Por Carlos M. Reymundo Roberts - LA NACION
En todos los niveles del Estado hay déficit de información; los expertos coinciden en que el "apagón" kirchnerista se sumó a un deterioro que lleva varias décadas; ni siquiera es seguro que la población sea de 44 millones.
Intervención. Protesta de trabajadores del Indec, una imagen que se repitió a lo largo de la década en que las estadísticas del organismo fueron manipuladas u ocultadas. Foto: Archivo
El 27 de abril del año pasado, el jefe de Gabinete, Marcos Peña, presentó en el Congreso el primer informe de gestión. Su exposición de siete horas incluyó una radiografía de la situación socioeconómica, con abundancia de números. Fue un momento de relieve histórico, también por un secreto que en ese momento se guardó bajo siete llaves: muchos de los datos brindados por Peña no provenían del Gobierno, sino del sector privado. Después de una década de apagón estadístico, la Casa Rosada había tenido que salir a mendigar cifras a ONG, consultoras, universidades. El Estado no estaba en condiciones de informar sobre el país.
Pero los expertos coinciden en que la falta de mediciones en cantidad y calidad no se explica sólo por la colonización del Indec perpetrada por Guillermo Moreno. Al compás de recurrentes crisis políticas y económicas, la capacidad de reunir y procesar información se ha venido deteriorando en las últimas décadas y abarca los tres niveles de la administración: Nación, provincias y municipios.
Acaso nada muestre mejor hasta qué punto llegó ese déficit que el hecho de que ni siquiera hay certeza sobre la validez del dato más importante: que la Argentina tiene 44 millones de habitantes. "Es una proyección hecha sobre el censo de 2010, sospechado de irregularidades y que tiene cifras inventadas", dice un alto funcionario del Gobierno, afirmación compartida por muchos especialistas.
"Es cierto que el kirchnerismo terminó generando un blackout informativo, pero el problema venía de mucho antes" - Dante Sica, economista, director de Abeceb
A este vacío estadístico, particularmente grave en la era de mayor desarrollo tecnológico e informático de la historia, se lo podría llamar el default silencioso: una lacerante deuda del país consigo mismo, que corroe su organización y posibilidades de desarrollo. En cualquier ámbito o sector que se ausculte, desde la economía y la salud hasta la educación y la inseguridad, la falta de información alcanza proporciones asombrosas.
En la serie de artículos que viene publicando este diario sobre temas de fondo del país, la principal dificultad es siempre encontrar cifras, y que además sean confiables. Averiguar cuál es el índice de pobreza en Formosa, qué porcentaje de calles asfaltadas tiene La Matanza, cuánta droga ingresa por la frontera norte del país o el número de desarmaderos de autos en la provincia de Buenos Aires puede llevar semanas o meses y convertirse en una auténtica búsqueda del tesoro, con final incierto.
En una nota sobre La Matanza, el partido más grande y poblado del conurbano, LA NACION pidió al gobierno de María Eugenia Vidal información sobre cloacas, agua corriente y tendido eléctrico, entre otros indicadores sociales. Las cifras de la intendencia eran inverosímiles. Las autoridades del área pidieron unos días para reunir los datos. Después pidieron más tiempo, y al cabo de un mes admitieron que no habían conseguido nada. "La verdad, nos encontramos con tierra arrasada", se disculparon.
Formosa. Gildo Insfrán (PJ), que gobierna con mano de hierro la provincia desde hace 22 años, no informa el verdadero índice de pobreza; fuentes independientes estiman que supera el 50%. Foto: Archivo
En la misma sintonía, un alto funcionario del Ministerio de Educación bonaerense confió que desde hace sólo cinco meses se sabe cuántas escuelas, docentes y alumnos dependen de esa cartera.
Investigadores y funcionarios advierten que este fenómeno genera falta de transparencia, favorece la corrupción y, sobre todo, dificulta la toma de decisiones. "Sin cifras no se puede hacer un diagnóstico certero, y sin diagnóstico no se pueden diseñar políticas", dice el politólogo y docente universitario Diego Gorgal, especializado en temas de seguridad.
"Rica historia"
En el antedespacho de Jorge Todesca, jefe del Indec, una vitrina conserva un retrato del ingeniero Alejandro Bunge, pionero de las estadísticas en el país, y el libro del primer censo, en 1867. "Una rica historia", sonríe Todesca, al que le ha tocado lidiar con la reconstrucción del organismo, que pasó de ser una institución reconocida internacionalmente a su devastación durante el gobierno anterior.
Dice que el déficit de información de ese último período abarca las áreas más sensibles: vivienda, salud, consumo de las familias, servicios básicos, seguridad. "Ni siquiera hay una estadística sobre un fenómeno tan actual y relevante como la violencia de género. En marzo vamos a empezar a publicar algo. Y lo mismo en inseguridad: se había dejado de recoger datos. Ahora hicimos la encuesta de victimización en 45.000 hogares, para saber cuánta gente fue víctima de algún delito. Es información valiosísima porque la mayor parte de esos hechos no se denuncia."
