Una nota antigua pero muy interesante...
Por Alberto Priego - Observatorio Asia Central
El Observatorio de Asia Central (OAC) fue establecido en 2007 por tres instituciones interesadas en la zona: Casa Asia, CIDOB y el Real Instituto Elcano
Tema: La producción de droga se ha convertido en una de las principales amenazas en Asia central. Aunque la mayor parte de la droga procede de Afganistán, el resto de Asia central es una de las principales rutas para su transporte hacia Europa y Rusia.
Resumen: La droga se presenta como uno de los principales problemas de seguridad a día de hoy. En la actualidad, Afganistán se ha convertido en el principal productor de opio/heroína del mundo con un 93% del total, según UNODC. El problema se extiende más allá de Afganistán ya que esa droga, al salir hacia los principales mercados internacionales, utiliza tres rutas: la norte (Asia central), la sur (Pakistán) y la oeste (Irán). Para Asia central la situación es especialmente delicada porque esas rutas atraviesan países de reciente formación y en los que la estabilidad es muy precaria. La solución a este problema pasa necesariamente por la estabilización de la región.
Análisis
Afganistán como centro del problema
La aparición de la droga en Asia central está muy vinculada a la invasión soviética de Afganistán y sobre todo a la reacción de la CIA. La financiación de los denominados muyahidines, así como de los costes del armamento utilizado por la resistencia pastún, se llevó a cabo con el dinero procedente del cultivo del opio en las zonas fronterizas entre Afganistán y Pakistán. El cultivo del opio provocó graves problemas en Pakistán: el incremento espectacular de la población adicta y la implicación de buena parte del servicio secreto pakistaní (ISI) en el narcotráfico.
Con el fin de la Guerra Fría, Afganistán perdió importancia para EEUU y si bien es cierto que se buscó que Pakistán quedara “limpio” de drogas, no ocurrió lo mismo con la tierra de los pastunes. El país quedó sumido en una etapa de caos, dominada por los Señores de la Guerra (Faruk, Dostum y Pahlawan) e invadido por el cultivo del opio.
En medio de ese caos surgió un grupo de combatientes que se autodenominaban como los talibán, derivado de talib (estudiante/creyente en dari). Este grupo, apoyado por el propio ISI, logró hacerse con el control del país imponiendo un régimen de terror basado en una interpretación extrema del Corán y del Pastunwali (código de conducta Pastún).
Su primer objetivo, al menos inicialmente, fue acabar con el tráfico de drogas que estaba destruyendo Afganistán. Así, nada más llegar al poder, los talibán declararon el cultivo del opio contrario a la ley islámica. Sin embargo, pronto se percataron de dos problemas: el primero que no podrían sobrevivir sin el dinero que les reportaba dicho tráfico y el segundo, que de llevar la erradicación del cultivo, los campesinos les darían la espalda. Por ese motivo, el Mullah Omar se inventó una muleta ideológica mediante la cual se explicaba que el cultivo de opio no era más que una manera de luchar contra los kafirs (los infieles) que consumían dicha droga en Occidente y Rusia.
Así, el Afganistán de los talibán comenzó a producir grandes cantidades de opio y a aplicar dos tasas supuestamente islámicas: el usher que gravaba a los agricultores y el zakat que hacía lo propio con los traficantes. En 1999 se alcanzó el primer récord de producción, con 4.800 toneladas métricas. Desde entonces la producción de opio en Afganistán no ha hecho más que aumentar, con la única excepción del año 2001, aunque tal cosa nada tuvo que ver con la intervención estadounidense sino con la decisión del régimen talibán de frenar su producción para evitar la caída del precio internacional del opio. No obstante, siguió cultivándose en las zonas controladas por la Alianza del Norte.
Asimismo, la intervención de los Aliados que siguió a los atentados del 11 de septiembre no supuso una reducción del cultivo del opio. Desde que las tropas de EEUU, el Reino Unido y Australia lanzaron la Operación Libertad Duradera las cifras del cultivo de opio se han incrementado, especialmente en los dos últimos años.
Gráfico 1. Cultivo de opio en Afganistán, 1980-2007 (toneladas métricas)
Fuente: UNODC/MCM, Afghanistan Opium Survey, June 2008.
El hecho de que no se haya conseguido reducir el cultivo de opio no quiere decir, como algunos autores han señalado, que no se esté haciendo nada para su erradicación; simplemente la situación es mucho más compleja de lo que parece y responde a otras causas, como veremos a continuación.
