Por Laura Rocha - LA NACION
El deteriorado edificio de Villa Lugano recibirá a Desarrollo Social; quedan en su interior sólo tres familias de las 100 que lo ocuparon; la mayoría fue reubicada, hay 180 alrededor del edificio que deben ser relocalizadas
El proyecto para el edificio prevé demoler los pisos superiores y conservar sólo las tres primeras plantas. Foto: Ricardo Pristupluk
Hace frío y el viento amenaza con volar las chapas que sirven como techo de la casa de Claudia Espinoza. Antes de abrir la puerta de entrada tiene que espantar a las ratas que lo invaden todo. Su familia es una de las 180 que el gobierno porteño debe mudar de los alrededores del Elefante Blanco, la mole de hormigón armado con entrañas llenas de basura de Villa Lugano, a un caserío pegado a la vieja construcción denominado Manzana 27 bis.
El edificio de 14 pisos ya casi no tiene habitantes. El gobierno de Horacio Rodríguez Larreta quiere que el Ministerio de Desarrollo Humano y Hábitat funcione allí para 2019, pero falta mucho. Los trabajos para reacondicionar la estructura sólo pueden empezar cuando los habitantes de la Manzana 27 bis sean reubicados.
Y es que, si bien las 100 familias que habían ocupado hace 20 años el Elefante Blanco lograron salir del foco infeccioso en el que se había transformado el edificio tras un amparo judicial, lejos están de haber conseguido una solución a la falta de vivienda.
"Hace mucho que escuchamos que nos van a mudar. Ahora nos censaron, pero no sé. Mis cuatro hijos son asmáticos y las lauchas y ratas ya ni se asustan. Me comen las puertas de madera y se meten en la cama. Ayer mordieron a la beba que tengo", comenta Espinoza, mientras muestra el hueco en la puerta que da al basural que sobrevive en los subsuelos de la construcción, que nació con el destino de ser un hospital pediátrico modelo y nunca lo fue.
El gobierno porteño llamará primero a licitación para realizar un estudio estructural que permita demoler a pico y pala los pisos superiores y conservar las tres primeras plantas del Elefante Blanco, que hace dos años llegó al cine de la mano de Pablo Trapero. El presupuesto asignado a la obra asciende a $ 580 millones, según el proyecto de presupuesto presentado en la Legislatura porteña. Incluye además el saneamiento del edificio, el reacondicionamiento de las tres plantas que se conservarán para recibir al ministerio y la desintegración de la Manzana 27 bis.
No es el primer proyecto para el abandonado lugar. La Liga Argentina contra la Tuberculosis pretendía instalar allí el Instituto de la Tuberculosis, cuyas obras comenzaron en 1938, pero quedaron inconclusas. Hubo intentos de retomarlas que tampoco se concretaron.
"Ahora estamos esperando que la gente con la que acordamos la salida también se vaya", dice Guadalupe Tagliaferri, ministra de Desarrollo Humano y Hábitat. Se refiere a tres familias que siguen viviendo en la planta baja y se niegan a abandonarla. La negociación avanza en el expediente que se tramita ante la jueza porteña Elena Liberatori por el riesgo sanitario que significaba vivir allí. "La Ciudad hizo obras, pero lo que está en deuda es un abordaje integral de la situación", opina Ramiro Dos Santos Freire, representante del Ministerio Público de la Defensa.
Tagliaferri explica que hay cuatro obras en ejecución en el área, que incluye a la villa 15, más conocida como Ciudad Oculta, escondida tras el Elefante Blanco. "Las obras se realizan en el marco de la integración urbana de la villa 15 y, en ese contexto, evaluamos qué rol va a tener el edificio. Estamos garantizando que al lugar no ingresen personas para que no vuelvan a vivir en las mismas condiciones indignas", sostiene la ministra.
En el Elefante Blanco siguen funcionando dos comedores y un gimnasio, pero el acceso es restringido. Graciela Leiva, una de los vecinos que promovieron el recurso de amparo y encargada de un comedor, recuerda que volvieron a hacer obras, pero que la espera continúa. "No creemos que el arreglo individual con dinero pueda ser una salida porque la gente no sabe qué hacer con el dinero. Queremos que nos permitan acceder a una casa", anuncia, mientras muestra el comedor en el que alimenta a los chicos de la zona.
Blásida Uranga vive en una de las casas que dan a las callejuelas del asentamiento. "Los pibes ya me chocaron dos veces las paredes de mi casa con los autos, pero no me dejan ni entrar materiales para arreglarlo. Estamos acá por pobres, pero no somos todos delincuentes. Mis hijos pueden ir a la escuela y hay muchas personas que queremos salir, queremos crecer. No nos dejan mejorar los lugares, pero tampoco nos mudan", se queja, y denuncia que recibió varias amenazas de gente del propio barrio.
Bronquiolitis, diarreas y problemas dermatológicos son algunos de los problemas que sufren los habitantes de la Manzana 27 bis. La amenaza constante de los roedores con los que conviven y la acumulación de basura también son una preocupación.
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