miércoles, 2 de abril de 2014

Las Fuerzas de Defensa israelíes. Historia y lecciones aprendidas en los últimos conflictos

Por Javier María Ruiz Arévalo- Teniente Coronel de Infantería.
Especialista en Abastecimiento, Asuntos Civiles, Gestión Logística, Sistema Aliado de Despliegue y Movimiento (ADAMS) del MOD Holandés. Licenciado en Derecho.

Para encontrar los orígenes de las Fuerzas de Defensa de Israel, o IDF (Israel Defence Forces) hay que remontarse a los primeros años del siglo pasado, en los que la llegada lenta pero constante de judíos a Palestina, entonces bajo protectorado británico, empezaba a crear tensiones con la población de la región, mayoritariamente musulmana. 


Hacia 1909, aparece el Hashomer (Guardián), compuesto por un pequeño grupo de inmigrantes judíos, no más de un centenar, que protegían sus propios asentamientos de los ataques de los árabes. Después de los pogromos de 1920 y 1921 en Jerusalén, Yafo, Hebrón y Haifa, los líderes judíos, ante la falta de respuesta de los británicos, decidieron crear su propia protección, la Haganá, antecedente directo de las IDF, encargada de defender los asentamientos judíos de los ataques de la población árabe.

Hasta 1929, la Haganá no tuvo una autoridad central y sus unidades, integradas por granjeros que se turnaban para proteger sus propiedades, estaban muy mal armadas. Sin embargo, después de los disturbios de 1929, que dejaron como saldo 133 judíos y 116 árabes muertos, su base se extendió tanto en los asentamientos como en las ciudades, se compraron armas en el extranjero y comenzaron a desarrollarse talleres de fabricación de granadas de mano y equipamiento militar básico. 

Para 1936, la Haganá contaba con 10.000 hombres movilizados y más de 40.000 reservistas. Durante la Gran Revuelta Árabe (1936-39), a pesar de no estar reconocida oficialmente, colaboró activamente con los británicos para aplacar a la insurgencia.
En los primeros años de la II Guerra Mundial, ante el temor de que el avance alemán alcanzara Palestina, las autoridades británicas pidieron y obtuvieron la ayuda de la Haganá, pero esta cooperación cesó tras la derrota de Rommel. 

En 1943, después de largas negociaciones, el Ejército del Reino Unido anunció la creación de la Brigada Judía: era la primera ocasión en que una unidad militar exclusivamente de ese origen participaba en la guerra con su propia bandera. Estaba compuesta por 5.000 soldados y fue desplegada en Italia en septiembre de 1944 y se disolvió en 1946. Finalizada la guerra, la Haganá llevó a cabo operaciones antibritánicas en Palestina.

Puesto de mando de Brigada (foto del autor)Finalmente, el 28 de mayo de 1948, menos de dos semanas después de la creación del Estado de Israel, el Gobierno provisional fundó las Fuerzas de Defensa de Israel, sucesoras directas de la Haganá, y decretó la ilegalidad de cualquier otra fuerza armada(1). Su bautismo de fuego se produce inmediatamente, cuando los estados vecinos declaran la guerra al recién nacido Estado de Israel que, milagrosamente, sobrevive al ataque. 

La historia de estas fuerzas a lo largo de las décadas siguientes es suficientemente conocida, por lo que puede pasarse por alto en este artículo. Baste poner de relieve que, a lo largo de sus 60 años de historia, las IDF se han enfrentado, en diferentes ocasiones con los ejércitos de todos los vecinos. Más recientemente, este tipo de conflictos convencionales, ha cedido su protagonismo a otro tipo de enfrentamiento más sutil, que podríamos englobar dentro del concepto de contrainsurgencia, tan en boga entre nosotros.

Los escenarios Geográfico y estratégico
Ejercicio con fuego real (foto IDF)A la hora de analizar a las IDF es necesario tener en cuenta el contexto en que éstas actúan, muy diferente al de los ejércitos occidentales. A diferencia de éstos, volcados tras la finalización de la Guerra Fría en operaciones expedicionarias, son unas fuerzas dedicadas exclusivamente a la defensa del propio territorio, rodeado de actores hostiles y que presenta unas características determinantes desde el punto de vista militar. 


