Por Luis Tonelli - Infobae.com
La degradación de las Fuerzas Armadas es transversal a la denominada “grieta” en la Argentina; se da tanto bajo gobiernos populistas como neoliberales.
Por una cuestión presupuestaria, las Fuerzas Armadas han debido extender la vida útil de sus vehículos y maquinarias. Foto: Fernando Calzada
En una Argentina que se caracteriza por los vaivenes económicos y políticos, la política presupuestaria destinada a las Fuerzas Armadas ostenta un denominador común: todos los gobiernos han postergado no solo su modernización, sino siquiera su amortización y mantenimiento mínimo. Deficiencias que han tratado de ser paliadas voluntariosamente con el ingenio y la dedicación de sus integrantes, pero que también ha llevado a un deterioro institucional, con sus colaterales conocidos.
Irónicamente, se podría hablar de una política de (no) Estado, ya que hay continuidad, pero no para fortalecer la institución estatal, sino para degradarla. Lo cual resulta un tanto paradójico ya que, si en algo no hay consenso entre las posiciones políticas de un lado y de otro de la denominada "grieta", es acerca del lugar de las Fuerzas Armadas en la Argentina.
De un lado, persisten las heridas abiertas en los 70 con un rancio rencor y recelo mutuo que explica directamente la falta de interés por el reequipamiento militar. Pero eso debería revertirse cuando llegan al poder los que se sitúan mayoritariamente en la postura contraria y manifiestan una perspectiva más favorable a las Fuerzas Armadas. Aunque eso queda en palabras o en pequeños gestos, sin quedar convalidado en el Plan de Modernización Integral que demanda el factor Defensa en la Argentina.
¿Cómo explicar el "consenso" en la postergación de una recomposición presupuestaria de las Fuerzas Armadas si hay tanta disparidad en las posiciones entre un bando y el otro? La aparente paradoja tiene una explicación sencilla: en nuestro país el péndulo ideológico está neutralizado por el ciclo económico. Para decirlo en pocas palabras, "quienes pueden, no quieren" y "quienes quieren, no pueden".
Se podría hablar de una política de (no) Estado, ya que hay continuidad, pero no para fortalecer la institución estatal, sino para degradarla. Pero que esta situación se repita una y otra vez, nos habla de la presencia de factores estructurales subyacentes. Y es posible encontrar una relación entre ciclo político y ciclo económico, que cruza la dinámica de nuestra democracia a partir de su recuperación en 1983.
La dinámica económica ha alternado entre picos de rápido crecimiento, seguidos de abruptas caídas, que terminaron en profundas crisis económicas, políticas y sociales que desfiguraron el perfil igualitario que supo tener la sociedad argentina.
Los ascensos se producen siempre después de una crisis y se apalancan en dos factores que resuelven momentáneamente la típica escasez de dólares que han puesto siempre un límite al crecimiento argentino. O la presencia de tasas bajas internacionales, que llevan al país a endeudarse por un tiempo, o el aumento de la demanda y el precio de las commodities que exportamos, mientras dura un tipo de cambio alto entre el peso y el dólar.
El tiempo político
Pero este ciclo económico se corresponde con uno político, ya que después de una crisis sistémica, es el peronismo el que ha tomado las riendas del país. Así sucedió en 1989 y en la seguidilla de gobernantes desde 2001, hasta que se encontró una nueva estabilidad a partir de 2002, con las presidencias de Eduardo Duhalde y Néstor Kirchner. El peronismo, fuerte en el conurbano, en las barriadas más populares y en los sindicatos, controla la movilización desestabilizadora que se vuelve un factor clave para encontrarle un piso a la crisis.
Foto: Fernando Calzada.
La devaluación que sigue a la crisis coloca al país en superávit fiscal y de la balanza comercial. Eso en el 2003, fue acompañado de la suba extraordinaria del precio y de los volúmenes demandados y producidos de la soja. Pero tal como consignábamos en un artículo escrito en 2007 ("El retorno del conflicto en América Latina en 2010 una agenda para la región"), los gobiernos que tienen dinero proveniente de las commodities, desarrollan tanto una política populista como conflictiva, ya que necesitan generar un relato épico que justifique la extracción de parte de la plusvalía al sector agrario.
Relato que se ubica en la izquierda del espectro ideológico, y que en el caso del kirchnerismo, llevó a una sobreactuación del ideario setentista. De este modo, el crecimiento experimentado no tuvo un efecto positivo sobre el presupuesto de las Fuerzas Armadas, que quedaron colocadas "del otro lado de la grieta". Ni tampoco tuvo un correlato presupuestario el intento póstumo de recrear Fuerzas Armadas nacionales y populares. Lo que fue una tragedia en su momento, fue mera farsa.
