y creo que ahora el campo está abierto, hay nuevas posibilidades y ojalá las aprovechemos.

— Usted citó en un artículo a un alto funcionario inglés avisando a los habitantes de Malvinas que en algún momento habrá que hablar de la soberanía.
— Eso salió en el Penguin News. Creo que el Penguin News es de lectura obligatoria. Uno se entera de la vida social de las islas, de los autos que se venden, de cómo fue la pelea en el bar… El señor David Heathcoat Amory era mi contraparte, y se llegó a discutir el tema de la soberanía. Entonces era corriente en los encuentros argentino-británicos. O sea, no es que se excluye el tema; cuando nos sentamos a conversar eso es lo que está permanentemente y es usado por los británicos para conseguir pequeñas concesiones. En la medida en que esas concesiones nos acerquen al objetivo, nosotros las otorgamos. Acá no hay nada oculto ni nada novedoso. Y esa manifestación de Heathcoat Amory a los isleños [Penguin News, 3 de julio de 1993] diciéndoles que una discusión o conversación sobre soberanía es posible pero nunca por la fuerza, para nosotros fue muy importante. Cuando hablan de "fuerza", no se refieren otra invasión militar, sino a la confrontación, a una expresión indebida, a gritarles "colonialistas", "imperialistas".
El diario de las islas que debería ser de lectura obligada para los políticos que quieran ocuparse del tema Malvinas
— ¿Había un clima positivo entonces?
— Sí, pero como los ingleses no son santos, como no hay santos en el sistema, y hacia el final de la década de los 90, la Argentina venía mal económicamente -eso lo sabía todo el mundo-, nuestra presión en materia de presencia en el Atlántico Sur había disminuido. Se mantenía la pesca, los cruceros conjuntos, en barcos nuestros, de científicos británicos y argentinos para investigación pesquera, había una gran camaradería… Pero en el Reino Unido sabían que la Argentina venía en picada. Consecuentemente empezaron con acciones unilaterales que llevaron a que, finalmente, durante la gestión Kirchner, nosotros denunciásemos los acuerdos de petróleo y pesca. Eso fue visto como un acto directamente de ruptura.

— A partir del momento que asume Néstor Kirchner, ¿se mantuvo el diálogo en algunos de estos niveles?
— La última reunión de alto nivel con los británicos fue la de Carlos Ruckauf, como canciller, con su par Jack Straw, en 2002, en la presidencia de Duhalde, yo era subsecretario [de Relaciones Exteriores].

— Vino luego un largo período de congelamiento.
— Alguna cosita en Naciones Unidas, pero no hubo nada… hubo sí reacciones nuestras, pesca, petróleo. Y la molestia del canciller (Héctor) Timerman que usó el foro de Naciones Unidas para acusar a los ingleses de tener una base militar, de estar militarizando el Atlántico Sur; en fin, las cosas que a lo mejor dictaba en ese momento la necesidad política, pero creo que fueron muy estériles.
 Jugar a los héroes que murieron en las islas para frenar cualquier negociación no conduce a nada y desprestigia a quien lo hace

— En la reunión en el Congreso esta semana a Carlos Foradori se habló de "traición a la patria".
— Soy muy respetuoso de nuestros representantes, pero los asesores tienen que estudiar los papeles, para objetar con argumentos. Si uno piensa realmente que la resolución 2065 le da la razón a la Argentina, que los que nos apoyan para negociar creen que las islas son argentinas, estamos en un error. El apoyo de Estados Unidos, que es importantísimo, es para que negociemos con racionalidad. No tenemos que alienarnos los apoyos de los principales aliados del Reino Unido. Y tampoco le podemos pedir a aquellos que no son aliados del Reino Unido, como China y Rusia por ejemplo, y que apoyan a la Argentina, que la apoyen en posiciones extremas, porque entonces se van a contener y vamos a perder fuerza relativa en cualquier negociación.

— Parecen discursos más bien dirigidos al público interno.
— Jugar a los héroes que murieron en las islas para frenar cualquier negociación, o jugar la clausula constitucional como si fuera un cepo, no conduce absolutamente a nada y a mi juicio se desprestigia quien recurre a esas dos excusas. Pero además, lo peor que se puede hacer en una negociación es obligar a la otra parte a definirse en un sentido contrario al objetivo de la negociación por exceso de intransigencia inicial.

— ¿Se excedió Macri al decir que se habló de soberanía?
—Yo no sé lo que hablaron. Cuando Macri sale de ahí dice "tocamos" o "toqué", una cosa indefinida. Ahí estaba ante el frente interno porque le tiran que a él no le importan las Malvinas. El Reino Unido dice que no se tocó el tema, pero no usa la fórmula de siempre: "No tenemos dudas sobre nuestra soberanía". En todos estos intercambios que ha habido desde que asumió Macri, el Reino Unido no usó esa fórmula, que sí es una fórmula rupturista porque dice "El Reino Unido no tiene ninguna duda". Esa fórmula la archivaron cuando se fue Cristina Kirchner. Todo aquel que entiende la microdiplomacia, y que se está conversando con una de las diplomacias más sofisticadas del mundo, tiene que tener estas cosas presentes. Por eso entiendo que todo este núcleo que empieza con la carta de Theresa May y el comunicado Foradori-Duncan, la cuestión en Naciones Unidas, es enormemente positivo si lo queremos aprovechar bien.

— Usted subrayaba también el hecho de que los ingleses vinieron a firmar la nota conjunta acá. ¿Por qué es importante eso?
— La diplomacia es forma y es fondo. Con los británicos hemos tenido momentos sin comunicación, hemos tenido comunicados divergentes y a veces conjuntos. En general, se firmaban en un terreno neutral: Naciones Unidas, Ginebra. Esta vez no, lo firmó Duncan en la Argentina. Eso, si vamos al detalle, es una cuestión de importancia. ¿Hay que hacer alharaca? No. Pero si nosotros mismos atacamos el comunicado… Hubo un señor del Foreign Office que vino a la Argentina, puso en riesgo su prestigio diplomático frente a sus pares y sus autoridades para venir a firmar un comunicado acá, y nosotros encima le pegamos una cachetada.

— Sería lamentable que los ingleses quieran avanzar más y no puedan hacerlo por el infantilismo de ciertos políticos argentinos.  
— Sí, porque todo está indicando que hay un nuevo contexto. Esto hay que unirlo a la visita de Obama a la Argentina. Ellos tienen el mapa. Ven un territorio importante, estratégico, lleno de recursos, con energía nuclear, satélites, alimentos, ciencia y tecnología. Dicen, hay que tratar de traerlos para nosotros.

