Por Claudia Peiró - cpeiro@infobae.com (Infobae.com) - “Nuestra aviación es de museo”, afirma este especialista que, en entrevista con Infobae, describe no sólo el desarme material sino también el "psicológico" que sufrieron nuestras Fuerzas Armadas
"La lógica menemista era 'ramal que para, ramal que cierra'; la kirchnerista, avión que no puede volar, avión que no se reemplaza", sostiene Juan Battaleme. Y parece que sólo frente a la emergencia y la tragedia se debaten en Argentina temas que deberían estar en un lugar prioritario de la agenda. En especial los que necesitan políticas de largo aliento. "La defensa de 2030 se empieza a construir en el 2017", dice.
Qué misión darles a las Fuerzas Armadas, cómo devolverles capacidades y modernizarlas y cómo superar una larga etapa de "desarme psicológico", durante la cual se intentó destruir el ethos militar, su misma razón de ser, son algunos de los temas abordados en este diálogo con Infobae por el politólogo Juan Battaleme, profesor en Ciencias Políticas de la UBA, especialista en defensa, política exterior y ciberseguridad.
— Como suele pasarnos, son las crisis, o conmociones como la pérdida del ARA San Juan, las que nos conminan a debatir temas estratégicos que deberían estar en agenda; en este caso, el papel de las Fuerzas Armadas y qué defensa debe tener la Argentina. ¿Cuál es su análisis al respecto?
— Una de las cuestiones más importantes es volver a trabajar la misión de las Fuerzas Armadas en la República Argentina. Y esa misión está centrada principalmente por lo que entendamos en términos de integridad territorial. Esto es: espacio marítimo y espacio aéreo principalmente, que son las dos grandes vulnerabilidades que no se atendieron y que hoy quedan muy claras. Son crisis que también implican oportunidades, porque van a permitir repensar la modernidad tecnológica y el salto profesional necesarios para recuperar las capacidades que hemos ido perdiendo. El Ejército terrestre también debe repensarse en función de que hoy por hoy vivimos una paz sudamericana y tenemos una excelente relación con los vecinos; eso permite poner la prioridad en la Armada y en la Fuerza Aérea, los dos componentes militares más importantes en la actualidad.
— Podríamos decir que no existe sobre la Argentina una amenaza inmediata de invasión territorial. Pero sí existe, por ejemplo, depredación de nuestro mar, de nuestra riqueza ictícola, sobre lo cual tenemos poco control y ni siquiera está claro si tenemos información. ¿A eso se refiere, a cuidar nuestra riqueza?
— Sí, no solamente cuidar nuestra riqueza sino justamente saber lo que pasa en el fondo marítimo, quién transita, y también en nuestro espacio aéreo. Hoy hay capacidades tecnológicas aéreas que, si entran, no las detectamos por ejemplo. Y no hablo solamente de avionetas, que comúnmente se utilizan para el contrabando, sino por ejemplo de la capacidad de determinados aviones para hacer inteligencia electrónica. Nuestros vecinos, entre los que incluyo a Gran Bretaña, tienen la capacidad de recoger señales de las comunicaciones en la República Argentina de la que no tenemos conciencia plena. Es importante saber qué pasa y estar alertas a nuestro entorno. Los aviones P8 que trajo Estados Unidos son lo más moderno en términos de capacidades submarinas. Los utilizan para monitorear submarinos chinos, rusos… En este momento nos están ayudando a buscar el ARA San Juan. Pero si nosotros hubiésemos tenido lo que se conoce como capacidad antisubmarina, no digo el P8 porque es un avión caro, pero los seis P3 que en algún momento tuvimos, en condiciones operativas, tal vez hubiéramos podido tener nosotros una idea más rápida de lo que pasaba. Algo central para la defensa.
