viernes, 22 de enero de 2016

Decisiones que posibilitan la campaña antártica

Editorial del diario La Nación - Ha sido una actividad tradicional de nuestra Armada la realización de una campaña antártica cuando llega el verano. Sus objetivos han estado vinculados al mantenimiento de nuestras bases en el continente blanco, lo que obliga al reemplazo periódico del personal allí destacado y al transporte de víveres y aprovisionamientos para atender las necesidades del nuevo contingente durante la temporada de permanencia.

Durante ese tiempo se cumplen actividades planificadas de carácter científico-técnico y educativo. Esa labor es de suma importancia ya que, por una parte, constituye una reafirmación de derechos en la política internacional que sostiene el país y, por otra, es el desarrollo continuado del conocimiento del sexto continente.

Esa labor de progresivo despliegue se inició en 1904 por acción de la Armada argentina, en las islas Orcadas y continuó con el establecimiento de nuevas bases entre 1947 y 1953. Los trabajos científicos comenzaron en 1951 a cargo del Instituto Antártico Argentino. De las 17 bases instaladas, seis fueron de actividad permanente.

Ya en el siglo actual, la ejecución de una actividad científico-técnica regular continuó hasta que, en abril del año 2007, en el curso de una campaña, el buque rompehielos Almirante Irízar, especialmente construido para ese fin, sufrió un incendio. Las tareas de reparación se iniciaron en 2009. Desde entonces, se han invertido más de 600 millones en esas obras y no se sabe cuándo concluirán. Ante la imposibilidad de contar con el Almirante Irízar, se acudió al alquiler de buques polares extranjeros para la periódica renovación del personal y el aprovisionamiento.

Lógicamente, ese alquiler es costoso y la falta de recursos dejados por la anterior administración fue total. Hubo que gestionar la participación del buque polar ruso Vasily Golovnin, cuyos servicios ya se habían empleado anteriormente y que habían significado para el país una erogación no menor a 160 millones de dólares.

La renegociación para poder contar con el buque ruso debió efectuarse sin demora, ya que la partida había sido prevista para el 13 del mes pasado, poco después de asumir las actuales autoridades. El acuerdo se logró con rapidez sobre la base de una propuesta de pago en cuotas. El buque ruso se puso en marcha hacia nuestro país no bien fue saldada la primera, a fin de partir hacia la Antártida lo antes posible, evitando así que las bases quedaran desprovistas de víveres. De no haber zarpado a tiempo, las condiciones climáticas de la zona habrían frustrado la misión.

El significado de la misión asignada al Almirante Irízar es de indudable relieve para los objetivos de la actividad argentina en el continente antártico. Es alentador observar que el actual ministro de Defensa, Julio César Martínez, ha puesto el mayor interés en la pronta recuperación de la nave, actitud que difiere sustancialmente del escaso interés o desidia que demostraron las autoridades anteriores en la reparación del rompehielos Almirante Irízar.

Es de esperar su reincorporación sin demoras como instrumento de continuidad de planes y logros beneficiosos para el país.

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