— También está el hecho del Brexit.
— Claro. Si les decimos a los isleños: esto no cambia nada, seguimos siendo amigos. Es más, creo que hay acá gente importante que quiere establecer una especie de diálogo privado con los isleños. Y eso no sería a mi juicio algo errado.

— ¿Hubo algún intento de restablecer cosas como las becas y otros intercambios que había antes de la guerra con los isleños?
— Lo hubo en la gestión de Timerman. Daniel Filmus y él propusieron. Pero no estamos en los años 70, ahora los isleños van a estudiar a Europa. Entonces, ¿qué becas podríamos dar nosotros que puedan tentar? Deberían ser de altísima excelencia: para el Instituto Balseiro, el INVAP, o para estudiar con el doctor Zaldívar [Mendoza], por ejemplo. Aquellas cosas que para un isleño en Europa, en Inglaterra, serían imposibles o prohibitivas y en las que estamos al nivel de Europa. Pero hay que hacerlo sin estar mostrando las garras detrás…

viernes, 30 de septiembre de 2016

Las relaciones entre la Argentina y Gran Bretaña

Resultado de imagen para relaciones entre la Argentina y Gran BretañaEditorial del diario La Nación
El delicado tema no debe ser usado con fines políticos, sino pensando en que la recuperación de la soberanía es un objetivo cuya importancia no debe banalizarse.

La soberanía respecto de las islas Malvinas, Georgias del Sur y Sandwich del Sur y sus espacios marítimos circundantes es un tema de interés de todos los argentinos, cualquiera sea su filiación política. Es un objetivo permanente e irrenunciable del pueblo argentino, definido en la propia Constitución. Por esta razón, el gobierno nacional debe mantener informada a la oposición acerca de lo sustancial en el manejo del tema.

La cuestión, por lo demás, se rige por la Declaración Conjunta suscripta en Madrid por ambas partes el 19 de octubre de 1989. Especialmente por su párrafo 2°, que establece que nada, en ninguna reunión entre las partes, puede ser interpretado como un cambio de posición de la República Argentina acerca de la soberanía o jurisdicción territorial y marítima sobre las islas mencionadas y sus mares circundantes. Lo mismo se ha establecido respecto de la posición del Reino Unido en este tema.

El 12 y 13 del actual, el ministro británico de Estado para Europa y las Américas, Alan Duncan, mantuvo reuniones en Buenos Aires con las autoridades nacionales con motivo de haber participado en el Foro de Inversiones y Negocios organizado por el gobierno argentino. Se reunió primero con nuestra canciller y luego, con el vicecanciller argentino, con quien revisó la agenda bilateral. Esta reunión fue informada por nuestra Cancillería mediante un comunicado conjunto que "describe principios y relata intenciones.".

Ha quedado establecido que ambos países buscarán ampliar la relación bilateral en torno a una agenda positiva, para lo cual se establecerá un mecanismo de diálogo, pensamiento y reflexión estratégica, con reuniones anuales programadas al efecto. Y, entre otros temas, el comunicado menciona específicamente el del Atlántico Sur, respecto del cual se decidió establecer un diálogo para mejorar la cooperación en todos los asuntos de interés recíproco, aunque naturalmente sujeto a la fórmula de soberanía de la Declaración Conjunta de 1989.

De ese diálogo se espera que se puedan remover los obstáculos que limitan el crecimiento económico y el desarrollo sustentable de las islas Malvinas, incluyendo lo vinculado al comercio, la pesca, la navegación y los hidrocarburos. Lo dicho no supone haber decidido ya cómo se resolverán los temas específicos, en tanto se esperan negociaciones complejas para arribar a soluciones sensatas para ambas partes.

En lo inmediato, se decidió establecer conexiones aéreas adicionales, aunque sujetas a que los detalles específicos sean definidos también por ambas partes. Se agregó el apoyo al proceso de identificación de ADN de los soldados argentinos no identificados que están sepultados en el cementerio de Darwin, con el apoyo del Comité Internacional de la Cruz Roja, destacando que, para las dos partes, los deseos de las familias involucradas son de la mayor importancia.

Como era previsible, atento a la cuestión pendiente que es nuestro reclamo de soberanía, la información suministrada por la Cancillería desató un huracán de objeciones y críticas. Entre ellas, las de diputados opositores -y de algunos del oficialismo, como Elisa Carrió-, quienes anteayer cuestionaron en duros términos el comunicado oficial en presencia del vicecanciller Carlos Foradori. Este funcionario exaltó la "estrategia del diálogo" y dijo que aquel escrito es "sólo una hoja de ruta".

El hecho de que el reclamo de soberanía sea de una enorme sensibilidad y un punto esencial en la relación bilateral no implica que haya que transformar en un pantano todos y cada uno de los demás capítulos de nuestro diálogo con Gran Bretaña. La historia reciente sugiere que, en rigor, esa actitud negativa no ha logrado sino postergar y dificultar cualquier posible avance en dirección a una solución del gran tema pendiente. La rigidez extrema está lejos de ser la mejor o la única alternativa cuando de buscar soluciones se trata.

Por el momento, sólo existe la intención de encontrar capítulos que puedan conformar, con las reservas del caso, una agenda positiva, que en lugar de alejarnos nos acerque. Es posible que de esa manera en algún momento, dentro de una relación madura, la Argentina pueda finalmente dialogar y avanzar sobre el demorado tema de la soberanía respecto de los territorios en el Atlántico Sur que nos fueron arrebatados.

Corresponde a nuestras autoridades establecer los mecanismos de diálogo con los responsables de los partidos de oposición y destacar el insoslayable rol del Congreso en cuestiones de política exterior. Este delicado tema no debe ser usado con fines políticos, sino pensando en que la recuperación de la soberanía es un objetivo común, cuya importancia y seriedad no deben nunca banalizarse.

El Reino Unido, después de la desacertada decisión del llamado "Brexit", ha ingresado en un proceso de pérdida de poder y debilitamiento progresivo, que no puede perderse de vista. No se puede tampoco soslayar el importante impacto que la cuestión adquiere en relación con nuestra soberanía.

jueves, 29 de septiembre de 2016

¿Peajes o pillajes?

Resultado de imagen para corredores viales + argentinaEditorial del diario La Nación
El sistema de peajes es una opción para la penosa red caminera, pero urge tomar nota de los vicios que lo asocian a la matriz corrupta que hay que desterrar.