El primer y principal problema para la erradicación del opio es la inestabilidad constante que vive Afganistán. Junto a la inestabilidad, la falta de seguridad es el otro requisito indispensable para el cultivo de opio. Así, Afganistán, desde la retirada soviética, se ha convertido en el lugar más adecuado del mundo para dicha actividad. Hoy, las zonas donde hay una mayor concentración de opio son Helmand y Kandahar, precisamente las provincias donde los niveles de violencia son más elevados. En Helmand se calcula que se produce el 50% del opio del mundo y es, junto con Kandahar, curiosamente, la zona donde los talibán son más fuertes. Al tiempo, en esas dos provincias, el Gobierno de Karzai encuentra menos apoyos y los atentados contra las fuerzas de la coalición son más frecuentes. A estas dos provincias hay que añadir las de Nangamar y Badajsán que también presentan problemas de seguridad aunque de diferente índole. Mientras que Nangamar tiene un alto grado de producción de opio debido a que es una zona abrupta y peligrosa por hacer frontera con las zonas tribales de Pakistán, Badajsán ha heredado la inestabilidad de Tayikistán y los problemas del tráfico de drogas del país chií. De hecho, durante la era soviética los soldados adictos a los estupefacientes pagaban dinero para ser destinados a esa república. En Nangamar se encuentra la mayor parte de los laboratorios de procesamiento de heroína de Afganistán, que están controlados por los pastunes-shinwaris, presentes tanto en Pakistán como en Afganistán.
El segundo problema es la corrupción rampante que sufre Afganistán. Se sabe que varios parlamentarios están apoyados económicamente por los narcotraficantes, lo que limita la capacidad de control del poder legislativo. Además, importantes cargos relacionados directamente con Karzai han estado también implicados en asuntos de drogas. Éste es el caso del ex-gobernador de Helmand –Sher Mohammed Akhundzade– en cuyas oficinas se encontraron nueve toneladas de pasta de opio. En lugar de abrir una investigación, Karzai lo nombró presidente del Consejo de Ancianos y es que, aunque no se puede decir que el gobierno afgano no luche contra la droga, su postura se ha relajado bastante desde 2002, fecha en la que se dictó la última prohibición gubernamental. Se calcula que el opio representa el 52% del PIB de Afganistán; el resto son ayudas internacionales.
El tercero de los problemas es la interiorización del cultivo de adormidera entre los campesinos, que llevan sembrando esta planta desde hace muchos años. Además, se encuentran atrapados en un sistema de préstamos (Salaam) en el que los narcotraficantes les conceden unos créditos trampa que los apresan casi de por vida. Por otro lado, los agricultores que no poseen tierras se dedican a recorrer Afganistán en busca de trabajo, mientras enseñan las técnicas de cultivo del opio, haciendo mucho más difícil su erradicación.
Las rutas del opio
Se conocen tres rutas principales del opio o de la heroína. Siguiendo la primera, la ruta sur, la droga sale de Afganistán por el sur o por las zonas tribales hacia los puertos paquistaníes de Gwadar y Karachi. En la costa se carga en barcos con destino a los países del Golfo Pérsico, desde donde se dirige a Turquía y posteriormente a Europa.
La segunda de las rutas, la oeste, utiliza a Irán como punto de salida desde las provincias de Herat, Bagdhis y Faryab pasando por Turkmenistán. La droga, generalmente sin procesar, atraviesa el Desierto de la Muerte para acabar en Turquía donde se procesa y se envía a Europa no sin dejar parte en el mercado local.
Mapa 1. Rutas de la droga procedente de Afganistán
Fuente: elaboración propia.
La tercera ruta, conocida como ruta norte, es la que más se adentra en Asia central y a la que vamos a dedicar una mayor atención.
La ruta norte-Asia central
Asia central no presenta en sí misma una producción importante de opio, con la única excepción, si acaso, de Tayikistán, cuyos datos, no obstante, son casi irrisorios si los comparamos con los de Afganistán. Sin embargo, alberga la ruta norte, por donde circula alrededor del 21% de la heroína/opio procedente de Afganistán y que es, a su vez, una amalgama de cinco rutas o sub-rutas que en su mayor parte pasan por Tayikistán hacia Europa, Rusia y, cada vez más, hacia China.