"No hay estadísticas sobre un fenómeno tan relevante como la violencia de género. En marzo vamos a empezar a dar algo" - Jorge Todesca, jefe del Indec
En el país agrícola-ganadero por excelencia, para encontrar un censo agropecuario confiable hay que remontarse a 2002. El último se hizo en 2008 y arrojó resultados parciales y pobres debido, entre otras razones, a que coincidió con el conflicto entre el gobierno de Cristina Kirchner y el campo. "¿Quién lo manda, la AFIP, la SIDE o La Cámpora?", le preguntaron a uno de los encuestadores en una estancia de Trenque Lauquen. El próximo censo se hará en agosto del año próximo. Hoy no hay un mapa del sector, admiten en el Indec, y fuera de la zona núcleo y de los principales cultivos no se cuenta con datos sobre producción, tamaño de los establecimientos y cantidad de empleados.
Consultoras económicas e investigadores sociales pusieron el grito en el cielo cuando el Indec falseó, en 2012, los datos de la última Encuesta Nacional de Gasto de los Hogares, una herramienta clave porque da información sobre características de las viviendas, cantidad de electrodomésticos, consumo de energía y dinero destinado a salud, alimentación y educación, entre otros rubros. "Para estructurar y medir el IPC [Índice de Precios al Consumidor] se necesita conocer qué peso tiene cada gasto en las familias, cuál es el patrón de consumo. Sin en esos datos, el IPC pierde sustento", dice el secretario de Transformación Productiva del Ministerio de Producción, Lucio Castro. La nueva Encuesta de Gasto de Hogares ya está en marcha en 400 localidades de más de 2000 habitantes.
Tandil. En la Argentina se roban 160 autos por día, y la mayor parte va a parar a desarmaderos, como éste, en el que había 1000 autos; pero las autoridades ignoran cuántos desarmaderos hay. Foto: Archivo
Ex director de Desarrollo de Cippec (Centro de Implementación de Políticas Públicas para la Equidad y el Crecimiento), Castro recuerda los tiempos en que le tocaba lidiar con la falta de información. "En 2011 quisimos saber a cuánto ascendían los subsidios al transporte y los números no estaban. Después de rastrear durante meses, pudimos averiguarlos, los publicamos, y entonces el gobierno los escondió. Desaparecieron." Dice que las mismas dificultades tuvieron para conocer el monto de inversión en infraestructura. "Es increíble, pero el dato no estaba. Tuvimos que hacer un trabajo detectivesco."
Pozos ciegos
También en el Ministerio de Trabajo se toparon con un "pozo ciego" en un tema sensible: el trabajo infantil. La última Encuesta de Actividades de Niños, Niñas y Adolescentes (Eanna) es de 2004 y abarcó sólo áreas urbanas. "Es un defecto insalvable porque el trabajo infantil se concentra sobre todo en las zonas rurales, donde viven 4 millones de personas -dice el subsecretario de Programación Técnica del Ministerio de Trabajo, José Anchorena-. Estamos corrigiendo eso con una encuesta que ahora sí va al campo y en la que además contestan los chicos, cosa que antes no pasaba. En la EPH [Encuesta Permanente de Hogares, que releva el empleo], el trabajo entre adolescentes es del 5% si los que contestan son adultos, y trepa al 25% cuando contestan los propios adolescentes. A ellos no les da vergüenza decir que trabajan."
En el área de la salud, afirman en el Indec, el silencio estadístico es alarmante: se desconoce la incidencia de muchas enfermedades y no existe un relevamiento nacional sobre factores de riesgo. El organismo lo promete para el próximo año. En marzo también empezará una encuesta sobre discapacidad, para subsanar otro vacío: hoy ni siquiera se sabe cuántos discapacitados tiene el país.
"En los presupuestos se dice cuánto se va a gastar, pero después no se informa cuánto fue lo que realmente se gastó" - Julia Pomares, directora ejecutiva de Cippec
"El gobierno nacional está regularizando el Indec y muestra voluntad para superar la crisis de la que venimos, pero en las provincias y en los municipios la situación es un desastre", dice Jorge Vasconcelos, investigador jefe de Ieral, de la Fundación Mediterránea. Y repara en que el fenómeno de la economía informal, cercana al 35%, "es un mundo enorme que, por su propia naturaleza, queda fuera de los radares".
El economista Dante Sica, director de la consultora Abeceb, sostiene que el problema es estructural: hay muchos datos, pero se pierden por la falta de un sistema público riguroso de recolección. "El kirchnerismo terminó generando un blackout, pero el problema venía de antes". Cuenta que en los años 80, cuando empezó a trabajar en el Banco Central, estaba feliz de haber llegado a la institución más seria del país en el manejo de índices económicos. "Hasta que vi de dónde sacaban las cifras? Alarmante."