En 1990 se otorgaron concesiones por peaje de 19 corredores viales que sumaban casi diez mil kilómetros de rutas de la red nacional. Los concesionarios debían hacerse cargo del mantenimiento de rutina así como de ejecutar las obras necesarias para reponer la capacidad estructural de la calzada, o sea las repavimentaciones. Debían además brindar un adecuado servicio y seguridad a los usuarios. Las licitaciones fijaban una tarifa de 1,50 dólares cada 100 kilómetros para automóviles y múltiplos para otros vehículos, y se ajustarían por la cotización del dólar. Las adjudicaciones se hicieron según el mayor canon ofrecido. No había subsidios ni avales oficiales ni tráficos mínimos garantizados. El sistema estaba bien diseñado.

Al poco tiempo de entrar en vigor el sistema y particularmente luego de ponerse en vigencia la convertibilidad, se produjeron protestas de productores y usuarios reclamando una reducción en el precio de los peajes. El Gobierno y particularmente el ministro de Economía Domingo Cavallo intentaban mantener la competitividad como una condición desafiante de la convertibilidad. Eso los llevó a plantear la renegociación de los contratos, reduciendo la tarifa básica a 1 dólar. Contra ello se acordó eliminar el canon y reducir las obligaciones de los concesionarios, por ejemplo las repavimentaciones. El Estado se haría cargo de ellas negociando en cada caso el mantenimiento de la ecuación económica mediante compensaciones adecuadas. Esto desvirtuó los contratos originales, les quitó transparencia y desalineó los intereses borrando los premios y castigos necesarios para optimizar los resultados y minimizar los costos para el Estado y los usuarios. A partir de entonces se sucedieron negociaciones permanentes abriendo un amplio espacio para generar ventajas para los concesionarios y oportunidades de corrupción.

Entre ingresos por peaje y compensaciones, los concesionarios recibieron en los siguientes 13 años el equivalente a 4800 millones de dólares, una suma mayor que la estimada para el mantenimiento de las rutas, que ya no incluía las repavimentaciones. Algunas obras solicitadas y comprometidas por los concesionarios contra la entrega de los fondos no se materializaron. Tal es el caso de la duplicación de calzada de la ruta 5 hasta Mercedes, que recién ahora el gobierno nacional logró volver a poner en marcha.

Ante una presentación del entonces ministro de Justicia Gustavo Béliz, la Procuración del Tesoro a cargo de Horacio Rosatti, hoy juez de la Corte Suprema de Justicia, dictaminó que el gobierno nacional debía iniciar acciones legales contra los concesionarios ante los reiterados incumplimientos. El Ministerio de Planificación Federal a cargo de Julio de Vido no cumplió con ese dictamen, con lo cual incurrió en el delito de incumplimiento de los deberes de funcionario público. Por otro lado, implementó un nuevo sistema de peaje para los corredores viales por el que los concesionarios se limitan a cobrar el peaje, transfiriendo la recaudación neta a Vialidad Nacional, que decide qué obras se encaran y su contratación. Fue parte de un sistema nada transparente que generó sospechas y no se tradujo en mejoras para el usuario.

A cargo del sistema se puso a Claudio Uberti, el mismo individuo implicado en los negociados con el gobierno de Hugo Chávez en Venezuela y que viajara con Guido Antonini Wilson y protagonizara el bochornoso episodio de la valija repleta de dólares que pretendieron ingresar al país desde Caracas. Lo concreto es que las rutas están deterioradas y son escenario de accidentes con sus secuelas de muertes y heridos. Hay una clara postergación en la construcción de autovías y autopistas en los corredores viales más transitados.

José Aljaro, director financiero de la constructora española Albertis, controlante de los accesos Norte y Oeste de la Capital Federal, adelantó en Madrid que la administración de Mauricio Macri se puso en contacto con esa empresa, la que estaría dispuesta a buscar "mecanismos de compensación o un incremento de tarifas o la extensión de los contratos para anular la demanda" que interpuso contra nuestro país ante el Ciadi el pasado diciembre, justo antes del cambio de gobierno.

El peaje es un sistema adecuado para financiar la infraestructura vial en caminos de tránsito medio y alto, más aún en momentos donde las necesidades de infraestructura se multiplican por todo el territorio. Hace posible que quienes usan y aprovechan las mejoras sean los que las pagan. Una concesión de peaje bien diseñada y concursada competitivamente permite trasladar el riesgo al inversor privado y alinear los intereses en forma correcta reduciendo los espacios por donde pueda filtrarse la corrupción. En los casos en que por la insuficiencia de tráfico el peaje no alcanzare para financiar completamente obras de mayor importancia, debieran licitarse por el menor subsidio estatal aplicado de una sola vez a la inversión inicial. Hay experiencia en esta modalidad.

Las necesidades de infraestructura vial son inmensas y debe superarse el deterioro y recuperar el tiempo perdido. Sin embargo, la situación fiscal es crítica y la capacidad del Estado argentino para invertir es extremadamente limitada, por no decir nula. Donde pueda recurrirse a la inversión privada, debe hacérselo. El peaje es una alternativa para el castigado sistema caminero, pero es imprescindible que se tome nota de los errores y vicios que deformaron su utilización en el pasado y permitieron que forme parte de la matriz corrupta que hoy se intenta dejar atrás.

lunes, 26 de septiembre de 2016

La Argentina de siempre

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Por Graciela Guadalupe - LA NACION

"Los índices de pobreza argentinos son tercermundistas." (De Beatriz Sarlo.)


La ensayista Beatriz Sarlo calificó como "tercermundista" al nivel actual de pobreza de nuestro país (34,5%, según la UCA). No parece exagerada. En primer lugar, porque representa 5,5 puntos más del 29% con que terminó 2015; en segundo término porque, como consecuencia de achacarle a Macri la generación de 1,4 millones de nuevos pobres -que bien endosada está-, el kirchnerismo admite que era falso el 4,7% que daba "su" Indec poniendo a la Argentina por debajo de los niveles de pobreza de Alemania. Y tercero, porque aun con aquel 29% de 2015, estábamos peor que hace 25 años cuando la pobreza rondaba el 26%, sin dejar de considerar las diferencias de contexto entre la convertibilidad y la "década ganada".

Si para el tango "20 años no es nada", para la Argentina, un cuarto de siglo mide menos que una regla sin números. Y no sólo por la pobreza. En 1991, los diarios se llenaban de titulares sobre la necesidad de que los funcionarios judiciales actuasen con independencia del poder político (suenan celulares en fiscalías y juzgados), la aberración de las jubilaciones "especiales" frente al ingreso mínimo (hoy, $ 140.000 mensuales brutos van para Boudou y 332.000 para las dos pensiones de Cristina), la suba de días de clase en el calendario escolar (se preveía llegar a los 200 contra los 190 que ahora queremos tener), y el temor a la inseguridad y a los cortes de electricidad (teléfono para los Bullrich y Aranguren).