Hay que resaltar, en primer lugar, su geografía: Israel es un país de pequeñas dimensiones (21.000 km2.) y escasa profundidad. La anchura oscila entre un máximo de 70 km. en el Norte, en los Altos del Golán, hasta un mínimo de 15 en la zona de Haifa(2). En este territorio se concentra una población de unos 7,5 millones de habitantes, de los cuales aproximadamente 1,5 son árabes (existen pequeñas minorías cristianas, beduinas y drusas).

A pesar de sus escasas dimensiones, Israel tiene unos 730 km. de fronteras terrestres, gran parte de ellos con estados hostiles, principalmente Siria y Líbano, en la medida en que alberga fuerzas de Hizbollá. En un plano más lejano, pero no menos amenazador, se encuentra Irán, cuyo programa nuclear es visto como una amenaza a su propia existencia. El segundo problema es lo reducido de su población, unos 7,5 millones de habitantes, que le ha obligado a desarrollar un sistema de reclutamiento y movilización de reservistas que garantizan el disponer de la totalidad del capital humano del país en caso de guerra. El tercero es su situación: una pequeña isla en un océano de países musulmanes. Si bien no puede hablarse de una postura común entre todos ellos, sí podemos convenir que, en general, pueden considerarse poco conformes con la mera existencia del estado de Israel.

Si, como hemos dicho, la misión de las IDF es la defensa del territorio de Israel frente a las potenciales agresiones de sus vecinos, parece conveniente comenzar por analizar las posibilidades ante las amenazas existentes. Para ello podemos empezar por responder a la siguiente pregunta: ¿Qué hace de una frontera que podamos calificarla como defendible? O mejor aún, para plantearlo de una forma más clara: si Israel es atacado por fuerzas convencionales, ¿permiten sus fronteras y el espacio tras ellas articular una defensa con probabilidades de éxito? La respuesta a esta pregunta ha sido y es una de las preocupaciones clave del pensamiento estratégico israelí. Veremos que otras están ligadas a diferentes tipos de amenazas.

Con respecto a la posibilidad de defensa, existen tres criterios básicos para evaluar un plan defensivo: disponibilidad de profundidad suficiente que permita un despliegue escalonado, reservas capaces de realizar un contraataque para restaurar la situación inicial y una distancia adecuada al interior estratégico, que mantenga fuera del alcance de la acción del enemigo los intereses vitales de la nación. Y es que ningún sistema defensivo permanece inalterado ante una ofensiva, por lo que hay que partir de la premisa de que, al sufrir un ataque, se perderá territorio: se cede terreno para ganar tiempo, de cara a reaccionar con las reservas antes que resulten afectados esos intereses vitales.

Detalle protección contra cargas huecas del MERKAVA IV (fotografía del autor)En el caso de Israel, su escasa profundidad hace ilusorio hablar de fronteras defendibles. El problema se ve agravado por el hecho de que las Fuerzas Armadas de sus potenciales enemigos están compuestas por ejércitos permanentes rápidamente movilizables, mientras las israelíes se integran mayoritariamente por reservistas, lo que implica, por perfecto que sea el sistema de movilización, unos plazos de respuesta mucho mayores y que la primera reacción a una ofensiva sea responsabilidad de un reducido número de unidades activadas de modo permanente. Dada la escasa profundidad del territorio israelí, la rapidez con la que se movilicen es crítica a la hora de rechazar un ataque.

Desde su nacimiento, Israel ha luchado por conseguir unas fronteras defendibles y, consecuencia de ello fue, en su momento, la ocupación de los territorios en manos de Jordania en Cisjordania (West Bank) después de la guerra de los Seis Días (1967) o la de los Altos del Golán. Aún hoy, éste sigue siendo un aspecto capital en la estrategia israelí, conscientes como son que, dada su escasa profundidad y el entorno geopolítico hostil en el que se encuentran, la más mínima pérdida de territorio puede ser el preámbulo ineludible de la desaparición definitiva del Estado de Israel.