— En cuanto a las Fuerzas Armadas, en los 90 se terminaron las rebeliones y hubo una importante subordinación y hasta integración a la sociedad. Pero del 2003 para acá se reinstalaron los años 70 y hubo un arco de actitudes que fueron de la indiferencia al desprecio por parte del poder político…
— No toda la política despreció a las Fuerzas Armadas. Por otro lado, parte de las Fuerzas Armadas, un grupo de oficiales, se identificó con un proyecto político determinado. Eso fue negativo y le dio una gravitación mayor al Ejército…
— ¿Usted se refiere al último período del kirchnerismo?
— Sí. Eso también traccionó gastos. O sea, le dio relevancia al Ejército siendo que técnicamente tenemos un orden territorial relativamente establecido en detrimento de la Armada y la Fuerza Aérea. Alguien podría decir que la última gran compra de la Armada fueron cinco buques rusos, usados, porque seguimos con esta lógica de usados, pero lo cierto es que eran para la campaña antártica porque veníamos con serios problemas de comunicaciones. Pero más allá de eso, la preeminencia la tuvo el Ejército, algo a discutir en esta nueva etapa.
— ¿Hay conciencia de la necesidad de esta discusión?
— Creo que hay un grupo importante de políticos dentro del Congreso y en el Ejecutivo nacional que entienden para qué están los militares. La pregunta es qué grado de prioridad les dan. Eso es lo relevante. Tal vez esta desgracia del ARA San Juan permita discutir prioridades, porque en la Argentina ha habido una mala discusión, una pobre discusión, acerca de las prioridades en materia de políticas públicas. La defensa está integrada a la política exterior. Y la inserción internacional de la Argentina está vinculada a la defensa. La década en la que más se ajustó no fueron sólo los 90, sino la que siguió, cuando consumimos todo el stock de capital militar
— ¿Es cierto que Argentina tiene el tercer presupuesto en defensa de América Latina? ¿Tenemos un problema de presupuesto o de atribución del gasto?
— Es un error de lectura porque las fuentes que se suelen tomar sobre gasto militar incluyen a Gendarmería y Prefectura. Casi la mitad de ese gasto informado, que es del orden de los 7 mil millones de dólares, corresponde a esas fuerzas de seguridad. Desglosado eso, son menos de 4 mil millones de dólares de presupuesto. Entonces, punto número uno, hay un problema de recursos, ese 0,9 por ciento del presupuesto total no es suficiente. Punto número dos: hay un gasto que se puede optimizar, y algo de eso dijo el ministro de Defensa, Oscar Aguad, al decir que no puede haber lugar para dos fuerzas aéreas; hay que tratar de optimizar el gasto. Pero que esa racionalización no signifique ajuste. Hay que decir que la época en la que más se ajustó no fueron sólo los 90, sino la década que siguió, cuando nos consumimos todo el stock de capital militar. El kirchnerismo tuvo la misma lógica menemista: "ramal que para, ramal que cierra" fue avión que no puede volar avión que cae y no se reemplaza. Eso es malo para nosotros como país y es una mala imagen en términos de poder blando.
— ¿Es real, como dijo el ex ministro de Defensa Julio Martínez, que se perdieron cien aviones durante la etapa kirchnerista?
— Totalmente.
— ¿Qué significa exactamente, están parados, fueron desguazados?
— Que la Fuerza Aérea no tiene los recursos para ponerlos a volar. Y aun cuando los pusiera a volar está poniendo a volar piezas de museo. ¿Puedo dar un ejemplo muy concreto? Muchos se acordarán de las viejas computadoras Commodore 64, con las que nos iniciamos en el mundo de la informática. Bueno, yo puedo conectar cincuenta Commodore 64 y decir que tengo cyberdefensa. Todos sabemos que son piezas de museo. Del mismo modo, puedo tener volando un Spitfire, o un Gloster Meteor, pero siguen siendo piezas de museo. Nuestra aviación es pieza de museo. El A4, el benemérito A4 que es orgullo de la Fuerza Aérea, y que en 1982 junto con el Super Etendard y los Mirage fueron el dolor de cabeza de los británicos, hoy no tendría chances contra un solo Eurofighter. Eso hay que comunicarlo bien, no tienen chances, nuestros pilotos vuelan piezas de museo. Eso atenta contra el profesionalismo de nuestros pilotos, impide darle a alguien que tiene la vocación por esta carrera la posibilidad de entrenarse con lo mejor. Nadie pondría en una redacción a trabajar a un periodista con una Commodore 64 que no se puede conectar a internet. Bueno, nosotros hacemos eso de manera irresponsable con nuestra estructura de defensa.