Hace 25 años, el Episcopado advertía sobre los "efectos disolventes que produce la corrupción en la sociedad", y preocupaban la violencia en las canchas y los piquetes que hacían chocar el derecho de unos (a peticionar) con el de otros (a circular).

Nos alarmaban la justicia por mano propia, la burlona ley de lemas, el comercio ilegal, el alcohol al volante y la venta de tierras públicas como el Campo de Polo para convertirlas en megaproyectos inmobiliarios (campana para Rodríguez Larreta).

Se le pidió a Santiago Kovadloff una reflexión sobre lo que nos pasa. Y dijo: "La repetición de tantos de nuestros errores es hija de la ineptitud para transformarlos en una fuente de aprendizaje, es decir, en experiencias aleccionadoras. Cuando la política es incapaz de llevar a cabo este proceso de capitalización de sus equívocos reiterados, deja de cumplir con la posibilidad de contribuir a la autocomprensión de la sociedad a la que representa. Esto congela en el inmovilismo y la desorientación, cerrando el ingreso al porvenir y, con él, a una comprensión más fecunda del tiempo".

jueves, 22 de septiembre de 2016

Amo y señor del feudo santacruceño

Resultado de imagen para feudo santacruceñoEditorial del diario La Nación
Nuevos datos confirman que Néstor Kirchner manejó como propios entre 600 y mil millones de dólares de la provincia patagónica, que desaparecieron.

Suele decirse que el caso Skanska fue el primer escándalo del kirchnerismo, pero hubo otro anterior, tanto o más escandaloso, aunque referido exclusivamente a la provincia de Santa Cruz.

Nos referimos al de los fondos que aquella provincia recibió del gobierno de Carlos Menem por regalías petroleras mal liquidadas. La suma fue de 630 millones de dólares, pero hay cálculos que la elevan a más de mil millones de esa moneda. A la historia pasaron como los "fondos de Santa Cruz", que Néstor Kirchner envió a bancos del exterior y, como nunca hubo una rendición de cuentas real y en forma, y el dinero prácticamente se evaporó, se sospechó que el entonces gobernador Kirchner se apropió del manejo de esa fortuna y, probablemente, también de la fortuna.

Ahora las sospechas se confirmaron a partir de una investigación de Clarín acerca de cómo Kirchner transfirió esos dineros a entidades bancarias extranjeras mediante movimientos de entre uno y dos millones de dólares enviados, por lo general, a sociedades privadas de dueños desconocidos. Según la investigación, una de las financieras de la Argentina manejó parte del dinero "con una cuenta a nombre de la provincia de Santa Cruz y del propio Néstor Kirchner".

Como no podía ser de otra manera, el esquema de corrupción que puede apreciarse en este caso es el que aplicó Kirchner en sus años de gobernador y que luego trasladó al plano nacional al acceder a la presidencia, y que parte de la base de considerar lo estatal como un bien personal.

Por ejemplo, de acuerdo con la investigación, quien ordenaba el manejo de los fondos de Santa Cruz fue Lázaro Báez, que en aquel entonces se desempañaba como gerente departamental del Banco de la Provincia de Santa Cruz. Posteriormente, Báez se convirtió en dueño de empresas de construcción que ganaban las licitaciones para obras públicas y se lanzó a comprar propiedades en toda Santa Cruz y en otras provincias, además de llevar a cabo negocios con la familia Kirchner, como alquilarles muchas habitaciones en los hoteles que poseía esa familia y que los empleados de Báez nunca ocupaban. Una típica maniobra de lavado de dinero.

En 1995, Báez y otro funcionario del Banco de Santa Cruz informaron a la empresa Kega Holding Internacional Inc., de dueños desconocidos, que podían disponer en forma "incondicional" de 17.200.000 dólares, que saldrían de una cuenta de la provincia en el Banco de Santa Cruz, pero desde la cuenta de este banco en el Citibank de Nueva York.

A la luz de estos nuevos datos cobra sentido -un sentido entre cínico y aberrante, claro- el silencio que mantuvo Kirchner, mechado de mentiras y desinformación, sobre el destino de los famosos fondos luego desaparecidos, pues de aquellos cientos de millones sólo habrían quedado en Santa Cruz 30.000 dólares.

Cuando Sergio Acevedo accedió a la gobernación de la provincia patagónica tras haberse desempeñado como titular de la SIDE, mostró la voluntad de transparentar la suerte que habían corrido aquellos fondos, pero se vio frustrado al no recibir información confiable. Quienes lo sucedieron en el cargo, al que renunció para no convalidar hechos de corrupción en marcha, tampoco pudieron arrojar luz sobre la suerte que corrió la fortuna.

Resulta ilustrativo recordar que una actitud similar mantuvo Cristina Kirchner. Cuando inauguró una planta cementera en Pico Truncado, en 2008, efectuó una enérgica defensa del manejo de los fondos santacruceños. Según ella, parte de esos fondos se emplearon en la construcción de la cementera que inauguró. Y agregó: "Siempre me pareció muy curioso que en un país donde se habían llevado todo, donde nadie podía dar cuenta de lo que faltaba, un hombre que gobernó esta provincia y el país había ahorrado lo que otros no podían explicar". Es probable que hubiera ahorro, pero no para la provincia, que vio desaparecer la mayor parte del dinero.

Aunque Kirchner lo manejara como propio, ese dinero pertenecía a una provincia que ya entonces tenía graves problemas, que se profundizaron durante la gestión presidencial del matrimonio Kirchner; una provincia donde el empleador casi excluyente sigue siendo el Estado; una provincia que no pudo diversificar su modesta economía y que, durante décadas, fue un feudo, y como tal lo manejaron y lo explotaron los Kirchner.

Hace seis años decíamos en esta columna que era una burla a la ciudadanía nacional y a la santacruceña que en pleno siglo XXI se hablara del misterio de lo ocurrido con alrededor de mil millones de dólares estatales. Ese misterio empieza a descorrerse y lo que se ve indigna y espanta.

Una palabra sensible

Resultado de imagen para MalvinasPor Jorge Liotti - LA NACION
La complejidad diplomática de la disputa por las islas Malvinas ha quedado reflejada a lo largo de los años en una serie de sutilezas semánticas que tienen fuertes implicancias políticas. No es lo mismo hablar de "los intereses" de los kelpers que de sus "deseos", porque el primer término hace referencia a cuestiones económicas, culturales o sociales, mientras que el segundo remite al principio de autodeterminación que defienden los isleños.
En los textos diplomáticos también hay un cuidado especial para referirse a las Malvinas o a las Falklands en el caso de los británicos, así como de llamar "continente" al territorio argentino para que no se pueda entender que el archipiélago es parte de otro país.