La amenaza
La cuestión de la defendibilidad de las fronteras israelíes sólo cobra interés si consideramos que existe una amenaza real. En otro caso, el problema de sus fronteras deberá abordarse desde otras perspectivas, como la demográfica o la histórica. Valga como ejemplo el caso de Bélgica, en principio con los mismos problemas demográficos y territoriales, pero sin una amenaza exterior plausible, por lo que la mayor o menor seguridad de sus fronteras no condiciona en absoluta su política. Pero Israel no es Bélgica y tiene que afrontar tres amenazas claras: ataque convencional, misiles de largo alcance y el terrorismo. De la vigencia de las dos últimas no cabe duda, de forma que sólo cabría plantearse la vigencia de la primera: ¿podrían repetirse las guerras árabe-israelíes de 1948, 1956, 1967 y 1973?

Podría argüirse que la situación ha cambiado drásticamente y ha hecho imposible la repetición de un conflicto de esta naturaleza: Israel disfruta de acuerdos de paz con Egipto y Jordania, Irak ha sido neutralizado como amenaza y Siria, tras el colapso de la URSS, no parece estar en condiciones de constituir nada de este tipo. Sin embargo, cabe preguntarse si esta situación es susceptible de cambiar a largo plazo, de forma que la sombra de un ataque convencional reaparezca. Algunas hipótesis en este sentido podrían provenir de una hipotética evolución de Irak hacia un estado chií alineado con Irán, de la aparición de uno palestino en Cisjordania, combinado con la mayoría palestina de Jordania o del triunfo de la opción islámica radical en Egipto. Cualquiera de estos tres escenarios entra dentro de lo posible y obliga a Israel a plantearse cómo defenderse de cada uno de ellos.

A lo anterior hay que añadir el efecto que tendría en la región la transformación de Irán en potencia nuclear, factor considerado como una amenaza inaceptable por el Estado de Israel. Esa amenaza no tendría por qué reemplazar a la convencional, sino que podría, incluso, reforzarla. Hay cierta tendencia a minimizar este riesgo bajo el argumento de que la superioridad tecnológica israelí permitiría a las IDF salir airosas de un enfrentamiento de estas características. Sin embargo, no parece que pueda descartarse que sus enemigos acaben adquiriendo esas mismas tecnologías, anulando esta ventaja. De hecho, son evidentes los esfuerzos realizados por algunos países de la zona por modernizar sus fuerzas armadas.

Adiestramiento de unidades aeromóviles (foto IDF)Para muchos, la respuesta a la debilidad de la situación derivada de las fronteras de Israel consistiría en llevar la guerra al territorio del enemigo, realizando un ataque preventivo para crear así la necesaria profundidad. Sin embargo, esta opción plantea tales inconvenientes de tipo político y diplomático que puede darse por descartada. En su lugar, la opción israelí ha sido crear espacios de seguridad a su alrededor, para privar a sus potenciales enemigos de las zonas dominantes que rodeaban su territorio tal y como fue concebido inicialmente en 1948. Fruto de esta estrategia es la creación de una zona desmilitarizada en el Sinaí, acordada con Egipto o la ocupación de los Altos del Golán y los territorios al oeste del Jordán(3).

Frente a estas debilidades, la mayor ventaja del Estado de Israel, es que tiene perfectamente identificados los orígenes de la amenaza: conoce donde y contra quien va a combatir, cuando es la única incógnita. En su contra, como ya hemos visto, juegan la escasa profundidad de su territorio y lo reducido de sus recursos humanos. Las reducidas dimensiones hacen que, en caso de guerra, no pueda hablarse propiamente de retaguardia, entendida como zona relativamente segura, alejada de la zona de combate, desde la que se sostienen las operaciones: todo el territorio israelí está amenazado y para responder, si ésta se materializa, necesita movilizar todas sus capacidades. 

