Los expertos
advierten que una eventual estatización de Edenor y Edesur, que están
técnicamente quebradas, no resolvería el problema sino que le traería más
complicaciones al Estado. Además, ven menos margen político para corregir el
retraso tarifario
-El ministro De Vido les dijo a las empresas que el aumento de la
demanda alcanza para que vuelvan a invertir...-El
crecimiento de la demanda es una condición necesaria, pero no
suficiente.-¿Sin aumento, podrán mantener la calidad
del servicio?-El servicio no es algo que se va a degradar
rápidamente. Pero si no se hacen las inversiones necesarias, podría haber
problemas a mediano plazo, caerá la calidad. No estamos en un nivel óptimo
porque no podemos invertir en las redes.El diálogo era en
París, entre un grupo de periodistas argentinos y
Gerard Creuzet, el vicepresidente de Electricité de France, por
ese entonces accionista de Edenor. El momento de la charla:
octubre de 2003, cuatro meses
después de la asunción de Néstor Kirchner como presidente.
Hoy, en pleno
debate por los servicios públicos, el repaso de ese diálogo puede causar un
efecto deprimente, porque es un
recordatorio de lo
poco
que han cambiado algunas cosas luego de una década.
Planteos
sobre
cómo había que
hacer la suba tarifaria,
polémicas sobre si se había ganado demasiado e invertido poco en los '90,
acusaciones de
"bajadas de palanca" para generar zozobra
política,
advertencias sobre sanciones si llegasen a ocurrir
cortes... Absolutamente
todos los condimentos que hoy se
escuchan en la televisión ya estaban
presentes en 2003, en el
mismo inicio de la "década ganada".
Desde entonces, los
accionistas han cambiado, se fueron los franceses y llegó un
grupo empresarial alineado con la tónica de la "burguesía nacional", pero el
tema de fondo sigue siendo el mismo.
Las
tarifas
casi no han cambiado desde 2003. Y, por cierto, lo que sigue siendo
idéntico es el
"manual K" para las
situaciones de
crisis.
Es algo que dejó en claro el jefe de Gabinete,
Jorge Capitanich, que ante cada aprieto se
aleja más
de su
imagen de "renovación" que había dado a su
llegada y se acerca al estilo de sus antecesores en el cargo.
Su actitud
-por expresa indicación de Cristina Kirchner- de
negar toda
responsabilidad por los cortes de energía eléctrica y
cargar
todas las culpas sobre
Edenor y Edesur deja en claro
que la
estrategia del "yo no fui" sigue
prevaleciendo.
"Es lo
mismo que hizo el Gobierno con el
sector petrolero, con los
trenes y con los
problemas derivados del
dólar. Siempre la derivación de la
responsabilidad a un tercero, pero es una estrategia que está mostrando
señales de agotamiento", marca Diego Dillenberger, experto en
comunicación política.
"El
kirchnerismo mantuvo un
esquema donde se
adueñó de las cajas derivadas de los subsidios
mientras dejaba que los
privados pusieran la cara ante los
usuarios para
no pagar el costo político si llegaba a haber
problemas. Pero quedó demostrado que en el caso de los trenes les salió mal, y
ahora con la electricidad también está mostrando fisuras", agrega
Dillenberger.
A juzgar por las declaraciones de los afectados por los
cortes, está en lo cierto. En estos
días de colapso energético,
aquellos que llevan varias jornadas sin luz no se limitan a criticar a los
prestadores privados sino que también
exigen que el Gobierno se haga
cargo.
La sensación de los expertos es que, en la medida en que
el problema se prolongue, la
tendencia de la población a
responsabilizarlo irá en aumento.
"Se están planteando
argumentos contradictorios, porque Capitanich dice que acá el problema no es la
generación de energía sino la distribución. Y lo que quedó en evidencia con esta
crisis es que
el gran responsable es el Gobierno", sostiene
Manuel Solanet, ex secretario de Hacienda y experto en temática
energética.