Tabla 1. La ruta norte (hacia Rusia)
Sub-rutas
Ruta Norte A - Afganistán à Tayikistán à Kirguizistán à Kazajistán à Rusia
Ruta Norte B - Afganistán à Tayikistán à Kirguizistánà Uzbekistán (enclaves) à Kazajistán à Rusia
Ruta Norte C1 - Afganistán à Tayikistán àUzbekistánàKazajistán à Rusia
Ruta Norte C2 - Afganistán à Uzbekistán (Termez) à Kazajistán à Rusia
Ruta Norte C3 - Uzbekistán à Turkmenistán à Azerbaiyán/Rusia
Fuente: elaboración propia.
El espectacular incremento de la producción de opio en Afganistán y su transporte por la ruta Norte han provocado además un aumento del 1.000 % en el consumo en Asia central respecto a la era soviética.
Mapa 2. La ruta norte y sus ramificaciones
Fuente: elaboración propia.
Tayikistán
Tayikistán es la puerta de entrada de la mayor parte de la droga procedente de Afganistán. Se calcula que el 73% de la heroína y el 43% del opio que circulan por la ruta norte entran por Tayikistán. Este hecho se debe a un conjunto de circunstancias que van desde su situación geográfica hasta su inestabilidad política, pasando por una historia vinculada a las drogas. Los traficantes utilizan grupos reducidos de hombres-correo que van escoltados por personal armado. Si se produce un encontronazo con las fuerzas fronterizas tayikas (KOGG), aquellos que transportan la droga huyen hacia Afganistán mientras los escoltas repelen la agresión. Una vez la droga está en Tayikistán, suele pasar por Dushanbe donde se empaqueta y sigue su camino hacia Kirguizistán o Uzbekistán. Tayikistán presenta uno de los índices más altos de adicción de toda Asia central, 119,1 por 100.000 habitantes, cifra que se dispara en Dushanbe (679 por 100.000 habitantes), en Gorno-Badajsán (480 por 100.000 habitantes) y en Kurgan-Tyube (604 por 100.000 habitantes). Teniendo en cuenta estas cifras podemos afirmar que allí donde circula la droga la adicción es mayor.
Desde Tayikistán, parten dos rutas: la ruta norte A sale de Kirguizistán atravesando Kazajistán para acabar en Rusia y la segunda, la ruta norte B, que se inicia en Kirguizistán, pasando por Uzbekistán y Kazajistán, para acabar también en Rusia. El país eslavo se ha convertido en uno de los principales mercados para los opiáceos, con un total de 2.000.000 de adictos, medio millón más que los registrados en la UE.
Uno de los problemas para lograr el control de la droga en Asia central es la ciudad de Osh (Kirguizistán). Su cercanía a Kazajistán y Uzbekistán, su situación en el Valle del Ferghana y, sobre todo, su vecindad con Gorno-Badakhstán, propician que sea el punto desde donde se distribuye la mayor parte de los narcóticos de la región.
En otra ruta (ruta C1) el opio pasa de Kirguizistán a Uzbekistán por Osh y Jala-Labad (Valle del Ferghana). Ya en Uzbekistán pasa por Namagán y Andiyán con destino a Tashkent y a Samarcanda. Desde allí emprende camino a Kazajistán (oeste) y finalmente a Rusia. Sin embargo, ésta no es la principal ruta de entrada del opio en Uzbekistán. Los principales alijos se han interceptado en la frontera afgano-uzbeka, concretamente en la zona de Termez (ruta norte C2).
Turmenistán
Turkmenistán es quizá el país del que menos datos tenemos y también el que menos coopera con actores internacionales como la UE. De hecho varios políticos turkmenos, incluyendo al antiguo presidente Turkmenbashi, están bajo la sospecha de colaborar con el narcotráfico. Esta vinculación está relacionada con los contactos mantenidos por el propio Turkmenbashi y los talibán. La droga entra desde Uzbekistán (ruta norte C2) con dos destinos: Rusia (vía Kazajistán) o Azerbaiyán atravesando el Caspio.
Kazajistán
Kazajistán es el puente entre Europa, Rusia y Asia central y, quizá por eso, es el país que tiene mayores problemas con las drogas, aunque también es el que está haciendo mayores esfuerzos para combatirlas. Kazajistán tiene, con diferencia, la tasa más alta de adictos a los opiáceos (355 por cada 100.000 habitantes), lo que no sólo supone que un 1,02% de la población es consumidora habitual sino que este porcentaje se incrementa alarmantemente año a año. En el año 2006 se dispararon esas cifras con un 20% de nuevos consumidores. La situación es peor en zonas de paso como Karaganda (Kazajistán central), Zhambyl (Kazajstán sur) o Atyrau (norte del Caspio).