En este universo de terminología de guantes blancos que ambos países han conservado por años, la palabra "soberanía" es la más determinante, porque divide las aguas entre el reclamo de la Cancillería y el rechazo del Foreign Office. La Argentina se apoya en la resolución 1065 de la ONU, que reconoció una disputa internacional, y Gran Bretaña considera que el tema quedó resuelto con la guerra de 1982 y jamás aceptó hablar de la cuestión.

Este delicado desentendimiento retórico entre ambos países fue sacudido abruptamente por el presidente Mauricio Macri cuando dijo que la primera ministra británica, Theresa May, había aceptado dialogar sobre soberanía. Una ruptura con 34 años de tradición diplomática en una conversación de dos minutos. Demasiado bueno para ser cierto. Ayer se conoció la esperada desmentida británica.

"Macri le propuso dialogar sobre todos los temas bilaterales, que incluyen Malvinas, pero no específicamente sobre la soberanía", admitió un integrante de la comitiva que acompañó al presidente a Nueva York. Es decir: interpretó que la aceptación de May a hablar "de todos los temas" implicaba hablar de "soberanía", pero esta palabra no fue dicha. En una interrelación de palabras y silencios cuidados, puso una palabra donde hubo un silencio.

Ayer en el Congreso, donde se discutió el tema en ambas cámaras, varios atribuían el traspié al trazo grueso que Macri suele utilizar ante temas que escapan a sus prioridades. Ya le había pasado, por ejemplo, cuando tuvo que hablar sobre los desaparecidos en la dictadura. "Es un ingeniero manipulando jarrones chinos", graficó un legislador del oficialismo. Un exceso de voluntarismo y simplismo verbal.

También hay una interpretación algo más sofisticada. Macri llegó a Nueva York en medio de los cuestionamientos que generó el documento conjunto que firmaron la semana pasada los vicecancilleres Carlos Foradori y Alan Duncan. Allí se habló, entre otros temas, de negociar una mayor frecuencia de vuelos entre las islas y el continente, y de avanzar en la cooperación en materia hidrocarburífera y pesquera, con una referencia al posible levantamiento de las sanciones. Sin embargo, no hubo ningún compromiso que pudiera ser interpretado como un progreso para los objetivos argentinos en relación con Malvinas.

Tanto la oposición como sectores del oficialismo cuestionaron la excesiva generosidad del comunicado, que interpretaron como una extensión ampliada de la carta que May le había mandado a Macri poco tiempo después de asumir. Incluso diplomáticos que conocen de cerca el tema, como el ex embajador en Londres Vicente Berasategui, se sorprendieron por el desbalance.

Con este dato en mente, Macri pareció intentar revertir esa percepción. Apenas pisó Nueva York dijo que el reclamo de soberanía "no es negociable". Después acentuó la idea al hablar ante la Asamblea de la ONU. Y más tarde, con el mismo impulso, sobreejecutó un comentario de compromiso de May.

Gran Bretaña olvidará rápidamente el desliz porque tiene más intereses que antes para mejorar la relación con la Argentina. El Brexit la obliga a reorientar su búsqueda de mercados alternativos y el discurso aperturista de Macri es bienvenido. También los isleños presionan para abrir compuertas porque el sueño de la sustentabilidad económica basada en el petróleo está demorada por la baja del precio del crudo.

El problema de fondo para Macri reside en elaborar una estrategia que no quede recluida en el buen diálogo y los gestos de amabilidad. Una estrategia que permita incorporar en la negociación el concepto de soberanía. Esa palabra que marca la diferencia.

miércoles, 21 de septiembre de 2016

Una nueva estrategia

Joaquín Morales SoláPor Joaquín Morales Solá - LA NACION
Si hay algo que el gobierno de Mauricio Macri olvida con facilidad son las pasiones argentinas. Raro en un equipo que surgió en su mayor parte por sus aficiones futboleras. Ese olvido de las emociones es lo que explica, en gran medida, la polémica abierta en Buenos Aires por la firma de una declaración conjunta de la canciller Susana Malcorra y el vicecanciller británico, Alan Duncan, en la que se refirieron a las islas Malvinas, entre otras cosas.


Sólo anteayer, después de varios días, el Presidente nombró la palabra "soberanía" en una declaración pública. Ayer, en su discurso inaugural como orador ante la Asamblea General de las Naciones Unidas, volvió a hacerlo, pero de manera esmeradamente cuidadosa para no alejar la posibilidad de un acercamiento entre Buenos Aires y Londres. Mas tarde, en un encuentro fugaz con la primera ministra británica, Theresa May, el Presidente, según dijo, le habló también de discutir la soberanía. La respuesta de May a Macri es más difícil de desentrañar. La propia Malcorra salió luego a bajar las expectativas.

Por el contrario, si hay algo que el gobierno macrista hace con exquisita precisión es diferenciarse de Cristina Kirchner. Hace un año, en el mismo escenario, la ex presidenta se olvidó de las Malvinas porque la envolvía entonces en la polvareda de otra guerra: la que mantuvo hasta el final de su mandato con los fondos buitre.

Hace un año, Cristina prefirió felicitarse ella misma -cómo no- por haber firmado el tratado con Irán para averiguar la "verdad" sobre el atentado a la AMIA. En el otro extremo, Macri denunció ayer los dos atentados terroristas de la década del 90, los que volaron la AMIA y la embajada de Israel, y pidió apoyo internacional para esclarecer aquellas tragedias. Macri hizo ayer un enfático rechazo de cualquier clase de terrorismo en un mundo estremecido por el terror, mientras Cristina se ocupó más el año pasado de criticar a las naciones occidentales que combaten contra el fanatismo islámico. Cada línea del discurso de Macri de ayer era un trazo diferente de la Cristina de los últimos años, sobre todo.

Conviene detenerse en el caso Malvinas porque es una de las pasiones argentinas relegadas en días recientes por el gobierno de Macri. En primer lugar, la declaración de Malcorra y Duncan abarca varios temas, y todos tienen la clara intención de normalizar una relación que se había convertido en demasiado tensa. No dice nada que no se haya hablado antes entre los dos países. De hecho se reinstalaron las reuniones anuales de alto nivel que se acordaron en 2002 y que dejaron de tener vigencia en los hechos durante el kirchnerismo.