— La formación, ¿sigue siendo de un nivel aceptable?
— La formación de los pilotos sigue siendo buena. Algo interesante que ha hecho tanto la Escuela de Guerra aérea, como la del Ejército, es tratar de mantenerlos informados de por dónde va el mundo. Por supuesto veo muchas limitaciones. Además, en la década pasada se trató de destruir el ethos militar. En esta pelea, por decirlo de algún modo, entre (Samuel) Huntington y (Morris) Janowitz -que son los pensadores de las relaciones cívico militares- se trató de bajar la idea del soldado profesional y pasar a la del soldado ciudadano, que era la idea que tenía la gente que rearmó los planes de estudio. Igualmente los militares supieron encontrarle la vuelta para poder seguir actualizados, saber qué estaba pasando en el mundo. Una de las grandes cuestiones que lograron conservar fue la de enviar oficiales, aunque en menor medida, al extranjero, a actualizarse.
— Recuerdo un dato extravagante: la funcionaria que reelaboró los programas de formación de los militares durante la gestión de Néstor Kirchner era una antropóloga…
— Exactamente. Un excelente académico argentino, Alejandro Corbacho, escribió sobre el desarme psicológico. Y justamente lo que intentó hacer esta gente, esa antropóloga [N. de la R: Sabina Frederic], fue romper con el ethos militar, vaciarlo de sentido. O sea, primero decirles "ustedes son malos por naturaleza". Luego, dentro de ese nivel de ideologización de la política de defensa, el decreto 727 decía que los militares tenían que prepararse para una amenaza externa de origen estatal y al mismo tiempo que no había hipótesis de conflicto; por lo tanto los vaciaban de sentido. Fíjese la contradicción: no hay hipótesis de conflicto pero hay que prepararse para una amenaza externa. Entonces para qué los están preparando. Intentaron con fórceps vaciar el ethos militar, decir "ustedes no son militares, son ciudadanos que portan uniforme". Desgraciadamente gente que no sabía, pero que estaba orientada ideológicamente, trató de romper la estructura militar. Algunas cosas las lograron hacer, otras por suerte quedaron a mitad de camino.
— Si se quisiera reequipar y modernizar a las Fuerzas Armadas, ¿cuánto tiempo se necesitaría? ¿Cuánto para que estén en condiciones de cumplir una misión?
— Es la pregunta clave, porque no solo es una cuestión de qué compro sino en qué tiempo lo tendré operativo. El hecho de que el sistema internacional nos ayude y que nuestra posición geográfica nos ayude nos permite ganar tiempo. De todos modos hemos perdido mucho tiempo; el fin de la Guerra Fría o el post 11 de septiembre han sido oportunidades para la modernización. Ahora nos encontramos con un sistema que cumple con la misión primaria de manera muy, muy, limitada. Creo que existe la intención de tener lo que antes eran fragatas, patrulleros de alta mar; eso lleva tiempo, son políticas de Estado porque, desde que uno decide incorporar, asignar el presupuesto, tener los buques, recibirlos, etcétera, no hablamos de menos de quince años. Para tener, digamos, cinco buques modernos. Por poner un número, pero es el poder político el que debe fijar el número, asesorándose con los mismos militares.
— ¿Qué es lo más urgente?
