Editorial I del diario La Nación
Nos espera una ardua pero necesaria tarea para superar la destrucción de valores perpetrada durante los últimos 12 años de gobiernos kirchneristas
El famoso éxodo jujeño, cuando el general Manuel Belgrano ordenó al pueblo de Jujuy retirarse hasta Tucumán, dejando sólo campo raso frente a las tropas españolas del general Juan Pío Tristán, implicó una actitud patriótica y heroica de la población, pues debió cosechar o quemar sus propios cultivos y, aún peor, destruir sus casas.
Una cosa es realizar tremendo sacrificio en las guerras de la independencia, ante el avance de regimientos extranjeros, y otra cosa muy distinta es arrasar la propia tierra, poniendo en peligro los empleos, los ingresos, la salud y la seguridad y el bienestar de la población, con el único fin de perjudicar al gobierno siguiente en el país y aprovechar sus inevitables consecuencias para sacarles rédito político, como futura oposición abierta o...embozada. A diferencia del "éxodo jujeño", la política kirchnerista de trasladar hacia adelante los gravísimos desequilibrios económicos y sociales que hoy se pretenden ocultar constituirá una "tierra arrasada" para la misma población argentina y no para dañar a enemigos foráneos.
El empecinamiento en mantener un tipo de cambio irreal, atrasado por la desmesurada emisión monetaria, es una forma torpe de tapar una realidad que está asfixiando la economía, ahuyentando inversiones y creando incentivos perversos para viajar, sobrefacturar importaciones y subfacturar exportaciones.
El debate sobre la "liberación del cepo cambiario" ilustra los ribetes más trágicos de la metáfora jujeña. Como se trata de un tema entre argentinos, ni el oficialismo ni la oposición quieren decir lo que ocurrirá cuando la población en éxodo hacia 2016, al llegar el nuevo año, se encuentre con las consecuencias de semejante desaguisado. Si la Presidenta fuera Belgrano, se enorgullecería del sacrificio realizado por "todos y todas" al sufrir el atraso cambiario, pues esa trampa con resorte estallaría en manos de algún ejército de ocupación y no de los cuarenta millones de connacionales.
Pero la trampa, de la que no se habla, deberá ser abierta por un gobierno argentino, en territorio argentino, habitado por hombres, mujeres y niños, con más fe y esperanza que nunca. Y en un contexto bien adverso, pues no sólo nuestra tierra patria se encontrará arrasada, sino que el mundo tampoco estará en condiciones de ayudarnos. Adiós viento de cola, aquí llegó el viento de nariz: crisis en China, caída de las commodities, devaluación del yuan, del euro y del real, sequía del crédito internacional, reflujo de las inversiones hacia Estados Unidos.
Justamente cuando la crítica situación mundial exige a la Argentina fortaleza en sus instituciones, competitividad en su industria, potencia en su campo, reservas abundantes, acceso al crédito externo, decisiones políticas claras, una moral colectiva elevada y un liderazgo sin titubeos, el kirchnerismo ha diezmado las instituciones, desarticulado su agroindustria, eliminado la competitividad, bloqueado el crédito externo, consumido las reservas, debilitado la moral colectiva e impuesto el temor como forma de liderazgo. No hay economía regional que no se encuentre en crisis. Se han dañado las redes comerciales en el exterior y, con el modelo industrial proteccionista, basado en importaciones para armadurías, así no hay presencia fabril argentina en los escaparates del mundo. Y no se trata solamente del cepo cambiario. Todas las variables de la economía se encuentran distorsionadas y pondrán a prueba al próximo gobernante.
El gigantesco déficit fiscal, motivado por subsidios energéticos y al transporte; por transferencias discrecionales a provincias; por la expansión del empleo público, de los jubilados y pensionados; por el costo financiero del nuevo festival de bonos locales, configuran un desequilibrio insostenible que se trasladará al "enemigo" (o sea, los argentinos) el año que viene.
La "tierra arrasada" incluye una miríada de obligaciones incumplidas y postergadas: juicios previsionales, demandas de los fondos buitre, reclamos de las provincias para regularizar la coparticipación, juicios ante el Ciadi, pagos multimillonarios al exterior hoy frenados. Todos esos pasivos ocultos se harán explícitos en 2016, cuando termine el ilusionado éxodo hacia el mundo mejor de los "pequeños retoques", conservando "todo lo ganado" durante la gestión kirchnerista. Y cada centavo del gasto público es, correlativamente, el ingreso de algunos. Más precisamente: de muchos.
Sumando los empleados del sector público, jubilados y pensionados, los beneficiarios de planes sociales y los respectivos grupos familiares, puede estimarse en 20 millones las personas que dependen del Estado. ¿Cómo se hará para racionalizar el Estado? ¿Se imitará a Dilma Rousseff, eliminando ministerios y organismos? A ello deben sumarse los empleados y contratistas de las empresas cuyos subsidios, privilegios o contrataciones artificiosas deben reducirse o eliminarse.