Estas limitaciones han condicionado la forma en que afronta la guerra y justifican dos aspectos fundamentales de sus capacidades estratégicas: la inteligencia y la movilización de reservas.
La imposibilidad de ceder terreno para ganar tiempo obliga a reaccionar con gran rapidez ante un ataque, incluso a anticiparse, lo que exige una inteligencia que permita identificar las intenciones del enemigo antes de que se materialicen: en este sentido, la eficacia del servicio de inteligencia israelí, el mítico Mossad, está fuera de toda discusión. Lo limitado de los recursos humanos obliga, en caso de necesidad, a una movilización total y en un plazo muy limitado, mediante un muy eficiente sistema de reservas que constituye una de las características más relevantes de la organización para la defensa de Israel.

La reservas en las IDF
Reservista en instrucción (foto IDF)Las posibilidades de defensa de Israel dependen de la eficacia de su sistema de movilización. En el ejército israelí sólo algunas unidades de combate están activadas en tiempo de paz; el resto son unidades de reserva, en las que el personal permanente es mínimo y el resto son reservistas(4). Lo realmente difícil en un sistema como éste es conseguir que las unidades que permanecen desactivadas en tiempo de paz, se activen rápidamente en caso de necesidad y sean realmente eficaces. 

Las IDF han conseguido ambos objetivos de una manera notable, aunque el coste, no sólo desde el punto de vista económico, es muy grande: los tres años de servicio militar a que están obligados los varones israelíes y la permanencia en la reserva hasta los 45 años hacen que podamos hablar de una sociedad militarizada.

Sobre el primer requisito, la rapidez en la movilización de las reservas, ya hemos visto hasta qué punto es crucial que las unidades se movilicen en un plazo de tiempo mínimo, dado que Israel no puede permitirse el lujo de ceder terreno para ganar tiempo. Esto se consigue manteniendo el armamento y elementos de las unidades de reserva reunido en almacenes repartidos a lo largo del país(5) y mediante un sistema de alerta muy perfeccionado, que permite que las unidades, una vez reunido el personal, distribuido el equipo y comprobado el material, esté preparado para actuar en plazos cercanos a las 48 horas.

La efectividad, por su parte, sólo puede conseguirse mediante un adiestramiento adecuado, algo muy difícil de lograr en unidades no activadas permanentemente: de nada sirve movilizar rápidamente unas unidades perfectamente equipadas, si la falta de preparación de su personal las hace ineficaces. La eficacia descansa en la formación de los reservistas, que se basa en dos pilares. El primero es el servicio militar obligatorio: con algunas excepciones derivadas de la pertenencia a determinadas minorías o de motivos de conciencia, todo ciudadano israelí, al cumplir los 18 años, es llamado a filas, por tres años si es varón y por dos si es mujer(6). 

Este período de servicio, garantiza a los futuros reservistas una formación militar inicial considerable. El segundo pilar es el adiestramiento de los reservistas: una vez finalizado el período de servicio en filas se inicia el de reserva, que durará hasta los 45 años. En este tiempo están encuadrados en unidades concretas, con un ciclo de adiestramiento de tres años, que supone un total de 25 días de activación e incluye ejercicios anuales: uno de batallón en fuerza, otro de puesto de mando de batallón con simuladores y otro en el que el batallón actúa integrado en una Brigada.

Todos los ejercicios se realizan en el Centro Nacional de Adiestramiento (cerca de Beer Sheba, al Sur de Israel), que dispone de instalaciones para unidades acorazadas y mecanizadas, artillería y logísticas y un simulador para realizar ejercicios de doble acción. A modo de ejemplo, baste decir que dispone de un pueblo artificial de 400 casas, diseñado para reproducir los distintos aspectos que puede tener una urbe de la zona: cascos antiguos, edificios de diferentes alturas, avenidas, zocos... También dispone de medios mecanizados para equipar a una brigada, de forma que las unidades no necesitan desplazar su propio material al Centro.

