En materia militar, EE.UU sigue siendo el líder en América Latina. Aceptar que las amenazas de China, Rusia e Irán en el área son alarmantes es resignarse al diagnóstico de Washington en defensa y seguridad.
Oscar Aguad, ministro de Defensa, recibe a su par de Estados Unidos, James Mattis, en su visita a la Argentina en agosto de 2018. Foto Lucía Merle.
Algunos expertos y observadores de las relaciones militares interamericanas tienden a repetir dos inexactitudes: confunden pronunciamientos diplomáticos con realidades militares y estiman que el avance militar de China, Rusia, Irán e India estaría generando un desequilibrio dramático en desmedro de Washington.
En efecto, a pesar de que en 2013 el Secretario de Estado, John Kerry, anunció el fin de la Doctrina Monroe, en la práctica, el Departamento de Defensa y en especial el Comando Sur, han reafirmado su primacía en América Latina. De otra parte, a pesar de que no hay duda de que el crecimiento económico chino está siendo acompañado por una incipiente proyección de poder militar más allá de su área de influencia regional, salvo por sus exportaciones de armas (y promesas de provisión) a Venezuela su incidencia militar efectiva en América Latina es aún baja.
Es Rusia quien ha sido, entre 2013-17, el mayor proveedor de armas a Sudamérica (27%) por sobre Estados Unidos (15%) y Francia (10%). Sin embargo, su presencia e incidencia militar en América Latina como un todo es poco significativa. Los lazos entre Irán y América Latina irritan a Washington, pero Teherán carece de capacidad militar para asegurar su influjo u obstaculizar la preeminencia de EE.UU en la región. Según el especialista Sanjay Badri-Maharaj los vínculos militares entre India y América Latina son tan limitados que es una farsa hablar de ellos. En breve, la preponderancia militar de EE.UU. en la región sigue vigente y es sólida.
Ninguna potencia extra-regional, individual o conjuntamente, tiene el despliegue militar que EE.UU. detenta en la región: el Comando Sur, ubicado en Miami; la re-activación, en 2008, de la IV Flota (disuelta en 1950); bases militares (en Cuba y Honduras); localizaciones de seguridad cooperativa (en El Salvador y Aruba-Curazao) y las llamadas organizaciones de seguridad cooperativa (oficinas de cooperación en defensa, oficinas de representación en defensa, grupos de consejería en defensa militar, oficinas de coordinación en defensa) en distintos países de América Latina.
Si bien Beijing ha procurado implementar programas de cooperación en seguridad y ampliar la invitación de militares a cursos en China, lo cierto es que 75 de los 107 programas globales de asistencia militar de Washington operan en América Latina y que en 2017 se entrenaron en EE.UU. 5.361 latinoamericanos.
El presidente de Estados Unidos, Donald Trump con el presidente de China, Xi Jinping, en noviembre de 2017 en Pekín, Foto: Ivanov Artyom/Zuma Press/DPA
China y Rusia intentan aumentar los lazos de militares a militares, pero EE.UU. tiene el Programa de Asociación de los Estados mediante el cual las Guardias Nacionales de 17 estados, más Puerto Rico y la ciudad de Washington, tienen acuerdos en materia de seguridad y defensa con 23 países latinoamericanos.
En 2016, la Argentina firmó un acuerdo con la Guardia Nacional del estado de Georgia. Beijing y Moscú prometen asistencia material en el ámbito de la defensa y seguridad, pero es Washington quien en 2018 comprometió US$ 436 millones en ayuda militar y policial. Rusia es un gran proveedor de armas a la región y China busca una mayor tajada del mercado, sin embargo, en 2018, EE.UU. le ha vendido a México un récord de US$ 1.339 millones en armamentos.
Rusia ha incrementado su relación con Venezuela a tal punto que realiza ejercicios militares que preocupan seriamente a Washington; sin embargo, el Comando Sur realiza periódicamente maniobras conjuntas con los países de América Latina a través de ejercicios tales como PANAMAX, UNITAS, Tradewinds y New Horizons. A su vez, las Special Operations Forces (SOF) han incrementado su presencia en la región. Según el investigador Nick Turse, desde 2006, el despliegue de efectivos de las SOF en el área creció de 3% a 4.39%.
De acuerdo con el informe de 2016 sobre entrenamiento de las Fuerzas de Operaciones Especiales, las Special Operations Command del Comando Sur llevaron a cabo varias maniobras con unidades regionales especializadas en tareas anti-terroristas en el marco de un cambio de foco de América Central hacia el Caribe (en especial, con República Dominicana y Trinidad y Tobago) y un creciente énfasis en América del Sur (en especial, con Brasil, Chile y Perú).
En 2017, las fuerzas especiales de Estados Unidos llevaron a cabo diversos ejercicios con las fuerzas armadas de la región: por ejemplo, y entre otros, con fuerzas navales de América Central para la interdicción de drogas; con efectivos de Colombia y Perú para tareas fronterizas en materia de narcotráfico y terrorismo y con fuerzas especiales de Chile para afrontar desafíos regionales y la preparación para distintas contingencias como las guerras urbanas.
El presupuesto operativo del Comando Sur en 2018 es de US$ 190 millones y para 2019 se estima que será de US$ 196 millones. La gravitación política de lo militar en las relaciones interamericanas es tal que antes de asumir sus respectivas presidencias en Colombia y Paraguay, Iván Duque y Mario Abdo Benitez, visitaron el Comando Sur; sitio visitado en febrero de este año por los ministros de Defensa y Seguridad de la Argentina.
En síntesis, en materia militar EE.UU. sigue siendo, sin duda, el primus inter pares en América Latina. Aceptar la idea de que las amenazas de China, Rusia e Irán en el área son alarmantes y críticas es resignarse al diagnóstico de Washington en materia de defensa y seguridad.
Juan Gabriel Tokatlian es profesor plenario Universidad di Tella