A veces, la endeblez de la información alcanza niveles grotescos. Sica señala que en 2015, antes del cambio de gobierno, dos datos oficiales sobre el volumen del comercio exterior tenían una diferencia entre sí de 5000 millones de dólares.
Florencio Varela. Hasta hace sólo cinco meses, el Ministerio de Educación de la provincia de Buenos Aires no sabía cuántas escuelas, docentes y alumnos dependían de esa cartera. Foto: Archivo.
"En el mundo nos hicimos famosos porque en los informes de los organismos internacionales los datos correspondientes a la Argentina aparecían con asteriscos, para advertir que las cifras no eran necesariamente certeras -dice el ministro de Trabajo, Jorge Triaca-. En este ministerio había estadísticas que estaban bien hechas, pero como daban resultados negativos las escondían."
Romper el molde
Ante esta orfandad, estudiosos y analistas han desarrollado el arte de buscar información en fuentes alternativas, como las cámaras empresarias. Pero aun así suele pasar que no se encuentra nada. Según Todesca, si alguien quiere saber, por ejemplo, qué número de empresas hay en el país, se quedará con la incógnita.
También se desconoce el número de inmigrantes, que aumentó exponencialmente en los últimos años. Para la Argentina, la ola inmigratoria es eso: una ola, un fenómeno etéreo, no cuantificado, sin números.
"Hay países que no hacen más censos porque no los necesitan: tienen toda la información en registros administrativos" - Luis Beccaria, ex director del Indec
El actual gobierno parece haber encontrado un modo de romper el molde y compensar parte de la deuda informativa. Mediante un decreto de este año delegó en la Iglesia (a través de Cáritas) y en cuatro ONG y organizaciones sociales -Techo, Barrios de Pie, Corriente Clasista y Combativa y la Confederación de Trabajadores de la Economía Popular- la misión de hacer, con fondos públicos, un relevamiento en todo el país del número de villas y asentamientos, y sus poblaciones. Según las cifras que pudieron reunir hasta ahora, hay 4300 barrios populares, donde vive el 10% de la población. "El Gobierno hizo bien en reconocer que no estaba en condiciones de hacer ese trabajo -apunta Virgilio Gregorini, director ejecutivo de Techo-. Como suele decirse, no admitir un problema es la mejor forma de no solucionarlo.
Nosotros, las cinco organizaciones, conocemos esta realidad porque estamos en los barrios desde hace años. Y no suplimos al Estado: lo complementamos."
Desde 2011, Cippec evalúa mediante indicadores el impacto de las políticas públicas y la transparencia presupuestaria, a nivel provincial. "De esos trabajos surge claramente que en la Argentina se toman muchas decisiones sin medir su resultado -dice Julia Pomares, directora ejecutiva de esa ONG-. Por caso, no es lógico tomar una medida contra la pobreza sin evaluar después qué efecto tuvo. Lo mismo pasa con los presupuestos: se informa en qué se va a gastar, pero después se dice muy poco de cuánto fue lo que efectivamente se gastó. Son deficiencias graves."
La Matanza. Sobre el mayor partido del conurbano no hay datos básicos: calles asfaltadas, cloacas, agua corriente y tendido eléctrico, entre otros; las cifras que da la intendencia no son reales. Foto: Archivo
Pomares pone un ejemplo de estos días. La reforma tributaria que se está debatiendo en el Congreso incluía (hasta que el Gobierno dio marcha atrás) un impuesto a las bebidas azucaradas, debido a los preocupantes índices de malnutrición infantil: el 40% de los chicos tienen sobrepeso o son obesos. El problema es que esas cifras corresponden a una encuesta de salud que se hizo en 2005. Se legisla hoy según una realidad de hace 12 años, sin saber cómo evolucionó.
Números dibujados
Que falte información en tiempos de la revolución digital, de fenómenos como el big data, es una ironía que clama al cielo. Luis Beccaria, director del Indec entre 1983 y 1990, hoy profesor universitario y consultor, dice que hoy en el mundo el mayor caudal informativo proviene de los registros administrativos de los gobiernos, algo que en la Argentina se ha desarrollado muy poco, entre otras cosas por la bajísima inversión de los últimos 12 años. "Hay países que dejaron de hacer censos porque ya no los necesitan: toda la información está contenida en archivos informáticos de la propia administración."
Un funcionario del área económica dice que la cultura del ocultamiento, la tergiversación y la mentira ha dejado estándares que no siempre son fáciles de desterrar. Uno de sus jóvenes colaboradores se presentó un día con datos que había estado buscando durante meses. "Te felicito, campeón", lo premió. "Bueno -respondió el joven-, la verdad es que no encontré todo y al final tuve que dibujarlos un poco." Todavía le zumban los oídos.