Estructura de las IDF y lecciones aprendidas
La organización de las IDF, dado lo peculiar del entorno geoestratégico israelí, no podía dejar de ser original. Básicamente se articulan en Estado Mayor, que además de las divisiones 2ª Guerra del Líbano (foto IDF)habituales, incluye la de Tecnología y Logística, los Mandos Territoriales (Sur, Centro, Norte y Frente Doméstico(7)) y las Fuerzas: Tierra, Mar y Aire. Los mandos territoriales son responsables de la defensa, contando en su estructura permanente con cuarteles generales de división y órganos logísticos territoriales, todos ellos activados parcialmente en tiempo de paz. Tanto en guerra como, en menor medida, en paz, estos mandos reciben de la Fuerza LAS brigadas o batallones activos que se encuadran en sus divisiones, para permitirles cumplir con sus misiones.

El HFC viene a ser un mando de defensa civil, responsable del apoyo militar a las autoridades civiles en situaciones de emergencia y de la dirección de la defensa civil en caso de crisis. En caso de emergencia, actúa subordinado a las autoridades civiles, mientras que si se declara la situación de crisis (pueden hacerlo el Ministro de Defensa, el Gobierno o el Parlamento, cada uno de ellos por un plazo diferente) las autoridades civiles se subordinan al HFC.

Si bien es cierto que, desde su nacimiento, Israel ha sido siempre un Estado amenazado y que, desde una perspectiva ideológica, quienes hoy lo hacen son los mismos que hace sesenta años, desde una perspectiva militar ha mutado sustancialmente en los últimos años. La presencia de Hizbollá en el Líbano y de elementos hostiles, como Hamás, dentro de sus fronteras, en los territorios administrados por la ANP, constituyen una amenaza diferente a la afrontada tradicionalmente. Si hasta 1982 todas las guerras en las que Israel ha participado han sido convencionales, desde la ocupación en ese año del Sur del Líbano, afronta un nuevo tipo de conflicto, que será el predominante en el futuro y que viene a identificarse con el concepto de contrainsurgencia (COIN) adoptado por los países occidentales para definir los de Irak o Afganistán.

Tanto la 2ª Guerra del Líbano (2006) como la operación Plomo Fundido (Gaza, 2008) pueden definirse como operaciones de contrainsurgencia. La historia militar está llena de ejemplos de ejércitos que se enfrentan a nuevas amenazas con organizaciones y procedimientos pensados para las antiguas y esto es lo que le ha ocurrido a Israel en los últimos conflictos. Las lecciones extraídas vinieron a demostrar que, sobre todo en la 2ª Guerra del Líbano, que no se habían acometido las reformas doctrinales y organizativas necesarias para adaptar las IDF a la nueva realidad.

2ª Guerra del Líbano: zona de reunión de unidades acorazadas (foto IDF)Una primera consecuencia de este nuevo tipo de conflicto deriva de su duración, muy superior a la de los clásicos. La defensa israelí se ha venido basando en la concentración de todos los esfuerzos de la nación en ella cuando ha sido preciso. Esto no ha supuesto un grave problema en los conflictos vividos con anterioridad a 1982, cuya duración nunca excedió las tres semanas. Sin embargo, los 45 días de la 2ª Guerra del Líbano sí han supuesto un problema serio. Hoy se es consciente de que los nuevos conflictos son menos intensos, pero mucho más duraderos: la escala de medida ya no se gradúa en semanas, sino en meses e incluso años y esto obliga a replantear muchas cosas, ya que no puede tenerse movilizado un país entero durante períodos de tiempo tan prolongados.