— Volver a tener transporte pesado, que aparte es importante para misiones de paz, para asistencia a los desafíos climáticos. La aviación de transporte. Como los helicópteros de transporte pesado que se perdieron en Malvinas, los Chinook. Algo de eso se hizo. La Fuerza Aérea fue inteligente, logró recuperar los MI 17. Eventualmente tener un buen reactor de combate polivalente, porque ya no es solamente superioridad aérea o ataque a tierra, que es un poco lo que a mi criterio se hace con esta compra del Super Etendard, pero que no terminará satisfaciendo a nadie: estamos, de vuelta, ni siquiera recuperando una capacidad, apenas incorporando algo para que los pilotos vuelen, una especie de transición.
— ¿Se refiere a esta última compra a Dassault?
— Exactamente, cinco aviones que les van a permitir a los pilotos volar un avión a reacción pero que están lejos de ser el estado del arte. Pensemos que estos aviones fueron reemplazos por los Rafale y los últimos Super Etendard que entraron en misión fueron los de la operación franco británica en Libia en 2011. Creo que el Ejército será la fuerza menos prioritaria en un futuro. No es que esto lo va a afectar, pero va a tener que operar en lógicas diferentes. Por ejemplo, hay que revisar la idea de modernización de los tanques, tal vez necesitamos vehículos de transporte oruga 8×8; no sé, estoy reflexionando con usted. Pero ciertamente esta recuperación deberá ser escalonada. Hay que ser inteligentes para no generar rispideces, aunque ninguno de nuestros vecinos debería preocuparse por nosotros porque como otras naciones democráticas se modernizaron también nosotros entraremos en un proceso de modernización muy grande y muy interesante siguiendo una premisa básica, liberal y sana, que las democracias pueden no guerrear entre sí pero tampoco se van a desarmar. Que es lo que hizo la Argentina, un experimento raro para el tipo de país que somos.
— Ahora bien, suponiendo que se tome la decisión política hoy, ¿necesitamos 20 años más o menos?
— La defensa del 2030 se empieza a construir en el 2017, 2018.
— Los avances tecnológicos, los drones por ejemplo, ¿abaratan o encarecen una modernización?
— Depende. Una de las cuestiones hacia donde están yendo todos los ejércitos occidentales, inclusive nuestros vecinos, es la conectividad aire – mar – tierra, cómo las unidades de mar, de aire y de tierra se conectan entre sí. Eso va a demandar una mejor conciencia de nuestro entorno, de nuestro ciberespacio y del rol de la defensa dentro de ese ciberespacio. Ahora, hay sistemas que son caros, como el (avión de combate) F35. Ninguna fuerza aérea está abandonando los aviones con pilotos. En un futuro relativamente cercano, 2030, eso puede cambiar, y de hecho aparecen los UCAV [N. de la R: vehículo aéreo de combate no tripulado], pero es una discusión que para Argentina parece ciencia ficción, como la de transferirle o no a los robots la capacidad de matar… Ahora bien, la Argentina podría hacer patrullaje marítimo con drones de mediana altitud. Pero durante diez años hablamos de drones, todas las fuerzas desarrollaron drones, y no tenemos ninguno operativo construido por nosotros.
— ¿Por qué, no tenemos esa capacidad?
— Porque se habló demasiado y se hizo poco. Y porque aunque teníamos una capacidad eventual de hacer drones y unirnos con otros países, como Israel que domina el tema ciberespacio, Estados Unidos, Francia, incluso con Rusia que también maneja tecnologías robóticas, resulta que, increíblemente, hace dos o tres años, parte de la intelectualidad le mandó una carta al entonces ministro de Defensa Agustín Rossi para desalentar la construcción o el armado de drones en la República Argentina. Esa clase de pensamiento, esa academia, lo único que quería era mantener un status quo que fuera desfavorable a las Fuerzas Armadas. Porque en algún punto desconfiamos de la fortaleza institucional de nuestra democracia. Y eso es malo porque nuestra democracia es sólida en la actualidad.
— ¿Existe voluntad y capacidad para resolver el tema?
