(defensa.com)
La aprobación de un cuantioso presupuesto para el Ministerio de la
Defensa de Argentina implica no solo la disponibilidad de los dineros
públicos para dicha cartera, sino que los mismos lleguen efectivamente a
los diferentes programas y proyectos. Como la realidad lo ha demostrado
en varias oportunidades, la aprobación y firma de la llamada ley de
leyes no implica necesariamente el estricto cumplimiento de lo allí
refrendado.
La existencia de la Ley de Emergencia Económica significa
que la movilidad de los fondos es la norma cotidiana y que el arbitrio
de las máximas autoridades para disponer de las partidas dinerarias se
utiliza por doquier. La rápida visión sobre los presupuestos de Defensa
anteriores nos marca duramente que lo aprobado dista mucho de lo
efectivamente aportado.
Se ha dado con facilidad que muchos
programas no recibieron ni reciben las sumas aprobadas y por ello, los
impresionantes retrasos en la fabricación, reparación y modernización de
sistemas y equipos de las instituciones castrenses. Aviones de
transporte varados casi eternamente en su revisión, submarinos y lanchas
rápidas que duermen por años en astilleros para meros mantenimientos o
avances menores, no actualizaciones y modernizaciones que podrían
justificar semejantes tardanzas, proyectos que tardan varios ejercicios
en mostrar apenas un equipo –muchas veces incompleto y de incierta
realización- nos da un panorama no muy alentador de la problemática de
la Defensa Nacional argentina.
La terrible destrucción en el país de la industria de este sector en los fatídicos noventas se llevó por delante a innumerables talleres y personal altamente capacitado, pero han pasado diez años de administración presente y los claros resultados son la perdida de numerosas capacidades de combate y transporte, la desactualización evidente en casi todos los sistemas de armas (que ya están ocasionando incidentes y accidentes por la vetustez del material), un visible deterioro de la disciplina y cohesión interna, elementos básicos y liminales de toda la institución militar, más la flagrante pérdida del equilibrio estratégico en el sur del continente, que hoy el país sufre con la ausencia en el Atlántico sur de nuestras fuerzas, un mar que los británicos ya consideran como Mare Nostrum.
Necesidades políticas y de problemática interna, hacen que el gobierno muestre algunos indicios de un mejoramiento en las relaciones con las Fuerzas Armadas, obviamente no por un repentino cambio hacia la armonía, sino tan solo para aprovechar las estructuras y medios de las fuerzas en beneficio de objetivos meramente políticos de la administración central.
Anuncios de importancia nos indicarían la realización de proyectos que duermen hace lustros, bienvenidos sean, si se concretan, por supuesto. Interesantes sumas de dinero son asignadas para el ejercicio 2014, pero también lo fueron en el pasado y no dieron los resultados esperados, es más, ni siquiera fueron dirigidas hacia aquellos programas para los que fueron asignadas y aprobadas.
No queremos dar ejemplos definitorios, pero las rutilantes cifras asignadas para el programa Pampa, que hace años no entrega una aeronave nueva, la adquisición de helicópteros pesados tipo offshore –así lo mencionaba el presupuesto del año anterior- nunca concretada pero con fondos asignados, la modernización de la aviación de transporte, que ahí se ha quedado con meros parches que no impiden que tengamos máquinas operativas, la exasperante lentitud con la marcha de algunos programas y sin adentrarnos en sus virtudes técnicas – hagamos un ejercicio de Fe-, la modernización de buques de la Flota de Mar, anunciada, pero veremos, o los famosos patrulleros marítimos que desde hace una década aparecen intermitentemente en los presupuestos, pero no en las gradas de un astillero, son tantos los ejemplos que no queremos aburrir al amable lector.
No diremos nada con referencia a las necesidades estratégicas de nuestra Nación, a lo requerido para cumplir con las misiones internacionales de paz comprometidas ante la ONU ni a los derechos irrenunciables sobre las Islas del Atlántico Sur o la proyección sobre el continente blanco.
La terrible destrucción en el país de la industria de este sector en los fatídicos noventas se llevó por delante a innumerables talleres y personal altamente capacitado, pero han pasado diez años de administración presente y los claros resultados son la perdida de numerosas capacidades de combate y transporte, la desactualización evidente en casi todos los sistemas de armas (que ya están ocasionando incidentes y accidentes por la vetustez del material), un visible deterioro de la disciplina y cohesión interna, elementos básicos y liminales de toda la institución militar, más la flagrante pérdida del equilibrio estratégico en el sur del continente, que hoy el país sufre con la ausencia en el Atlántico sur de nuestras fuerzas, un mar que los británicos ya consideran como Mare Nostrum.
Necesidades políticas y de problemática interna, hacen que el gobierno muestre algunos indicios de un mejoramiento en las relaciones con las Fuerzas Armadas, obviamente no por un repentino cambio hacia la armonía, sino tan solo para aprovechar las estructuras y medios de las fuerzas en beneficio de objetivos meramente políticos de la administración central.
Anuncios de importancia nos indicarían la realización de proyectos que duermen hace lustros, bienvenidos sean, si se concretan, por supuesto. Interesantes sumas de dinero son asignadas para el ejercicio 2014, pero también lo fueron en el pasado y no dieron los resultados esperados, es más, ni siquiera fueron dirigidas hacia aquellos programas para los que fueron asignadas y aprobadas.
No queremos dar ejemplos definitorios, pero las rutilantes cifras asignadas para el programa Pampa, que hace años no entrega una aeronave nueva, la adquisición de helicópteros pesados tipo offshore –así lo mencionaba el presupuesto del año anterior- nunca concretada pero con fondos asignados, la modernización de la aviación de transporte, que ahí se ha quedado con meros parches que no impiden que tengamos máquinas operativas, la exasperante lentitud con la marcha de algunos programas y sin adentrarnos en sus virtudes técnicas – hagamos un ejercicio de Fe-, la modernización de buques de la Flota de Mar, anunciada, pero veremos, o los famosos patrulleros marítimos que desde hace una década aparecen intermitentemente en los presupuestos, pero no en las gradas de un astillero, son tantos los ejemplos que no queremos aburrir al amable lector.
No diremos nada con referencia a las necesidades estratégicas de nuestra Nación, a lo requerido para cumplir con las misiones internacionales de paz comprometidas ante la ONU ni a los derechos irrenunciables sobre las Islas del Atlántico Sur o la proyección sobre el continente blanco.
Para todo esto se requiere de medios adecuados, sostenidos por una logística abundante y costosa, con la consabida actualización cada tantos períodos de tiempo y operación de sus elementos de propulsión, armamento y electrónica. También implica disponer de cuarteles, bases navales y campos aéreos adecuados y preparados para operaciones de envergadura apoyadas por una infraestructura técnica e industrial de fuste.
Alguien podría decir que cuesta mucho este esfuerzo y es de dudosa utilidad, lo único cierto es que los dineros asignados y presupuestados deben llegar efectivamente a los programas de inversión planificados. Las desviaciones de los montos en esta materia son inadmisibles, ya que afecta a intereses nacionales superiores y para la efectiva defensa de la Argentina deben arbitrarse todos los medios posibles. Esperamos el claro cumplimiento de lo sancionado por el Congreso Nacional y que el presupuesto cumpla con las expectativas y promesas realizadas por la administración federal. (Luis Piñeiro, corresponsal en Argentina)
Excelente reflexión Sr Piñeiro, somos varios los que tratamos de hablar con el poder político sobre proyectos, aunque sean de mínima, pero no encontramos respuestas. Lamentablemente, no hay peor ciego que aquel que no quiere ver...