Por Guillermo D. Olmo @BBCgolmo - BBC Mundo
La "Bundeswehr" sufre un problema crónico de falta de medios. Cuando en 2014 un grupo de militares alemanes se presentó en unas maniobras conjuntas de la OTAN en Noruega armado con palos de madera, sus colegas del resto de ejércitos de la Alianza quedaron asombrados.
Los soldados de la "Bundeswehr", como se conoce al ejército alemán, tomaban parte en unos ejercicios que debían servir como ensayo para la Fuerza de Reacción Rápida de la OTAN, formada entonces como respuesta a la intervención rusa en la crisis de Ucrania. Como no contaban con fusiles suficientes para todos, los palos, cubiertos de pintura negra, fueron la solución.
El episodio ilustra un problema crónico que recientemente ha resumido Hans-Peter Bartels, el comisionado para las fuerzas armadas del Bundestag, el Parlamento alemán: "La disponibilidad de material de la Budeswehr es una catástrofe".
Alemania es la cuarta economía más grande del mundo y se le reconoce como el país más poderoso e influyente de la Unión Europea. Sin embargo, "sus capacidades militares en modo alguno son equiparables a su peso económico o diplomático", señala Jonathan Marcus, corresponsal de Seguridad y Defensa de la BBC. "El ejército alemán se ha anquilosado en los últimos años y gran parte de sus equipos están obsoletos o mal mantenidos", añade.
En varias oportunidades el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, se ha quejado de que los miembros europeos de la OTAN no invierten lo suficiente en Defensa. Pese a que los Estados miembro se fijaron en 2014 el objetivo de destinar a este fin un 2% de su Producto Interno Bruto (PIB), Alemania se queda en un 1,22%, muy por debajo de lo que invierten las otras dos grandes potencias de Europa occidental: Reino Unido (2,14%) y Francia (1,79%).
"Seguramente por la fortaleza de su economía, ha habido últimamente la sensación de que Alemania no está gastando lo suficiente en Defensa y de que su contribución no es proporcional a sus posibilidades", afirma Marcus. Berlín contesta a las protestas estadounidenses que el dinero dedicado a la cooperación internacional ayuda más a prevenir los conflictos que el que se gasta en programas de armamento.
La ministra de Defensa alemana, Ursula von der Leyen, ha prometido incrementar el presupuesto de la "Bundeswehr".
Si Trump quiere que Alemania y los otros países europeos aumenten su gasto militar, la ministra de Defensa alemana, Ursula von der Leyen, mostró su "preocupación" por la reducción de su aportación al presupuesto de Naciones Unidas y sus organismos multilaterales anunciada por Washington. La reticencia alemana a incrementar el gasto militar ha sido una de las fuentes del disenso reciente entre Washington y Berlín. Fiel a su tradición de no sumarse a acciones militares que no cuenten con el respaldo de Naciones Unidas, Alemania no participó en el reciente ataque conjunto de Estados Unidos, Francia y Reino Unido contra objetivos en Siria por el supuesto uso de armas químicas por parte de las fuerzas del presidente Bashar al Asad.
Dependencia
Judy Dempsey, investigadora y editora del centro de análisis Strategic Europe, explica en conversación con BBC Mundo que la seguridad de Alemania "depende enormemente del paraguas de Estados Unidos, Francia y la OTAN". Aunque Merkel dijo en mayo de 2017 que "los tiempos en los que podíamos depender totalmente de otros se están acabando", en lo que se interpretó como una crítica a la dudosa fiabilidad de Estados Unidos como aliado con Trump en la presidencia, nada indica que las capacidades de la "Bundeswehr" hayan mejorado en los últimos tiempos.
Karl-Heinz Kamp, presidente de la Academia Federal para la Política de Seguridad, un organismo gubernamental que se dedica a la formación de los altos cargos en Alemania, asegura que se está haciendo un esfuerzo, pero pasa desapercibido. "En los últimos años hemos incrementado el presupuesto de Defensa, algo que apenas se ha notado porque nuestro PIB estaba creciendo mucho más rápido, con lo que el famoso objetivo del 2% de la OTAN se alejaba en vez de acercarse", le cuenta a BBC Mundo. "El gobierno planea invertir mucho más en Defensa, acercando el porcentaje del PIB al 1,5% en 2021". El umbral del 2% quedaría para 2024.
Dempsey cree que se mantienen "serios déficits" . Kamp no lo desmiente: "Todos los informes que usted lee sobre submarinos que no navegan y tanques que no disparan son correctos".
De acuerdo con el informe presentado por el comisionado Bartels el pasado febrero, basado en entrevistas con los propios militares, los seis submarinos tipo 212A de la armada alemana están fuera de servicio, lo mismo que ocurre con más de la mitad de los 244 carros de combate. También la flota de aviones de transporte A400M sufre un mantenimiento deficiente y la falta de aeronaves operativas obliga con frecuencia a retrasar el traslado de las tropas.