Aunque, al menos a largo plazo, no pueda descartarse la amenaza convencional, la actual es muy distinta: Hamás, actuando desde los territorios controlados por la Autoridad Nacional Palestina, principalmente desde la Franja de Gaza, e Hizbollá, desde el sur del Líbano, constituyen un enemigo frente al que las IDF deben desarrollar procedimientos diferentes a los tradicionales. Su modus operandi combina el lanzamiento de cohetes sobre territorio israelí con la infiltración de terroristas, muchas veces suicidas, para actuar mediante explosivos contra objetivos indiscriminados. Los dos últimos conflictos en los que han participado las IDF han constituido, precisamente, la respuesta de Israel al bombardeo de su territorio desde Gaza y el Sur del Líbano. Identificados los orígenes de los ataques y ante la imposibilidad de neutralizarlos mediante el empleo de artillería o aviación sin afectar a la población civil, se decidió, en ambos casos, actuar con la Infantería.

Para protegerse de las incursiones de terroristas, Israel está llevando a cabo la construcción de una barrera en Cisjordania, cuyo trazado resulta muy polémico y ha sido criticado, tanto por organizaciones pacifistas israelíes como Peace Now y B’Tselem, como por extranjeras, como Amnistía Internacional, Intermón-Oxfam, UNICEF, y la Oficina para la Coordinación de la Ayuda Humanitaria de las Naciones Unidas en los Territorios Ocupados Palestinos (OCHAOPT). Israel alega que el único propósito de la construcción es defender a sus ciudadanos, que le ampara el derecho a la autodefensa reconocido en las leyes internacionales y que su único propósito al construir la barrera es impedir la entrada a núcleos de población de los terroristas, ante el incremento de los atentados suicidas tras la Intifada de Al-Aqsa, y por tanto no trazada con fines políticos ni anexionistas. Las organizaciones citadas han criticado en repetidas ocasiones el efecto que provoca en la vida cotidiana de la población civil palestina.

Contra los ataques con armas de tiro curvo desde el Líbano y Gaza y también para atacar las bases terroristas en Gaza, Israel ha reaccionado realizando incursiones militares en estos territorios. Sin embargo, sobre todo la realizada en el Líbano en 2006, han venido a demostrar que la respuesta a estas amenazas requiere procedimientos de combate muy diferentes a los de la guerra convencional. El Sur del Líbano y la Franja de Gaza, al igual que Irak y Afganistán, resaltan la necesidad de disponer de unidades más versátiles, capaces de operar en entornos urbanos frente a un enemigo que se mezcla entre una población que, en mayor o menor medida, le presta su apoyo e impide a las unidades militares emplear todas sus capacidades para neutralizarlo.

El “Merkava”, el buque estrella de la industria de armamento israelíSin embargo, aunque haya otras muchas similitudes, existe una gran diferencia entre estas operaciones y las afrontadas por la comunidad internacional en Irak y Afganistán y es que, en el caso de Israel, el objetivo no es neutralizar un elemento hostil como medio para garantizar la estabilización y posterior reconstrucción de un país. La neutralización de los elementos hostiles, que en Irak y Afganistán es un medio, en Líbano y Gaza es el fin último de las operaciones. Esto permite a las IDF, que no tienen la necesidad de ganarse los corazones y las mentes ni pensar en la posterior reconstrucción, el empleo de unos procedimientos mucho más expeditivos y, objetivamente, más eficaces. En el caso de la operación Plomo Fundido, la última y la más compleja por el carácter menos militar de Hamás, comparado con Hizbollá, la actuación de las unidades de Infantería israelíes fue precedida por una muy intensa labor de inteligencia, que permitió localizar los orígenes de las acciones de fuego y los lugares en los que se fabricaban y almacenaban las armas enemigas, principalmente cohetes Kassan de fabricación casera.

La inteligencia así obtenida permitió a las unidades de Infantería atacar directamente los objetivos identificados, tratando de ser lo más quirúrgicos posible; es decir, minimizando los daños colaterales. Y es en este punto donde Israel ha afrontado los mayores problemas derivados de este conflicto: ante la evidencia de la existencia de un considerable número de bajas entre la población, incluidos niños, se ha acusado a las IDF de atacar indiscriminadamente objetivos civiles, en lo que constituirían casos claros de crímenes de guerra. Israel, por su parte, se defiende alegando que sus ataques han tratado de minimizar las bajas civiles, pero es el empleo por Hamás de la población civil como escudo para sus actuaciones, situando sus orígenes de fuego en zonas muy pobladas e incluso colegios o empleando ambulancias para trasladar material de guerra, lo que ha causado, a la postre, que la población civil haya padecido las consecuencias de los ataques. Se trata, a mayor escala, del mismo problema que se padece en Irak y Afganistán, donde en ocasiones debe renunciarse a atacar objetivos claramente identificados, ante la imposibilidad de evitar daños colaterales desproporcionados.