Sin embargo, los problemas del país kazako no acaban en el opio y en la heroína. Kazajistán se está convirtiendo en el gran productor de cannabis (Valle del Chu) de Asia central, con el 97% del total. Además, se han interceptado algunos alijos de Efedra (precursor de la meta-anfetamina) y de pastillas de éxtasis con destino a Rusia.
La UE y la lucha contra el narcotráfico
Aunque los opiáceos no son la droga más popular en la UE, lugar reservado al cannabis y a la cocaína, Europa es la segunda región del mundo en consumo y la primera en volumen económico. Un 22% de la producción mundial de opiáceos tiene por destino Europa, cifra que está a caballo entre el 57% de Asia y el 14% de EEUU.[1] Como nota positiva se puede afirmar que mientras que Asia se ha mantenido igual y EEUU ha doblado su porcentaje, en Europa el porcentaje ha descendido ligeramente. Como nota negativa hay que decir que tanto en Europa como en EEUU se ha incrementado el número de muertes entre los consumidores, a causa de la pureza del opio afgano que es ahora el más consumido. En los últimos años, la UE ha llevado a cabo un verdadero esfuerzo por combatir la entrada de heroína y opio en su territorio. Para ello, se han aprobado dos importante documentos: el Plan de Acción de la UE contra las drogas[2] y la Estrategia de la UE contra las drogas.
En el Plan de Acción, la UE reconoce que la delicada situación de Afganistán es el principal obstáculo para erradicar el tráfico de heroína. Por ese motivo, establece un sistema de “filtros” para impedir que la droga llegue a Europa. En total, se fijan tres niveles de control situados en países de la antigua URSS. El primer filtro denominado CADAP (Central Asia Drug Action Programme), que comenzó en el año 2001 y que se coordina desde la oficina de la UE de Almaty, engloba a todos los países de Asia central, salvo a Turkmenistán. Entre sus logros está la creación de una red de información denominada NADIN, una agencia antidroga en Tayikistán y un sistema de vigilancia en puertos y aeropuertos. El segundo nivel, que se denomina SCAD (South Caucasus Action Drug), presenta los mismos instrumentos y objetivos que CADAP y al igual que ocurre con el tercer “filtro”, BUMAD (Belarus, Ukraine and Moldova Action Plan), su aplicación se lleva a cabo con la ayuda de la UNODC.
Sin lugar a dudas, las medidas de control de la UE han contribuido a reducir la cantidad de droga que entra por la ruta norte. Sin embargo, los traficantes buscan otras alternativas desplazando, ahora, buena parte del tránsito a las rutas sur y oeste. La preferencia por las rutas sur y oeste están provocadas, además de por las medidas de la UE, por la concentración de la producción de opio en el sur de Afganistán. Desde allí es más sencillo usar la ruta sur y en menor medida la oeste. Pakistán e Irán son, ahora las alternativas preferidas por los narcotraficantes aunque el país persa está llevando a cabo verdaderos progresos en la lucha contra la droga. Solamente el año pasado el 80% de los alijos incautados en todo el mundo se llevaron a cabo en Irán. Esta cifra nos hace pensar que en un futuro los traficantes pudieran incrementar el tránsito por la ruta sur para evitar los controles de la policía iraní.
Sin embargo, el establecimiento de “filtros” no debería ser más que una parte de la política de lucha contra la droga. El hecho de frenar la entrada no quiere decir que se esté erradicando la producción. Por el contrario, lo que sí provoca es un alza del precio de la misma y la sustitución por otros productos “legales” como la bupronorfina. La bupronorfina es un derivado de la heroína que está ganando adeptos en Finlandia, Estonia, Austria y la República Checa. Parte de la droga que logra superar los controles de la ruta norte es transformada en Rusia y vendida en los países bálticos bajo esta forma legal. Asimismo, la existencia de un amplio mercado de la droga en Europa hace pensar que los narcotraficantes busquen otras alternativas que podrían estar siendo ya utilizadas sin que se tenga noticia de ello.
En consecuencia, la acción de control de la UE es tan sólo un freno temporal, ya que no se ha logrado atajar la producción en Afganistán. El país centroasiático seguirá siendo el paraíso de la heroína mientras no se logre su estabilización, algo en lo que la UE insiste tanto en su Plan de Acción como en su Estrategia. Sin embargo, la estabilidad es una tarea de la que se está encargando la OTAN, y hoy por hoy, estamos lejos de alcanzarla. En buena medida, el mantenimiento de las estructuras tribales y la supervivencia de los “Señores de la Guerra” han perpetuado la inestabilidad y el tráfico de drogas.