La Argentina podría sacar provecho de ese retorno a la normalidad porque Gran Bretaña es un inversor importante y tiene influencia en sectores económicos y financieros internacionales. Los británicos alimentarían sus propios réditos, porque su política exterior busca nuevos horizontes después del Brexit, que desvinculó a Gran Bretaña de la Unión Europea (aunque todavía no en los hechos). Malcorra y Duncan llegaron a la firma con sus propias necesidades y la declaración satisface, de algún modo, a los dos.

Los párrafos referidos a las Malvinas tienen el evidente propósito de serenar a los habitantes de las islas. Una mayor frecuencia de vuelos entre las islas y el continente argentino es prueba de ellos. También el acuerdo para facilitar una tarea conjunta en la explotación del petróleo y la pesca en las aguas cercanas a Malvinas. ¿Es una concesión? Lo es. Pero la pregunta que debe hacerse es si en el mundo de hoy es posible hacer algo en un territorio determinado contra la voluntad de sus habitantes.

En 1965, cuando se aprobó la resolución 2065 que encomendó a los dos países iniciar una negociación por la soberanía de las islas, la prioridad en el mundo era la descolonización de muchos países que todavía respondían a una metrópolis lejana. En el mundo de hoy, cuando ya las colonias pueden contarse con los dedos de la mano, la prioridad es el derecho de las personas.

Cincuenta años es un tiempo muy largo para un mundo en permanente cambio, aunque nunca dejará de tener valor aquella declaración del 65 que lograron dos destacados diplomáticos argentinos: Miguel Ángel Zavala Ortiz y Lucio García del Solar. En el fondo, los famosos osos de peluche que Guido Di Tella les enviaba como regalos a los isleños eran la aceptación implícita de que nunca la Argentina podría hacer nada en las Malvinas sin la aprobación de los isleños. Macri eligió otro camino, pero con el mismo objetivo.

Vuelos y eventuales acuerdos petroleros y pesqueros significan un mensaje de que la Argentina no es un país agresor, que los isleños pueden imaginar un destino británico o argentino sin sobresaltarse en la noche. La notificación de esa realidad por parte del gobierno argentino es clave para entender la declaración de Malcorra y Duncan.

Por lo demás, la Argentina no tiene muchas alternativas en materia de pesca y petróleo: o intenta hacer las cosas junto con los británicos o los británicos las harán solos. Ellos tienen el dominio del territorio y una fuerza militar incomparable con la Argentina. Un antecedente que no puede olvidarse en la relación con los británicos por las islas Malvinas es que hubo una guerra perdida por la Argentina. Aunque en la Argentina hay generaciones que, después de 34 años, no vivieron la guerra, es inevitable que vivan con sus consecuencias. Nadie olvida, al fin y al cabo, quién ganó y quién perdió una guerra.

Ya fracasó la política de la agresión verbal, de la indiferencia o el desdén. Esa fue la estrategia que prevaleció durante el gobierno de los dos Kirchner y el resultado no pudo ser peor. Era hora de explorar nuevos caminos. Gobiernos con líderes distintos tanto en Buenos Aires como en Londres son oportunos para ayudar a encontrarlos.

Después de todo, la intransigencia de Cristina Kirchner encontró su espejo en Londres con el entonces primer ministro David Cameron. Éste también usó las Malvinas con fines exclusivamente electorales. Acaba de aterrizar en Buenos Aires, además, un nuevo embajador británico, Mark Kent, con fama de ser un incansable constructor de puentes.

El Gobierno se olvidó de las pasiones cuando no puso especial énfasis en señalar que la soberanía argentina sobre las islas es un principio innegociable. Esa soberanía y la obligación de gestionar su recuperación están en la reforma de la Constitución de 1994. Faltó esa declaración, aunque hubiera sido sólo verbal de parte de la canciller.

La administración debió ser más específica en la necesidad de avanzar en la relación con Londres en los asuntos no controversiales, pero sin renunciar a la disidencia de fondo. Tal vez haya sido consecuencia de que el Gobierno daba por hecho lo que nunca está definitivamente hecho. O creyó, equivocado, que la normalización de una relación exterior virtualmente inexistente hasta ahora eclipsaría como novedad la cuestión de Malvinas. No sucedió.

Sea como fuere, lo cierto es que pocas veces la administración de Macri encontró tanta resistencia en la propia coalición gobernante. Tanto el radicalismo como Elisa Carrió salieron en el acto a cuestionar la ausencia de la palabra soberanía en la declaración bilateral o en los discursos de los funcionarios argentinos. Es la prueba de que pocas cosas (sólo Malvinas y la selección argentina de fútbol, tal vez) pueden despertar tantas pasiones entre los argentinos. El Gobierno se notificó tarde, pero se notificó al fin, de que la política también está hecha por las pasiones.

jueves, 15 de septiembre de 2016

Cooperativas: del sueño al blanqueo del dinero político

Horacio Cardo
 Por Horacio Cardo
Recomendada. Una nota sin desperdicio...

Por Jorge Ossona - Clarin.com

Una de las consecuencias de la reestructuración económica comenzada hace cuarenta años fue la informalización progresiva de la fuerza de trabajo que afecta casi al 40 % de la población laboral. Entre las múltiples estrategias de supervivencia que rigen a ese segmento sobresale el cooperativismo.

El kirchnerismo procuró extenderlo mediante diversos programas como “Argentina Trabaja”. Dependiente del Ministerio de Desarrollo Social y destinado exclusivamente a la construcción de obras públicas, su ejecución quedo a cargo de los municipios. Miles de micro emprendimientos familiares y vecinales hasta entonces semiautónomos se inscribieron entusiastas en el proyecto aspirando a convertirse en prósperas “pymes”. Sin embargo, su implementación reveló su verdadera naturaleza, bien distinta a los elevados objetivos que prometía. El primer escollo procedió de los requerimientos organizativos y burocráticos para ingresar en el programa, solo accesibles a conocidos “expertos” que no eran sino los ubicuos punteros vinculados al municipio y a las denominadas “organizaciones sociales”.

Alexis, ex presidente de una cooperativa vecinal del GBA, nos describió las secuencias de la develación. “Ahí se empezó a ‘podrir todo’ (sic) porque aparecieron los de siempre: los punteros de los funcionarios, o los ‘satélites’ de los piqueteros”. Después, se terminaba recorriendo un camino conocido en las técnicas administrativas de la pobreza: “primero, te estructuraban, después, te fragmentaban; y, por último, te rompían (sic)”. Toda una hoja de ruta cuyo desenlace tornaba perceptible el sentido último de la reforma.