En el plano de las coaliciones electorales, el peronismo, que es siempre fuerte en el conurbano y en las provincias interiores, durante el "asalto a las commodities" exhibe su fuerza en la movilización de los sectores populares en las orillas de la Ciudad de Buenos Aires. De allí el protagonismo alcanzado por los intendentes del conurbano durante las presidencias de Néstor Kirchner y luego de Cristina Fernández de Kirchner.
Las Fuerzas Armadas ahora no sufren de inclemencia ideológica, pero sí de las restricciones que dicta el ajuste económico. Foto: Fernando Calzada.
Sin embargo, los auges de la mano del peronismo siempre concluyen en el agotamiento del modelo, fundamentalmente por el establecimiento de un tipo de cambio alto, que siempre ha estado relacionado con los intentos hegemónicos que necesitan de un amplio apoyo popular. El "uno a uno", da la sensación a la clase media de estar viviendo el Shangri La, de ser un país del Primer Mundo (y visitarlo).
Esta situación es insostenible y lleva al deterioro de todas las variables, especialmente la escasez de dólares lleva a la instalación de mecanismos coercitivos que alienan al gobierno del apoyo de la clase media. Ante el comienzo del ciclo negativo, abundan las explicaciones de que lo que sucede es debido a la corrupción y despilfarro del gobierno peronista. Y el péndulo de la opinión pública comienza a moverse hacia el lado no peronista. El peronismo se divide, y las fuerzas no peronistas, fuertes en las grandes ciudades, y las más pequeñas del interior de la Pampa húmeda llegan al poder gracias al apoyo de la clase media baja que revierte su apoyo al peronismo. Pero siendo un problema estructural, los gobiernos no peronistas se ven imposibilitados resolver el problema entre las demandas por mantener el consumo alto y la realidad económica que demanda el ajuste, frente al problema del gasto público desbocado. Y así, pese a estar con un relato en las antípodas del anterior, nacional y popular, las Fuerzas Armadas ahora no sufren de la inclemencia ideológica, pero sí de las restricciones que dicta el ajuste económico.
Los extraordinarios 90
Una situación inédita se dio durante el menemismo. La crisis de 1989 abrió el espacio para reformas inéditas dentro de una apertura generalizada de la economía, aprovechando la presencia de capitales internacionales flotantes. Lo extraordinario de la cuestión es que fue el Peronismo quien viró sorprendentemente hacia el neo-liberalismo estableciendo una política de reconciliación con los que antes habían sido sus enemigos históricos.
También en el plano electoral el peso de la típica coalición peronista "conurbano-provincias interiores" pasó a quedar en manos de los líderes provincianos por sobre los líderes sindicales y del conurbano.
Avión Super Etendard. Foto: Gentileza Gaceta Marinera.
El presidente Carlos Menem, replicando el dicho "Nixon va a la China" (en el sentido que es solo la derecha quien puede tomar decisiones de izquierda, que la izquierda no pudo y viceversa) alineó al país en una senda de "relaciones carnales" con los Estados Unidos. También decretó indultos a los altos mandos militares y a los montoneros que habían sido condenados por juicios a las Juntas, llevados a cabo por el gobierno de Alfonsín.
Las Fuerzas Armadas llevaron a cabo importantes misiones de paz y tuvieron un cierto reequipamiento, pero paralelamente, Menem dio por finalizado el servicio militar obligatorio, a partir del asesinato del conscripto Carrasco en un regimiento de Zapala.
De todos modos, la convertibilidad entró en una fase insustentable a partir de las devaluaciones realizadas en países emergentes a partir de 1998, la economía entró en recesión y restricción del gasto, y en 2001, durante la presidencia de Fernando de la Rúa, todo el sistema colapsó.
De este modo, ni durante los auges, y menos durante las retracciones, las Fuerzas Armadas han podido escapar de la decadencia de su capacidad operativa. Problema que si bien es más evidente en ellas, se expresa como resultante en otras capacidades nacionales, que vuelven a la Argentina cada vez menos competitiva y al garete del contexto internacional.
Un concepto básico sobre "la defensa" es: "Mejor tenerlo y no necesitarlo, que necesitarlo y no tenerlo". A modo de ejemplo, la necesidad de contar con equipos para apagar los frecuentes incendios naturales de extendidas zonas. Visto, según la óptica militar, una solución seria para disminuir esta problemática, contar con "la transferencia de camiones cisternas todo terreno -rezagos del US Army - adquiridos vía FMS o solicitar la cesión mediante donación mediante convenios entre gobiernos. Como vemos, aquí no hablamos de cazas supersónicos, ni de misiles antiaéreos transhorizonte, solo les presento un problema ecológico asociado a catástrofes medioambientales. Desafortunadamente, tampoco se evalúa este aspecto, siendo ademas parte de la nueva misión de las FFAA de asistir logisticamente a las comunidades aisladas eb el octavo pais mas extenso del mundo.(Jorge Elias)