Los glaciares son masas de hielo que, bajo la acción de la gravedad, se mueven desde la zona de acumulación a la zona de ablación (donde el hielo abandona el sistema por fusión, evaporación o por formación de icebergs) y que pueden transportar derrubios tanto en la superficie como en su interior. Se forman en regiones donde la precipitación anual de nieve supera la cantidad que se funde y evapora en el verano. Se asocian con más frecuencia a las zonas cercanas a los polos, pero pueden encontrarse en muchas áreas montañosas, incluso próximas al Ecuador, como en las montañas de África y Sudamérica. La nieve acumulada año tras año se transforma gradualmente en hielo.
Los cristales de nieve caídos el año anterior recristalizan dando granos redondeados que se denominan neviza. Con el tiempo, la neviza queda enterrada por la nieve caída posteriormente y se hace cada vez más densa, a la vez que los huecos ocupados por el aire disminuyen. En unos pocos años se forma hielo blanco. Esta transformación, en zonas con poca fusión superficial, como Groenlandia y la Antártida, puede llevar cientos de años. Cuando la acumulación de hielo es importante, los cristales continúan creciendo y el aire es expulsado casi por completo, obteniéndose así el hielo azul característico de los glaciares. Sin embargo no siempre es posible apreciar este color azul, porque a menudo el hielo se encuentra bajo una capa de nieve o de neviza.
En la actualidad, los glaciares cubren aproximadamente un 10% de la superficie de la Tierra y almacenan unos 33 millones de kilómetros cúbicos de agua dulce, contribuyendo a regular el nivel medio de los océanos. En las épocas glaciares baja el nivel del mar, mientras que en los periodos más cálidos los hielos continentales se funden, subiendo el nivel del mar en todo el mundo (cambios eustáticos). Por otro lado, ejercen una influencia local y global sobre el clima, controlando los cambios de presión y las direcciones en las que sopla el viento. Podrían ser considerados como sistemas abiertos, con entradas y salidas, que interaccionan con otros sistemas como atmósfera, océanos, ríos, relieve y paisaje.
2. Tipos de glaciaresLa clasificación más general se hace atendiendo a su tamaño y a la relación con la topografía que cubren y que los rodea. Se distinguen varios tipos principales:
-Grandes casquetes: son grandes masas de hielo que cubren por completo el relieve sobre el que se asientan, excepto en las zonas marginales. Existen dos grandes casquetes, el de Groenlandia y el de la Antártida. Este último alcanza espesores de más de 4.000 m y almacena el 85% del agua dulce de la Tierra.
-Pequeños casquetes: también cubren grandes áreas, aunque inferiores a 50.000 kilómetros cuadrados. Los más conocidos son los de Svalbard y los de Islandia.
-Glaciares de valle: en este caso el hielo no cubre por completo la topografía, sino que está canalizado por ella. Se encuentran en zonas de montaña, ocupando el fondo de algunos valles, por los que el hielo descarga hasta alcanzar zonas más cálidas.
-Glaciares de circo: son pequeñas masas de hielo que se localizan en las cabeceras de los valles de zonas montañosas y ocupan depresiones denominadas circos. (este tipo y el anterior se conocen conjuntamente como glaciares alpinos) Existe otra clasificación basada en la temperatura interior del glaciar:
-Glaciares templados: cuando la temperatura en la base está próxima al punto de fusión; pequeños aumentos de presión podrían provocar la fusión (el agua líquida ocupa un volumen menor que el hielo).
-Glaciares fríos: la temperatura en todo el glaciar está muy por debajo del punto de fusión. Los estudios científicos muestran que los glaciares responden rápidamente a los cambios climáticos, pudiendo ser utilizados como indicadores locales o globales.
3. Dinámica y relieve glaciar
Los glaciares son agentes geomorfológicos muy importantes. El hielo se desplaza lentamente sobre el relieve, comportándose como un material plástico, erosionando en unas zonas y transportando y abandonando materiales (sedimentos) en otras. El hielo se mueve por dos procesos diferentes:
-Flujo interno: tiene lugar por deformación de la estructura de los cristales. En las partes superficiales el hielo es más frágil, produciéndose grietas que pueden ser muy peligrosas para los excursionistas. Pero en el interior el comportamiento es más plástico y los cristales de hielo se deslizan unos sobre otros.
-Deslizamiento basal: La masa de hielo, en bloque, se desplaza sobre el fondo. En la base del glaciar puede existir una película de agua líquida que reduce el rozamiento facilitando el movimiento del hielo sobre el sustrato rocoso. Esto sucede con frecuencia en los glaciares templados.