Además de los esfuerzos de la UE para acabar con el tráfico de drogas, debemos destacar otras iniciativas como el Pacto de Paris o las desarrolladas en el marco de la CEI o la OCS. Ninguna de ellas ha logrado evitar que Afganistán se convierta en un narco-Estado, ya que no se ha conseguido eliminar la inestabilidad que buscan los narcotraficantes para realizar su trabajo.
Grupos organizados y terrorismo
El negocio de la droga en Asia central no está dominado por grandes grupos criminales sino por mafias locales, homogéneas étnicamente y con conexiones en toda la región. Sin embargo, la necesidad de contar con precursores para la transformación del opio está favoreciendo la llegada a Asia central de grupos más poderosos. Los precursores se deben transportar en grandes cantidades para que sean rentables y esto obliga a utilizar rutas por carretera, donde los controles son más serios y, por lo tanto, se necesita una mayor infraestructura. Los precursores llevan el camino contrario al de la droga: de Asia central hacia Afganistán, donde encuentran la inestabilidad necesaria para transformar el opio. Los precursores químicos están menos perseguidos en Asia central que el tráfico de opio lo que permite que el tránsito de estas mercancías no sea, al menos de momento, una prioridad para las agencias de seguridad de Asia central.
Un tema muy cuestionado en Asia central es la relación entre los grupos terroristas y el tráfico de drogas. El IMU ha sido la organización que más ha colaborado con el tráfico de drogas, actividad, que junto con los secuestros, ha sido su principal fuente de financiación. Sin embargo, la intervención norteamericana tras el 11-S dejó al IMU casi desarticulado y por tanto fuera del negocio. En Tayikistán, ex-combatientes de la UTO (United Tajik Opposition), que no se han reintegrado en la sociedad civil, son los que controlan las rutas de paso entre Tayikistán y Afganistán. En lo que a los talibán se refiere, han establecido una relación de conveniencia con los traficantes, a los que dan protección a cambio de financiación para comprar armas. A su vez, al-Qaeda colabora con los talibán facilitando su red de contactos para comprar dichas armas y, a cambio, éstos ayudan a los líderes de al-Qaeda a mantenerse ocultos.
Otro elemento que debe ser tenido en cuenta es la implicación de miembros de los Gobiernos de la región en el negocio de la droga. Además, del ya citado Turkmenbashi, otros miembros de los Gobiernos de Uzbekistán, Tayikistán y Kirguizistán han aparecido implicados en varias operaciones antidroga.
Conclusiones: Aunque el problema de la droga tiene su epicentro en Afganistán, sus consecuencias se extienden por toda Asia central, Oriente Medio, Europa e incluso EEUU. La estabilización de Afganistán se antoja como un paso fundamental para solucionar dicho problema y se necesita de la cooperación de toda la comunidad internacional. Se pueden poner obstáculos en las rutas pero al final los narcotraficantes buscarán vías alternativas o abrirán nuevas rutas. La verdadera solución es acabar con el cultivo del opio y tal cosa exige la estabilización de Afganistán. Una vez se hayan alcanzado unos niveles de seguridad apropiados, los productores de droga no podrán usar este país como epicentro de su actividad criminal.
El problema es que se genera un círculo vicioso en el que los “Señores de la Guerra” crean un clima de inseguridad. En ese clima de inseguridad y de falta de garantías económicas y sociales, el Gobierno se ve incapaz de actuar y de dar respuestas a las necesidades de los ciudadanos. Así, se dan las condiciones necesarias para el cultivo del opio, que a su vez fortalecen a los propios “Señores de la Guerra”, quienes ofrecen una seguridad y unas garantías socioeconómicas que el Gobierno no puede dar. Mientras no se rompa ese círculo no se podrá hacer nada para evitar la inestabilidad, de manera que la única salida para mucha gente seguirá siendo la droga. Cabe destacar que las zonas donde la producción de opio es mayor coinciden con aquellas donde los atentados contra la coalición son más frecuentes y donde el Gobierno es más débil.
Es evidente, por tanto, que la erradicación de la producción de opio afectaría muy positivamente a otras amenazas a la seguridad internacional como son el terrorismo, la pobreza extrema, el radicalismo islámico e, incluso, la proliferación de armas de destrucción masiva.
Alberto Priego Moreno
Investigador invitado, School of Oriental and African Studies (SOAS), University of London
Fuente:
http://www.realinstitutoelcano.org/wps/portal/rielcano/Imprimir?WCM_GLOBAL_CONTEXT=/elcano/Elcano_es/Zonas_es/ARI132-2008