El macrismo logró construir una estructura partidaria competitiva en todo el país, capaz de desplazar del podio a los dos partidos tradicionales. ¿Es sostenible en el tiempo la condición de fuerza nacional lograda con los votos de las PASO? ¿O el PRO sigue siendo un partido vecinalista con proyección en todo el país, impulsado tan solo por el espanto al kirchnerismo?
En la génesis del PRO, a un hombre que después sería ministro del gobierno porteño de Mauricio Macri le gustaba jugar con la ironía: "Nosotros somos un club social", decía con una sonrisa maliciosa cada vez que El Cronista preguntaba por la estrategia territorial de la fuerza.
El espacio del empresario y presidente de Boca Juniors ya había debutado en las elecciones porteñas de 2003 con buena estrella. De un tirón, había obtenido casi 638.000 votos, que representaban el 37% de los sufragios afirmativos, más de tres puntos de ventaja sobre el titular del Ejecutivo local, Aníbal Ibarra.
El propio Macri -que entonces tenía bigotes y su corazón aleteaba por Isabel Menditeguy- calificó de "milagro" su performance. Los dioses no estuvieron de su lado en el ballotage, pero a partir de ahí, su fuerza vecinalista -una cáscara sostenida por el líder, crítica de la teoría política de la mitad de siglo en adelante que ubica a los partidos como un pilar clave de la democracia- no paró de crecer.
Compromiso para el Cambio se transformó en Propuesta Republicana (PRO) en 2005 y en líder de la alianza Cambiemos que llevó a Macri a la Casa Rosada. Si en octubre se repitiera el resultado obtenido en las PASO el domingo pasado, Cambiemos sería la única fuerza con presencia nacional. Obtendría ocho millones de votos, mejoraría su performance en 21 de los 24 distritos y crecerían sus bloques legislativos en las dos cámaras del Congreso. De ahí, que Macri se haya permitido caer en la "tentación hegemónica", al augurar que comenzaban los mejores 20 años de la Argentina, durante los festejos al cierre del comicio.
No se trata de contradecir la algarabía oficialista, pero la duda es inevitable. ¿Es sostenible en el tiempo la condición de fuerza nacional? ¿O el PRO sigue siendo un partido vecinalista con proyección en todo el país, impulsado tan solo por el espanto al kirchnerismo?
Hay cosas que están claras: el macrismo logró construir una estructura partidaria nacional y competitiva, capaz de desplazar del podio a los dos partidos históricos. Los enemigos de Macri dirán que es un hombre de suerte. Puede que algo de eso sea cierto. La debacle del radicalismo, primero, y la división del peronismo, despúes, lo benefició. Pero lo cierto es que pese a las críticas que le llueven por su falta de cintura política, sus errores permanentes o su discurso vaciado de ideología, la historia demuestra que sus decisiones clave han sido hasta el momento acertadas. Veamos:
- La gestión porteña como trampolín: pese a que en los primeros años de vida, el PRO se conformó con lo propio y se convirtió en un marca en la Ciudad, la gestión porteña fue la base de su crecimiento en todo el país. La Ciudad de Buenos Aires siempre fue una vidriera en la pelea nacional. Es el cuarto distrito electoral, pero suele tener un gran peso simbólico en las elecciones presidenciales. Desde que Macri asumió el gobierno porteño en 2007, el PRO nunca perdió en su pago chico. El Presidente se impuso dos veces en la Ciudad con el 61% de los votos en el ballotage de 2007 y el 64,55%, en 2011. Algo que lo convirtió en presidenciable. En 2015, fue el único de los postulantes al sillón de la Casa Rosada que arriesgó su pellejo en la elección porteña, al apoyar a Horacio Rodríguez Larreta. La victoria de su delfín fortaleció su liderazgo y lo colocó en una situación de privilegio en la carrera mayor, que finalmente ganó.
- Utilización de redes sociales: el macrismo fue la primera fuerza en utilizar Facebook y Twitter para promocionar su gobierno, concientes del alcance ilimitado que tienen entre los usuarios. En la actualidad, bajo las órdenes del jefe de Gabinete Marcos Peña, un equipo de 50 jóvenes trabaja en las redes sociales con la intención de influir en el electorado y reemplazar la comunicación directa a los medios de prensa. El mandato es proteger la imagen del Gobierno y del Presidente, a través de videos y consignas en Facebook, Snapchat, Instagram y Twitter. Y aunque en la Casa Rosada juran y perjuran que no los utilizan, también existen los llamados trolls y usuarios falsos de manera subterránea que operan en el día a día.
- La alianza con Carrió y la UCR: durante años, el PRO alentó el sueño pueril de esperar a que el peronismo desencantado o herido por el kirchnerismo vaya a golpearle las puertas a Macri. Marcos Novaro cree que el desencanto fue la decisión bisagra que llevó al crecimiento del PRO. "El cambio se da cuando se decepcionan de los peronistas que les prometieron darles la estructura para que ellos fueran la frutilla", dice el sociólogo.
