Unas 25 obras al mes llegan al taller de restauradores y artesanos; se gasta un millón de pesos en reparar destrozos
Algunos
llegan sin manos, otros con la nariz rota o sin pies. Otros pierden sus
armas en "batallas" en las que ni siquiera dan pelea. Es que los
monumentos porteños son blanco del vandalismo sin tregua que los mutila y
pinta una y otra vez. Y todos llegan allí, a ese taller escondido en
los bosques de Palermo que funciona un singular "hospital" de estatuas.
No sólo el hecho de estar a la intemperie deja sus huellas. Estas estatuas son la imagen de un vandalismo que no se detiene y que le cuesta a la Ciudad un millón de pesos cada mes. "En 2011, tuvimos que gastar 14 millones de pesos para reparar los destrozos que dejó el vandalismo y este año, por cómo venimos, esa cifra podrá ser superada. Es mucha plata que podría ser destinada para otras cosas, pero lo más importante es fomentar un cambio cultural y que todos empecemos a cuidar lo nuestro", se quejó el ministro de Ambiente y Espacio Público, Diego Santilli.
El MOA funciona en un predio lindante al Jardín Japonés desde 1956 y depende de la dirección general de Espacios Verdes de ese ministerio. Allí ocho escultores y restauradores hacen un puntilloso trabajo artesanal para devolverles el esplendor a las estatuas porteñas. Sin importarles que, quizás a los pocos días, regresen dañadas.
El taller recibe un promedio de 25 obras al mes, dijo su coordinador, Jorge Zakkur, que precisó que Buenos Aires cuenta con 2482 monumentos entre estatuas, bustos, placas, mástiles, fuentes y monolitos. "El cazador de águilas" es una de las tres estatuas que estaba en Constitución, aunque ahora se mudó al jardín del taller. Llegó sin nariz, sin una oreja, su águila no tenía pico y le habían robado la cría. La realizó Eugene Guillot en 1899. Además de limpiar, los estragos del esmog y las palomas, hubo que quitarle grafitis de toda clase. Y devolverle los pichones perdidos.
"Aquí se hace un doble trabajo. Además de restaurar las obras que llegan, se las registra por si hay que reconstruirlas más adelante", explicó a LA NACION la directora de Espacios Verdes, Florencia Scavino. Es así que el MOA guarda una especie de "historia clínica" de cada obra con fotos y datos que permitirá restaurarla y dejarla lo más parecida posible a la pieza original. "Algunas estatuas están irreconocibles. Cuando podemos le hacemos un hidrolavado y las restauramos en el lugar. Si eso no es posible o va a demandar muchos días de trabajo, las trasladamos aquí", señaló Gabriel Palacios, escultor y restaurador que trabaja en el MOA hace más de 20 años.
Hay obras "recurrentes", según el restaurador. Como Diana cazadora, originalmente ubicada frente al edificio de la Aduana, en Paseo Colón y Belgrano, pero que vive largas estadías en el MOA. Tanto ella como su ciervo son presas frecuente del vandalismo. "Llegó sin manos, el ciervo sin patas ni cuernos", detalló Palacios.
Con esta estatua, reproducción de la del Louvre en París, tienen una anécdota ilustrativa. Después de remozarla en su sitio, los escultores estaban guardando los materiales cuando vieron que una señora subía a su hijo al ciervo. "Los cuernos sirven para hacer gimnasia o atar perros", señaló el restaurador. "Queremos que sean lo suficientemente firmes como para que no se rompan, pero a la vez frágiles para que rompan siempre las mismas partes, así no seguimos perdiendo piezas", confesó Palacios. No es la única pieza con propósitos "múltiples": los balaustres de las Barrancas de Belgrano eran utilizados por karatekas para entrenar.
Otras sufren los avatares de los grafitis "temáticos". Sentada a los pies de la romántica escena entre los legendarios amantes Leandro y Hero, la restauradora Inés Giuliano contó: "No se le veía el blanco. Además de que a él le faltaba un pie y a ella la mano, estaba llena de mensajes de amor. ¡Mucho romanticismo, pero nadie sabe el trabajo que da sacarlos!".
La estatua es de 1913 por Tasq y estaba erigida a orillas del Lago de Regatas, en el Rosedal. La primavera y sus impulsos la destruyeron y terminó en el MOA.
"Algunas estatuas se pasan más tiempo acá que en sus lugares de origen, pero a veces tienen que esperar hasta que se acondiciona el lugar donde estaban", detalló el director del MOA, Mariano Vanecek.
La vida, del parque Lezama; Niña adolescente, de la plaza Emilio Mitre; La sorprendida, de Sarmiento y Casares, son algunas de las que esperan volver sus destinos.
Uno de los soldados del grupo escultórico de la plaza San Martín espera el turno para ser reparado. Perdió la vaina y la espada.
"No damos abasto", sintetizó Zakkur, antes de recordar el trabajo que les dio despintar la estatua de mármol de Caperucita Roja, que algún gracioso pintó con esmalte rojo.
Mármol y bronce
- 2480 Monumentos: La ciudad atesora esa cifra de estatuas, bustos, placas, fuentes y monolitos
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Un predio que será puesto en valor
"Uno ve la lista de gastos que tenemos por el vandalismo y es tremenda. Una verdadera lástima, que esperamos cambiar con educación y con concientizar que si dañamos al espacio público nos hacemos daño a nosotros mismos", aseguró Santilli. Durante la visita de LA NACION, el ministro prometió que las instalaciones del MOA serán remodeladas y puestas en valor el año próximo. Los monumentos más atacados son el de Julio Argentino Roca, el Obelisco, cuya base ya fue pintada en cuatro ocasiones en lo que va del año. El Quijote, que tuvo que ser pintado en seis oportunidades y el de Roque Sáenz Peña, que es grafitado todas las semanas. También sufren roturas y robos las obras de arte del Rosedal, las estatuas de Parque Chacabuco, las figuras del parque Lezama y las piezas del parque Rivadavia..
Del editor: por qué es importante: Forman parte del patrimonio cultural de la ciudad. Protegerlas del vandalismo es tarea de todos.