La erosión glaciar comprende diferentes mecanismos: 1. arranque de fragmentos y 2. desgaste y abrasión. Los materiales, una vez incorporados al hielo, pueden ser transportados grandes distancias hasta que son abandonados en la zona de ablación. Si se encuentran en la superficie o en el interior del glaciar no experimentan grandes cambios durante el transporte. Pero los materiales que viajan en el contacto hielo-roca se van desgastando y redondeado, adquiriendo formas características, como los bloques "en plancha" (clastos con formas pentagonales, que tienen la superficie pulida y estriada).
En esta zona, el desgaste tanto de los detritos en transporte como del sustrato sobre el que se deslizan produce gran cantidad de materiales finos (arcillas) que se denominan harina glaciar. En la zona de ablación, cuando el hielo se funde, es donde los glaciares depositan la mayor parte de su carga. Estos materiales, en general con formas angulosas, tamaños variados y sin clasificar, se denominan till. En ocasiones el till se presenta dando formas de relieve características que se conocen con el nombre de morrena. Dependiendo de la posición que ocupen, se distinguen: morrenas laterales, centrales, de fondo y frontales.
4. Glaciaciones
Mediante el estudio de las rocas, se puede reconocer que hubo glaciaciones desde finales del Precámbrico, aunque parece que los periodos cálidos (interglaciares) han sido más importantes que los periodos fríos (glaciares).
Se cree que esta alternancia de periodos glaciares e interglaciares está provocada por cambios en la cantidad de radiación solar que alcanza la Tierra:
-relacionados con factores astronómicos: variaciones en la excentricidad de la órbita terrestre, en la oblicuidad del eje de rotación o en la dirección de la oblicuidad de este eje (ciclos de Milankovitch).
-relacionados con factores atmosféricos: variaciones en la proporción de los gases de efecto invernadero, provocadas o no por la actividad humana.
Además de estos cambios climáticos a escala global, existen otros que pueden afectar a una masa continental de forma individual: el desplazamiento de las placas litosféricas hace que las posiciones de los continentes cambien con el tiempo. También debe considerarse la relación entre el clima y la topografía a escala regional, ya que la forma del relieve puede determinar la formación y morfología de los glaciares. Así, la elevación tectónica de los Andes durante el Neógeno hizo que algunas montañas alcanzaran su altura actual a finales de este periodo, por lo que sólo fueron afectadas por las últimas glaciaciones del Pleistoceno, cuando las cumbres sobrepasaron el "nivel de glaciación" para esa zona.
El último máximo glaciar se calcula que tuvo lugar entre hace 22.000 y 10.000 años (estas edades pueden variar ligeramente, e incluso presentar un marcado diacronismo, de unos lugares a otros), aunque ya desde principios del Neógeno se sucedieron varios periodos glaciares e integlaciares.
Recientemente, del s. XV al s. XIX, se produjo un enfriamiento que provocó un avance importante de los glaciares. Los efectos de este periodo, en el que las temperaturas en la superficie fueron de 0,6º a 1º C inferiores a las actuales y que se conoce como Pequeña Edad del Hielo, fueron observados directamente por muchos habitantes de Europa. Durante la PEH la actividad solar fue menor, coincidiendo con los mínimos de Dalton, Maunder y Sporer. Sin embargo, la correlación entre estos mínimos y la PEH aún resulta problemática.
Sobre la evolución de los glaciares, resulta difícil hacer predicciones futuras. Los cambios en los parámetros orbitales de la Tierra conducen a un enfriamiento gradual que alcanzará el máximo dentro de unos 100.000 años. Pero a esta tendencia natural se deben superponer los efectos antropogénicos. Así, en la actualidad se observa un retroceso de los frentes en la mayor parte de la Tierra, lo que indica un calentamiento para el planeta que, de seguir como hasta ahora, podría tener consecuencias catastróficas. La fusión completa de los casquetes de Groenlandia y de la Antártida provocaría un ascenso en el nivel del mar de unos 70 m y la desaparición de muchas ciudades costeras.
Otro aspecto a tener en cuenta es la importancia de las corrientes proglaciares en el abastecimiento de algunas áreas, como por ejemplo los Andes tropicales. La fusión de los glaciares haría que estas corrientes dependieran únicamente de las precipitaciones anuales, con la consiguiente pérdida de volumen de agua y regulación de los caudales. Pero cada glaciar da una respuesta particular a los cambios climáticos.
Según algunos autores, aún con un calentamiento global generalizado, los glaciares de zonas próximas a los polos en medios áridos podrían avanzar debido a un aumento de las precipitaciones totales en un escenario más cálido. También algunos glaciares del Himalaya, situados en zonas de influencia del monzón, avanzarían al hacerse su balance de masas más positivo por aumento de las precipitaciones. De momento, lo que sabemos con seguridad es que nos encontramos en un periodo interglaciar en el que los glaciares aún no han llegado a retroceder tanto como lo hicieron en interglaciares anteriores.