En teoría, las cooperativas eran redes sociales anteriores al programa y, por lo tanto, autónomas. Sus responsables debían tramitar su personería jurídica, matrícula nacional, inscripción en los organismos fiscales, y la eximición del impuesto a las ganancias. Luego, debían elegir una dirección integrada por un presidente, un secretario y un tesorero. La “estructuración” comenzaba precisamente en ese paso crucial: sus autoridades eran solo reconocidas en tanto aceptaran una serie de condiciones informales para, supuestamente, agilizar su puesta en marcha. “La primera imposición consistía en sumar ‘solidariamente’ a tus treinta o cuarenta socios un número equivalente de desconocidos. Ahí comenzaba el deterioro de tu autoridad porque tenías bajo tu ala a un montón de “truchos” que no se te reportaban y realizaban tareas ajenas a la finalidad de los proyectos: gente al servicio personal de los funcionarios y sus familias, militantes que no trabajaban a cambio de pequeñas comisiones por su inscripción; u otros que cumplían parcialmente con sus obligaciones percibiendo solo porcentajes recortados del subsidio. El paquete incluía también a inexistentes ‘cooperativistas de paja’ cuyas rentas terminaban en la caja o en el bolsillo del dirigente”.

La “fragmentación” de la cooperativa se plasmaba en los descuentos diferenciales de los depósitos extraíbles mediante tarjetas magnetizadas previamente acordados entre el Banco Nación y el municipio. Algunas organizaciones directamente retenían las tarjetas procediendo al pago personal y antojadizo de los estipendios a sus socios. La trampa proseguía con la entrega “asistencial” de insumos: “primero, te tiraban materiales de baja calidad y en cantidades insuficientes por el entongue entre el intendente y las empresas; con lo que las obras terminaban incompletas o mal hechas. Después, venían las reformulaciones autoritarias de los contratos reduciendo drásticamente el número de tus trabajadores genuinos en las obras. El resto se agregaba resignadamente a la arbitraria disposición de los funcionarios como choferes, placeros, barrenderos y demás servicios”.

Tenemos aquí la develación del primer sentido implícito del régimen: la reducción de gastos municipales mediante la tercerización de trabajadores mucho más baratos y dóciles por no estar sindicalizados. Indiscernible del segundo: la transformación de la cooperativa en un micro aparato que, sumado a los demás, configuraban un verdadero ejército de miles de militantes. “Si no asistías a los actos partidarios, cortes, marchas o escraches, empezaban los descuentos y la perdida de premios. Y no tenías derecho al pataleo porque el zorro cuidaba a las gallinas: la Federación de Cooperativas o la Central de Trabajadores de la Economía Social, que debían supervisarlas, estaban al mando de los líderes de movimientos sociales oficialistas. Ante el primer cuestionamiento del desvío ‘te rompían’, induciendo al resto a dejar tu organización. Luego, te denunciaban por malversación de fondos para arrancarte la renuncia a la dirección y reemplazarte por satélites que directamente le entregaban los libros al municipio para la confección de fracturas truchas. Por eso, ninguna cooperativa –remata Alexis- resiste hasta el día de hoy una auditoria seria”.

Con ello, se cerraba el círculo de su fagocitación por el Estado: las cooperativas terminaban conformando una gigantesca estructura de blanqueo de fondos ilegales para el financiamiento de la política. Tercerización laboral ajena a sus fines contractuales, politización autoritaria y malversación de fondos presupuestarios: por cierto, un desenlace bien distante de “la nueva conciencia colectiva” que decía auspiciar el programa y al “sueño autogestionario” prometido a sus socios. 
Jorge Ossona es Historiador. Miembro del Club Político Argentino

miércoles, 31 de agosto de 2016

Carrió advirtió que habrá problemas con la energía a fin de año y pidió ayuda de las FFAA

Elisa Carrió quiere una nueva Ley de Defensa Civil antes de fin de año (NA)(Infobae.com) - Extractado.
La diputada dijo que está trabajando en una Ley de Defensa Civil para evitar inconvenientes por eventuales cortes de luz. Dijo que “vamos a menos cero de inflación”


Elisa Carrió quiere una nueva Ley de Defensa Civil antes de fin de año (NA)

Elisa Carrió, diputada nacional y una de las principales aliadas del gobierno de Mauricio Macri, trazó un análisis de la situación del país y aseguró que para ella la principal preocupación no pasa por la economía, sino por la crisis del sistema energético de la Argentina. Según advirtió, para fin de año habrá problemas en ese área. Para evitar inconvenientes, sugirió que será necesaria la ayuda de las Fuerzas Armadas.

"El problema que tenemos es que con las tarifas y la devastación del sistema eléctrico, obviamente vamos a tener problemas a fin de año, pero estamos creando la Ley de Defensa Civil para que esto sea programado y organizado", adelantó Carrió, en diálogo con el periodista Reynaldo Sietecase, en Vorterix Rock.

La diputada dijo que en el marco de esa ley será necesaria la intervención de las Fuerzas Armadas para colaborar en tareas logísticas. "La gente tiene que saber que cuando no se pagan tarifas, no se renueva el sistema eléctrico. Hay enormes problemas de infraestructura, se ha abandonado el desarrollo del sistema, hay mayor consumo y en consecuencia estamos tratando de enfrentar conjuntamente con el Gobierno para que haya una defensa civil", agregó. "Pedimos la colaboración de la logística de las Fuerzas Armadas, queremos una buena ley de defensa civil en el caso de terremotos, de eventuales cortes o de inundaciones", explicó.

Carrió contó además que hoy se encuentran "revisando una ley que viene del Senado" para ver si cubre los objetivos que tienen en mente. "Empecemos a trabajar en al defensa efectiva de la sociedad", pidió.  Pedimos la colaboración de la logística de las FFAA, queremos una buena ley de defensa civil.

martes, 30 de agosto de 2016

Argentina no podía ganar más medallas

Paula Pareto con su medalla de oro.(Perfil.com) - La relación entre la economía de los países y los triunfos obtenidos. Los estudios previos y los resultados. Riqueza y demografía. Las naciones que desafían la regla.


Paula Pareto con su medalla de oro.

Hemingway decía que la diferencia entre un rico y aquel que no lo es radica en un solo punto: uno tiene mucho más dinero que el otro. ¿Será tan simple como eso? Las preguntas sobre las condiciones y consecuencias de la riqueza y de las diferencias entre los que más y los que menos tienen cruzan todas las teorías políticas. ¿Es el trasfondo económico lo que origina distintas formas y resultados políticos, culturales, religiosos y hasta deportivos?