Pero los problemas no afectan solo a los sofisticados sistemas de armamento, sino también a pequeños elementos de uso cotidiano en la milicia, como la ropa de protección, las gafas de visión nocturna o los repuestos para los automóviles. Bartels culpó de las carencias a "25 años de recortes en el presupuesto". Kamp los atribuye a que el fin de la Guerra Fría y la sensación de que un conflicto abierto era cada vez más improbable llevaron a partir de 1990 a casi todos los países europeos a "descuidar" sus fuerzas armadas. "Condujimos el carro sin mantenimiento, aceite, ni repuestos y ahora está fallando, como ocurre con los carros viejos, todo a la vez", resume.
Dempsey apunta que no solo es un problema de falta de dinero sino también de cómo se gestiona.
"Hay una grave falta de planificación en el caso alemán", dice. "Comparado con otros ejércitos, gran parte de los recursos se gastan en costos de personal, más que en renovar los equipos y en el entrenamiento". El ejército alemán gasta más en personal que los otros países de la OTAN.
La ministra Von der Leyen prometió el pasado febrero que el nuevo gobierno de coalición acordado entre los democristianos de la CDU y los socialdemócratas del SPD seguiría la senda del incremento presupuestario para la "Bundeswehr". Advirtió, no obstante, de que llevará años corregir los problemas.
Recelo del militarismo
La pobre dotación y organización del ejército alemán es un problema de raíces antiguas. Jonathan Marcus cree que la situación actual "refleja el legado vigente de la Segunda Guerra Mundial y los años del nazismo, así como un fuerte consenso en la política interna que recela del militarismo".
Dempsey sostiene que en un país todavía dolido por el recuerdo de Adolf Hitler y el III Reich "a la clase política no le gusta hablar de las fuerzas armadas". Según esta experta, tras la caída del Muro de Berlín en 1989 y la reunificación alemana, se llevó a cabo la última gran remodelación militar.
"Básicamente se redujo el tamaño a costa de suprimir el ejército de la República Democrática Alemana (RDA)", el Estado oriental alineado con la URSS y el bloque comunista en los años de la Guerra Fría.
La reducida "Bundeswehr" resultante tuvo poca actividad hasta que se produjeron los ataques del 11 de septiembre de 2001 contra las Torres Gemelas de Nueva York y otros puntos críticos de Estados Unidos. Después de aquello, las fuerzas alemanas empezaron a implicarse bajo la bandera de la OTAN en misiones de mantenimiento de la paz, de estabilización e incluso de combate en lugares tan dispares como Afganistán o Kosovo.
Algunas de sus actuaciones estuvieron envueltas en polémica. En septiembre de 2009, decenas de civiles murieron en Kunduz, Afganistán, bajo las bombas de un caza F-15 estadounidense que actuaba siguiendo instrucciones de un oficial de inteligencia alemán que había alertado de la presencia de guerrilleros talibanes en la zona. El incidente motivó las protestas del gobierno afgano y desembocó en la dimisión del entonces ministro de Defensa alemán, Franz Josef Jung.
El desafío ruso
Fue la crisis de Ucrania y la anexión rusa de la península de Crimea en 2014 lo que hicieron que una nueva manera de pensar sobre la seguridad nacional se abriera paso en Alemania. Como en otros países de Europa occidental, allí se empezó a ver a la Rusia de Vladimir Putin como una potencial amenaza frente a la que había que prepararse. En la Conferencia de Seguridad de Múnich celebrada aquel año la delegación alemana marcó un nuevo rumbo y un nuevo tono.
La anexión rusa de Crimea despertó en Alemania la preocupación por el estado de sus fuerzas armadas. Se impuso una retórica que afirma la necesidad de que Alemania tenga un poder militar acorde a su importancia y asuma en la escena global el papel que le corresponde por su peso político y económico. A partir de entonces, Berlín impulsó en el seno de la Unión Europea el Acuerdo para una Cooperación Estructurada Permanente en Defensa, que Estados Unidos ve con recelo por constituir un embrión de ejército común en el viejo continente que podría algún día entrar en contradicción con la OTAN.
También asumió el liderazgo de un batallón multinacional en Lituania como parte del operativo Presencia Avanzada Reforzada que la Alianza Atlántica acordó desplegar en las antiguas repúblicas soviéticas del Báltico. Pero, aunque los dirigentes alemanes afirmen la necesidad de reforzar al ejército, la asignación presupuestaria ha ido hasta ahora más despacio que las palabras.
Dempsey asegura que "el poder de disuasión alemana es débil" y subraya que la garantía frente a una hipotética acción rusa sigue siendo el artículo 5 del Tratado fundacional de la Alianza Atlántica, que compromete a todos los países miembros a responder solidariamente si se produce un ataque contra uno de ellos.
Venta de armas
La recurrente escasez de equipos en la "Bundeswehr" contrasta con el dinamismo de la industria armamentística del país, cuarto exportador mundial de armas en 2017, según los datos del Instituto Internacional de Estudios para la Paz de Estocolmo (SIPRI, por sus siglas en inglés).
Compañías como Hekler & Koch, cuyo fusil G36 es uno de los más usados entre cuerpos armados de todo el mundo, o Rheinmetall figuran en la lista de los mayores fabricantes mundiales. Tras años de críticas de activistas, Hekler & Koch anunció en 2017 que dejaría de vender sus productos en los países en conflicto y en los que no se respeten los derechos humanos.