Cualquier intento de cambiar esa red de pagos, subsidios y transferencias implicará alterar una multiplicidad de situaciones de hecho, de derechos adquiridos o de hábitos consolidados. En eso consiste la "tierra arrasada": será muy poco el margen de maniobra para después del 10 de diciembre para hacer correcciones sin que las protestas generen conflictividad, desde Jujuy hasta Tierra del Fuego.
Para que vuelvan a brotar espigas en esta tierra yerma e incendiada, es necesario un shock de confianza, que no puede ser un discurso hueco, sino apoyado en un plan serio, viable y creíble de gobierno. Nuestro país tiene una larga historia de golpes de Estado, terrorismo, dictaduras, hiperinflación, ajustes, devaluaciones y violaciones del derecho de propiedad. Como en el cuento del lobo, es muy difícil recrear confianza.
Con total desaprensión cortoplacista, en la Argentina se han incinerado las instituciones. Se violó la convertibilidad, la ley de solvencia fiscal, la ley de responsabilidad fiscal, la ley de déficit cero, los marcos regulatorios de servicios públicos y los contratos con las empresas privatizadas.
Se aplaudió el default, se modificó la carta orgánica del Banco Central para financiar el gasto público con emisión, se expropiaron los activos de las Administradoras de Fondos de Jubilaciones y Pensiones, se confiscó YPF, se forzó a Seguros de Depósitos SA a invertir en bonos del Estado. Se ha malversado la emergencia económica, se ha utilizado la ley de defensa de la competencia para favorecer a empresarios clientelistas y se ha dado atribuciones inconstitucionales a la nueva Agencia Federal de Inteligencia para espiar a los agentes económicos. El Poder Ejecutivo ha hecho trizas el federalismo y se ha burlado del Congreso Nacional mediante superpoderes para manejar arbitrariamente las partidas presupuestarias. Ahora se intenta dictar una "ley cerrojo" para impedir la venta de las participaciones accionarias que el Estado recibió de aquellas AFJP, cuando es sabido que ya están "privatizadas", pues permiten a los jóvenes camporistas integrar directorios, formarse en temas que ignoran y cobrar jugosos honorarios y viáticos.
Se han cooptado los órganos de fiscalización, como la Fiscalía Nacional de Investigaciones Administrativas, la Sindicatura General de la Nación, la Oficina Anticorrupción y la Auditoría General de la Nación. Se manipula gran parte de la justicia federal y se ha dictado una vergonzosa e inconstitucional ley de subrogancias.
Se ha evitado dictar una ley de acceso a la información, se falsean las estadísticas del Indec, se alteran los expedientes de la Inspección General de Justicia, se "dibujan" las reservas del BCRA, se esconden los patrimonios de los funcionarios. Se ha sancionado una ley de servicios de comunicación audiovisual para perseguir a los medios independientes, sin fastidiar a quienes se alinean con el relato. Se ha violado 35 veces el artículo 75 de esa norma imponiendo la palabra presidencial para hacer campaña política. Se han manejado las licencias de radiodifusión y la pauta publicitaria para controlar la prensa oral y escrita.
¿Cuál es el estado de la moral colectiva para enfrentar estos desafíos? También ha sufrido el efecto de la "tierra arrasada". Desde la destrucción de la ética del esfuerzo y del trabajo hasta el efecto devastador de la droga y el narcotráfico. Y los efectos dañinos de la falta de trabajo, la proliferación de la corrupción y el aumento de la inseguridad.
¿Y las relaciones internacionales? En los 12 años de kirchnerismo se han arrasado los vínculos con Occidente, optándose por fortalecer las relaciones con Cuba, Venezuela, Irán, Rusia y China. Pero ninguno de esos países podrá ayudarnos cuando los necesitemos, pues todos están en crisis, ya que Estados Unidos emerge, nuevamente, como la potencia mundial con instituciones sólidas, una población laboriosa y una economía competitiva. "Hay que mirar hacia el Norte", ha dicho más de una vez la Presidenta, con tono burlón, al referirse al gran país del Norte como autor intelectual de todos los golpes de Estado en América latina. Ahora alguien deberá revertir esas palabras socarronas para restablecer el crédito internacional.
Es posible superar todos esos obstáculos y volver al crecimiento con equidad, sin afectar a los sectores más vulnerables. Para ello es indispensable restablecer valores, reconstruir el Estado y lograr el ingreso de capitales como motor de un nuevo círculo virtuoso. Ningún partido político podrá hacerlo solo: necesitará del apoyo de los demás para recrear la confianza evitando que el pueblo argentino quede a la intemperie y en el fuego cruzado de las críticas recíprocas, en la tierra arrasada que dejará este modelo de pobreza y exclusión