"Cuando los cortes son tan diversos, en tantas zonas y tan
prolongados y cuando hace falta importar energía desde Uruguay, entonces
significa que
el inconveniente no está sólo en la
falta
de mantenimiento de las redes de
Edenor y Edesur, sino
en la generación de energía", agrega.
Hay, además,
otros
factores que se conjugan para que el oficialismo pague un costo
político en este contexto: uno fue el
"teléfono descompuesto"
que llevó a Capitanich a proponer la medida "ochentosa" de los
cortes
programados que luego De Vido tuvo que salir a desmentir.
El
otro es el hecho de que
esta crisis está cobrándose el
alto costo de un parate industrial, algo malo para cualquier Gobierno,
pero particularmente pernicioso para uno que ha cultivado el discurso
"productivista".
Las críticas apuntan, además, contra el argumento que en
un principio habían tratado de enarbolar los funcionarios: que este
colapso eléctrico, como tantos otros problemas, correspondía a
los
"dolores de crecimiento" de un país donde la economía
avanzaba a tasas chinas.
Un violento choque
contra la realidadEl problema del
argumento que
planteó Capitanich, en definitiva, es que
choca contra
el
diagnóstico que hacen todos
los expertos.
En resumen, afirman:
• Que el
principal responsable de la falta de inversión en
redes
es el Gobierno, que al no retocar las tarifas llevó a las
empresas a una situación de "quiebra técnica".
• Que no sólo hay
problemas en la distribución, sino también
en la
generación, a pesar de que el Gobierno plantea que existe un colchón de
reserva.
• Que el
incremento de la demanda eléctrica no
implica una economía pujante, sino que es consecuencia del normal
crecimiento demográfico, junto con el efecto de la
exacerbación del consumo por el congelamiento
tarifario.
• Que el
subsidio estatal a la energía, que
ya asciende a
$80.000 millones y viene
creciendo
geométricamente, no sólo no resuelve los problemas sino que tiende a
agravarlos.
• Que el
esquema tarifario premia a los
sectores más pudientes y castiga a los más pobres, lo que
implica una distribución regresiva de la renta y que supone una escandalosa
contradicción con el discurso del "proyecto nacional y
popular".
"Tarifas congeladas por 12 años generaron
incentivos perversos: fomentaron un
aumento poco eficiente del
consumo a la vez que achicaron márgenes de rentabilidad provocando la
caída de inversiones y producción", señala Eliana Miranda,
economista de la Fundación Mediterránea.
Y, al analizar los números del
sector, revela cómo la situación ha ido empeorando progresivamente, al punto que
los
subsidios ya apenas alcanzan para
solventar los
gastos corrientes del sistema.
"En principio,
nacieron para cubrir la diferencia entre
tarifas congeladas y el
costo real de
generación. Pero, con el correr de los años vinieron, además, a
cubrir
las necesidades crecientes de importación de un país que perdió en 2011
el autoabastecimiento".
Al decir de Emilio Apud, ex secretario de
energía, "el Gobierno debe hacerse cargo de su responsabilidad; los
funcionarios están relatando una realidad cuando
ellos
son los protagonistas del problema".
"Hace diez años
el
sistema eléctrico funcionaba muy bien. Había una
demanda bien abastecida, que creció un 60% pero con una red que sigue siendo la
misma. A las empresas
no se les puede exigir que reinviertan
porque no reciben subsidios y
cobran lo mismo que hace diez
años", describe Apud.
Su crudo diagnóstico es que "hay que rezar
para que no haga más calor".
En la misma línea, Daniela Cuan, analista de
la agencia de riesgo crediticio Moody's -que califica la deuda de Edenor-,
advierte que los
problemas del sistema energético son ya
de
índole estructural.
"Hoy no sólo pierden plata las
distribuidoras, sino que también está
desfinanciado el sector
de la
generación de electricidad, porque los recursos
que recibe, incluyendo los
subsidios, no alcanzan para pagar los
costos. Y si mágicamente aparecieran dos plantas generadoras nuevas,
también se generaría un cuello de botella en el segmento de la
transmisión.
El problema está en toda la cadena", afirma la
experta.
