(Clarin.com) - La Justicia porteña clausuró una parada en Parque Patricios. Floresta y Once son otras zonas afectadas. Mientras, Retiro y Liniers están colapsadas, y la de Dellepiane casi no tiene uso.
En la zona de Once los micros paran en calles comunes y entorpecen la circulación. Foto: Mario Quinteros.
La clausura de una terminal ilegal de micros en Parque Patricios reavivó la polémica sobre estas estaciones “truchas” en la Ciudad. Once sigue invadido por buses sin control, con pasajeros de las provincias que vienen a hacer compras. Persisten las paradas precarias en Palermo y Floresta. Y las terminales legales tampoco ofrecen condiciones mucho mejores: la de Retiro continúa sumida en el abandono, Liniers es incómoda e insegura, y Dellepiane casi no recibe micros, aunque fue inaugurada ya hace un año y medio.
En Monteagudo al 700 funcionaba una terminal trucha de micros. Foto: Alfredo Martínez.
De la parada ilegal clausurada días atrás en Monteagudo al 700, en Parque Patricios, partían al menos 29 micros hacia Bolivia y Perú, que no eran sometidos a ningún tipo de control, según fuentes de la Unidad Fiscal Especializada en Materia Ambiental (UFEMA), a cargo del operativo. Igual de peligroso era el tanque de 15.000 litros de combustible que había allí y que no contaba con habilitación ni condiciones de seguridad mínimas. Para colmo, allí funcionaba un lavadero para los vehículos, que arrojaba sus desechos ilegalmente a la red cloacal.
Sin embargo, días después del allanamiento la terminal seguía funcionando, como pudo comprobar este diario y también la Fiscalía porteña. Es por eso que a la clausura administrativa la fiscal Rocio López Di Muro le sumó una cautelar, para que la medida sea convalidada por el juez interviniente. Además, el lugar fue tapiado a fin de impedir que siguieran saliendo buses.
La terminal trucha de Monteagudo al 700 funcionaba en un galpón que fue clausurado. Foto: Germán García Adrasti.
Pero esta no es la única terminal ilegal detectada en la Ciudad: en Once los micros truchos son un lamentable clásico. En general llevan pasajeros de las provincias a comprar por mayor en la zona y luego revender en sus ciudades. Por día llegan 3.500 pasajeros en unos 70 micros, que estacionan en la calle desde la madrugada hasta las 18 o 19. El resultado: caos de tránsito y, además, ruido y suciedad, producidos no sólo por los vehículos sino por los visitantes. Según los vecinos, la gente se sienta sobre la vereda, come, cambia los pañales a los bebés y hasta hace sus necesidades.
Otros barrios de la Ciudad que ofician de terminales ilegales para buses, minibuses y combis son Palermo (especialmente Plaza Italia y la avenida Coronel Díaz entre Beruti y Arenales) Floresta (sobre todo cerca de la avenida Avellaneda, epicentro de tours de compras similar a Once) y Recoleta (Rodríguez Peña y Paraguay). Los destinos son variados: desde localidades bonaerenses cercanas como Lobos, Chivilcoy y San Pedro, hasta la Costa Atlántica y ciudades del norte argentino como Salta, Santiago del Estero y San Salvador de Jujuy. Muchas de esas empresas evitan dar precisiones en sus sitios web sobre los servicios que ofrecen y sugieren pedir presupuestos por correo electrónico o teléfono. Además, se encuadran como compañías de turismo, aunque en la práctica sean de larga distancia.
La parada de Retiro no tiene instalaciones suficientes para la cantidad de público que recibe. Foto: Diego Waldmann.
“Estas empresas violan la modalidad: sacan permiso de turismo para tours, pero ofrecen servicio de venta de pasajes regular, con paradas preestablecidas -explica Gustavo Gaona, vocero de la Cámara de Empresas de Micros de Larga Distancia (CELADI)-. Entonces funcionan como si fueran de larga distancia pero no cumplen con las obligaciones que ese rubro tiene, como condiciones de seguridad, derechos laborales, horarios fijos, y pago de impuestos y de uso de terminal o dársena”. Así es como consiguen precios más competitivos, sostienen desde esa cámara, que pueden ser “de hasta un 50% menos que los ofrecidos por las compañías en regla”.
Desde la Comisión Nacional de Regulación del Transporte (CNRT) indican que hay controles diarios en la zona de Once y los barrios de Flores, Núñez, Palermo, Constitución y La Boca. Y que en lo que va del año ya se labraron 773 infracciones y se retuvieron 22 unidades por transporte ilegal o violación a la modalidad para la que están habilitados, uno de ellos en Once.
Las terminales legales no ofrecen condiciones mucho mejores para esperar los micros. En la de Liniers, que es en rigor un parador, operan 70 empresas, pero hay sólo 12 plataformas y apenas ocho bancos. La comunicación es deficiente: nunca se sabe a qué hora realmente llegarán los buses que inician su recorrido en Retiro. Los choferes de las unidades que arriban se enteran de qué plataforma les corresponde con un rudimentario sistema: el empleado de la garita les indica el número con los dedos de las manos. Pero lo más grave allí es la inseguridad, ya que los robos y arrebatos son moneda corriente.
Falta seguridad también en el entorno de la terminal de Retiro, por la que todos los días circulan cerca de 50.000 personas, de las cuales la mitad aborda o arriba en un micro. Las instalaciones dan pena: los sanitarios son, paradójicamente, insalubres; las rampas mecánicas están rotas; y abundan el mal olor, la suciedad y los precios astronómicos en kioscos y restaurantes. Para peor, no hay precisiones sobre cuándo se relicitará esta estación, aunque se sabe que la fecha límite para contar con un nuevo operador es abril.
La última esperanza que guardaban quienes viajan seguido hacia las provincias era la terminal Dellepiane, que se inauguró hace un año y medio en el Bajo Flores. Pero pese a la inversión de US$ 30 millones, dos años de obra y 48 dársenas, el edificio recibe apenas el 1% de los servicios que pasan por la Ciudad. Fuentes del sector indican que las empresas de larga distancia se niegan a usarla porque es poco accesible e implica pagar por más dársenas y peajes.