Conclusión
Vehículo de ingenieros no tripulado israelíBaste decir, a modo de conclusión, que el tipo de conflicto que afrontan las IDF es, cada vez más, similar al que los ejércitos occidentales afrontan en escenarios como Afganistán e Irak y todo parece indicar que tardaremos muchos años en afrontar, como amenaza principal, otro tipo de conflicto. El final de la guerra fría ha hecho florecer nuevas amenazas, de forma que los ejércitos occidentales ya no se preparan para enfrentase a las divisiones acorazadas del Pacto de Varsovia, sino a redes terroristas transnacionales y grupos insurgentes que pueden actuar en connivencia con los anteriores. De manera análoga, el enemigo al que se enfrentan las IDF ya no son las divisiones sirias o egipcias, sino la mucho más sutil acción de grupos como Hammás e Hizbollá.
Los israelíes, como nosotros, todavía están en la fase de adaptación a esta nueva amenaza; y ellos, como nosotros, están en el dilema de decidir hasta qué punto pueden reducirse las denominadas capacidades pesadas (Unidades acorazadas y mecanizadas, artillería,…), volcando el esfuerzo en las capacidades necesarias para afrontar con éxito la lucha contra la insurgencia y el terrorismo. Esta decisión, que es arriesgada e implica riesgos evidentes, puede suponer una de las claves del éxito de las IDF para afrontar los conflictos de los años próximos.
Otro de los retos que afrontan las IDF es el de su diseño de servicio militar. El coste social que implica el sistema actual, unido a la larga duración del tipo de conflicto actual obligan a replantearse el sistema; pero el factor demográfico condiciona sobremanera las posibles soluciones: una población de 7 millones conjugada con las necesidades que el escenario estratégico imponen a Israel hacen muy difícil introducir cambios en este campo tan sensible, por lo que habrá que buscar soluciones muy imaginativas o conformarse con el precio que impone la supervivencia en un entorno tan hostil.


(1) Durante el conflicto con los británicos surgieron otros grupos armados, con criterios diferentes sobe el modo de llevar la lucha contra la potencia ocupante.

(2) 14 km. es la distancia mínima que separa del mar los territorios controlados por la Autoridad Nacional Palestina en la zona de Netania.

(3) En 1967, el Estado Mayor Conjunto de los Estados Unidos concluía sobre este asunto que desde un punto de vista estrictamente militar, Israel necesitaría retener ciertos territorios ocupados a los árabes para conseguir unas fronteras militarmente defendibles.

(4) Los reservistas constituyen aproximadamente el 80 por ciento de los efectivos de las IDF.

(5) Una de las formas de incrementar la eficacia del sistema consiste en aumentar el número y dispersión de los centros donde se concentra el personal movilizado y se almacena su equipo, así como situarlos, en la medida de lo posible, lejos de los territorios potencialmente hostiles. Su seguridad aconsejaría ubicar estos centros de movilización en el sur, en el Negev, pero la necesidad de acercarlos a los lugares de residencia de los reservistas obliga a concentrarlos en la menos segura franja en la que se concentra la población israelí, al Oeste de Cisjordania (West Bank).

(6) El servicio militar es en general obligatorio, salvo para los judíos pertenecientes a grupos ortodoxos, beduinos y drusos, que pueden acceder voluntariamente. Los árabes están exentos del servicio militar.

(7) Home Front Command (HFC).

Fuente:  http://www.belt.es/expertos/home2_experto.asp?id=5531

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