Pese a algunas voces que insistían en seguir con lo propio, sin contaminarse con las fuerzas tradicionales "que representaban a la vieja política", el partido entendió de la mano del peronista y actual titular de la Cámara baja, Emilio Monzó, que había que cerrar acuerdos territoriales con el PJ y la UCR si se quería llegar a la Presidencia. Esas alianzas se hicieron primero de manera local, con distintos caciques provinciales. Y la conmoción social por la muerte del fiscal Alberto Nisman potenció la idea de cambio en el electorado y terminó de modificar el tablero político.
El gran saltó llegó con el apoyo de Elisa Carrió -por entonces crítica de Macri pero dispuesta a besar cualquier sapo para terminar con la corrupción K- y el acuerdo con la UCR, que dio origen a la alianza Cambiemos. Ante la falta de competitividad que tenían las candidaturas propias, el centenario partido decidió poner la estructura partidaria al servicio de un candidato ajeno. En la interna ganó Macri pero, ¿qué hubiera pasado si la UCR hubiera apostado por Sergio Massa? El politólogo Julio Burdman dice haber llegado a una conclusión: "Peronistas y radicales no se suman, se restan. Basta ver el resultado del acuerdo entre Margarita Stolbizer con Sergio Massa o el de Ricardo Alfonsín con Francisco De Narvaez", remarca.
- El espanto al kirchnerismo como estrategia: si hay algo en lo que Cambiemos resultó eficaz es en construir un discurso negativo del pasado centrado en el kirchnerismo. Esa estrategia de polarización entre "lo viejo contra lo nuevo" utilizada en 2015 fue refundada para la campaña legislativa, ante la imposibilidad de mostrar los brotes verdes de la reactivación económica. El avance que registró Cambiemos el domingo deja en claro que la mayoría del electorado aún responsabiliza a la gestión anterior por todos sus males. Así, la elección dejó una paradoja: ganó el cambio cuando Cambiemos gobierna desde hace dos años.
- El impulso de la gestión presidencial: los poderes ejecutivos suelen tener más chances de ganar una elección, al contar con la vidriera y los recursos de gestión. La Nación tiene billetera y eso le permite disciplinar a varios gobernadores e intendentes que deben cuidar sus arcas. "El triunfo en Córdoba o en La Pampa, o el avance en otras provincias no fue gracias a su alianza con los radicales sino por el propio impulso que le da la Presidencia. Hoy los radicales están jugando un papel menor, subordinado al PRO", dice Burdman.
- Mantener las expectativas altas: si bien la situación económica suele impactar con fuerza a la hora de votar, el domingo quedó demostrado que pesaron más las expectativas positivas que el maltrecho bolsillo. Un sondeo de OPSM, que dirige Enrique Zuleta Puceiro, destaca que el 54,7% de los consultados cree que las cosas mejorarán en lo que resta del mandato de Cambiemos. Casi un 35% del electorado nacional que votó a Cambiemos aún le sigue dando crédito al Gobierno, a 20 meses de su asunción.
Así las cosas, ¿se puede hablar de una nueva fuerza nacional que vino a romper con el tradicional bipartidismo argentino? Para el politólogo Luis Tonelli, es pronto hablar del triunfo de una nueva marca política. "En épocas de política líquida, más que la identidad manda el espanto", afirma. Y destaca que la malaria que sufren las provincias parece haber sido atribuida a los que estuvieron antes más que a los recién llegados. "En este punto, las elecciones del domingo fueron complementarias de las que hace dos años instalaron a Cambiemos en la Casa Rosada y aledaños", sostiene.
Novaro coincide. "Hay que ver cuánto dura la cosa. Si el PJ sigue dividido el tiempo suficiente, esto se va a consolidar".
Pese al notable crecimento, el PRO no debería dormirse en los laureles.
Avance
- Cambiemos obtuvo 8,3 millones de votos, 1,7 millón más que en las PASO de 2015.
- Ganó en cuatro provincias gobernadas por el espacio: Mendoza, Jujuy, Corrientes y Ciudad de Buenos Aires. Y empató en provincia de Buenos Aires.
- También se impuso en Entre Ríos, Santa Cruz y San Luis.
- El mayor crecimiento se produjo en la tierra de los puntanos pero también se superó en Ciudad y Provincia, y avanzó en Catamarca, Formosa, Chaco, San Juan, y Salta.
- Crecerían los bloques en el Congreso. En la cámara baja Cambiemos tendría 104 bancas. Ahora tiene 86. En el Senado, pasaría a 24 senadores, nueve más que en la actualidad.
¿Serán un club de amigos elitistas, con buenas intenciones...?