Por Néstor O. Scibona
nscibona@speedy.com.arPodrá ser un título atractivo para los diarios o para captar adhesiones ideológicas entre votantes no demasiado
exigentes. Pero hay un abismo entre los extremos que busca unir Cristina Kirchner cuando sostiene que la política económica que aplicó el kirchnerismo es hoy el modelo que sigue el mundo capitalista para salir de su peor crisis.
Sin entrar en demasiadas teorizaciones, y admitiendo que la crisis global ha acentuado hoy la intervención del Estado en las economías y que de ella emergerá seguramente un sistema financiero más racional y regulado, hay omisiones que marcan la diferencia.
Una es que Néstor Kirchner hizo uso y abuso del gasto público y del intervencionismo del Estado cuando no era necesario, ya que la economía mundial atravesaba una etapa de crecimiento sin precedente y este efecto expansivo favorecía la economía argentina, que lo acompañó con superávits gemelos y tipo de cambio alto para contrarrestar su aislamiento financiero. Pero haber gastado todo lo mucho que se recaudó sin políticas ni prioridades, y sin ahorrar nada por si el viento cambiaba, es lo que hoy coloca a la Argentina en una posición más complicada frente a la crisis internacional.
A diferencia de otros países, no hay margen para sacrificar impuestos, elevar demasiado el tipo de cambio o aumentar la deuda pública para estimular el consumo y la actividad. De ahí que haya debido confiscar ahorros privados (de futuros jubilados) para autofinanciarse y redistribuirlos discrecionalmente entre otros sectores, a cambio de un golpe demoledor sobre la confianza. Tampoco es lo mismo comparar salvatajes de bancos o empresas como acción transitoria con estatizaciones permanentes sin considerar costos de oportunidad, como el caso de Aerolíneas Argentinas.
El otro detalle que falta considerar es qué tipo de Estado y con qué instituciones se actúa para restaurar la confianza del sector privado. En este terreno, lamentablemente, la Argentina no está para exportar recetas eficaces. Basta echar un vistazo a la realidad más reciente para advertir cómo los errores gubernamentales y las debilidades institucionales agudizan los problemas:
-Indec: esta semana se cumplirán dos años desde la intervención política del organismo estadístico. El resultado es que en la Argentina ya no tienen ninguna representatividad ni confiabilidad no sólo los índices de precios, sino los de desempleo; pobreza; indigencia y últimamente hasta los de actividad económica e industrial. También desapareció la información sobre distribución del ingreso, como años atrás lo hicieron los índices de inseguridad pública, aunque no fueran elaborados por el Indec. Esto provoca que la sociedad y las empresas naveguen por la realidad sin instrumentos, o absurdos como que el Gobierno busque desindexar salarios con aumentos que duplican la inflación "oficial".
-Aerolíneas: expropiar y reestatizar la empresa sin un plan estratégico ni alianzas con otras compañías ni costos operativos conocidos equivale a volar sin rumbo. La negociación que tendrá lugar desde mañana en Madrid puede que resuelva mejor los problemas de Marsans que los del Estado, aun con el acuerdo de "paz social" con los gremios que, extrañamente, el Gobierno no dio a conocer.
-Anses: el organismo previsional se convirtió en un apéndice del Tesoro y en un virtual financista tras la estatización del régimen de jubilación privada. Pero a partir de entonces se desconoce su política de aplicación de activos, más allá de reasignar dosificadamente los depósitos a plazos de las extinguidas AFJP para créditos al consumo y a las pymes.
-Obras públicas: el Gobierno apuesta sus fichas a esta receta para evitar un excesivo enfriamiento de la economía. Pero ni el plan ni sus prioridades han sido detallados. Lo poco que se conoce hasta ahora son obras de infraestructura social en los municipios más populosos, o sea, con más votantes, más la ampliación de la avenida General Paz, que se financiará con aumentos de peaje. El monto del programa anunciado excede del presupuestado, por lo cual su ejecución dependerá de la recaudación impositiva, que viene desacelerándose.
-Provincias: ni las retenciones, ni los fondos estatizados de la jubilación privada se coparticipan con los gobiernos provinciales, que dependen cada vez más de la residencia de Olivos para atender gastos, refinanciar deudas o encarar obras públicas. Con las retenciones se apuesta a la recaudación inmediata antes que a la producción a más largo plazo.
-Política tributaria: la prioridad es recuperar la recaudación para mantener o subir el gasto público. La moratoria y el blanqueo apuntan a este objetivo; pero como alivian deudas pasadas a cambio de más costo tributario presente y futuro, hay dudas sobre su resultado. También porque se aplican sobre una presión tributaria récord (sin que durante años se ajustaran las bases imponibles a la inflación) y con mayores impuestos provinciales y municipales.
-Subsidios: los últimos y polémicos aumentos diferenciales de tarifas no apuntan a mejorar inversiones en infraestructura energética sino a recortar subsidios estatales; pagar aumentos salariales (caso transporte) y evitar su impacto sobre la caja fiscal. El déficit acumulado de Cammesa (la operadora mayorista del mercado eléctrico) por subsidios a la generación mediante importación de combustibles ascendería actualmente a unos 20.000 millones de pesos.
-Desempleo: aunque el Gobierno presiona a las empresas para evitar despidos y suspensiones, ya estaría trabajando en un rediseño del seguro de desempleo y de los planes sociales, cuyos montos han quedado fuertemente desactualizados frente a la inflación real. La incógnita es cómo financiar el mayor gasto.
-Boleto único: es un misterio cómo se pondrá en marcha en 90 días la tarjeta magnética para pagar los transportes, cuando no está definido el sistema ni se llamó a licitación. Sin embargo, y paradójicamente, el proyecto ya tiene un costo asignado (200 millones de pesos).
-FMI: nadie en el Gobierno prevé una aproximación al organismo, pero nadie la descarta de plano si las necesidades de divisas lo requieren. A juicio del economista Enrique Szewach, la "peronización" de Obama puede ser un primer paso político en esa dirección, por las dudas.
Con los problemas propios que venían de arrastre, más la crisis internacional que llega en cámara lenta a la Argentina y el monocomando económico de Néstor Kirchner en un año electoral, la mayor fuente de incertidumbre no es sólo la mayor intervención del Estado en la economía, sino que se haya convertido en una caja de Pandora para todos aquellos que no están cerca del calor de Olivos.
Fuente: Diario La Nación