Una estatización sin clima de
festejoCon semejante cuadro, no da la sensación de que
exista un incentivo para la estatización, sino que más bien parecería que
al Gobierno le conviene la continuidad de los prestadores
privados.
Sin embargo, aparecen señales que llevan a pensar que
la re-estatización no es una posibilidad descabellada. Por lo
pronto, las usinas de información oficial, como la agencia Télam, están
difundiendo la
versión "conspirativa", lo cual induce a pensar
que hay
predisposición a una
medida
drástica.Afirma el cable de la agencia: "Una
fuente de
Edenor aseguró a Télam que
no tomaron las precauciones
que debían porque ‘en este contexto de conflictos políticos como el
paro policial y los saqueos, sabíamos que medios como Clarín también le iban
a
echar la culpa de esto al Gobierno'".Más allá de que
no se entiende bien
cuál sería el beneficio para los
accionistas de
Edenor y Edesur en autoboicotear su negocio,
esta versión deja en claro que, lejos de adoptar cualquier actitud autocrítica o
de revisión de sus políticas, el
Gobierno está dispuesto a agotar el
recurso de desviar la culpa.
Es entonces cuando
surgen
grandes interrogantes de esta crisis:
¿hasta
dónde está dispuesto a llegar el Gobierno? ¿La advertencia de
Capitanich quedará sólo en el esgrima de declaraciones o realmente habrá
disposición a reestatizar?
En el caso de que se decidiera dar el paso, no
parecería que el kirchnerismo pudiera
reeditar el tono épico
que tuvo la
expropiación de YPF. Y, más bien, lo que
los expertos advierten es que se estaría
comprando un
problema.
La descripción que hace Cuan, de la agencia Moody's,
es de una elocuencia que exime de comentarios:
"Edenor pierde unos 350
millones de pesos por trimestre. Tiene un margen bruto negativo, es
decir que pierde plata incluso antes de pagar sus
sueldos".
Y agrega: "La calificación sobre su capacidad de repago de las deudas
es bajísima y con tendencia a empeorar. A duras penas puede hacer algo
de mantenimiento, así que ni hablemos de inversiones nuevas. En fin, si
se la quiere estatizar, no será porque tenga un buen
negocio...".
Las cosas cambiarían, claro, si el
Gobierno accediera a revisar su política de tarifas y
subsidios. A fin de cuentas, un hogar promedio en Buenos Aires, paga un
décimo de lo que se abona en Uruguay.Este es el gran tema: si
Cristina Kirchner se animará a avanzar en este asunto o si,
como ya hizo en dos oportunidades, volverá a
ponerlo en stand by
por temor a exacerbar más los ánimos.
Para algunos, la reacción
que está teniendo el Gobierno en estas horas no hace más que
complicar
el panorama.
"Con esta disposición a mantener el relato, es casi
imposible que se corrija el tema. Porque
si se acusa a las empresas
de no haber invertido, entonces
se da a entender que
aun con los subsidios era posible poner plata. Es decir, se
crea el argumento contrario a la quita del subsidio, y si llegan a bajarlos se
exponen a que se los vea como contradictorios, casi como si estuvieran dándole
un premio a las empresas incumplidoras", analiza Solanet.
En todo caso,
no oculta su pronóstico sombrío: "Si se llegan a estatizar,
sería terrorífico para el Gobierno, y para el usuario ni te
digo".Mientras tanto, el nuevo
índice de riesgo país
está
en el servicio meteorológico. Para la semana
próxima está pronosticado temperaturas cercanas a los 40 grados en
Capital.
Y el Gobierno ya tiene sus armas preparadas ante la crisis:
cruzar los dedos para que llueva, mostrar un villano a quien
culpar y preparar una doble dosis de "relato".
El gobierno no tiene un relato, sino un gran "cuento"... Según la Real Academia, la definición de cuento es: cuento. (Del lat. compŭtus, cuenta).
1. m. Relato, generalmente indiscreto, de un suceso.
2. m. Relación, de palabra o por escrito, de un suceso falso o de pura invención.
3. m. Narración breve de ficción.
5. m. Embuste, engaño. Vivir del cuento.