Marx sostenía que la estructura condiciona la superestructura, que las bases económicas y productivas generan su correspondiente andamiaje jurídico y político. Weber ve una sincronía de razones que atraviesan lo económico y lo religioso. Smith estima indisoluble el vínculo entre el desarrollo económico, la ética y el egoísmo individualista.

De una u otra manera, los clásicos entienden que la economía está detrás de las leyes, los regímenes de propiedad, los cultos religiosos y las relaciones personales.

¿Hasta dónde la economía metió la cola en el resultado de estos Juegos? ¿Existe alguna relación entre la cantidad de medallas que ganó cada país y su desarrollo económico?

Un mes antes de que se iniciaran los Juegos, la consultora Price Waterhouse puso a prueba esa relación. En base al PBI de cada nación y tomando en cuenta el desempeño en las Olimpíadas pasadas, pronosticó quiénes ocuparían los diez primeros lugares del medallero: Estados Unidos, China, Rusia, Gran Bretaña, Alemania, Australia, Francia, Japón, Corea del Sur e Italia. Con pequeñas variantes en las ubicaciones, el pronóstico de la consultora fue correcto.

Goldman Sachs también difundió un estudio con pronósticos y resultados similares: “El éxito económico mejora las opciones de gloria olímpica, porque es más probable que un país produzca atletas de categoría mundial en un ambiente de categoría mundial”.

El PBI de los mejores. Ahora, con los resultados sobre la mesa de los principales países competidores y tomando en cuenta sus PBI, se compuso el gráfico que acompaña esta nota. Allí se muestra:
* El PBI per cápita promedio de los primeros diez países del podio ganador es de 35.550 dólares. 
* De los segundos diez, 22.520 dólares.
* De los terceros diez, 11.870 dólares.
La primera conclusión confirmaría que a mayor poder económico, mayores éxitos deportivos. Esto, en general. En particular, hay algunas aclaraciones.

Entre los primeros diez, hay ocho países cuyos PBI per cápita gira entre los 30 mil y los 56 mil dólares, pero hay dos que están algo por debajo de 10 mil: China y Rusia. Las explicaciones son múltiples, desde la tradición deportiva que les dejó a esos países la competencia en todos los niveles que mantenían con Occidente durante la Guerra Fría, hasta el tamaño de sus territorios y poblaciones. Sobre esto último también hay distintos estudios que demuestran la relación entre demografía y éxito deportivo: “Cuanto mayor es el universo poblacional del que provienen los deportistas, aumenta su probabilidad estadística de ganar más medallas”, explica un estudio de la Universidad de Ingeniería de Colombia.

Entre los segundos diez países (del 11º al 20º), también conviven diferentes realidades económicas. Allí aparecen algunas excepciones dentro de un alto promedio de PBI per cápita. Países que comparten su origen soviético (como Azerbaiján y Kazajstán) junto a otros como Kenia, con uno de los PBI más bajos del planeta. Las razones parecen muy puntuales: de las 13 medallas que ganó Kenia, 12 se relacionan con el atletismo y las distintas modalidades de carreras. Al eventual componente genético de los kenianos (los expertos hablan del gen ACTN3, que compartirían con otros africanos del este y con los jamaiquinos) se le suma el desarrollo de centros de alto rendimiento en las universidades, que se dan tanto en Kenia como en Etiopía. Allí, esos centros se dedican a captar a los jóvenes más talentosos, para quienes ser elegidos suele hacer la distancia entre una vida digna y la miseria absoluta. 

El promedio del PBI per cápita en los siguientes diez países que conquistaron medallas en Río (del 21º al 30º), baja a casi la mitad. Y bajaría más sin la excepción de Suecia, con sus 50 mil dólares per cápita. En los siguientes diez lugares del medallero (del 31º al 40º) sucede algo similar: sin la aparición del súper PBI de Suiza (ganadora de siete medallas), el PBI promedio rondaría los 7.600 dólares. A medida que la cantidad de medallas obtenidas comienza a disminuir, las relaciones estadísticas están más sometidas a las particularidades de cada caso.

El género importa. Otra razón socioeconómica que condiciona el mayor o menor éxito deportivo en las Olimpíadas es la paridad de género. Según Chequeado.com, los estudios indican que mientras menor es la brecha entre mujeres y hombres, mayores chances tiene un país de ganar: “Como hay varias competencias femeninas, es esperable que un mayor acceso de las mujeres a las oportunidades deportivas influya en el número de medallas de la nación en cuestión”. La brecha de oportunidades entre mujeres y hombres está directamente relacionada con las condiciones económicas de cada sociedad.

Claro que, además del imperativo económico, a veces surgen simples casualidades o situaciones irrepetibles (lo mismo pasa con los países). La aparición de deportistas únicos como Usain Bolt, Michael Phelps y Simone Biles, capaces de traccionar una cantidad atípica de medallas; o simples contratiempos que significan milésimas de segundo o una pelota que no entró por un milímetro, y son capaces de dejar afuera del medallero a un competidor.

La Argentina, con sus cuatro medallas, aparece recién en el puesto 45º del ranking. Su ubicación sigue la lógica económica, demográfica e histórica aquí expuesta. Con un PBI per cápita actualizado que ronda los 8 mil dólares, dista de ser una potencia, tampoco cuenta con una cantidad importante de población y no tiene una trayectoria exitosa en los Juegos. La duda en este caso es si el impuesto del 1% sobre el consumo de celulares destinado al Ente Nacional de Alto Rendimiento Deportivo a partir de 2009 influyó en el hecho de que la Argentina consiguiera el mejor resultado de los últimos 68 años. Difícil saberlo: la diferencia entre las tres medallas de oro de esta vez y las dos de años anteriores parece muy sutil para confirmarlo.

Mal resultado. Medalla más, medalla menos, la Argentina ocupó el lugar que debía ocupar. Pobre, pero no más pobre que su éxito económico.

El problema va mucho más allá de estos Juegos. También en otras áreas (institucionalidad, seguridad, independencia jurídica, educación) el país obtiene malos resultados. No es sorprendente. Lo sorprendente sería que con la riqueza de esta nación estuviéramos entre los diez ganadores olímpicos, fuéramos ejemplo de institucionalidad, tuviéramos una Policía honesta y los jueces dejaran de bailar al calor del poder de turno.

Así como los elevados PBI suelen estar detrás de sociedades exitosas en distintas áreas, el empobrecimiento condiciona esas chances. Habrá que seguir buscando soluciones urgentes en donde las cosas están mal. Pero las soluciones más permanentes vendrán de dar respuesta al problema de fondo: cómo se construye la riqueza de un país y de sus habitantes. Recién después vendrán las medallas. - Gustavo González
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