— Soy optimista. Creo que voluntad hay. No es solamente función del Ejecutivo, el Legislativo también tiene una responsabilidad, el Congreso debe sentarse y preguntar por qué asignamos los recursos que asignamos. Lo que pasa es que hay otra mala idea ahí y es que la defensa no da votos. Pero si tenemos ochenta mil hombres en armas, ¿cuántas familias viven de esos programas, cuántas unidades militares ayudan a la territorialización de la Argentina y cuántas contribuyen también al desarrollo? ¿Cuándo se acuerdan de la defensa de los gobernadores y de los intendentes? Cuando se dice "vamos a cerrar tal base". Entonces ojo, porque los militares, el Ministerio de Defensa, tienen algo que decir en la territorialización de la Argentina. No hay que mirarlo tan de costado y creo que el gobierno entendió eso. Quiero verlo en términos optimistas. De las tragedias la Argentina ha mostrado una capacidad de aprendizaje y por eso confío tanto en la fortaleza institucional de la democracia más allá de las falencias que tenemos.
— Un tema espinoso: ¿las Fuerzas Armadas deben participar en el combate contra el narcotráfico?
— No, cuando nos llevan a ese terreno, tanto por derecha como por izquierda, están cambiando la función principal de las Fuerzas Armadas. ¿Por qué pasa eso? Porque en los 90 y en los 2000, al no saber qué hacer con los militares, se les asignaron funciones secundarias. Para esa tarea tenemos una buena Gendarmería.
— ¿Y sobre la posible restauración de alguna forma de servicio no militar?
— No lo comparto. Creo que el servicio militar voluntario tal cual está debería ser algo atractivo para la sociedad en términos de oportunidad de carrera, para aquellos a los que les gusta la profesión de las armas. Más interesante es la función de las reservas. En Occidente, Gran Bretaña es un buen modelo, Canadá es otro; están tratando de tener reservas activas que eventualmente son llamados…
— ¿Qué sería, retirados o gente que hace un entrenamiento y luego queda stand by?
— Pueden ser en algunos casos retirados que tienen una expertise y pueden integrar la reserva por una equis cantidad de tiempo o bien ofrecer a quienes les interesa la profesión militar pero no quieren estar full time, una formación y la posibilidad de salir cada tanto al terreno. A mucha gente le gusta la profesión de las armas pero no la quiere convertir en su carrera.
— Usted da clases en ciencias políticas en la UBA. ¿Qué clima percibe en los estudiantes respecto de este tema?
— En general, más bien desconocimiento y mito, mito construido y en algunos casos muy negativo. Pero tengo la honra de dar una materia optativa sobre cuestiones de seguridad internacional vinculadas con lo tecnológico y hay mucha hambre por conocer lo que está pasando. Y cuando se conoce, se aprecia. Esto nos da la oportunidad desde las aulas de difundir, discutir, la historia militar de nuestro país que claramente tiene su pasado negro pero no se puede vivir atado a él. Hace poco hicimos un ejercicio en el que gente del Colegio Militar junto a gente de la Universidad hicieron un manejo de crisis que ocurría en el año 2023 y salió muy interesante.
— El modelo que planteó el kirchnerismo de volver a fabricar el Pucará, por ejemplo, ¿tiene sentido?
— Así como lo plantearon no sirve: nos hablaron de cuarenta aviones y creo que produjeron cuatro. Después dijeron que iban a construir helicópteros con China, no se construyó ninguno. Así no sirve. ¿Tiene funciones la estructura militar nuestra? Sí, integradas a otras cadenas de valor militares, de Occidente, de donde el poder político quiera, pero hay que integrarlas a las cadenas de valor. Algo de esto hay en la idea de que la Argentina sea parte del KC 390, el avión de transporte que está generando ahora Brasil, Hay que ver bien qué capacidades tenemos. Por eso digo pensar a futuro. Tenemos una industria aeronáutica muy buena, ingenieros muy buenos. Trabajemos con drones e integremos defensa con las facultades de Ciencias Exactas de las universidades y con otros países que tienen la capacidad por ejemplo de subir sensores a drones. Tal vez ahí haya un nicho de mercado cívico y militar. Pero hay que hacerlo en serio, integrando el mundo universitario con el tecnológico y el militar. El militar no muerde.